¿Qué está pasando? ¿Cuanto tardan los espíritus en abandonar su entorno de la vida real? ¿Vivirán siempre a nuestro alrededor? ¿Están en otra dimensión? ¿Qué nos quieren decir?
Y ahora......................
ENTRE FANTASMAS
Pedro Fuentes
Capítulo IV
Fueron unos días terribles, anduve como sonámbulo un par de semanas, suerte de la ayuda que en todo momento me prestó Lucía, era incapaz de hacer nada, estaba cansado y dormido todo el día.
Le pedí a Lucía que no me protegiese tanto, que tendría que salir adelante solo, no podía estar dependiendo de ella y más cuando parecía que se hubiese trasladado a mi casa, venía a primera hora de la mañana, se iba a media tarde y me dejaba la cena preparada, se encargaba de todo, la casa, la ropa, la comida.
Lucía, por favor, no me puedes proteger tanto, tengo que salir adelante por mi mismo, siempre he sido bastante autosuficiente, mira, a partir de mañana, voy a vivir solo, te juro que si necesito algo te llamaré y lo mismo te digo a ti, si necesitas algo, llámame.
Pareció sentarle mal lo que le dije, así que como ya al día siguiente no vino a casa, me las arreglé para llamarle y pedirle unos consejos y solución a mis dudas con la lavadora, eso suavizó un poco las cosas y quedó más contenta.
Al cabo de una semana, me llamó para decirme que había encontrado una señora para las faenas de la casa, que quizás me pudiera interesar, le dije que sí, pero solamente unas cuatro horas un día a la semana, quedó en que me la traería por la tarde para que la conociese.
A las cuatro de la tarde vino con la señora, Conchita. Era una mujer de más de cincuenta años, un poco gruesa y no muy agraciada, pero parecía saber lo que se hacía, trabajaba en varios sitios y sus referencias eran buenas, incluidas las de Lucía para la que también trabajaba. Quedamos que pasaría por casa los jueves por las mañanas, de nueve a una.
Empecé de nuevo con mis escritos de historia, frecuentaba la biblioteca y de vez en cuando asistía a conferencias.
Un día que había decidido ir al cine, cuando fui a comprar la entrada, me encontré a Lucía que también había decidido ir a aquella película, así que entramos juntos, cuando salimos, ya a las nueve y media de la noche, le dije:
¿Quieres que vayamos a tomar algo a algún sitio?
De acuerdo, ¿qué quieres hacer, una cena en serio o a tomar unas tapas?
Creo que han abierto aquí cerca un sitio nuevo, con una variedad importante de tapas muy elaborada, ¿Quieres que probemos?
De acuerdo, vamos, me cogió del brazo y nos echamos a andar, el sitio estaba a unos quince minutos, la noche era agradable pese a estar en invierno. Llegamos al bar, la verdad es que el sitio estaba bien, las tapas eran apetitosas y la cerveza en su punto.
Volvíamos para su casa y como no hacía frío, aunque nos alejábamos un poco, buscamos el paseo marítimo y fuimos subiendo por él hasta la casa de Lucía. Cuando llegamos me dijo:
Lo he pasado muy bien, ya no me acordaba de cuando salíamos los cuatro, espero que lo repitamos, aunque sea para recordar viejos tiempos.
Llegamos a su casa, abrió el portal, me besó en la mejilla y se marchó.
Me dirigí a mi casa, a 10 minutos de allí, pasé por la puerta del hospital, cuantas veces había estado allí en menos de cuatro meses y cuanta gente había perdido, Fermín, María del Pilar a la que hacía 23 años que no veía y que tuvo que venir al pueblo donde vivo para morir, luego murió mi mujer, dos lágrimas cayeron de mis ojos y mi tristeza apareció de nuevo y encima, esa misma tarde había estado con Lucía, la viuda de mi mejor amigo, en el cine y tomando tapas y lo habíamos pasado bien, a ella no parecía influirle todo lo pasado.
Por mi mente pasaron los sucesos ocurridos en el momento de las tres muertes, simple casualidad, yo no creo en nada de eso, pero fue tan extraño todo, ¿Era real todo lo que me había ocurrido? ¿Lo había soñado? ¿Estaba equivocado y fueron señales? Lo había hablado con Lucía, ella si que decía creer en ello, su comentario fue:
Han venido en espíritu antes de emprender el camino para despedirse de ti, he leído que eso ha pasado muchas veces.
Si, pero se han despedido de mí y no de ti.
Quizás tú sin saberlo ni creer en ello eres más receptivo, tienes una sensibilidad mayor, tendríamos que probar, a lo mejor tienes muchas aptitudes para ser un buen médium, ¿No has tenido nunca la sensación de conocer a una persona o sentir que sabes lo que está pensando alguien que pasa por delante de ti?
Si, pero eso nos pasa a todo el mundo, a veces ves a alguien y no te fijas y luego, lo ves de nuevo y piensas que lo conoces de algo y otras veces crees conocerlo porque se parece a alguien que en algún momento has conocido.
Llegué a casa bastante fastidiado por los recuerdos y pensamientos, vi la luz del buzón de voz del teléfono encendida, cogí el auricular y esperé.
“Tiene un mensaje nuevo. Mensaje número 1, recibido hoy a las 23 horas 10 minutos: Hola, Raúl, quiero que sepas que lo he pasado muy bien contigo, tendremos que repetirlo. Buenas noches”.
Algo se estremeció dentro de mi, no quería pensar lo que aquella llamada significaba, Lucía era la viuda de mi mejor amigo y la amiga de mi difunta esposa, no la había visto nunca como una persona del sexo opuesto que me pudiese interesar, además, el dolor que me había dejado la muerte de Rosa Mary, estaba en mi corazón, no creía que pudiese asociar el placer con el recuerdo de mi esposa, siempre había sido un esposo fiel y ahora me costaría tener relaciones con otra mujer.
Me fui a dormir, pero a la media hora estaba levantado leyendo una novela de ciencia-ficción, nada, no podía dormir, estaba desvelado, los hechos acaecidos en los últimos meses me martilleaban la cabeza, ¿Cómo me cambió la vida placentera que llevaba con lo que se me había venido encima? ¿Era posible que el ser humano tuviese tal capacidad de aguante? ¿Habría terminado todo o todavía podían empeorar las cosas? ¿Y los sentimientos? ¿Quedaba en mi corazón espacio para volver a amar?
