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jueves, 21 de noviembre de 2024

LA HIGUERA (Capítulo III)

  

 

LA  HIGUERA

 

Pedro  Fuentes

 

CAPITULO III




              El lunes siguiente Fernando se presentó en el ayuntamiento para interpelar al alcalde sobre el problema de la higuera, se fue hacia el secretario y éste le dijo que Manolo no le podía recibir, pero que lo mejor que podía hacer es un escrito, que lo llevaran al registro, para darle carácter oficial y se estudiaría para incluirlo en un pleno.



              Fernando salió bastante quemado de la charla con Luis el secretario, el cual era más partidario de Manolo que de la oposición, por lo menos durante lo que quedaba de esa legislatura, lo primero que hizo fue dirigirse a su suegro, D. Melquiades, su protector político, pero cuando iba en su busca al casino se encontró con Julita, a la que conoce por ser amiga de su mujer, Mª Carmen, también de la Hermandad de Santa Marina.



¡               Julita!, tu novio es un tonto del haba, le dijo Fernando antes incluso de saludarle.
  


              Yo no tengo novio, le respondió. Una persona que antepone el qué dirá el partido a la felicidad de su novia, o es tonto o lo parece, así que lo he mandado a paseo.



              Fernando, cada vez más quemado, le dijo:



              Tonto no, imbécil, me ha dicho que lo de la higuera habrá que discutirlo en un pleno. ¿Qué se ha creído? Pues si quiere guerra la tendrá.



              Julita, que entre otras cosas vio la oportunidad de tocarle la narices a su Manolo le espetó:



              Ahora mismo voy a reunir a las hermanas de Santa Marina y va a tener guerra. ¿Cuándo será el pleno?


           
              Bueno, es el primer jueves de cada mes, así que quedan quince días, le contestó Fernando.
  
              Yo voy a hablar con mis chicas esta tarde, y mañana, si quieres nos vemos y comentamos lo que hay, dijo Julita.



              Toda esta escena la había visto Manolo desde el despacho del Ayuntamiento, medio escondido detrás de la cortina desde que Fernando salió de allí, le gustaba “estudiar” a sus enemigos políticos por si acaso.



              Cuando vio a su novia con la oposición, empezó a especular y la experiencia le dijo que iba a ser más difícil reconquistar a Julita.



              Fernando se reunió en el casino con D. Melquiades y le contó lo ocurrido.


        
              D. Melquiades, persona reflexiva, le dijo que no se implicara mucho en el asunto, que se dejase una puerta abierta por si tenía que tirar para atrás, que al fin y al cabo, Manolo tenía las de ganar, ya que aunque se había pedido, todavía no le había sido concedida a la iglesia de Santa Marina el título de Patrimonio Nacional, aunque ya hacía tiempo que se había solicitado, mientras tanto, la iglesia pertenecía al obispado. Por el único lado que podía hacer fuerza era que Manolo viese peligrar la alcaldía en las próximas elecciones, que ya estaban a diez meses vista y las fuerzas del pueblo estaban bastante equilibradas.



              Con el consejo de su suegro, aquella tarde reunido con su grupo, acordaron hacer una interpelación a modo de pregunta, solicitando al Ayuntamiento que como bien del pueblo y por tanto de sus habitantes, se habilitara un presupuesto extraordinario para solucionar el problema de la higuera, que tampoco parecía que fuese muy elevado. Dejando en manos de la brigada municipal que estudiase la forma más rápida y económica para erradicar la higuera y por tanto que las tórtolas no pudiesen anidar allí.



              Así se hizo y al jueves siguiente, una semana antes del pleno, llevó al registro del Ayuntamiento la interpelación. para su estudio en el próximo pleno.



              Cuando Manolo tuvo conocimiento del escrito, llamó a su socio de gobierno, Timoteo, de Izquierda-Los verdes, único representante de su partido.



              Timoteo, trabajador del campo y representante sindical del Sindicato Agrario y Ganadero (SAG) era a su vez el cabecilla e impulsor de Izquierda-Los verdes del cual era el cabeza de lista en las municipales, concejal electo, funcionaba como partido bisagra ya que las fuerzas de la derecha y la izquierda estaban equilibradas, aunque el número de votos de la derecha era superior en doscientos.



              Timoteo era el concejal de urbanismo del ayuntamiento que gobernaba Manolo.
     
              Desde que salió elegido, estaba intentando cambiar el sentido del tráfico de las calles del pueblo ya que no le gustaba que siendo un pueblo que había crecido de forma circular, casi todas las calles eran radiales que desembocaban justo en la plaza de la Iglesia, también era la plaza del Ayuntamiento, pero éste quedaba al otro lado y las calles que llegaban a la plaza Mayor, según Timoteo, cuando entraban allí lo primero que veían era la iglesia, por lo cual, quería que las calles adyacentes a la iglesia fuesen de entrada para que el ayuntamiento quedase enfrente, las lindantes a la casa consistorial fuesen de salida y las dos calles laterales, una por cada lado fuesen de giro obligatorio a la izquierda al entrar en la plaza. Todas las calles eran de doble sentido hasta que se empezó con la reordenación urbanística, pero como en todas ellas se habían desdoblado las aceras para hacerlas más anchas pero luego se habían estrechado poniendo árboles y bancos, el tráfico se estaba convirtiendo en un caos, por lo que Tim, como lo llamaban en el pueblo, estaba intentando hacer zona peatonal y de bicicletas el centro del pueblo, por lo que insistía con Manolo para que el pleno se lo autorizase en los próximos presupuestos.



                Por cierto, Tim no tenía carnet de conducir, él decía que la bicicleta era más ecológica.



jueves, 14 de noviembre de 2024

LA HIGUERA (Capítulo II)

 

 

 

 

 

LA  HIGUERA  

 

Pedro  Fuentes

 

 CAPITULO II




               El domingo siguiente en la misa de 12 había algo más de gente que lo normal, no tanta como el día de la patrona, Santa Marina, el 18 de Julio, pero una cantidad apreciable de fieles.

               D. Florián le había comentado la charla con el secretario al sacristán, Rosendo, hombre bastante leído y piadoso y que pese a su edad, 53 años, es pensionista ya que tiene un grave problema del corazón y dedica su tiempo libre, que es bastante, a la parroquia y al jardín que hay en su casa. Está casado con Angustias, y tienen un hijo estudiando magisterio en Madrid.



               Rosendo, que no podía ver las malas jugadas del alcalde contra el cura y la Iglesia; por su cuenta, decidió comentarlo con Angustias, su mujer, que cosía en el ropero parroquial y ésta lo comentó allí; donde estaban entre otras, Isabel, la maestra, Martina, la esposa del médico, Lolita, la mujer del farmacéutico, doña Ursula, viuda de un terrateniente del pueblo, mujer muy piadosa y de buen ver, y que tiene una hija, Julita, que habla y bastante en serio con Manolo, el alcalde, pero ésta, también muy piadosa y miembro, Presidenta, de la Hermandad de Santa Marina, lo plantó porque él no quiere boda por la Iglesia a lo que Julita, le contestó:



               Sin Iglesia no es boda ni nada, y me importa un pimiento lo que digan los amiguetes del partido y si no te gusta, deja el partido y si no aceptas mis condiciones, ni boda, ni noviazgo ni nada.

