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jueves, 5 de mayo de 2022

PLAN 2 (Capítulo II)

 

 

PLAN 2 

 

Pedro  Fuentes

 

 CAPITULO  II

 


 

Por fin llegó la semana de la caravana, era el final del invierno, unas tres semanas antes de subir al ganado a los pastos para pasar la primavera y el verano.

 Todo hervía de emoción, habían salido en programas de cotilleo de las televisiones, varias veces se entrevistó al alcalde y a los mozos, tanto en el pueblo como en los platós, D. Cesar sabía lo que hacía, no perdía detalle de nada, todo lo llevaba él, todo pasaba por sus manos.

 Lo único que no consiguió fue vestir con el traje regional de fiesta a Carmela y a Pepita, éstas se negaron en redondo diciéndole que si los mozos no se habían fijado nunca en ellas, no iban a colaborar ahora en “su fiesta”. 

 Yo, trabajaba en colaboración directa con D. Cesar, era un hombre que no paraba para nada, me preguntaba cómo podía estar gordo, pesaba unos cien kilos y no era excesivamente alto, comía como un pajarito y mientras iba de un lado para otro. 

Se le había habilitado un despacho en el ayuntamiento, al lado del mío. 

Las tres administrativas, el alguacil y yo mismo, no parábamos. 

Ya se empezaban a recibir cartas y telegramas pidiendo plaza en los autobuses que saldrían de Madrid y Barcelona desde donde saldrían las candidatas, luego había otro grupo de las que irían en transporte propio, se calculaba que llegarían unas doscientas mujeres de todas las edades, aquello se podría desbordar si no hubiese sido por el buen hacer de D. Cesar y la colaboración de todos los vecinos del pueblo. 

Y amaneció el día señalado, era un día caluroso para las fechas en que se estaba, y las predicciones eran muy buenas, sería así durante todo el fin de semana. 

Por la noche refrescaría pero con la carpa instalada en la plaza mayor, no habría problemas.

 Los primeros en llegar fueron los instaladores del sonido y luces de los conjuntos, dos grupos de mediana calidad pero que sonaban durante el verano, tocaban música de todo tipo y llevaban entre los dos cuatro señoritas que además de cantar lucían su palmito bailando en el escenario.

 La banda de música del ayuntamiento tocaría algunos pasacalles de bienvenida y de despedida, pero estaban algo diezmados porque unos cuantos músicos estaban en el grupo de los solteros y no querían vestir el uniforme porque decían que eso le daría ventaja a los que vestían de fiesta. 

El director de la banda, sesentón y casado les quiso convencer de lo que le gustaban a las mujeres los hombres con uniforme, pero no convenció a nadie salvo a Genaro, que aunque no toca en la banda ni viste uniforme, siempre ha sido el mayor fan de la banda y la acompaña a todos lados.

 Los solteros paseaban por la plaza hablando unos con otros, era por la mañana y todavía andaban vestidos de trabajo, entraron en el bar, volvían a salir, el Tío Paco les preguntaba qué querían tomar pero decían que nada, si acaso algún cortado y otros, los más pacíficos una tila, hasta que algún entendido les comentaban que la tila les apaciguaría demasiado y a la noche no tendría fuerza para nada. 

 A la hora del vermut nadie tomó nada, solamente los casados siguieron los rituales habituales, los solteros querían sentirse serenos, que la noche sería muy larga. 

A las cinco de la tarde ya habían llegado los músicos y estaban haciendo pruebas de sonido en la carpa, todo estaba a punto, lo que quedaba de la banda ya estaba preparada a rendir honores a las quizás dispuestas sabinas, los mozos, vestidos con sus mejores galas llegaban a la plaza, parecían niños de primera comunión pero con perversas intenciones. 

El alcalde ya se estaba poniendo la banda del ayuntamiento y el bastón de mando lo tenía preparado en la mesita del recibidor de su casa, su esposa se repintaba dispuesta a superar la posible competencia venida de allende la montaña. 

No había en el pueblo ninguna mujer dispuesta a quedar por debajo de las advenedizas. 

Bueno, si, había dos que decidieron que no se rebajarían a competir con extrañas venidas de no se sabe dónde. Eran Carmela y Pepita. 

Ya empezaba a llegar algún coche, las cámaras de televisión, porque al final fueron varias cadenas a las que dirigía D. Cesar como si fuese el Alfred Hitchock.

 Iban de un lado para otro filmando, entrevistando. 

Varios taxi del pueblo de al lado, 23 Km. Traían a mozas que llegaron en tren. 

A las seis y cuarto llegó el autobús de Barcelona, habían quedado que llegarían al pueblo anterior y se esperarían para llegar juntos. 

Llegó primero el de Barcelona y las chicas de éste convencieron al conducto para llegar antes a Altozano del Monte. 

Cuando llegó el de Madrid habían pasado diez minutos, la banda emprendió el segundo pasodoble y bajaron las mozas. 

 Total de mozas 235, rubias, morenas castañas, de piel caribeña, blancas de piel transparente de los países del este, aquello parecía la O.N.U. pero con mejores intenciones. Todo fue como la seda, D. Cesar lo había previsto todo, el recibimiento del alcalde desde el balcón municipal, después el discurso breve pero intenso de D. Jonás, el cura, en el que después de saludar a las llegadas les habló de un sacramento de entrega y sacrificios pero desbordante de alegría por el fruto de los hijos. .

Luego, D. Cesar se erigió en maestro de ceremonias y dio por comenzado el vino de honor, previamente le habían entregado al alcalde y compañeros en el balcón unas copas de vino y brindaron por el éxito de la fiesta. 

A todo esto, mientras tanto, los tres conductores, uno del autobús de Barcelona y dos del de Madrid entraron al bar del Tío Paco en el que no había nadie, solamente Carmela, Pepita y yo. 

A los conductores los tuve que atender yo, porque la comisión de la caravana había decidido que no querían más hombres que los del pueblo, así que invité a los conductores a cerveza y unas tapas, mientras llegaba la hora de cenar. 

 Carmela les llevó a la mesa los vasos y las cervezas y Pepita les traía las tapas. 

Jorge, uno de los conductores de Madrid les dijo: 

¿Y vosotras qué? ¿Sois casadas? ¿No sois del pueblo? 

 Solteritas y sin compromiso, dijo Carmela. 

¿Los hombres de este pueblo son tontos?

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