Fui a la cocina, me preparé una taza de leche caliente con cacao, cogí unas galletas y me senté en la mesa hasta terminarlo todo, luego me metí en la cama y lentamente me fue entrando un sopor que me hizo quedarme dormido.
Mi lista de blogs
viernes, 29 de mayo de 2015
viernes, 22 de mayo de 2015
¿AVISAN LOS ESPIRITUS?
Hoy publico el tercer capítulo de este relatos cuyo manuscrito llegó a mis manos sin conocer de dónde vino.
¿Casualidad? ¿Avisos desde el mas allá?¿Somos conscientes de que alguien nos llama?¿Por dónde bagan los espítitus? ¿Están a nuestro alrededor?
Y ahora.................
ENTRE FANTASMAS
Pedro Fuentes
Capítulo III
El día 10 de Noviembre, estaba en una biblioteca pública, cerca de mi casa, donde iba bastante a menudo, por lo menos dos veces por semana, a consultar algún dato que necesitaba para mis trabajos de historia contemporánea, cuando andando por un estrecho pasillo, con estanterías llenas de libros a ambos lados, cuando empezando por un extremo de las filas superiores y luego siguiendo por las demás al llegar al final, pero en dirección contraria, saltaban los libros como si alguien los estuviese empujando con fuerza al pasillo, de tal forma que si llego a permanecer allí hubiese sido enterrado por los libros, algunos de considerable tamaño y peso.
Corrí hacia el final más cercano, hacia la sala donde estaban los pupitres, nadie se movió, nadie parecía sentir el estruendo, me quedé mirando el pasillo y ante mi asombro, los libros volvieron a su posición original. Solamente yo presencié la movida, no quedaba ningún libro fuera de su lugar. Lo primero que pensé fue que me había quedado dormido leyendo y lo había soñado, pero ni estaba en mi pupitre ni tan solo sentado, me encontraba de pie justo a la entrada del pasillo de más de cincuenta metros de largo por dos de ancho. Miré para atrás y vi como el bibliotecario seguía escribiendo en unas fichas, impávido al follón organizado, las personas que había en la sala, desde jóvenes de catorce o quince años, a venerables ancianos, nadie levantó la cabeza ni para verme mover de un lado para el otro. Fui hasta el bibliotecario y le dije:
Se me han caído unos libros en el pasillo.
Me miró por encima de sus gafas de cerca, luego al pasillo y me contestó:
Veo que ya los ha recogido ¿Los ha dejado en su sitio?
Si, perfectamente, ya sabe que me conozco este local casi tan bien como usted.
Me fui a sentarme pero vi que eran las ocho de la tarde y había quedado con Rosa Mary en una cafetería a la vuelta de la manzana, así que me despedí del funcionario, fui a mi mesa, recogí mis cosas, las metí dentro del portafolios, me puse el abrigo y el sombrero y salí del local.
Al dar la segunda vuelta a la esquina, casi enfrente del bar donde había quedado, vi como un montón de gente se arremolinaba, por un lado apareció una ambulancia y un par de motos de la Policía Local permanecían con las respectivas luces azules encendidas, los agentes intentaban apartar al gentío.
Un sudor frío corrió por mi espalda, apreté el paso y terminé corriendo en dirección a los policías, al llegar al primero, al que conocía de vista, le dije:
¡Agente! ¿Qué ha pasado?
Han atropellado a una mujer.
Por favor, ¿Saben quién es? Mi mujer ha quedado conmigo aquí mismo y a las ocho, ¿Puedo ver a la atropellada?
Pase conmigo, de dijo mientras me estiraba por un brazo para poder pasar por el corro de gente, luego levantó la cinta delimitadora y nos acercamos al lugar donde una figura humana yacía oculta por el consabido envoltorio metalizado dorado. Apartó un poco y pude ver la cabeza ensangrentada de Rosa Mary.
¡Dios mío, es ella!
Caí de rodillas frente al cadáver y con las manos en mi cara comencé a llorar.
No sé cuanto tiempo pasó, cuando me vi rodeado por los brazos de Lucía que había llegado y al verme se arrodilló junto a mí y me abrazó.
Fueron unos momentos terribles, luego llegó la ambulancia y dijo que no podía hacer nada hasta que llegase el juez para el levantamiento del cadáver.
Al fin llegó el juez, venía acompañado por dos policías y el secretario que resultó ser el mismo que el de mi visita al anatómico forense con la identificación del cadáver de María del Pilar.
Algo le dijo el secretario al juez, me miró y se acercó a mí y me dijo:
¿Conoce a esta mujer?
Si, es mi esposa.
¿Iba usted con ella cuando ocurrió el accidente?
No, yo estaba en la biblioteca, había quedado con ella a las ocho y salí de allí unos minutos más tarde, cuando llegué aquí todo había pasado, pero no sé lo que ocurrió.
Según algún testigo, los hechos fueron los siguientes:
Un coche avanzaba por la calle a una velocidad correcta, de pronto perdió el control y se subió a la acera, con tan mala fortuna que pilló en su camino a la mujer que ahora yacía muerta, no fue fuerte el atropello, pero al caer había dado con la cabeza en un bordillo de un alcorque donde hay plantado un cerezo rosa ahora pelado por el otoño recién estrenado.
Tanto el conductor, que lloraba en un rincón apenado, como algún testigo, coincidían en el relato del accidente.
El conductor no paraba de decir:
Iba solo en el coche, pendiente de todo, aminoré la velocidad porque sé que hay un paso de peatones, ni tan siquiera oía la radio ni llevaba prisa, de pronto noté como si alguien tirara del volante hacia la derecha, quizás reventó una rueda, tal vez la suspensión se rompió, fue algo extraño, el golpe fue muy pequeño, ni el capó del coche está abollado.
La policía hacía mediciones y comprobaba todo lo que habían dicho el conductor y los testigos.