               Enteradas por Rosendo del suceso del campanario, decidieron movilizarse y comentaron el problema con sus allegados y vecinos.

               La que peor lo tuvo fue Lolita, ella tenía dos frentes, uno, el alcalde y otro su marido, Servando “el boticario” dispuesto al laicismo más recalcitrante.

               La misa de doce del domingo comenzó normalmente.



               En el aire se respiraba un cierto ánimo de lucha, pero de ello, Don Florián no sabía nada, porque nadie le había comentado nada, así que cuando se dirigió al micrófono para la homilía del domingo, no llevaba ninguna intención de exacerbar a sus parroquianos, además siempre había dicho que se conseguía más con buenas palabras que con discusiones, así pues cuando en el sermón dijo que había un pequeño problema en la torre del campanario, que habría que solucionar, no fue en ningún momento con ánimo de levantar el hacha de guerra, ya que lo único que dijo fue que si alguien tenía alguna idea de cómo arreglarlo que se lo comentara y a ver si entre todos encontrábamos la solución.



               Fueron varias las interpretaciones de sus palabras, entre ellas, alguien vio un arma para atacar al ayuntamiento.



               El médico tiene una hija, Mª Carmen, casada con el hijo de D. Ceferino un terrateniente del pueblo de al lado, Fernando, su hijo, es agricultor y trabaja en las tierras de su padre, tienen buena fortuna y no muchas ganas de trabajar, pero que animado por su progenitor y por su suegro, teniendo como tiene mucha labia y simpatía, se ha afiliado a un partido de centro derecha y es la oposición a Manolo, o sea al alcalde.



               Fernando, pronto vio que era el campo abonado para interpelar al alcalde en el próximo pleno.



               Las Hermanas de Santa Marina, capitaneadas por Julita, la presidenta, dispuesta a lucirse ante “su” Manolo, las señoras del ropero, cuyo estandarte llevaba Rodrigo y su mujer Amparo, el médico, y varias personas importantes del pueblo siguieron a Fernando, el jefe de la oposición. Por el otro bando no existían todavía fuerzas vivas porque entre otras cosas no iban a misa de doce y no les quitaba el sueño que una higuera hubiese invadido el campanario.




viernes, 8 de noviembre de 2024

LA HIGUERA (Capítulo I)

  Todo ha ido bien, vuelvo a empezar.

 

LA HIGUERA

Pedro Fuentes



PROTAGONISTAS DEL RELATO POR ORDEN DE APARICION



Florián: Cura párroco.

Servando: Farmacéutico.

Amadeo: Cartero y alguacil.

Luis: Secretario del Ayuntamiento.

Manolo: Alcalde electo del pueblo.

Rosendo: Sacristán.

Angustias: Esposa de Rosendo.

Isabel: Maestra del pueblo 

 Martina: Esposa del médico (Ceferino)

Lolita: Mujer del farmacéutico (Servando).

Ursula: Viuda de un terrateniente, madre de Julita.

Julita: Hija de Ursula y “novia” de Manolo. Presidenta de la Hermandad de Santa Marina.

M.ª Carmen: Hija del médico (Melquiades) . Casada con el hijo de Ceferino (Fernando) .

Ceferino: Terrateniente del pueblo de al lado. Padre de Fernando. Suegro de M.ª Carmen

Fernando: Hijo de Ceferino y esposo de M.ª Carmen. Jefe de la oposición en el Ayuntamiento.

Rodrigo y Amparo: Miembros de la Hermandad de Santa Marina.

Melquiades: Padre de M.ª Carmen. Suegro y protector político de Fernando.

Timoteo (Tim): Miembro del partido Izquierda-Los verdes. Socio de gobierno en el Ayuntamiento y concejal de urbanismo.

Ricardo: Amigo de Isabel. Corresponsal del periódico La Provincia.

Efraín: Primo de Tim.

Evaristo: El gitano.

Rosita: La cabra

CAPITULO I

 

               Don Florián era el cura párroco de aquel pequeño pueblo de la sierra, un bonito pueblo al que todavía no se le habían adosado urbanizaciones de veraneantes.

               La vida allí era apacible, no estaba cerca de ninguna carretera importante y ni siquiera tenía estación de tren, que se hallaba en el pueblo vecino, a doce kilómetros.

               Ya llevaba el párroco 10 años en el pueblo y anteriormente había estado destinado en una parroquia de la capital durante 2 décadas más, pero por motivos de su delicada salud, lo enviaron a la sierra, donde el aire y la vida eran más sanos.

               Una tarde del final de la primavera, cuando salía de tomarse un café en el bar de la plaza, mientras jugaba unas partidas de dominó con don Servando el boticario, Amadeo el cartero y alguacil, y don Luis, el secretario del ayuntamiento; alzó la mirada hacia el reloj del campanario que en ese momento marcaba las seis menos 2 minutos y aligeró el paso porque las señoras del ropero estarían al llegar a la sacristía; pero luego se paró en seco y se dio cuenta de que en la torre, a media altura, equidistante del suelo y de la ventana de la campana, había un par de tórtolas posadas, ese no era el problema, era peor, una planta, al parecer una higuera, había nacido allí y por la actitud de las tórtolas y su monótono canto, solamente faltaba que hiciesen nido en el campanario.

               Dio don Florián media vuelta y volvió sobre sus pasos hasta el bar, abrió las tiras de la cortina de metal de la puerta y asomando medio cuerpo llamó al alguacil y al secretario, indicándoles con la mano que le siguiesen, cosa que hicieron ellos dos y don Servando que gozaba de una curiosidad innata.

               Cuando los tres estaban fuera, al costado del párroco, éste, señalando la torre del campanario les preguntó:

               ¿Qué ven ustedes?

               El primero que habló fue Amadeo, que dijo:

               El campanario.

               El secretario, Luis, que gozaba con la caza dijo:

               Dos tórtolas.

               El boticario, Servando, más observador, temiendo que don Florián lo apartase, por su conocido laicismo, indicándole que él no lo había llamado, dijo:

               Dos tórtolas posadas en una rama de la higuera que sale del campanario.

               Ahí quería llegar, de la pared del campanario sale una higuera que por el poco tiempo que tiene parece ser de grandes proporciones, dijo el cura.

               Amadeo, el cartero, que de naturaleza sabía, porque se había criado en ella toda la vida, comentó que las higueras salían muchas veces en lugares insospechados porque la semilla venía en las heces de algún pajarillo que antes había comido higos y claro, la semilla, debidamente abonada y con algo de lluvia germinaba.

               El boticario, estuvo a punto de hacer una broma de mal gusto sobre la defecación y el lugar de la misma, pero al mirar al cura, se sonrojó porque éste pareció adivinarle el pensamiento, y cambiando de tema dijo, también con bastante mala idea:

               Pues torres muy altas han caído por culpa de una higuera nacida en mal lugar.

