POR CULPA DE LAS REVISTAS
Pedro Fuentes
Capítulo III
Salió del portal de la academia a
las diez y cinco minutos, junto a ella salieron varios chicos y chicas, no pude
dejar de mirar a uno que iba a su lado hablándole y sonriendo, Era alto y
moreno, Enriqueta no parecía hacerle ningún caso mientras me buscaba con la
mirada, al fin me vio y se dirigió hacia mi mientras terminaba de abrocharse el
abrigo y ajustarse la bufanda.
El paseo se me hizo muy corto,
llegamos a su casa y me dijo:
Bueno, ya hemos llegado, siento
no tener más tiempo, pero el viernes, mañana, salimos a las nueve y mi padre me
deja llegar un poco más tarde.
Entonces……. ¿Puedo venir a
buscarte?
Si así lo deseas, ven a las nueve
y podremos dar una vuelta mayor.
De acuerdo, le dije mientras
extendía la mano para estrechar la suya, Su mano era delicada y suave.
Esa noche y el día siguiente, se
convirtieron en una lucha por animar al reloj, por más que lo animaba, no parecía moverse, varias veces
puse el de mi pulsera a la altura del oído por ver si se había parado, pero no,
su tic tac implacable sonaba rítmicamente, pero las saetas que marcaban la
hora, parecía que andaban lentas e inseguras.
Al fin, después de largos paseos
por el pasillo de mi casa, e intentar trabajar en lo que estaba escribiendo,
llegaron las siete de la tarde. Las prisas y el nerviosismo me atacaron,
primero saqué mis mejores galas del armario y las puse encima de la cama, no,
no quería eso, busqué algo más informar, no, no era eso tampoco, ¿Más juvenil?
¿Más de entretiempo? No, hacía frío, ¿Y si llovía? Me acerqué a la ventana, el
cielo estaba despejado y no parecía que fuese a llover, pero si haría frío.
Cuando decidí la ropa y el calzado, pasé a la segunda parte, aseo personal,
ducha, afeitado, loción para después del afeitado, una colonia fresca pero que
no fuese de aroma intenso, tuve un recuerdo para mi madre que cada cumple años
me regalaba una colonia diferente.
Al fin salí de casa con tiempo
suficiente para ir al centro de Madrid y volver.
A las nueve menos cuarto llegué
al colegio, me parapete en la acera de enfrente y fumé un par de cigarrillos.
Al fin, a las nueve salió una muchacha y vino hacia mi. ¿Eres Victor?
Si, yo soy.
Enriqueta no ha venido a clase,
parece que está con gripe.
Gracias, si habla con ella dile
que se mejore, que vendré la semana que viene.
Se lo diré, adiós.
Metí la cabeza entre las solapas
del abrigo y eché a andar. Cuando estaba a punto de dar la vuelta a la esquina,
me di la vuelta, del portal de la academia salía Enriqueta acompañada de aquel
joven de día anterior.
FIN
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