Al fin se hizo el levantamiento del cadáver y lo llevaron al anatómico forense para hacerle la autopsia.
Yo estaba ido, no sabía qué hacer, Lucía me cogió del brazo y me metió en el bar, allí me pidió una tila y para ella un café, mientras tanto me cogió la mano y me intentaba consolar.
¿Sabes que esta vez también tuve a la misma hora una presencia extraña?
¿Qué te pasó?
Estaba en la biblioteca y se cayeron cientos de libros que luego se pusieron solos en su sitio, pero nadie más lo vio, aunque había bastante gente y el bibliotecario tiene la mesa mirando hacia aquel pasillo.
Después me acompañó a casa, me dio dos valium con un vaso de leche tibia e hizo que me acostara.
Me quedaré aquí mientras tú duermes, por si llaman por teléfono, mientras tanto, antes de meterte en cama haz una lista de a quién tengo que llamar y lo haré por ti.
Los amigos ya los conoces, en cuanto a los familiares te doy el teléfono de su hermano y del mío, diles que avisen a toda la familia, además, toma ésta es la tarjeta del seguro de la funeraria para que des el parte y ellos se encarguen de todo.
¿Casualidad? ¿Avisos desde el mas allá?¿Somos conscientes de que alguien nos llama?¿Por dónde bagan los espítitus? ¿Están a nuestro alrededor?
Y ahora.................
ENTRE FANTASMAS
Pedro Fuentes
Capítulo III
El día 10 de Noviembre, estaba en una biblioteca pública, cerca de mi casa, donde iba bastante a menudo, por lo menos dos veces por semana, a consultar algún dato que necesitaba para mis trabajos de historia contemporánea, cuando andando por un estrecho pasillo, con estanterías llenas de libros a ambos lados, cuando empezando por un extremo de las filas superiores y luego siguiendo por las demás al llegar al final, pero en dirección contraria, saltaban los libros como si alguien los estuviese empujando con fuerza al pasillo, de tal forma que si llego a permanecer allí hubiese sido enterrado por los libros, algunos de considerable tamaño y peso.
Corrí hacia el final más cercano, hacia la sala donde estaban los pupitres, nadie se movió, nadie parecía sentir el estruendo, me quedé mirando el pasillo y ante mi asombro, los libros volvieron a su posición original. Solamente yo presencié la movida, no quedaba ningún libro fuera de su lugar. Lo primero que pensé fue que me había quedado dormido leyendo y lo había soñado, pero ni estaba en mi pupitre ni tan solo sentado, me encontraba de pie justo a la entrada del pasillo de más de cincuenta metros de largo por dos de ancho. Miré para atrás y vi como el bibliotecario seguía escribiendo en unas fichas, impávido al follón organizado, las personas que había en la sala, desde jóvenes de catorce o quince años, a venerables ancianos, nadie levantó la cabeza ni para verme mover de un lado para el otro. Fui hasta el bibliotecario y le dije:
Se me han caído unos libros en el pasillo.
Me miró por encima de sus gafas de cerca, luego al pasillo y me contestó:
Veo que ya los ha recogido ¿Los ha dejado en su sitio?
Si, perfectamente, ya sabe que me conozco este local casi tan bien como usted.
Me fui a sentarme pero vi que eran las ocho de la tarde y había quedado con Rosa Mary en una cafetería a la vuelta de la manzana, así que me despedí del funcionario, fui a mi mesa, recogí mis cosas, las metí dentro del portafolios, me puse el abrigo y el sombrero y salí del local.
Al dar la segunda vuelta a la esquina, casi enfrente del bar donde había quedado, vi como un montón de gente se arremolinaba, por un lado apareció una ambulancia y un par de motos de la Policía Local permanecían con las respectivas luces azules encendidas, los agentes intentaban apartar al gentío.
Un sudor frío corrió por mi espalda, apreté el paso y terminé corriendo en dirección a los policías, al llegar al primero, al que conocía de vista, le dije:
¡Agente! ¿Qué ha pasado?
Han atropellado a una mujer.
Por favor, ¿Saben quién es? Mi mujer ha quedado conmigo aquí mismo y a las ocho, ¿Puedo ver a la atropellada?
Pase conmigo, de dijo mientras me estiraba por un brazo para poder pasar por el corro de gente, luego levantó la cinta delimitadora y nos acercamos al lugar donde una figura humana yacía oculta por el consabido envoltorio metalizado dorado. Apartó un poco y pude ver la cabeza ensangrentada de Rosa Mary.
¡Dios mío, es ella!
Caí de rodillas frente al cadáver y con las manos en mi cara comencé a llorar.
No sé cuanto tiempo pasó, cuando me vi rodeado por los brazos de Lucía que había llegado y al verme se arrodilló junto a mí y me abrazó.
Fueron unos momentos terribles, luego llegó la ambulancia y dijo que no podía hacer nada hasta que llegase el juez para el levantamiento del cadáver.
Al fin llegó el juez, venía acompañado por dos policías y el secretario que resultó ser el mismo que el de mi visita al anatómico forense con la identificación del cadáver de María del Pilar.
Algo le dijo el secretario al juez, me miró y se acercó a mí y me dijo:
¿Conoce a esta mujer?
Si, es mi esposa.
¿Iba usted con ella cuando ocurrió el accidente?
No, yo estaba en la biblioteca, había quedado con ella a las ocho y salí de allí unos minutos más tarde, cuando llegué aquí todo había pasado, pero no sé lo que ocurrió.
Según algún testigo, los hechos fueron los siguientes:
Un coche avanzaba por la calle a una velocidad correcta, de pronto perdió el control y se subió a la acera, con tan mala fortuna que pilló en su camino a la mujer que ahora yacía muerta, no fue fuerte el atropello, pero al caer había dado con la cabeza en un bordillo de un alcorque donde hay plantado un cerezo rosa ahora pelado por el otoño recién estrenado.
Tanto el conductor, que lloraba en un rincón apenado, como algún testigo, coincidían en el relato del accidente.