                El secretario, como cazador comentó:

               Esas tórtolas parecen estar preparando nido, no es un sitio muy habitual, pero como nadie las molesta; como secretario; pensó en voz alta:

                Esto no se arregla fácilmente, porque está a una considerable altura, desde el campanario no se puede llegar a ella y poner un andamio puede salir muy caro y peligroso.

               Hay que sacarla cuanto antes, además, llevamos mucho tiempo detrás de arreglar la iglesia y solo faltaba que ahora tengamos que ir al obispado con otra cosa, pensó don Florián. Luego dijo al secretario:

               Hable con el alcalde y mire usted qué se puede hacer, pero tendrá que ser con la máxima urgencia.

               El boticario medró y comentó que claro, eso era algo que no correspondía al ayuntamiento sino a la iglesia y a sus fieles.

               Ya se habían reunido allí varias personas que miraban el campanario, escuchaban a las personas que hablaban y había una pequeña polémica entre las gentes del pueblo por culpa de la higuera.

               A la mañana siguiente el secretario, en cuanto el alcalde electo, llegó al ayuntamiento, se acercó a él y le comentó la reunión de la tarde anterior.

                Manolo, el alcalde, personaje que la mayor parte de su vida, tenía ahora 38 años, se la había pasado en Madrid, matriculado en varias carreras, no todas a la vez, sino de una en una, porque según él no terminaba de encontrar su vocación.

*               Metido en todos los follones posibles, porque además de no gustarle estudiar, se había reunido con un grupo bastante “progre”.

               A la muerte de Franco y con la llegada de la Democracia, se había vuelto al pueblo viendo su gran oportunidad en la política.

-               De padres agricultores y llenos de fe en la inteligencia de su hijo único, al fin y al cabo, los años que vivió en la capital, estudiando, de algo le habría servido, ante la posibilidad de ser los padres del alcalde les llenaba de ilusión.

               A la explicación de los hechos que sucintamente le hizo Luis, Manolo sacó un paquete de tabaco rubio, le ofreció un cigarrillo al secretario, que lo aceptó, se puso otro en la boca y esperó a que su subordinado le diese fuego, era esta una de sus tácticas favoritas para crear un clima de interés y a la vez poder pensar lo que iba a decir y dijo:

               Al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios, y aspiró el humo del cigarro y soltándolo voluptuosamente pensó:

               “Ya me he quitado el problema de encima” y luego sentenció en voz alta:

                La iglesia es de Dios pues que la paguen los curas. Así dejó por zanjado el problema el alcalde, pero solamente fue el comienzo de lo que tenía que ocurrir posteriormente.

               D. Florián, ya conocía las salidas de tiesto que se jugaba Manolo, no se extrañó cuando, el secretario, a la tarde siguiente durante la partida de dominó; porque el alcalde le dijo que así lo hiciese para no darle carácter oficial a la negativa y de camino no tener que dar la cara él ante el cura, le comunicó extraoficialmente que el ayuntamiento no se podía hacer cargo, así que sin demostrar la mínima contrariedad, dijo:

               Dios pone a cada uno donde le corresponde.



 

 



domingo, 27 de octubre de 2024

jueves, 26 de septiembre de 2024

EL TI0VIVO

 


EL  TIOVIVO



Pedro Fuentes



Esta historia ocurrió allá por mediados de los 50, en un pueblo de unos 1.800 habitantes y que en aquellos tiempos vivía mayoritariamente de la agricultura.

Se encontraba situado a unos 18 km de una capital de provincias pequeña, omito el nombre para que no sirva de escarnio entre las poblaciones cercanas.

El protagonista de este relato, se llama Anselmo, hijo de un agricultor, sus ideas no eran seguir viviendo toda su existencia de un trabajo tan duro y sacrificado, por lo cual por su mente discurrían ideas para montar algún negocio.

Ocurrió que siendo las fiestas de la capital de la provincia, fue allí para divertirse.

Dando vueltas por la feria, se paró delante de un tiovivo no muy grande, con sus caballitos que giraban y subían y bajaban al compás de una música llamativa y monótona pero alegre.
Anselmo vio que subían muchas personas, padres con niños, parejas y algún grupo de chicos y chicas.

Casi cada vez el lleno era absoluto, miró el precio, lo multiplicó por las personas que subían, vio que muchos repetían, calculó lo que podían gastar de luz, en fin, preguntó, se informó del fabricante e incluso supo de alguno que se vendía de segunda mano.

Como tenía algunos ahorros pensó que con una financiación, al fin y al cabo, tenía tierras para poder ofrecer garantías, lo consultó con su padre, a éste no le supo muy bien, pero, Anselmo era su único hijo, él ya era mayor y pensó que mejor eso a que cansado del trabajo de agricultor, se marchase, además, si salía mal, quizás el dinero perdido le haría afianzarse más en el trabajo de la tierra.

Anselmo tenía hasta el sitio perfecto, casi al lado de la plaza Mayor, su abuelo les había dejado una casa ruinosa y que tenía el solar lo suficientemente grande para montar su feria particular, tiró lo que quedaba de ruinas, acondicionó el terreno, pidió los permisos y empezó los trámites de la compra del tiovivo, empezaría por uno de segunda mano, que le daban garantías y luego, según cómo fuese, quizás hasta podría ampliar el negocio.

La inauguración iba a ser a principios de Junio y como aquello, para el pueblo era un acontecimiento, Anselmo invitó a  todas “las fuerzas vivas” del lugar, allí estaba el alcalde, el cabo de la guardia civil, el cura, el médico,  la maestra, la hija del farmacéutico, ya que éste está muy mayor y su hija ya ha acabado la carrera y le va a sustituir al mando de la farmacia.

Eran las cinco de la tarde de un día muy caluroso para el tiempo que estaban, cuando todos ellos se reunieron en el solar que ya no aparecía yermo, una valla verde de madera lo rodeaba, una parte estaba plantada de césped y alrededor, por dentro de la valla, la madre de Anselmo había puesto su toque femenino plantando unas flores.
 
Se había acercado al evento casi todo el pueblo, incluso algún vecino del pueblo de al lado, más pequeño, pero que tenía una central  eléctrica que daba luz a  varios pueblos del contorno  y del cual dependían para la energía.

Para la inauguración, el alcalde, D. José diría primero unas palabras, luego pasaría D. Francisco el cura a bendecir las instalaciones, después todas las  autoridades subirían a los caballitos y darían unas vueltas, para finalmente el público en general podría subir previo pago de la entrada correspondiente.

Los caballitos tenían alrededor un toldo que bajaba y cubría todo el tiovivo y lo protegía de las inclemencias del tiempo y que estaba echada hasta el discurso del Sr. Alcalde, éste, dirigiéndose a la concurrencia les habló de los años de progreso que esperaban a todas las poblaciones de España, gracias al  Caudillo que dirigía los destinos del país.

Alabó  la actitud emprendedora que había llevado a Anselmo a ser precursor de la industria del pueblo y había abierto la puerta del turismo en aquella magnífica villa que él tenía el placer de dirigir.

Al grito de Viva Franco y arriba España, Anselmo que sujetaba las cuerdas del toldo, tiró de ellas y  lo subió, dejando al descubierto el tiovivo resplandeciente, con unas barras que brillaban con el sol de la tarde y unos caballos de todos los colores.




