.....Y NO ESTABA MUERTA
Pedro Fuentes
Capítulo I
Cuando
Gertrudis cayó por aquellas escaleras de casa, pensé que se había
matado, rodó desde el piso por la escalera de caracol que tan poco
le gustaba, siempre decía:
Esta
escalera tan retorcida y con medios escalones me va a matar, pánico
me da cada vez que la tengo que bajar.
Yo
estaba en el porche de la casa, arreglando unas plantas, la puerta
estaba abierta como casi siempre, oí un gran ruido y entré
corriendo, la escalera está a la izquierda de la entrada y la puerta
no te deja ver el resto del recibidor ni la entrada del salón cuya
puerta queda a la izquierda de la escalera, por lo que tardé un
momento en ver nada hasta que la cerré. Al ver a mi mujer en el
suelo y con el cuerpo retorcido, el brazo derecho hacia atrás
dislocado del hombro, el izquierdo le había quedado debajo del
cuerpo y ambos pies mirando hacia el mismo lado igual que las
rodillas. Un hilo de sangre manaba de la sien derecha y toda ella
inmóvil.
Corrí
a su lado y le tomé el pulso, noté unos leves latidos en mis
dedos índice y corazón, vi también que su labio inferior temblaba
ligeramente, no me atreví a moverla, corrí al teléfono situado en
el otro lado del recibidor y llamé al primer número que se me
ocurrió, el 091, me contestó la policía y se hicieron cargo de
todo, la verdad es que con lo largo que se me hizo el tiempo,
solamente pasaros 5 minutos en los que yo me acerqué a Gertrudis, le
levanté ligeramente la cabeza con mi palma derecha y le puse un
pequeño cojín de la silla que hay enfrente de la mesita que hace de
recibidor, me senté en el suelo a su lado y le cogí la mano
mientras le decía:
¡Cariño!
Ya he avisado, enseguida vendrán, tranquila, verás como no ha sido
nada, te pondrás bien, ya verás.
Por
un momento me pareció que abría el ojo derecho y me miraba.
Cuando
llegó la ambulancia, el médico que venía con ellos, tomó el pulso
de nuevo, midió la presión sanguínea, le miró la pupila, le
pusieron una mascarilla, un par de inyecciones, no sé de qué, le
inmovilizaron el cuello con una especie de collarín y la tendieron
en la camilla con sumo cuidado, a la orden de tres, izaron la
camilla, de la que salieron unas patas y delicadamente pero sin
pausa, la trasladaron a la ambulancia, me invitaron a acompañarla y
nos fuimos para el hospital con las sirenas a toda marcha.
Mientras
íbamos, el médico y la enfermera hacían pruebas a Gertrudis, yo
observaba sus caras y no me daban buena impresión, además, hacían
entre ellos algún comentario en voz baja y lo único que capté fue
que no respondía a ningún estímulo. Por un par de veces le
inyectaron algo en el gotero y en el monitor que llevaba parecía
como si las pulsaciones y el ritmo cardiaco aumentara.
Llegamos
al hospital y lo único que me dijeron fue que me acercara al
mostrador de recepción para hacer el ingreso.
Estaba
sentado en la sala de espera cuando me llamaron por el altavoz,
acudí al mostrador y me indicaron un despacho para que entrase. Abrí
la puerta y allí había, al frente una mesa en la que detrás,
sentada había una mujer con una chaquetilla blanca y el anagrama del
hospital en el lado superior izquierda de ésta. Me indicó con un
gesto que me sentara y así lo hice, inmediatamente me dijo:
Cuénteme
detalladamente qué pasó.
No
lo sé, vivimos en una casa de dos plantas, yo estaba fuera, en el
porche arreglando unos tiestos cuando oí un fuerte ruido, entré y
me encontré a mi mujer tendida en el suelo. Como estaba arriba
arreglando la habitación, supuse que se había caído por las
escaleras. Corrí a atenderla, al ver en qué estado se encontraba,
no quise tocar nada y llamé pidiendo ayuda.
