... Y NO ESTABA MUERTA
Pedro Fuentes
CAPITULO II
¿Qué
ha pasado? No recuerdo nada, de pronto he sentido como un gran golpe
que me nubla la vista, estoy como flotando, no me duele nada, pero
pienso que no debo moverme, solamente siento que estoy inmóvil, boca
abajo, del lateral derecho de mi cabeza noto como un líquido viscoso
y caliente me inunda un ojo.
Me
quedo totalmente inmóvil, quiero analizar qué me pasa, todo es una
nube negra que no me deja ni ver ni sentir, pero allá, en algún
lado de la lejanía veo un pequeño punto blanco, como a veces se ve
en el centro de la pantalla del televisor cuando lo apagas, pero éste
al contrario, va creciendo, se acerca a mí, lo inunda todo, no es un
punto, es como un tubo que se ensancha, es como un túnel que me
absorbe, que me atrae hacia el fondo, donde hay un gran resplandor
blanco, voy flotando hacia él, pero ya no siento sino una paz, una
tranquilidad, me viene a la memoria cuando me operaron, al principio
tenía frío e incluso pedí una manta, luego notaba como no podía
decir nada e incluso los números que iba contando como me dijeron,
se alejaban de mí y cada vez me costaba más decirlos, pero entonces
no ví ni la luz ni el túnel, ahora flotaba, era como una nube que
La Luz aspiraba.
De
pronto me encontré parada por algo, noté que alguien me sujetaba
por la mano derecha, más bien por la muñeca, el resplandor pereció
un poco más sombrío.
Algo
me sujetó con más fuerza, noté que me abrían un ojo, me pincharon
unas cuantas veces, mi cuerpo empezaba a dolerme terriblemente, el
hombro, la cabeza, la cadera, sin embargo las piernas no las sentía,
me pusieron algo en la cara de lo que salía un aire fresco que me
entraba por la boca y la nariz y hacía fuerza para llegar hasta mis
pulmones.
Otra
vez empezaba a sentir calma, poco a poco notaba que me dormía en un
agradable sueño reparador, caí en un sopor en el que ya no
recordaba nada, me dormí como cuando era niña y mi madre me contaba
cuentos, quería oírlos pero la voz desaparecía.
No
recuerdo nada de lo que pasó, al cabo de un rato, para mí un
suspiro, empecé a oír voces a mi alrededor, eran voces extrañas
que hablaban de vendas, gasas, goteros, todo palabras de hospital y
de médicos, una vez oí a una mujer que decía:
Pobrecilla,
¿Qué le ha pasado?
Ha
tenido un accidente doméstico o su marido que la ha querido matar.
Por
favor, no digas esas cosas, que te puede oír.
No,
qué va, está en coma, suerte tendrá si se salva.
Aquellas
frases me martilleaban en la cabeza, de pronto empecé a tener un
vago recuerdo de lo pasado, estaba arreglando una habitación cuando
sonó el teléfono, le grité a mi marido:
¡Ramón!
¡El teléfono!
Pero nadie contestó, salí de la habitación para bajar hasta el
recibidor y coger la llamada.
Tropecé
con algo, quizás una alfombra, caí de bruces sobre la barandilla,
reboté y caí sobre el hombro contra el primer escalón, intenté
agarrarme a la barandilla y rodé de espaldas con la cabeza para
abajo, fue un golpe seco y muy fuerte, giré sobre mi cabeza y di una
vuelta de campana, y otra, y otra y llegué al suelo del recibidor.
Ahora
me encontraba inmóvil en una cama, no veía nada, intenté abrir los
ojos y no pude, quise mover un dedo, tampoco lo logré.
Noté
como alguien acariciaba mis dedos, era la misma voz que me había
retenido cuando marchaba hacia La Luz. Me decía que me curaría,
quise sonreírle, pero tampoco pude. Noté el roce de algo sobre mi
mejilla y después nuevamente el silencio salvo aquellas voces
lejanas que a veces se acercaban y tocaban algo a mí alrededor.
En
medio de esos recuerdos y hechos, dormía o no sentía nada en
absoluto.
De
vez en cuando venía la voz del hombre que me acariciaba la mano y me
decía cosas bonitas.
Quería
agradecerlas abriendo un ojo, o una sonrisa, o simplemente mover un
dedo, pero no podía.
A
veces sentía cómo los médicos se acercaban y decían cosas que no
entendía. Venían y me cogían los brazos y las piernas uno a uno,
levantaban mis miembros y los dejaban caer, otros me pinchaban en la
planta de los pies, también golpeaban suavemente codos y rodillas,
yo quería moverme, decirles que sí sentía, pero no podía, luego,
a veces, cerca de mí comentaban que no tenía movilidad, que no
había ningún síntoma de nada, otras veces hablaban cuando se
alejaban, alguna vez me abrían el ojo, enfocaban con una linterna y
me hablaban:
¡Gertrudis!, ¡Gertrudis!, ¿Nos oyes? ¡Abre un ojo!, ¡Mueve un
dedo!, ¡Respira más fuerte!, ¿Puedes llorar?
Yo
intentaba todo, les hubiese dicho que sí sentía, que les oía, que
lloraría aunque fuese porque no sabía qué me pasaba.
Cuando
sentía algún comentario de ellos, todos eran del mismo estilo:
No
siente nada, no oye, no responde a los estímulos.
Y
yo quería gritar, llorar, patalear, cualquier cosa que dijese que
solamente dormía. En mi interior habitaba la locura, notaba como si
a veces mi boca se llenase de un líquido salado, luego me parecía
que lloraba, pero ellos no sentían.
De
vez en cuando venía la voz que me acariciaba, empezó a contarme
cosas que yo recordaba vagamente, me hablaba de sitios que yo creía
haber visto, de barcos, de aviones, de bodas, de él y de mí, pero
no podía responder.
Después
de varias visitas comprendí que era Ramón, mi marido, pero una vez
alguien a mi lado había dicho que quizás intentó matarme, eso me
machacaba en el cerebro, pero Ramón no haría eso, él me quería y
yo a él.
No
sé cómo pasaba el tiempo, de pronto no oía nada o me notaba con
gente a mi alrededor hablaba, pero era incapaz de saber qué pasaba
entre ruidos y conversación y otros, el tiempo parecía no existir,
todo parecía suceder en el mismo espacio y cada cosa encadenada a lo
anterior, no parecía dormir, no soñaba, solamente me agolpaban en
la cabeza palabras, recuerdos de los que me hablaba Ramón, pero todo
sin sentido ni orden.
Una
vez oí que me trasladarían a planta y ver si evolucionaba, que las
heridas cicatrizaban bien.
Me
habían operado de todo lo operable y no había ninguna causa para
que siguiese sin responder a los estímulos.
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