El señor cura, un orondo personaje de unos cincuenta y cinco años de edad, se acercó al tiovivo, le hizo señas aun monaguillo escuálido de unos 13 años y éste le acercó la estola que se puso encima del alba que ya llevaba, el monaguillo sujetó el acetre con su mano izquierda y le acercó a D. Francisco el hisopo, éste lo cogió, lo introdujo en el recipiente y sacudiéndolo sobre los caballitos dijo: In nomine patri et fili……   cuando hubo terminado, Anselmo pidió a los presentes que se subiesen para dar una vuelta de honor.

D. José, el alcalde, con buen criterio dijo a Anselmo y a los demás invitados:

Yo creo que no es conveniente que subamos, delante de todo el pueblo, me parece que seremos pasto de las risotadas del personal.

Todos asintieron menos el monaguillo que se aferraba al cura y que estaba viendo que iba a perderse lo mejor.

Anselmo, hombre de negocios y de mundo, viendo que se le terminaría el acto en un momento contestó:

No, Sr Alcalde, está todo previsto, como han visto Uds. Hay un  toldo que cubre todo el artilugio, así que cuando ustedes estén en la plataforma, yo bajaré el toldo, suben a los caballitos y cuando hayan dado unas vueltas, cuando bajen, subiremos de nuevo el toldo y haremos que la gente aplauda.

Bueno, si es así, sea por el progreso, dijo el Alcalde y todos asintieron, menos el monaguillo que quería pasar lo más desapercibido posible no fuese a quedarse en tierra.
Todos subieron a la plataforma, bajó el toldo y se subieron a los caballitos, primero el alcalde, luego el sacerdote, a continuación el cabo de la guardia civil; la farmacéutica, a quien gustaba el médico, joven, recién llegado al pueblo, se subió delante de él tomando pose de experta amazona, después se montó la joven maestra, también recién llegada y en su primer año en el cargo, subió luego el monaguillo, con los bártulos de la bendición y procurando que no se le viese.

A la voz de adelante, dicha por el cabo, que ya había visto al monaguillo y al que estuvo a punto de descabalgar pero no le dio tiempo, el tiovivo se puso en marcha.

Había dado el artilugio siete vueltas, cuando Anselmo oyó la débil voz del alcalde que decía:

 ¡Anselmo!, ¡ya vale!  

Anselmo, presto a obedecer la orden, se acercó a la palanca del freno, quizás por los nervios, a lo peor por una mala instalación, se quedó con el hierro en las manos y aquello no frenó, se dirigió a donde estaba el interruptor general y no lo encontró, eso fue porque con las prisas del montaje y por falta de luz habían hecho un tendido provisional y directo.

Nadie había para dar órdenes, las personas que lo habrían podido hacer estaban todas atrapadas en un aparato que a falta de freno, la inercia iba acelerando.

Ya llevaban como unas treinta vueltas cuando se oyó al cura que gritaba “¡por Dios!, ¡que paren esto!”.  A la vuelta cuarenta el Guardia Civil gritó:

¡¡Paren esto o fusilo a alguien!!.

Anselmo, desesperado, sudando, manchado de grasa, no sabía qué hacer, a punto del llanto oyó a su padre que le dijo:

 Coge el Land Rover y vete a la central y que corten la luz.

Anselmo una vez más se tuvo que rendir a la sabiduría de su padre. Cogió el coche  y salió a lo que daba de sí. Pasaban de las cien vueltas cuando llegó a dar la orden de corte de energía eléctrica, luego, a la misma velocidad, bajó para poder subir la lona.

Cuando al fin izó el toldo, el espectáculo fue dantesco.

 El Sr. Alcalde estaba a los pies de su caballito vomitando
.
El cura se encontraba arrodillado sobre los talones, detrás de su caballo, rezando y llorando.

El cabo se mantenía erguido sujetándose a la barra de su caballo, en sus pantalones se notaba que sus esfínteres no le obedecían.

El médico, bastante desmejorado,  arrodillado al lado de la farmacéutica, que estaba tendida y desmayada, le daba aire.

La maestra, fiel a su magisterio, se había abrazado al  caballo, estaba medio inconsciente, pero enseñando todo su muslamen, por cierto digno de ver.

 El único jinete que se encontraba erguido era Ricardito el monaguillo que se estaba echando un trago largo de agua bendita.

El pueblo, pese a los años pasados sigue riendo. Anselmo no ha vuelto de Alemania ni de vacaciones, la farmacéutica se casó con el médico, al cura lo enviaron a otro pueblo, el cabo solicitó traslado, el alcalde se retiró de la política y vive de las rentas, la maestra se casó con un rico terrateniente del pueblo de al lado. Ricardito se fue a Madrid a estudiar y no se sabe gran cosa de él.                                                       


FIN

jueves, 19 de septiembre de 2024

TARAZONA (TARDE DE TOROS) (Capítulo IV)

 


TARDE DE TOROS

 

(TARAZONA)

 

              Pedro  Fuentes


                        CAPITULO IV

              Cuando Paco D. es trasladado a Zaragoza, llega semi inconsciente por los tranquilizantes administrados para el viaje, al mismo tiempo llegan su mujer y el amigo con el coche, acompañado por su mujer lo llevan directamente a una habitación, su amigo se encarga del papeleo en Recepción.

              Paco Camino, después de la operación practicada de urgencia, es trasladado a Madrid donde empezó su recuperación.

              A Paco D. se le complica un poco la cogida con una infección de algún punto, por lo que su estancia en el hospital de Zaragoza se alarga, mientras tanto, la mujer de Paco D., que no se separa de su cama, así como Paco, son tratados exquisitamente e incluso es visitado por casi todo el cuerpo médico del hospital e incluso en su habitación siempre hay flores.

              Al cabo de tres días, en los que Paco y su esposa son agasajados, un domingo, en el que pasa a visitarlo un médico de guardia, al aproximarse a la cama exclama:

              Pero usted no es Paco Camino.

              Claro que no, yo soy Paco Duato ¿Por qué me llama Paco Camino?

              La verdad es que guarda un cierto parecido, los dos más o menos de la misma edad, los dos con el mismo peso aproximado, los dos morenos y el pelo rizado y los dos heridos por asta de toros y en el mismo sitio.

              A mí me gustan mucho los toros y soy gran seguidor de Paco Camino, pero yo soy Paco D. y no soy de Camas sino de Grañén, Huesca y ni siquiera sabía que Paco Camino estuviese herido.

              Cuando usted ingresó, la persona que rellenó los formularios, dijo que en base a ser quien era, rogaba que no se diese mucha publicidad, claro que jamás dijo que fuese usted Paco el torero, solamente dijo: Paco, al que cogió el toro.

              Después de una carcajada que por poco le salta algún punto Paco dijo:

              No, a mi me cogió una vaquilla en Benicarló y mi amigo que es un bromista, les ha gastado una broma, sin mi consentimiento.

              A partir de entonces Paco Duato dejó de recibir flores y visitas, fue tratado como un paciente más, sin tantos halagos.

              Paco Camino, con esa gran pasta de la que están hechos los toreros, se recuperó rápidamente y volvió a sus fabulosas tardes de toros.

