MICRORRELATOS BREVES
Hoy publico el segundo capítulo de MICRORRELATOS BREVES parte de una vida laboral pero de aquellos tiempos del siglo pasado, pequeñas historias propias y de personas de alrededor.
MI PRIMER DIA DE TRABAJO EN SERIO
El lunes, a las 8,45 horas, estaba cogiendo el ascensor
hasta la cuarta planta, Contabilidad, aquel iba a ser mi lugar de trabajo por
muchos años, allí estuve hasta que me fui al Servicio Militar.
Cuando entré en el despacho, sin saber a dónde dirigirme, vi
un brazo levantado que me llamaba, era mi jefe inmediato Pedro Rojo, allí había
jefes para todo el mundo, tuve suerte, por lo visto era el mejor, el más humano
y un buen compañero.
Me dirigí a su mesa y allí me explicó el trabajo que iba a
desempeñar.
De todas las provincias de España y de todos los centros que
tenían “locutorios”, la cosa iba de telefonía, el lector no se equivoca, en
aquellos tiempos y de telefonía, solamente podía ser LA TELEFONICA, la única,
la verdadera, la Compañía Telefónica Nacional de España como entonces se
llamaba.
Una vez en una carta que recibimos, en otro departamento, en
el sobre, escrita con infinidad de faltas de ortografía, como destinatario
ponía: “Telefonica Des paña”.
Allí se recibían todos los documentos de cobros y pago de
todos los centros y después de supervisarlos, se resumían en una hoja por días
o semanas o periodos de quince días según la importancia, por cuentas y se
cuadraban, al final de cada periodo de quince días se hacía un asiento general
de la provincia y se enviaban a “perforación”, es decir, se perforaban tarjetas
de IBM para enviar a “Proceso de Datos”, aquellos inmensos ordenadores que
ocupaban una planta entera del edificio.
Ya iré contando anécdotas porque mi jefe se encargó de que
pasase por todos los despacho y sub departamentos de Intervención, le gustó mi
aptitud y quiso hacer de mí un experto.
Pese a que en aquellos tiempos, en mis ratos libres me
dedicaba al teatro en una compañía amateur, hizo que también ampliase estudios
en las ramas que iba tocando dentro de la empresa.
A las diez de la mañana, la primera puerta del despacho, se
abrió y una mujer, asomando la cabeza dijo:
¡PRENSA!
Por lo menos 15 personas se levantaron hacia allí, volvían
con un periódico o revista en la mano, a los pocos días me enteré que aquello
era cada día y si hacías, por ejemplo una colección de fascículos podías encargarlos y la señora de los
periódicos te los traía y no tenías ni que encargarte de llevar un control de los
que tenías ni cuando llegaban las portadas de algún volumen.
Después de las primeras lecciones teóricas de la mañana, a
eso de las doce, el jefe me pasó con el que iba a ser mi primer profesor, Luis
Blanco, un maestro que no ejercía como tal el magisterio, sino que había
entrado en Telefónica. Era una persona muy profesional y muy buen docente.
Tenía unos seis o siete años más que yo, llevaba en la empresa cuatro años. Era
de Zaragoza y serio, pocas veces se le veía charlando con el resto de personal,
llevaba dos años casado.
De aquellos tiempos tengo unas cuantas anécdotas, espero
acordarme de las más divertidas.
El espacio central del despacho, entre columnas estaba lleno
de mesas, formando tres filas, a los pies de cada columna, en una mesita
pequeña, estaban las calculadoras a que antes me refería.
Luis y yo estábamos en la primera fila a la derecha, un
sitio privilegiado porque nadie veía lo que hacíamos, solamente el de la mesa
del costado.
La primera línea la componíamos Luis y yo que todavía no
tenía mesa, a nuestra izquierda estaba Mary Cruz, una chica ya entrada en años,
soltera y muy amiga de decir que de cría había sido compañera de clase de Irán
Eory, la actriz, no sé si era verdad pero no se le pegó nada.
A su izquierda, en la tercera mesa se sentaba un hombre de
unos cincuenta y pocos años, muy grueso y al que llamaban sin que él se
enterase “el campanilla”, su nombre era Valentín Marín Martín y pasaba mucho
tiempo hablando de Barcelona, no sé si era catalán, sé que había vivido allí
varios años. Era un gran aficionado a los crucigramas, siempre compraba el ABC
y lo primero que hacía era el crucigrama de “Pedro Ocón de Oro”, el gran
inventor de los pasatiempos de la prensa de ayer y de hoy. Con él me aficioné a
los crucigramas y sobre todo a los jeroglíficos. También jugaba al ajedrez con
un compañero de trabajo y vecino, Bolaños.
La segunda línea la formaban García Corral, no me acuerdo de
su nombre, era en sus ratos libre
futbolista, jugó en varios equipos de regional, dicen que era muy bueno, pero
sus ganas de juerga lo tenían bastante quemado. Su hermano pequeño jugó en el
Rayo Vallecano y fue seleccionado para el equipo olímpico español en México, su
nombre en el futbol era “Chufi”.
A su lado estaba una muchacha de unos treinta años y llamada
Mary Luz, no era ni fea ni guapa sino todo lo contrario, es decir, pasaba
desapercibida, una vez, al cabo del tiempo, me preguntó sobre qué tenía que
hacer para entablar correspondencia con chicos.
No crean mis lectores que eso se inventó en internet, antes
las personas escribían cartas, con su sobre, su sello, su dirección y remite,
cualquier persona que en aquellos tiempos, por ejemplo, estuviese enamorado,
escribía cartas de amor y las recibía, a veces incluso a “lista de correos”
para evitar que los padres se enterasen, sobre todo las chicas.
Yo mismo guardo muchas cartas de las que recibí de algunas
enamoradas, otras las rompías con odio y desdén.
Hace poco encontré entre mis recuerdos un mechón de cabellos
de Isabel, si habéis leído mis relatos, sabréis de quién se trata.
Bueno, pues le dije a Mary Luz que tenía entendido que en
Australia había muchos más hombres que mujeres y le busqué una dirección en una
revista de “contactos”, si, tampoco es una invención nueva, mucho antes que
internet existían revistas de contactos postales, es más, en las revistas solía
haber una sección de personas que pedían escribirse con otras personas, de
diferente sexo y de gustos afines. Me hizo caso y escribió pidiendo cartearse
con chicos australianos.
Me contaba Mary Luz que había recibido montones de cartas,
con pañuelos de cuello y otros detalles, incluso alguno le había invitado a ir
a Australia. Le perdí la pista y no sé si marchó para las antípodas.
Un tiempo después otra compañera que estudiaba inglés me
preguntó qué podía hacer para perfeccionarlo, le dije que se escribiese con
gente de Irlanda, al cabo de unos tres años, cuando estaba en la “mili” me
encontré con ella, iba con un chico larguirucho y delgado como una escoba,
rubio y lleno de pecas, era su marido irlandés.
Al lado de Mary Luz estaba Esteban Barrio Silva, era el
madridista más forofo que tenía el Real Madrid, era la persona que por lo menos
aparentaba ser más feliz y bromista, se llevaba bien con todo el mundo menos
con los atléticos y anti madridistas. Era amigo desde la niñez con Venancio
Muro, un actor que murió en 1976 a los 48 años.
De los compañeros de más atrás no recuerdo mucho, supongo
que me iré acordando a medida que escribo.
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