El conductor no paraba de decir:
Iba solo en el coche, pendiente de todo, aminoré la velocidad porque sé que hay un paso de peatones, ni tan siquiera oía la radio ni llevaba prisa, de pronto noté como si alguien tirara del volante hacia la derecha, quizás reventó una rueda, tal vez la suspensión se rompió, fue algo extraño, el golpe fue muy pequeño, ni el capó del coche está abollado.
La policía hacía mediciones y comprobaba todo lo que habían dicho el conductor y los testigos.
Al fin se hizo el levantamiento del cadáver y lo llevaron al anatómico forense para hacerle la autopsia.
Yo estaba ido, no sabía qué hacer, Lucía me cogió del brazo y me metió en el bar, allí me pidió una tila y para ella un café, mientras tanto me cogió la mano y me intentaba consolar.
¿Sabes que esta vez también tuve a la misma hora una presencia extraña?
¿Qué te pasó?
Estaba en la biblioteca y se cayeron cientos de libros que luego se pusieron solos en su sitio, pero nadie más lo vio, aunque había bastante gente y el bibliotecario tiene la mesa mirando hacia aquel pasillo.
Después me acompañó a casa, me dio dos valium con un vaso de leche tibia e hizo que me acostara.
Me quedaré aquí mientras tú duermes, por si llaman por teléfono, mientras tanto, antes de meterte en cama haz una lista de a quién tengo que llamar y lo haré por ti.
Los amigos ya los conoces, en cuanto a los familiares te doy el teléfono de su hermano y del mío, diles que avisen a toda la familia, además, toma ésta es la tarjeta del seguro de la funeraria para que des el parte y ellos se encarguen de todo.
viernes, 15 de mayo de 2015
¡FANTASMAS! ¿Nos dicen algo?
¿Cuantas veces nos avisan o visitan fantasmas, o quizás espíritus? ¿Qué nos quieren decir? ¿Es posible que sea más a menudo y no nos enteremos?
Y ahora..................
ENTRE FANTASMAS
Pedro Fuentes
Capítulo II
Cuarenta y cinco días después, estaba sentado delante del televisor cuando en la habitación del fondo de la casa, la de Rosa Mary y mía, se abrió la ventana de golpe, miré por el balcón y no noté que hubiese aire como para hacer corrientes.
¡Rosa Mary!, ¿Qué ha pasado? Nadie me respondió, entonces recordé que había salido con Lucía de compras. Llegué a la habitación y la ventana estaba abierta de par en par, pero la persiana se encontraba bajada, solamente se veían las rendijas entre las lamas separadas.
No puede ser la corriente, no pasa ningún aire por esas rendijas. Sin saber por qué razón miré el reloj despertador de la mesilla de noche, eran las siete y cuarenta y ocho minutos. Cerré la ventana y me fui de nuevo al salón.
Al momento entró mi mujer y Lucía, venían pálidas como la cera, les pregunté:
¿Qué os pasa? Parecéis asustadas.
¿No has oído nada? Me dijo Rosa Mary.
Sí, he oído algo, pero no ha sido ruido, la ventana de la habitación, que estaba cerrada y con la persiana semi bajada, se ha abierto de golpe.
Aquí delante, tres casas más abajo ha habido una explosión, no se sabe de qué, parece que ha sido una bombona de gas, pero ha sido aquí delante, no detrás. Dijo Lucía.
No, aquí delante no he oído nada, tenia la televisión puesta, pero el volumen no estaba tan alto. De todas formas, no he oído nada, solamente he notado como una onda expansiva, pero imposible que abriese la ventana por detrás y sin embargo ésta, que está más cerca no se hubiese enterado.
Voy a bajar a la calle, pare ver qué ha pasado, Dije
Espera, bebemos agua y bajamos contigo, dijo Lucía.
A los tres minutos llegamos a la calle, la policía había acordonado la zona, una casa, el último piso de una casa de cinco alturas, estaba reventado, de la cocina solamente quedaba la mitad de dentro, lo que era la fachada y ventana estaban en la calle derruidas, la mujer que vivía allí, por la explosión, había muerto, había sido arrojada por el derrumbe producido y yacía en la calle, entre cascotes tapada con una especie de manta dorada, estaban esperando al juez, mientras tanto, los expertos casi aseguraban que era una bombona de gas que había explotado.
Se oían comentarios de todo tipo, los que más hablaban y hacían conjeturas eran los recién llegados.
Uno de los habitantes de la casa, de un piso inferior, que había corrido al oír el ruido, como lo conocía de haber hablado con él alguna vez le pregunté:
¿Se sabe que ha pasado?
Oficialmente no, pero a las siete cuarenta y cinco, lo sé porque estaba sonando el reloj carillón que tengo en el salón, se ha oído un estruendo, luego el ruido de los cascotes y demás que llegaban a la calle, me asomé a la ventana y vi a la muerta en la calle, parecía chamuscada por todo el cuerpo, salí corriendo y aquí estoy, que no podemos entrar hasta que vengan los técnico por si hay peligro de derrumbe.
Lo que pasó en casa, le dije a Rosa Mary y Lucía, ocurrió justo a la misma hora, debió ser un efecto extraño de la onda expansiva, le preguntaremos a los vecinos de aquí y de casa a ver si alguien más lo sintió.
Nosotras estábamos en la tienda que hay cinco casas más abajo y nos enteramos porque una clienta entró corriendo y gritando, estaba un poco más cerca y lo vio todo, incluso cómo salía despedida la mujer, pero no sentimos sino un ruido, no muy fuerte, pero nos pareció cualquier otra cosa, como cuando descargan el contenedor de vidrio. Comentó Rosa Mary mientras Lucía asentía.
El día siguientes, por la mañana, llamaron a mi puerta, un policía preguntaba por mí.
¿Don Raúl Fernández?
Sí, yo soy, ¿qué desea?
Traigo una citación judicial para que me acompañe, tiene que identificar el cadáver de la vecina suya que ayer falleció en la explosión.
¿Yo? ¿Por qué?, si yo no la conocía, me parece que solamente la he visto una vez y por la calle.
Bueno, eso se lo tendrá que decir al secretario del juzgado cuando vea el cadáver. Ahora, ruego me acompañe, un coche nos espera en la calle, luego le devolveremos a su casa, es un puro formulismo, al parecer no se ha encontrado documentación que pueda demostrar quién era ella.