              Paco Duato volvió a sus obligaciones y a sorprender a las gentes con su magia, puesto que es un gran mago.

              Paco Duato. y yo seguimos compartiendo la afición por los toros y de vez en cuando nos reímos de la confusión organizada por su amigo.

FIN



jueves, 12 de septiembre de 2024

TARAZONA TARDE DE T0ROS (Capítulo III)

 

 TARDE DE TOR0S


Pedro  Fuentes 

 

CAPITULO III



              El día 28 de Agosto de 1970 se celebró una magnífica corrida con cinco toros de Luis Albarrán de Badajoz y uno de Martínez Elizondo de Tudela para los diestros Paco Camino, Manolo Cortés Y José Luis Paradas.

              La plaza de toros estaba a rebosar, los tendidos añadidos, de madera, lucían un colorido extraordinario, la tarde de aquel 28 de Agosto era luminosa, con algunas nubes por el horizonte pero que no hacía peligrar la primera corrida de ferias ni tormentas que pudiesen estropear la buena cosecha de uva que se esperaba en la próxima vendimia. El vino de ese año en el campo de Borja sería de una buena calidad.

              Los balcones-palcos lucían bonitos mantones bordados y banderas españolas, había venido gente desde Zaragoza, Logroño y Pamplona además de los pueblos cercanos, el cartel de la corrida era excelente y todos querían ver a Paco Camino.

              Salió el primero de la tarde, un bonito toro de Luis Albarrán, negro bragado, de cuernos grandes y separados.

              Recibe al astado el diestro con una suaves verónicas que sujetan al animal, una vez picado el bicho, con dos puyazos muy bien colocados, se pasa al tercio de banderillas, el primer par en todo lo alto, en el segundo un extraño del toro hace que el banderillero coloque un solo palo, el tercero no fue mejor una de las banderillas quedó descolgada y la otra quedó mal prendida y terminó en la arena.

              Se dirige el diestro hacia el centro de la plaza y desde allí, montera en mano saluda al público y le brida la muerte del toro, luego se dirige al toro y le da unos pases de trinchera hasta dirigirlo al tendido de sombra, ya colocado el toro, le da unos naturales, rematando con el de pecho, luego, después de unas manoletinas, repite los naturales ahora con la mano izquierda, remata con el de pecho, unas chicuelinas, otra serie de naturales, el de pecho y varios adornos, el toro pierde algo de arrancada, además le hace un extraño por el cuerno izquierdo, Paco se dirige a la barrera donde bebe un vaso de agua y se enjuaga la boca, su mozo de espadas le da el estoque de matar y el diestro, sujetando la muleta con la punta del estoque se dirige al morlaco, después de asentar al toro y colocarlo en posición, “a la contra”, entra a matar y consigue un pinchazo, de nuevo se sitúa en posición de entrar a matar, esta vez al natural y se coloca delante del cuerno derecho, como tiene por costumbre cuando quiere arriesgar y dar una estocada definitiva, coloca una perfecta estocada pero el animal, en un último esfuerzo de defensa, logra enganchar a Paco por el interior del muslo derecho, ocasionándole una grave cogida.

              El parte médico dice:

               “Herida por asta de toro en el tercio superior de la cara interna del muslo derecho, con una trayectoria de veinte centímetros de longitud, con dislaceración del vasto interno y contusión sin herida en el paquete vascular femoral. Se le ha practicado un tratamiento quirúrgico definitivo. Pronóstico grave”. Doctor Vázquez.



jueves, 5 de septiembre de 2024

TARDE DE TOROS (Capítulo II)

 

TARDE DE TOROS

Pedro Fuentes


CAPITULO II

              27 de Agosto en Tarazona de Zaragoza Fiestas Patronales en honor de San Atilano, a las doce del medio día, al tañir las campañas que señalan la hora, se abren las puertas del Ayuntamiento, de donde sale el Cipotegato. Se trata de un personaje disfrazado de arlequín de la baraja, pantalón y chaqueta acolchados con anchas franjas horizontales rojas, verdes y amarillas y la cara cubierta con una máscara.

              Durante siglos el Cipotegato era un empleado del Cabildo que salía a la calle para ahuyentar a los críos para que dejen libre el camino de las procesiones que se celebrarán a continuación.

              Los chiquillos le respondían tirándole las verduras sobrantes y en mal estado del mercado.

A              hora es esperado por miles de personas, concentradas en la plaza de España, éstas, al grito de “Cipote, Cipote”, comienzan a lanzarle tomates. Lo que empieza siendo un ataque al “Cipotegato” se convierte en una verdadera batalla campal entre todos los congregados allí.

              El “Cipotegato” comienza una carrera vertiginosa por todo el pueblo, en un recorrido secreto. De vuelta a la plaza, es izado hasta el monumento al “Cipotegato” que hay allí, siendo vitoreado por toda la población y llevado a hombros hasta el Ayuntamiento.

              Parece ser que la tradición del “Cipotegato” existe desde el siglo XVI o XVII.

              Así comienzan las fiestas en honor al patrono de Tarazona de San Atilano, Obispo de Zamora nacido en Tarazona hacia el año 850.

              A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, las corridas de toros empezaron a tener un auge importante y en 1752 la Corporación Municipal, así como el Gremio de Agricultores y Ganaderos de Tarazona empezaron a tratar de construir un recinto para la celebración de corridas de toros.

              Hasta enero de 1789, no surgió el intento definitivo, ocho personas de elevado poder adquisitivo, presentaron ante la Corporación Municipal, un proyecto para la construcción de una plaza de toros, prometiendo hacerse cargo de todos los gastos si les era donado el terreno en el Prado de la Virgen del Río, al lado de la iglesia del mismo nombre.

              El proyecto era de una plaza octogonal, rodeada de tres viviendas por segmento y compuestas de planta baja y tres pisos, con la entrada por el interior y cuatro grandes entradas a la plaza que a los cuatro puntos cardinales siendo la del sur la puerta de cuadrillas, norte desolladeros, oeste la de toriles y este la del público. Los grandes balcones de las plantas primera a tercera eran unos perfectos palcos. En la planta baja y hasta la altura del suelo del primer piso se instalaban unos tendidos y barrera de madera y desmontables para los días de corrida. La Casa de la Presidencia fue cedida gratuitamente al Hospital de Tarazona.

              Una vez aprobado el proyecto, se empezó a construir en 1790 siendo terminada en 1792.

              Ese mismo año, el Corregidor de Tarazona se dirigió al Ayuntamiento para solicitar que se pudiese celebrar una novillada para celebrar las próximas fiestas de Santo Patrón, San Atilano.

              Ese 5 de Octubre de 1792, coincidiendo con la fecha del nacimiento de San Atilano se inauguró la plaza de toros de Tarazona.

              Desde el año 2001, esta majestuosa plaza posee el título de “Bien de interés Cultural”

jueves, 29 de agosto de 2024

TARDE DE TOROS (Capítulo I)

 

Este relate está basado en hechos reales y quiero dedicarlo a Paco Duato, mi amigo, y a Paco Camino, ese gran torero del que fui seguidor y que estoy seguro de que no conoce parte de esta historia.

