...Y NO ESTABA MUERTA
Pedro Fuentes
CAPITULO IV
Otra
vez han venido varios médicos, he notado que me movían, a veces me
cogen brazos y piernas y me los doblan durante varias veces, también
me dan como friegas, en las piernas no noto nada, pero en brazos y
resto del cuerpo siento el líquido frio.
Hay
una mujer que ha venido varias veces, se acerca a mí y la oigo
rezar, luego me hace la señal de la cruz y me dice cosas como que
Dios está conmigo y no me abandonará, que ofrezca mis dolores por
la salvación de las almas, pero yo no siento dolores.
No
he sido una persona muy religiosa, pero aquí rezo y me acuerdo de
toda mi vida, me arrepiento de muchas cosas, sobre todo cuando he
tratado a las personas de alrededor con desprecio.
Lo
que oí de mi marido, no puede ser verdad, me da vueltas a la cabeza,
pero él me ha querido siempre y no haría una cosa así, pero
estando como estaba en el porche tenía el teléfono más cerca que
yo y supongo que lo oiría mejor, tampoco sé con qué tropecé, los
escalones son peligrosos, pero no había llegado ni siquiera al
primer escalón.
Ramón
ha llegado, me coge la mano y me besa en la mejilla, me gustaría
decirle o hacerle saber que si me entero y que se lo agradezco, no
creo que me haya querido matar, eso son cosas de malas personas, es
bueno y me trata con cariño, me habla, me cuenta qué día hace, hoy
hay sol y una temperatura agradable, luego, cuando salga del hospital
irá andando hacia casa, dando un paseo, ha venido en autobús porque
por aquí no hay quien aparque.
Quisiera
decirle las pruebas que me han hecho, he oído a los médicos
diciendo que no tengo nada para estar totalmente paralizada, yo no sé
cómo decirles que no, que no puedo moverme pero que los oigo y
siento, hasta alguna vez cuando me pinchan en los pies y siempre que
me lo hacen en los dedos de las manos, incluso cuando me dan
golpecitos con algo como un martillo en los codos, en las rodillas
no, ni en los tobillos. Cuando estiran de los párpados para verme
los ojos, quisiera moverlos para que me vean, pero no veo nada, todo
es oscuridad.
Ya
no he vuelto a ver aquella luz dentro del túnel, ahora todo es
negro, alguna vez, cuando están los doctores y me estiran de las
pupilas, veo como un pequeño reflejo de luz, pero desaparece
enseguida, luego oigo:
Nada,
no ve nada ni siente, entonces quisiera llorar, mover las pupilas,
sonreír, cualquier cosa que les diga que oigo y siento, pero no
puedo, entonces ellos se marchan y a veces no dicen nada agradable,
oigo que dicen que soy un vegetal, que en cuanto me saquen la
respiración asistida moriré y que es lo mejor que me podría pasar,
ya sé que no les puedo hacer señales, pero son muy crueles y pienso
que no son buenos médicos, que tratan a los pacientes como trozos de
carne, solamente está la mujer que viene a rezar a mi lado, ella si
cree que le escucho y que dentro de mi hay una vida que siente, que
sufre, que padece.
Ahora
sé que hay alguien más allá que vela por mí, que me tiene así
para que purgue mis pecados en la tierra para entrar más limpia en
su casa.
Ramón
ya se ha ido, hoy le he oído llorar, ha disimulado, pero le he oído
llorar, él también cree que le oigo.
Como
me han quitado la mascarilla y solamente tengo dos tubitos en la
nariz, de vez en cuando me moja los labios resecos con agua.
Como
quisiera agradecérselo aunque me haya querido matar.
Oigo
continuamente como las enfermeras, supongo, pasan cerca de mi, hacen
algo, alguna vez entre ellas dicen que hay que cambiarme un gotero,
también me pinchan en el estómago, hay una enfermera que cuando me
hace algo me lo dice, sé que el pinchazo en el estómago es para que
la sangre circule mejor y no se coagule y me produzca un trombo, esta
enfermera cuando llega a mi lado me roza la mano y me dice:
Gertrudis,
vengo a cambiarte el gotero para que comas por la vena, éste de hoy
te va a gustar, es de cocido, pero no engorda, de camino te mediré
la temperatura y luego vendré a darte crema para que no te salgan
llagas, además hay que cambiarte los pañales, pero tú tranquila,
ya lo haremos todo nosotras.