Permítame que le deje una nota a mi esposa que ha ido a comprar, para que no se asuste cuando llegue. Dicho esto, tomé un bloc de notas de una mesita del recibidor y le dejé una nota.
“Cariño, he salido a hacer una gestión, ahora vuelvo”.
Cogimos el ascensor y bajamos a la calle, donde nos esperaba un coche. Subimos y nos fuimos al Anatómico Forense.
Dos veces he estado en ese sitio y si volviese mil veces, siempre me impresionaría.
Cuando llegamos, un forense y el secretario del juzgado me acompañaron a la sala donde estaba, encima de una mesa de mármol el cadáver boca arriba y tapado con una sábana.
El secretario me dijo:
Le hemos llamado, porque en el bolso de la mujer muerta hemos encontrado un diario en el que en la última página le nombran a usted.
¿A mí?
Si, ¿Es usted don Raúl Fernández?
Si, yo soy, pero hay muchas personas con el mismo nombre.
¿Vive usted en el paseo Marítimo nº 46 – 5º - D?
Si, efectivamente.
Acérquese, me dijo e hizo una seña al forense que destapó la cara de la difunta.
Mírela atentamente, al parecer hace años que no se ven.
La miré fijamente, me fijé en sus facciones, barbilla, orejas, nariz, pelo y de pronto dije:
¡Dios mío!, si es María del Pilar hace por lo menos 20 años que no la veía.
¿Entonces la ha identificado?
Sí, creo que sí, fue una novia que tuve en mis años jóvenes.
Eso es lo que pone en el diario, lea, me dijo el secretario:
“Hoy le he visto, menuda sorpresa, resulta que me traslado y tengo por vecino a Raúl Fernández, después de 23 años que me dejó, mi corazón ha dado un vuelco, creo que todavía le quiero. He pasado por su lado, casi nos hemos rozado y no me ha conocido, tengo que hablar con él, me abandonó pero yo le sigo queriendo. Hablaré con él e intentaré reconquistarlo”.
Me quedé de piedra, qué pequeño es el mundo y qué grandes las casualidades, otra vez alguien parece anunciarme su muerte. Pensé mientras el secretario rellenó un informe y me preguntó todo lo que supiese de María del Pilar. Le di todos los que recordaba y luego me acompañó a la salida donde me esperaba el guardia con el coche, montamos y me llevó de nuevo a casa.
Cuando llegué, mi mujer me esperaba nerviosa, alguien le había dicho que iba acompañado de un policía.
Le conté todo lo sucedido y encima me puso mala cara al saber que había tenido relaciones con otra mujer y que encima vivía a nuestro lado.
Y ahora..................
ENTRE FANTASMAS
Pedro Fuentes
Capítulo II
Cuarenta y cinco días después, estaba sentado delante del televisor cuando en la habitación del fondo de la casa, la de Rosa Mary y mía, se abrió la ventana de golpe, miré por el balcón y no noté que hubiese aire como para hacer corrientes.
¡Rosa Mary!, ¿Qué ha pasado? Nadie me respondió, entonces recordé que había salido con Lucía de compras. Llegué a la habitación y la ventana estaba abierta de par en par, pero la persiana se encontraba bajada, solamente se veían las rendijas entre las lamas separadas.
No puede ser la corriente, no pasa ningún aire por esas rendijas. Sin saber por qué razón miré el reloj despertador de la mesilla de noche, eran las siete y cuarenta y ocho minutos. Cerré la ventana y me fui de nuevo al salón.
Al momento entró mi mujer y Lucía, venían pálidas como la cera, les pregunté:
¿Qué os pasa? Parecéis asustadas.
¿No has oído nada? Me dijo Rosa Mary.
Sí, he oído algo, pero no ha sido ruido, la ventana de la habitación, que estaba cerrada y con la persiana semi bajada, se ha abierto de golpe.
Aquí delante, tres casas más abajo ha habido una explosión, no se sabe de qué, parece que ha sido una bombona de gas, pero ha sido aquí delante, no detrás. Dijo Lucía.
No, aquí delante no he oído nada, tenia la televisión puesta, pero el volumen no estaba tan alto. De todas formas, no he oído nada, solamente he notado como una onda expansiva, pero imposible que abriese la ventana por detrás y sin embargo ésta, que está más cerca no se hubiese enterado.
Voy a bajar a la calle, pare ver qué ha pasado, Dije
Espera, bebemos agua y bajamos contigo, dijo Lucía.
A los tres minutos llegamos a la calle, la policía había acordonado la zona, una casa, el último piso de una casa de cinco alturas, estaba reventado, de la cocina solamente quedaba la mitad de dentro, lo que era la fachada y ventana estaban en la calle derruidas, la mujer que vivía allí, por la explosión, había muerto, había sido arrojada por el derrumbe producido y yacía en la calle, entre cascotes tapada con una especie de manta dorada, estaban esperando al juez, mientras tanto, los expertos casi aseguraban que era una bombona de gas que había explotado.
Se oían comentarios de todo tipo, los que más hablaban y hacían conjeturas eran los recién llegados.
Uno de los habitantes de la casa, de un piso inferior, que había corrido al oír el ruido, como lo conocía de haber hablado con él alguna vez le pregunté:
¿Se sabe que ha pasado?
Oficialmente no, pero a las siete cuarenta y cinco, lo sé porque estaba sonando el reloj carillón que tengo en el salón, se ha oído un estruendo, luego el ruido de los cascotes y demás que llegaban a la calle, me asomé a la ventana y vi a la muerta en la calle, parecía chamuscada por todo el cuerpo, salí corriendo y aquí estoy, que no podemos entrar hasta que vengan los técnico por si hay peligro de derrumbe.
Lo que pasó en casa, le dije a Rosa Mary y Lucía, ocurrió justo a la misma hora, debió ser un efecto extraño de la onda expansiva, le preguntaremos a los vecinos de aquí y de casa a ver si alguien más lo sintió.