 

Capítulo I



              25 de Agosto de 1.970 en Benicarló, las Fiestas Patronales en honor a San Bartolomé, Abdón y Senén, estos dos últimos conocidos por “Els Sants de la Pedra” (Los santos de la piedra). Quiero hacer un inciso para explicar el por qué. Estos dos santos en la comunidad Valenciana, fueron considerados protectores de la agricultura y como tales se les invocaba protección contra el granizo (pedrisco), pedra en valenciano.

              es un bonito pueblo de la costa norte de Castellón, entre Peñíscola al sur y Vinaroz al norte, población de tradición marinera y agrícola con grandes playas y un puerto que se construyó entre 1932 y 1944.

              En 1970 Benicarló contaba con unos 13.000 habitantes

              Todo está preparado para “els bous a la mar”, fiesta típica, en un recinto cerrado por tres sitios y el cuarto, abierto, pero encima de una explanada del muelle y con la única salida el mar.

              Se suelta una vaquilla y los mozos se dedican a citarla y correr delante de ella para intentar que llegando al borde del mar, el animal caiga al agua.

              Paco y su mujer, llegaron a Benicarló el día anterior, estaban de paso, venían de Valencia y habían salido de Zaragoza donde se acababan de casar, la idea era seguir subiendo por la costa hasta llegar a la frontera de Francia, luego ya verían.

              Aquella mañana decidieron acercarse al puerto para ver las vaquillas, una vez allí, su mujer se sentó en unas gradas instaladas para ver el espectáculo, Paco, aficionado a los toros y animado por el ambiente se descolgó por las barras de las gradas y se quedó al pie de donde estaba su mujer.

              La vaquilla a la que estaban corriendo, la citaron con un jersey rojo desde el lado de Paco, el bicho se dio por aludido y corrió hacia el mozo que la citaba, varios mozos que por allí estaban, se dispusieron a trepar por los barrotes, Paco no anduvo muy ligero y en su barra subieron dos mozos, cuando él quiso empezar a trepar, tuvo problemas, subió, pero no tenía espacio suficiente, además la barra estaba mojada se supone que por el sudor de los que treparon delante de él, el caso es que resbaló y terminó cayendo, con tan mala fortuna que su muslo derecho fue a parar sobre un cuerno del animal y hasta sin quererlo, le clavó el asta abriéndole una herida que le tuvieron que dar treinta y tantos puntos de sutura y que estuvo muy cerca de perforarle la femoral.

              Fue llevado de urgencia a Castellón. Donde calificaron la cornada de “pronóstico reservado”.

              Allí estuvo internado tres días, al cabo de los cuales, un compañero de trabajo de Paco, a petición de éste se trasladó a buscarlo, para que lo siguiesen tratando en Zaragoza ya que la mujer no tenía carnet de conducir.

              Junto con una ambulancia que trasladó a Paco, el amigo llevó el coche de Paco y a su mujer.

              Llegaron a Zaragoza y Paco fue internado en el hospital Miguel Servet, conocido en el año que ocurrieron los hechos como “Residencia Sanitaria José Antonio” para ser internado puesto que había síntomas de infección en la herida.

              Allí estaría hasta que le diesen el alta.

jueves, 22 de agosto de 2024

ENTRE FANTASMAS (CapítuIo VI)

 

ENTRE FANTASMAS

Pedro Fuentes

Capítulo VI

 

 

                A la mañana siguiente, nada más levantarme llamé de nuevo a Lucía le dejé un nuevo mensaje: Lucía, por favor, dime algo, estoy preocupado, luego pasaré por tu casa, porque tengo que salir.

               Lo primero que hice fue ir a lavar el coche por si quedaba alguna mancha de polvo y barro de los caminos del día anterior, luego me fui a una gran superficie a comprar y llegué a casa como hacía una vez por semana. Después de descargar el coche me fui andando hasta la casa de Lucía, llamé por el portero automático, Me respondió Conchita que estaba limpiando, al día siguiente vendría a limpiar a mi casa.

               Conchita, ¿Está Lucía?

               No, no está, ha debido salir muy temprano porque no la he visto.

¿              No ha dejado ninguna nota? Ayer por la noche le dejé un mensaje y no me ha contestado, esta mañana le he vuelto a llamar y tampoco ha respondido.

               No, no ha dejado nada, además, me fijado que la cama estaba hecha, no ha parecido dormir aquí, pensé que estaba con usted.

               No, no la he visto desde anteayer, ayer tenía que ir por la mañana a la agencia de viajes y no he sabido nada más de ella.

               Encima de la mesa hay un sobre grande de una agencia de viajes, pero no hay ninguna nota.

               Volví a casa y llamé a su hermano, no sabía nada y no había tenido noticias de ella desde hacía por lo menos quince días.

               Esperé cuarenta y ocho horas y entonces fui a la policía, me comunicaron que no podían hacer nada, que era una persona mayor de edad y no había nada que hiciese sospechar que la marcha fuese forzada.

               Pasaron las Navidades y el año nuevo y nada se supo. A primeros de Febrero vino su hermano, estuvo hablando con la policía, puso una denuncia, le pidió las llaves del piso a Conchita y se hizo cargo de todo. Habló conmigo, le conté lo mismo que a todos.

               A los pocos días vino la policía, me preguntó por mi relación con Lucía, le conté lo de la amistad que había habido entre los dos matrimonios y la que había seguido después de enviudar ambos, le conté que habíamos tenido alguna salida al cine y a cenar o comer y que teníamos previsto irnos de vacaciones juntos, pero había desaparecido unos días antes y que yo mismo anulé las reservas el día de antes, con lo cual perdimos casi todo el importe del viaje, en un sobre, en mi despacho estaba el importe que correspondía a Lucía.

               Era en Mayo cuando unos excursionistas se encontraron unos restos humanos en las ruinas de la iglesia templaria, el rigor del invierno, que llovió muchísimo y las alimañas del bosque habían hecho su labor, no se pudo completar ni medio esqueleto, pese a eso, llamaron a la familia por si podían recordar algo sobre alguna cicatriz o dentaduras postizas. La policía descubrió por el hermano de Lucía la habitación del macho cabrío. Inmediatamente todo se convirtió en un crimen satánico y se dejó el caso por si más adelante se podía descubrir algo.

               Nunca se resolvió el caso, lo escribí todo, lo metí en mi caja fuerte con una nota diciendo que se abriese el sobre y se leyese a mi muerte.

               Si alguna vez este escrito cae en manos de alguien, será que ya he muerto y que se sabrá mi venganza por lo que Lucía me hizo sufrir.

FIN



jueves, 15 de agosto de 2024

ENTRE FANTASMAS (Capítulo V)

 

ENTRE FANTASMAS

Pedro Fuentes

Capítulo V

               Pasaron cuatro semanas, las salidas al cine y a cenar con Lucía, cada vez se hicieron más a menudo, aquella tarde habíamos quedado porque quería comprarse un vestido y quería que le dijese como le quedaba.

               Después de recorrer varias tiendas, terminó comprándose un conjunto de falda y blusa a juego que verdaderamente le quedaba muy bien, era de unos tonos pastel, pero a la vez alegre y que le realzaban sus encantos personales.

