Y ahora............
EN EL TEATRO
Por aquel tiempo había empezado a hacer
teatro con un grupo de aficionados de Hermandades del Trabajo, un movimiento
católico de hombres y mujeres trabajadores fundado en Madrid en 1947 por D.
Abundio García Román, a la vez me matriculé en las clases de Arte Dramático y
Declamación con José Franco.
Allí, una tarde fue Cristina Galbó, actriz
revelación de la película “Del rosa al amarillo” por lo visto era alumna de
José Franco, un verdadero actor y profesor de Arte Dramático y Declamación.
Cristina tenía por aquel entonces unos 17
ó 18 años, en aquel momento me quedé prendado de ella, una tarde vino a repasar
un texto que necesitaba interpretar y coincidió con nosotros en clase, recuerdo
que llevaba dos enormes latas de melocotón en almíbar, no había acabado la
clase, pero ella había ido una hora antes, así que cuando terminó, se levantó y
se despidió, yo me levanté rápidamente, cogí los dos botes de melocotón y le
dije:
Yo te los llevo, que pesan mucho y salí de
clase ante la sorpresa de Cristina, José Franco y mis compañeros, le acompañé y
me enteré entre otras cosas que frecuentaba una discoteca en la calle Viriato,
Parnaso, un local pequeño en el que actuaba mucha gente de moda en aquellos
tiempo, los conjuntos españoles de más actualidad, además podías encontrar allí
a personajes conocidos, allí me presentaron entre otros a Rocío Dúrcal, una
muchacha simpática y agradable.
También conocí en aquellas clases a
Nicolás Romero, entramos casi al mismo tiempo en un grupo de aficionados de
Hermandades, tengo un par de fotos con él actuando, tenía una gran vocación e
iba para gran actor, pronto empezó a hacer papeles secundarios, recuerdo que
para unas actuaciones concurso, de Educación y Descanso, quisimos montar “La vida es sueño” de Calderón de la Barca, a
Nicolás le dieron el papel de Segismundo, el primer día de ensayo, dos días
después, llevaba el papel casi de memoria.
He consultado varios archivos de internet
y no dicen nada de los primeros tiempos de actor ni de sus orígenes.
La última vez que vi a Nicolás Romero fue
en Madrid, en los años 90, en una obra de teatro, no recuerdo si de Jardiel o
Mihura, es más, no recuerdo ni el teatro. Luego lo he oído en la Cope radio, entrevistado
por Cesar Vidal, le envié una foto en la que estamos los dos haciendo una obra
infantil, pero nadie me contestó.
El tiempo que estuve
dedicado al teatro, fue bastante breve, pero me lo pasé muy bien, aunque no era
ningún paseillo, el trabajo era bastante y muy pesado, para mi, lo peor era el
tener que memorizar los textos, me costaba mucho, nunca fui un gran memorión,
además, en aquellos tiempos yo no había perdido mi “seseo” característico de
Cananrias, tierra donde nací, entonce tenía que señalarme todas las “c” de los
textos para pronunciarlas.
No sé de donde lo saqué,
pero leí un día que el gran Matías Prat en sus comienzos tenía el mismo
problema e ideó que si cambiaba las “c” por “f”, a la hora de pronunciar se
notaba menos. Ejemplo:
En lugar de decir “siserón”
decía “fiferón” y no se notaba tanto.
Empecé apuntándome a las
clases de Don José Franco y allí mismo entré a formar parte de un grupo amateur
de “Actividades diversas” dentro de
Hermandades del Trabajo” que estaban en la calle Juan de Austria, los ensayos
eran en un local en la calle Augusto Figueroa, aquel local fue famoso en su
tiempo, hacía ya unos años, porque allí estuvo ubicada la famosa “Casa Petra”
local destinado a casa de lenocinio y prostitución. Los que mejor conocían ese
sitio eran los taxistas ya mayores, cuando subías a un taxi y decías la
dirección decían:
Ah, si, a Casa Petra.
Las compañeras de del
teatro, no decían la dirección sino por ejemplo a la calle Barquillo esquina a
Augusto Figueroa.
En un local, enfrente
ensayaban entonces “Los Bravos”. Recuerdo verlos allí el día que murió Manolo,
el batería.
El primer papel que hice en
el teatro fue un pequeño sketch de una obra de Oscar Wilde.
Alfredo Marqueríe, crítico
de teatro, tenía una conferencia sobre el teatro y pidió a José Franco que sus
alumnos representásemos el sketch para él luego hablar sobre la obra del autor.
Yo tenía un pequeño papel,
entraba en escena a trompicones, caía en un sofá y decía mi papel, un par de
frases, Me aprendí el papel, lo ensayé unas cuantas veces, salía más o menos
pasable, a la hora del “estreno” yo estaba como un flan esperando para entrar
en escena, cuando llegó el momento, no me decidía, los nervios me tenían
atenazado, alguien me pegó un tremendo empujón, di varios traspiés y por suerte
caí en el sofá, cuando me vi allí, recité mi papel, noté como entre el público
se oían risas.
Luego, en la conferencia, el
Sr. Marqueríe se refirió a mí como un
buen actor amateur que llegaría lejos en el teatro.
Me hizo un flaco favor,
porque me di cuenta de lo poco que entendían los grandes críticos de teatro y
el
poco o nulo futuro que tenía
yo como actor si en cada función me tenían que empujar para entrar en escena.
Aunque luego hice alguna
cosa más importante, de las que ya contaré, mi vocación como actor había
sufrido un gran bajón.
Siguieron otras obras,
algunas me gustaron, otras me llevaron a situaciones extrañas, como la búsqueda
de una espectadora que creía ver en el patio de butacas cuando después de un
tiempo, me atrevía y podía ver al público y según cómo actuaba para alguien en
particular, a aquella mujer, entonces y siempre aparentaba unos veinte años, la
intenté encontrar incluso saliendo a su encuentro antes de terminar la obra y
sin esperarme ni a saludar, fue una obsesión, por un tiempo, aquella visión me
hizo seguir en el teatro, pero a la vez, pensaba que me volvería loco, estuve
una vez a punto de cortar la obra y saltar al patio de butacas a media función,
no tuve el suficiente valor, entre eso y que me tuve que ir a la mili, me alejé
del teatro.
Aun ahora, cuando pienso en
ella, veo su cara, delgada, con unas facciones finas, la piel blanca, nariz y
barbilla afiladas, ojos negros, profundos y el pelo lacio, hasta los hombros y
más castaño que moreno, sus manos largas y con unas uñas pintadas y bien
cuidadas, me llamaban la atención cuando la veía aplaudir.
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