Nosotras estábamos en la tienda que hay cinco casas más abajo y nos enteramos porque una clienta entró corriendo y gritando, estaba un poco más cerca y lo vio todo, incluso cómo salía despedida la mujer, pero no sentimos sino un ruido, no muy fuerte, pero nos pareció cualquier otra cosa, como cuando descargan el contenedor de vidrio. Comentó Rosa Mary mientras Lucía asentía.
El día siguientes, por la mañana, llamaron a mi puerta, un policía preguntaba por mí.
¿Don Raúl Fernández?
Sí, yo soy, ¿qué desea?
Traigo una citación judicial para que me acompañe, tiene que identificar el cadáver de la vecina suya que ayer falleció en la explosión.
¿Yo? ¿Por qué?, si yo no la conocía, me parece que solamente la he visto una vez y por la calle.
Bueno, eso se lo tendrá que decir al secretario del juzgado cuando vea el cadáver. Ahora, ruego me acompañe, un coche nos espera en la calle, luego le devolveremos a su casa, es un puro formulismo, al parecer no se ha encontrado documentación que pueda demostrar quién era ella.
Permítame que le deje una nota a mi esposa que ha ido a comprar, para que no se asuste cuando llegue. Dicho esto, tomé un bloc de notas de una mesita del recibidor y le dejé una nota.
“Cariño, he salido a hacer una gestión, ahora vuelvo”.
Cogimos el ascensor y bajamos a la calle, donde nos esperaba un coche. Subimos y nos fuimos al Anatómico Forense.
Dos veces he estado en ese sitio y si volviese mil veces, siempre me impresionaría.
Cuando llegamos, un forense y el secretario del juzgado me acompañaron a la sala donde estaba, encima de una mesa de mármol el cadáver boca arriba y tapado con una sábana.
El secretario me dijo:
Le hemos llamado, porque en el bolso de la mujer muerta hemos encontrado un diario en el que en la última página le nombran a usted.
¿A mí?
Si, ¿Es usted don Raúl Fernández?
Si, yo soy, pero hay muchas personas con el mismo nombre.
¿Vive usted en el paseo Marítimo nº 46 – 5º - D?
Si, efectivamente.
Acérquese, me dijo e hizo una seña al forense que destapó la cara de la difunta.
Mírela atentamente, al parecer hace años que no se ven.
La miré fijamente, me fijé en sus facciones, barbilla, orejas, nariz, pelo y de pronto dije:
¡Dios mío!, si es María del Pilar hace por lo menos 20 años que no la veía.
¿Entonces la ha identificado?
Sí, creo que sí, fue una novia que tuve en mis años jóvenes.
Eso es lo que pone en el diario, lea, me dijo el secretario:
“Hoy le he visto, menuda sorpresa, resulta que me traslado y tengo por vecino a Raúl Fernández, después de 23 años que me dejó, mi corazón ha dado un vuelco, creo que todavía le quiero. He pasado por su lado, casi nos hemos rozado y no me ha conocido, tengo que hablar con él, me abandonó pero yo le sigo queriendo. Hablaré con él e intentaré reconquistarlo”.
Me quedé de piedra, qué pequeño es el mundo y qué grandes las casualidades, otra vez alguien parece anunciarme su muerte. Pensé mientras el secretario rellenó un informe y me preguntó todo lo que supiese de María del Pilar. Le di todos los que recordaba y luego me acompañó a la salida donde me esperaba el guardia con el coche, montamos y me llevó de nuevo a casa.
Cuando llegué, mi mujer me esperaba nerviosa, alguien le había dicho que iba acompañado de un policía.
Le conté todo lo sucedido y encima me puso mala cara al saber que había tenido relaciones con otra mujer y que encima vivía a nuestro lado.
miércoles, 6 de mayo de 2015
¿VIVIMOS ENTRE FANTASMAS?
Hola, amigos, he vuelto después de este mes dedicado a vacaciones y recopilación de datos necesarios para poder terminar unos relatos basados en hechos reales,pero antes de poder publicarlos, os cuento el primer capítulo de esta historia que un día me pasaron en un manuscrito anónimo, he buscado e indagado si es real o no, pero no he podido llegar a la verdad, quizás algún lector pueda tener noticias y aclarar mis dudas.
Y ahora...............
ENTRE FANTASMAS
Pedro Fuentes
Capítulo I
Era una noche sofocante de un dieciséis de agosto.
De pronto sentí un chorro de aire frío sobre mi nuca, hombros y parte superior de la espalda, noté una tenue caricia sobre el brazo derecho, algo tan suave como una pluma se deslizó en contacto con mi piel, rápidamente me volví, ante mí, había algo plano, traslúcido y etéreo.
Dado mi escepticismo pronto empecé a dar una explicación lógica a lo vivido. Entre sueños, con el calor que hacía, me había echado sobre la cama, al lado de la ventana y con el torso desnudo, me quedé dormido envuelto en sudor, a eso de las tres se empezó a desencadenar una típica tormenta de verano, cambió el viento y una racha de aire frio, acompañada de la brisa húmeda del mar entró por la ventana abierta del piso en el paseo Marítimo, con la fuerza de la racha, la cortina, de diseño, de translúcidos colores se desplazó sobre mi espalda, rozándome suavemente. Abrí los ojos y las luces del paseo, a través de la transparente cortina color crema y pintada a mano con círculos dispersos e irregulares, me hicieron ver lo que no había.
Tengo por costumbre cuando me despierto por la noche, mirar el reloj despertador y ver a qué hora me despierto, eran las tres y trece minutos, ajusté un poco la ventana para evitar el aire frío de la tormenta y un poco destemplado, me envolví en la sábana y me quedé dormido.
A las ocho de la mañana sonó insistentemente el teléfono, lo cogí y conocí la voz de Lucía, la mujer de Fermín, mis mejores amigos.
¡Federico! Me dijo, Fermín ha muerto esta noche.
¡Cómo! ¿Qué dices? No puede ser, ¿Cómo ha sido?
Anoche, después de cenar, cuando estábamos viendo la tele, empezó a sentirse mal, como no se le pasaba y sabes que tenemos aquí, al lado el hospital, fuimos a urgencias porque decía que no quería meterse en la cama así.
Resultó ser un ataque de miocardio, le volvió a repetir y a eso de las tres y diez falleció. Intentaron todo, pero fue imposible.