               Estoy cansada de andar, ¿por qué no vamos a mi casa, preparo algo para cenar y nos quedamos allí a charlar? Me dijo.

               Bueno, la verdad es que yo también estoy un poco cansado, casi perdonaría la cena por no andar.

               Entramos en su casa, como tantas veces había ido siempre, tanto su casa como la mía eran viviendas habituales y casi comunes cuando vivíamos los cuatro.

               En la nevera tengo un vino blanco buenísimo, abre la botella y pon dos copas mientras me cambio. Me dijo.

               No hacía falta nada más, sabía dónde estaba todo, abre botellas, copas, cubitera, salva manteles, en fin, todo.

               Cuando Lucía entró en el salón, venía con una bandeja con pan tostado, pan normal, patés, queso, jamón, y pastas saladas. Nos sentamos en el sofá, el uno junto al otro y nos pusimos a picar mientras charlábamos animadamente, cuando acabamos con las viandas también se terminó el vino, Lucía se había descalzado y se sentó a medias sobre su pierna izquierda, cuya rodilla me rozaba la mía derecha.

               ¿Quieres un whisky con hielo?

               Si, le contesté, pero poco whisky y mucho hielo, he bebido mucho ya. Le contesté.

               Volvió con los vasos y se sentó a mi lado, más cerca e los que estaba antes, nuestros muslos se tocaban, su falda se quedó bastante corta y un botón de la blusa desabrochado dejaba entrever un sujetador negro de copa que cubría lo justo de sus pechos, me ofreció un vaso y brindamos, bebimos un sorbo y me besó, ese fue el comienzo de una larga noche, en todo momento me sentí seducido, comprendí que todo aquello estaba preparado, pero el caso es que no me acordé de mi mujer, no creía que eso fuese posible.

               Los encuentros se repitieron, Lucía tenía perfectamente calculada cada cita, siempre en su casa, yo me quedaba toda la noche y luego marchaba a mi piso, donde seguía con mi rutina hasta el encuentro siguiente.

               Faltaba poco para Navidad y decidimos marchar a Canarias para pasar diez días y celebrar las fiestas allí. Unos días antes, después de un encuentro en su casa, cuando desperté, vi que no estaba a mi lado en la cama, pensé que estaría en la ducha o en la cocina, pero el piso estaba en completo silencio, en la mesa del comedor una nota me decía que había ido a la agencia de viajes a recoger los billetes, así que me duché, me arreglé y cuando ya me iba para casa, vi una habitación cerrada, la verdad es que nunca había visto aquella puerta abierta, intenté abrir la puerta y noté que estaba cerrada por dentro, el pestillo estaba puesto y cerrada de un tirón, busqué un palillo, lo metí por el pequeño agujero del pomo e hice saltar el muelle, con lo que la puerta se abrió, volví a cerrar el pestillo con la puerta abierta y me preparé para dejarlo todo a punto para cerrar si era sorprendido. La habitación estaba totalmente a oscuras, palpé la pared para encontrar el interruptor de la luz y encendí, un repelús recorrió mi columna vertebral, aquello parecía una capilla, pero en lo alto del ara, había la imagen de un macho cabrío a dos patas, todo estaba lleno de signos demoniacos, en un rincón había dos muñecos de unos diez centímetros de altura, hechos en cera que representaban a Lucía y a mí, cogidos de la mano. En un rincón, en el suelo se encontraba una caja llena con cinco o seis muñecos más pero descabezados y seccionados los brazos y las piernas, me pareció ver en aquellos restos las figuras de Fidel, Rosa Mary y María del Pilar.

                ¡Dios mío! Grité y aquella habitación pareció agitada por un terremoto, cerré la puerta y salí corriendo.

               Llegué a mi casa y me senté en mi sillón del despacho, estaba tiritando, no sé si de frío o de miedo, pese a lo temprano del día y que no había desayunado, cogí un vaso, le puse cuatro dedos de whisky y tomé dos sorbos largos de un tirón, luego me senté de nuevo y me puse a pensar.

               Lucía practicaba cultos al diablo, las muertes de mis seres queridos habían sido provocadas por magias negras o vudú, estaba aterrorizado, iría a la policía. No, no podía demostrar nada, las gentes no creen en eso, me harían pasar por loco y si le decía algo a ella, me eliminaría como había hecho con los demás.

               Tenía que trazar un plan, había que eliminar a aquella servidora de Satán, de pronto me acordé de algo, había leído de un pueblo abandonado en la provincia de Tarragona donde se decía que había habido dos muertes, una parecía un ritual satánico, la otra no se sabía, además era una zona boscosa donde era posible que habitasen alimañas de todo tipo, así que preparé todo, incluso cogí un cuchillo de grandes dimensiones de cocina y desparejado de los dos juegos que había en casa, preparé ropa vieja y otra mejor por si tuviese que cambiarme, lo llevé todo al coche y lo escondí en una bolsa, luego, a eso de las doce, cuando me llamó Lucía para decirme que ya tenía los billetes, le invité a una excursión, a hacer unas fotos en unas ruinas, a eso de unos tres cuartos de hora donde había habido una iglesia templaria que me gustaría retratar para el libro que estaba preparando.

               Le dije que iría al parquin a por el coche y que me esperase en un cruce cerca de su casa para recogerla y que comeríamos por el sitio porque si no la luz no sería buena para las fotos y que se pusiera ropa cómoda y calzado para el campo porque tendríamos que andar un poco.

               Bajé a por el coche, lo puse en marcha y salí al encuentro de Lucía.

               Llegamos al sitio y bajamos del coche, lo dejé aparcado entre unos matorrales y no se veía desde el camino de tierra, después de pasar un pequeño bosque, aparecieron ante nosotros las ruinas de una edificación que parecía un templo del siglo XIV. Las paredes estaban invadidas por hiedras y zarzas, saqué de una bolsa una cámara Réflex y otra más pequeña, me las colgué al cuello y le día a Lucía para que lo llevase un trípode, en el fondo de la bolsa, envuelto en una toalla vieja estaba el cuchillo.

               Mientras le hacía preparar el trípode frente a una pared de las ruinas, cuando estaba de espaldas, le asesté una puñalada en el omóplato izquierdo con toda la fuerza que pude, el cuchillo se hundió más de veinte centímetro, antes de que rodase por el suelo le di dos puñaladas más, una vez muerta, la arrastré hasta un viejo colchón medio quemado que había en el interior del edificio, le quité toda la ropa y cualquier tipo de joya o anillos que pudiese llevar, me limpié con la toalla también el cuchillo, me quité toda la ropa y el calzado que llevaba, manchados de sangre y lo metí en otra bolsa. Empezaba a oscurecer, me dirigí al coche, con un tuvo de goma saqué gasolina del depósito del coche y me dirigí a un camino secundario, con las luces apagadas, a unos cincuenta quilómetros de allí y en un descampado que se había convertido en un basurero incontrolado, hice un montón con toda la ropa y toallas y lo rocié de gasolina, hasta que quedó todo bien empapado, le prendí fuego y marché lo antes posible, di otro rodeo y pasé por Tortosa, ya era de noche y con el viento que hacía, no había nadie por las calles, paré cerca de un puente y tiré el cuchillo al Ebro así como los carretes velados de las cámaras fotográficas.