Tiene
una voz que parece de jovencita, es la única que me habla además de
la que viene a rezar.
Cuando
se ha ido mi marido, ha venido y me ha dicho, tienes que ponerte
buena, aunque sea por tu marido que lo está pasando mal, tendrás
que decirle algo porque él siempre te habla y te pregunta cosas.
Han
dicho los médicos que mañana quizás me envíen a planta, cuando
sepan los resultados de las últimas pruebas, hablaban entre ellos,
pero yo no sé cuando es hoy o mañana, no tengo noción del tiempo,
duermo mucho y cuando despierto desconozco cuanto tiempo he estado
dormida, si no hay nadie cerca solamente se oye un pitido continuo,
un pi, pi, pi, uniforme, es algo que tengo cerca, muchas veces me
pongo a contarlos pero me duermo enseguida.
Toda
mi vida pasa continuamente por mi cabeza, es curioso, tengo recuerdos
de los que nunca me había acordado, incluso de mi más tierna
infancia, a veces me parece recordar que estoy en el cuco, de bebé y
llegan a casa personas que me miran y me hacen tonterías, quieren
que ría pero a veces me asustan porque hacen ruidos raros y con un
dedo me tocan la barbilla y yo los veo feos y lloro, mientras ellos
se ríen, así consigo que mi mamá me coja y arrulle, otros me
gustan, porque me hablan con ternura y yo río.
Recuerdo
cómo voy creciendo, cómo me separan de mi mamá y me llevan al
colegio, yo entonces no sabía que era un colegio, pensaba que era
como una prisión de niños en la que había que estar sentada
durante mucho rato, había otras niñas que me pegaban y arañaban,
otras jugaban conmigo, y así me iba haciendo mayor, recuerdo mis
primeras salidas sin mis padres y salíamos con chicos, y mi primer
amor, mi primer beso entre bromas y juegos y luego conocí a Ramón y
mi vida cambió él me trataba muy bien, me decía que me quería, yo
también lo quiero a él.
Nos
casamos y creo que hemos sido felices, aunque quizás él no y por
eso me ha querido matar. ¿Será porque no le he dado un hijo como él
quería? Al principio fuimos a médicos e incluso pensamos en la
adopción, luego nos fuimos acostumbrando y vimos que también el no
tener hijos nos permitía entrar y salir cuando nos daba la gana,
viajar, en fin gozábamos de toda la libertad del mundo, veíamos a
nuestros amigos que muchas veces no podían salir ni viajar, siempre
pendientes de que no enfermasen, siempre protegiéndolos se olvidaban
de ellos mismos. Nosotros nos acostumbramos a viajar y salir solos
los dos y la verdad es que lo pasábamos bien.
Ya
oigo a los médicos que vienen otra vez, ahora me harán todas las
revisiones, me pincharán y darán con el martillo, me estirarán de
los párpados.
Hoy
hay uno nuevo, se ha puesto a mi lado, me coge la mano y me dice:
Bueno,
Gertru, no tienes nada que te obligue a estar dormida y sin moverte,
ya es hora de que dejes de hacer el vago, tenemos que hacerte mucha
rehabilitación y así no podemos, además, en planta estarás mejor
y tu marido podrá estar contigo más horas.
Qué
voz más bonita tiene, es una voz grave, muy grave y muy agradable,
me recuerda aquella voz de los narradores de las novelas de la radio
en los años sesenta, presiento que su físico tiene que estar de
acorde con su voz, tengo que verlo.
¡Mirad!
Dijo una voz femenina ¡Ha abierto los párpados ligeramente!
¡Veo!
Algo borroso pero veo claros y oscuros.
¡Dios
mío! ¡Lo veo! Es guapísimo y muy alto.
El
murmullo de los médicos se convirtió en voces excitadas, el doctor
de la voz me ha dicho:
¡Gertru!
Ya vemos que has despertado, ¿Puedes hablar?
Intento
responder pero no puedo, él se da cuenta y me dice:
No
te preocupes, si me oyes, abre y cierra los ojos una vez.
¡Lo
he hecho! ¡He podido!
Muy
bien, lo has conseguido, ahora si no puedes hablar abre y cierra los
ojos dos veces.
Es
muy fácil responderle, es un juego entretenido.
Me
hace un montón de pruebas y yo le respondo si o no, pero a veces se
equivoca y me hace preguntas que la respuesta no es ni si ni no,
entonces abro y cierro los ojos varias veces y él se da cuenta y
rectifica.