No te he llamado antes porque ya no se podía hacer nada, pero ahora no sé ni qué hacer ni a quién recurrir y como sabes que no tenemos familia en la ciudad, te quiero pedir que me eches una mano.
Ahora mismo voy, Lucía, mientras tanto siéntate en algún sillón y mira de relajarte.
Mi mujer, que también se había despertado con el teléfono, al oírme, se sentó en la cama y estaba tapándose la cara con ambas manos y llorando. Cuando me oyó colgar, me dijo:
Me voy contigo, mientras te vistes preparo café y nos vamos.
Así hicimos y en menos de diez minutos salimos a la calle, no tuvimos ni que coger el coche, somos vecinos y en hospital queda entre el piso de ellos y el nuestro, en cinco minutos entramos, preguntamos en recepción y nos enviaron a una habitación habilitada para estos casos antes de que lleguen los servicios funerarios para enviar el cuerpo al tanatorio, ya que en este caso, los médicos habían pensado que no era necesaria la autopsia.
Subimos a la primera planta y enseguida vimos a Lucía, estaba en un sillón, al principio del pasillo, sentada sujetaba su cabeza con las manos y apoyados los codos en las rodillas, su aspecto era lamentable, cuando Rosa Mary la vio, corrió hacia ella y sin dejarla ni levantarse la estrechó entre sus brazos y le acarició la cara y le meció los cabellos. Cuando yo llegué ya estaban levantadas y me uní a las dos en un abrazo.
Fue muy duro, avisamos a su familia y amigos, a los que venían de fuera tuvimos que buscarles alojamiento, salvo a los padres de Fermín y Lucía que se quedaron en su casa, los dos hermanos de ella se vinieron a casa. Arreglamos todos los papeles y preparamos la incineración que se hizo al día siguiente.
Tal como Fermín había dicho siempre, a los dos días, en la embarcación de un amigo fuimos a depositar las cenizas a alta mar.
Mi mujer no se separó de Lucía en ningún momento y la amistad que nos unía se hizo aún mayor.
A los cuatro días, estando en casa, después de cenar le dije a mi mujer:
¿Sabes que la noche que murió Fermín, justo a la misma hora algo me despertó?
Tu sabes que yo no creo en esas cosas, que soy totalmente escéptico en cuestión de apariciones y de fantasmas, pero aquella noche me despertó una corriente de aire frío y me tocó la espalda y el hombro, le eché la culpa al viento y a la cortina, pero cada vez que recuerdo eso y a Fermín, un escalofrío me recorre la espalda y me pone los pelos de punta.
Rosa Mary, mi esposa me contestó:
Yo he leído muchas cosas de eso y ni creo ni dejo de creer, supongo que hay algo después de la muerte, mucha gente dice que han recibido mensajes cuando un ser querido ha muerto, quizás Fermín antes de irse te quiso avisar.
Eso son casualidades de la vida, a veces las casualidades son más numerosas que los hechos, pero preferimos creer cosas más irreales y etéreas, mis sentimientos hacen que al recordar a mi amigo me emocione y quiera creer que lo que fue casualidad fuese el último adiós de Fermín. Además, ¿Por qué iba a despedirse de mí y no de Lucía o de su madre por ejemplo?
Y ahora...............
ENTRE FANTASMAS
Pedro Fuentes
Capítulo I
Era una noche sofocante de un dieciséis de agosto.
De pronto sentí un chorro de aire frío sobre mi nuca, hombros y parte superior de la espalda, noté una tenue caricia sobre el brazo derecho, algo tan suave como una pluma se deslizó en contacto con mi piel, rápidamente me volví, ante mí, había algo plano, traslúcido y etéreo.
Dado mi escepticismo pronto empecé a dar una explicación lógica a lo vivido. Entre sueños, con el calor que hacía, me había echado sobre la cama, al lado de la ventana y con el torso desnudo, me quedé dormido envuelto en sudor, a eso de las tres se empezó a desencadenar una típica tormenta de verano, cambió el viento y una racha de aire frio, acompañada de la brisa húmeda del mar entró por la ventana abierta del piso en el paseo Marítimo, con la fuerza de la racha, la cortina, de diseño, de translúcidos colores se desplazó sobre mi espalda, rozándome suavemente. Abrí los ojos y las luces del paseo, a través de la transparente cortina color crema y pintada a mano con círculos dispersos e irregulares, me hicieron ver lo que no había.
Tengo por costumbre cuando me despierto por la noche, mirar el reloj despertador y ver a qué hora me despierto, eran las tres y trece minutos, ajusté un poco la ventana para evitar el aire frío de la tormenta y un poco destemplado, me envolví en la sábana y me quedé dormido.
A las ocho de la mañana sonó insistentemente el teléfono, lo cogí y conocí la voz de Lucía, la mujer de Fermín, mis mejores amigos.
¡Federico! Me dijo, Fermín ha muerto esta noche.
¡Cómo! ¿Qué dices? No puede ser, ¿Cómo ha sido?
Anoche, después de cenar, cuando estábamos viendo la tele, empezó a sentirse mal, como no se le pasaba y sabes que tenemos aquí, al lado el hospital, fuimos a urgencias porque decía que no quería meterse en la cama así.
Resultó ser un ataque de miocardio, le volvió a repetir y a eso de las tres y diez falleció. Intentaron todo, pero fue imposible.
No te he llamado antes porque ya no se podía hacer nada, pero ahora no sé ni qué hacer ni a quién recurrir y como sabes que no tenemos familia en la ciudad, te quiero pedir que me eches una mano.
Ahora mismo voy, Lucía, mientras tanto siéntate en algún sillón y mira de relajarte.
Mi mujer, que también se había despertado con el teléfono, al oírme, se sentó en la cama y estaba tapándose la cara con ambas manos y llorando. Cuando me oyó colgar, me dijo:
Me voy contigo, mientras te vistes preparo café y nos vamos.
Así hicimos y en menos de diez minutos salimos a la calle, no tuvimos ni que coger el coche, somos vecinos y en hospital queda entre el piso de ellos y el nuestro, en cinco minutos entramos, preguntamos en recepción y nos enviaron a una habitación habilitada para estos casos antes de que lleguen los servicios funerarios para enviar el cuerpo al tanatorio, ya que en este caso, los médicos habían pensado que no era necesaria la autopsia.