               Llegué a casa y revisé toda la ropa que llevaba por si había manchas de sangre, llamé varias veces al teléfono de Lucía, la segunda vez le dejé un mensaje en el buzón de voz, le dije:

               Lucía, ya he llegado, Si llegas antes de las doce, por favor, llámame.

               Me duché y me fui al despacho biblioteca y me tomé un par de whiskys.

jueves, 8 de agosto de 2024

ENTRE FANTASMAS (Capítulo IV)

 

ENTRE FANTASMAS

Pedro Fuentes

 

Capítulo IV

               Fueron unos días terribles, anduve como sonámbulo un par de semanas, suerte de la ayuda que en todo momento me prestó Lucía, era incapaz de hacer nada, estaba cansado y dormido todo el día.

               Le pedí a Lucía que no me protegiese tanto, que tendría que salir adelante solo, no podía estar dependiendo de ella y más cuando parecía que se hubiese trasladado a mi casa, venía a primera hora de la mañana, se iba a media tarde y me dejaba la cena preparada, se encargaba de todo, la casa, la ropa, la comida.

               Lucía, por favor, no me puedes proteger tanto, tengo que salir adelante por mi mismo, siempre he sido bastante autosuficiente, mira, a partir de mañana, voy a vivir solo, te juro que si necesito algo te llamaré y lo mismo te digo a ti, si necesitas algo, llámame.

               Pareció sentarle mal lo que le dije, así que como ya al día siguiente no vino a casa, me las arreglé para llamarle y pedirle unos consejos y solución a mis dudas con la lavadora, eso suavizó un poco las cosas y quedó más contenta.

               Al cabo de una semana, me llamó para decirme que había encontrado una señora para las faenas de la casa, que quizás me pudiera interesar, le dije que sí, pero solamente unas cuatro horas un día a la semana, quedó en que me la traería por la tarde para que la conociese.

               A las cuatro de la tarde vino con la señora, Conchita. Era una mujer de más de cincuenta años, un poco gruesa y no muy agraciada, pero parecía saber lo que se hacía, trabajaba en varios sitios y sus referencias eran buenas, incluidas las de Lucía para la que también trabajaba. Quedamos que pasaría por casa los jueves por las mañanas, de nueve a una.

               Empecé de nuevo con mis escritos de historia, frecuentaba la biblioteca y de vez en cuando asistía a conferencias.

               Un día que había decidido ir al cine, cuando fui a comprar la entrada, me encontré a Lucía que también había decidido ir a aquella película, así que entramos juntos, cuando salimos, ya a las nueve y media de la noche, le dije:

¿              Quieres que vayamos a tomar algo a algún sitio?

               De acuerdo, ¿qué quieres hacer, una cena en serio o a tomar unas tapas?

               Creo que han abierto aquí cerca un sitio nuevo, con una variedad importante de tapas muy elaborada, ¿Quieres que probemos?

               De acuerdo, vamos, me cogió del brazo y nos echamos a andar, el sitio estaba a unos quince minutos, la noche era agradable pese a estar en invierno. Llegamos al bar, la verdad es que el sitio estaba bien, las tapas eran apetitosas y la cerveza en su punto.

               Volvíamos para su casa y como no hacía frío, aunque nos alejábamos un poco, buscamos el paseo marítimo y fuimos subiendo por él hasta la casa de Lucía. Cuando llegamos me dijo:

               Lo he pasado muy bien, ya no me acordaba de cuando salíamos los cuatro, espero que lo repitamos, aunque sea para recordar viejos tiempos.

                Llegamos a su casa, abrió el portal, me besó en la mejilla y se marchó.

               Me dirigí a mi casa, a 10 minutos de allí, pasé por la puerta del hospital, cuantas veces había estado allí en menos de cuatro meses y cuanta gente había perdido, Fermín, María del Pilar a la que hacía 23 años que no veía y que tuvo que venir al pueblo donde vivo para morir, luego murió mi mujer, dos lágrimas cayeron de mis ojos y mi tristeza apareció de nuevo y encima, esa misma tarde había estado con Lucía, la viuda de mi mejor amigo, en el cine y tomando tapas y lo habíamos pasado bien, a ella no parecía influirle todo lo pasado.

               Por mi mente pasaron los sucesos ocurridos en el momento de las tres muertes, simple casualidad, yo no creo en nada de eso, pero fue tan extraño todo, ¿Era real todo lo que me había ocurrido? ¿Lo había soñado? ¿Estaba equivocado y fueron señales? Lo había hablado con Lucía, ella si que decía creer en ello, su comentario fue:

               Han venido en espíritu antes de emprender el camino para despedirse de ti, he leído que eso ha pasado muchas veces.

               Si, pero se han despedido de mí y no de ti.

               Quizás tú sin saberlo ni creer en ello eres más receptivo, tienes una sensibilidad mayor, tendríamos que probar, a lo mejor tienes muchas aptitudes para ser un buen médium, ¿No has tenido nunca la sensación de conocer a una persona o sentir que sabes lo que está pensando alguien que pasa por delante de ti?

               Si, pero eso nos pasa a todo el mundo, a veces ves a alguien y no te fijas y luego, lo ves de nuevo y piensas que lo conoces de algo y otras veces crees conocerlo porque se parece a alguien que en algún momento has conocido.

                Llegué a casa bastante fastidiado por los recuerdos y pensamientos, vi la luz del buzón de voz del teléfono encendida, cogí el auricular y esperé.

“              Tiene un mensaje nuevo. Mensaje número 1, recibido hoy a las 23 horas 10 minutos: Hola, Raúl, quiero que sepas que lo he pasado muy bien contigo, tendremos que repetirlo. Buenas noches”.

               Algo se estremeció dentro de mi, no quería pensar lo que aquella llamada significaba, Lucía era la viuda de mi mejor amigo y la amiga de mi difunta esposa, no la había visto nunca como una persona del sexo opuesto que me pudiese interesar, además, el dolor que me había dejado la muerte de Rosa Mary, estaba en mi corazón, no creía que pudiese asociar el placer con el recuerdo de mi esposa, siempre había sido un esposo fiel y ahora me costaría tener relaciones con otra mujer.

               Me fui a dormir, pero a la media hora estaba levantado leyendo una novela de ciencia-ficción, nada, no podía dormir, estaba desvelado, los hechos acaecidos en los últimos meses me martilleaban la cabeza, ¿Cómo me cambió la vida placentera que llevaba con lo que se me había venido encima? ¿Era posible que el ser humano tuviese tal capacidad de aguante? ¿Habría terminado todo o todavía podían empeorar las cosas? ¿Y los sentimientos? ¿Quedaba en mi corazón espacio para volver a amar?

               Fui a la cocina, me preparé una taza de leche caliente con cacao, cogí unas galletas y me senté en la mesa hasta terminarlo todo, luego me metí en la cama y lentamente me fue entrando un sopor que me hizo quedarme dormido.