¿Por
qué llamó a la policía?
Porque
fue el primer número que me vino a la cabeza, con tanto, que hay, me
hice un lío, que si policía local, que si bomberos, que si 112, que
si para el maltrato, etc, el primero que me vino fue el 091.
¿No
sería el subconsciente que le hizo creer que era un delito?
No,
señora, la cosa estaba clarísima.
¿En
la casa hay más puertas, por detrás?
Si,
en la cocina hay una que da al jardín trasero y al garaje.
¿Estaba
usted solo en la casa?
Si,
además de mi esposa.
¿Pudo
salir alguien por detrás?
Un
momento, señora, dije algo enfadado, ¿Quién es usted para
someterme a este interrogatorio?
Soy
la responsable de discernir en este hospital si hay o ha habido
maltratos a la mujer o a los niños.
Pues
miré, señora, estoy aturdido por lo que le ha pasado a mi mujer y
esperando a que me digan algo, así que déjeme en paz, coño, y si
quieren interrogarme, llamen a la policía, que usted no es nadie
para machacar a la gente por el mero hecho de tener un familiar
herido.
Me
levanté y salí de la habitación.
Una
hora después me volvieron a llamar, pero esta vez era el doctor que
había atendido a la mujer.
Sr.
Ramón, su mujer ha sufrido un muy grave accidente, la tenemos en
coma inducido hasta que podamos determinar el verdadero estado de
todo, tiene dos vértebras lumbares rotas y afectada la médula,
además con no tanta importancia tiene la clavícula y la pelvis
rota, el húmero del brazo izquierdo, un poco más arriba del codo
también está roto y una fisura de cráneo que estamos evaluando.
No sabemos todavía qué secuelas pueden acarrear estas lesiones, en
principio, una vez la saquemos del coma inducido, puede que no llegue
a despertar y siga en un coma que puede ser irreversible, pero eso
son suposiciones, lo que si creemos es que quedará inválida, la
lesión de la médula es muy grave, es posible que pierda la
movilidad de uno o dos brazos, en cuanto a la fractura de cráneo, es
limpia y no ha perdido masa encefálica, quizás haya perdido la
visión de un ojo, pero todavía no se puede asegurar nada, hasta que
no pasen 48 horas no podemos hacer ni asegurar nada, dentro de una
media hora le avisaremos para que pueda entrar un momento a verla en
la Unidad de Vigilancia Intensiva, luego tendrá que salir y no podrá
verla hasta mañana otro momento, así que después de la visita de
hoy puede marcharse a casa, que si hubiese alguna evolución, tanto
positiva como negativa, le llamaremos a su móvil.
Aquello
me dejó anonadado, no sabía qué hacer ni qué pensar. Al poco rato
aparecieron por la sala de espera dos vecinos que se habían enterado
y venían a saber algo.
Al
cabo de una hora me avisaron para poder pasar a ver a Gertrudis, me
llevaron a un cuarto anterior a la UVI, allí me hicieron descalzar,
ponerme una funda en los pies, una bata verde un gorro del mismo
color y una mascarilla, me hicieron lavar las manos con un
desinfectante y me acompañaron por entre varias camas en las que
había pacientes acostados, inmóviles y conectados a diferentes
aparatos, así llegamos a la que estaba mi mujer, la pude reconocer
porque me lo dijo la enfermera, además de llevar casi toda la cabeza
vendada, tenía puesta una mascarilla de oxígeno y un color
amoratado cubría casi toda su cara.
Acaricié
sus dedos de la mano derecha con sumo cuidado ya que del dorso de
ésta le salía un catéter.
Gertrudis,
estoy aquí contigo, me han dicho que no me oyes, pero yo creo que
sí, solamente puedo estar un ratito contigo, luego tengo que salir,
pero ellos te cuidarán, no te preocupes por nada, verás cómo te
curarás pronto y todo pasará.
Cuando
vino la enfermera a avisarme que tenía que marchar, le di un beso a
través de la mascarilla en su mejilla y le dije:
Te
quiero.
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