Subimos a la primera planta y enseguida vimos a Lucía, estaba en un sillón, al principio del pasillo, sentada sujetaba su cabeza con las manos y apoyados los codos en las rodillas, su aspecto era lamentable, cuando Rosa Mary la vio, corrió hacia ella y sin dejarla ni levantarse la estrechó entre sus brazos y le acarició la cara y le meció los cabellos. Cuando yo llegué ya estaban levantadas y me uní a las dos en un abrazo.
Fue muy duro, avisamos a su familia y amigos, a los que venían de fuera tuvimos que buscarles alojamiento, salvo a los padres de Fermín y Lucía que se quedaron en su casa, los dos hermanos de ella se vinieron a casa. Arreglamos todos los papeles y preparamos la incineración que se hizo al día siguiente.
Tal como Fermín había dicho siempre, a los dos días, en la embarcación de un amigo fuimos a depositar las cenizas a alta mar.
Mi mujer no se separó de Lucía en ningún momento y la amistad que nos unía se hizo aún mayor.
A los cuatro días, estando en casa, después de cenar le dije a mi mujer:
¿Sabes que la noche que murió Fermín, justo a la misma hora algo me despertó?
Tu sabes que yo no creo en esas cosas, que soy totalmente escéptico en cuestión de apariciones y de fantasmas, pero aquella noche me despertó una corriente de aire frío y me tocó la espalda y el hombro, le eché la culpa al viento y a la cortina, pero cada vez que recuerdo eso y a Fermín, un escalofrío me recorre la espalda y me pone los pelos de punta.
Rosa Mary, mi esposa me contestó:
Yo he leído muchas cosas de eso y ni creo ni dejo de creer, supongo que hay algo después de la muerte, mucha gente dice que han recibido mensajes cuando un ser querido ha muerto, quizás Fermín antes de irse te quiso avisar.
Eso son casualidades de la vida, a veces las casualidades son más numerosas que los hechos, pero preferimos creer cosas más irreales y etéreas, mis sentimientos hacen que al recordar a mi amigo me emocione y quiera creer que lo que fue casualidad fuese el último adiós de Fermín. Además, ¿Por qué iba a despedirse de mí y no de Lucía o de su madre por ejemplo?
jueves, 26 de marzo de 2015
HASTA LA VUELTA
En unas semanas no publicaré relatos, voy a tomarme unas vacaciones y aprovechar para viajar una temporada, espero estar de vuelta a finales de abril, mientras tanto, aprovecharé para terminar unos cuantos relatos que están a medias.
viernes, 20 de marzo de 2015
LA BARBERIA VIII El desenlace
LLega el último capítulo de "La Barbería" al final todo se resuelve y como siempre, lo que es bueno para unos es malo para otros.
Y ahora................
Y ahora................
LA BARBERIA
Pedro
Fuentes
Capítulo VIII
Sonó el despertador a las seis de la
madrugada, suerte que los días ya empezaban a alargar y ya estaba amaneciendo.
Me duché rápidamente, me afeité, preparé cuatro cosas y el neceser en una bolsa
de viaje. De pronto me acordé de que no había reservado el hotel, así que
esperé a que fuesen las siete menos cuarto y llamé, el guardia de noche todavía
no había abandonado recepción, me dijo que no había problema en aquellas fechas
y me reservó tres habitaciones contiguas. A las siete menos cinco bajé a la
calle con mi bolsa, a las siete menos tres minuto subió por Joaquín María López
entrando en Gaztambide un Seat 1500 color crema que parecía recién pintado por
el brillo, lo conducía Alfredo, en el asiento de atrás iba Paloma tocada con un
sombrero oscuro.
Alfredo me indicó que dejase la bolsa en el
maletero y que me sentase a su lado.
Nos pusimos en marcha y lo primero que le dije
fue que no había podido ponerme en contacto con Rosario, así que si parábamos a
repostar o descansar procuraría llamarle de nuevo en horario escolar, ya que
estaba un poco preocupado por que era su costumbre coger ella el teléfono.
Paloma dormitaba en el asiento trasero y
Alfredo era un conductor experimentado, mantenía una velocidad constante y se
notaba lo cuidado del coche, yo había llevado uno igual durante mi tiempo de
mili y sabía de qué hablaba.
Ayer me puse en contacto con mi amigo el
policía y de dijo que tenía un compañero de promoción que nos ayudaría, que
cuando llegásemos le llamase para darnos los datos. También le comenté que por
un descuido no había llamado al hotel pero que lo había hecho esa misma mañana
y ya estaban las tres habitaciones reservadas.
El viaje transcurrió sin incidencias, llegamos
al temido Despeñaperros y paramos a mitad del recorrido, donde era habitual
hacerlo, repostamos y fuimos a tomar algo y descansar un rato.
Aproveché la parada para llamar a Rosario,
nadie me contestó, lo intenté varias veces pero no obtuve respuesta ninguna de
las veces, pensé que quizás estuviese en el patio o hubiese ido a comprar, pero
eso era solamente un pobre consuelo, empezaba a preocuparme.
Cuando lo comenté con Alfredo y Paloma,
también se preocuparon, así que abusando de mi amistad llamé al policía, éste
me dijo que ya estaba casi todo arreglado, que no habría problemas, entonces le
dije lo de Rosario y si podían enviar a alguien hasta la casa. Me contestó que
haría lo posible pero no me aseguraba nada, que seguramente estaría comprando o
algo así.
Al fin llegamos, Fuimos al hotel e
inmediatamente marchamos a casa de Miguel, para no despertar sospechas,
quedamos en que fuesen Alfredo y Paloma como si estuviesen de viaje y quisiesen
saludar a Rosario.
Llegaron a la casa y nadie les abrió, entonces
llamaron a las casa de los lados y en una les dijeron que no sabían nada, en la
otra una señora de unos setenta y tantos años les dijo que la hermana del
señorito Miguel estaba con gripe y ella había ido a cuidarla a ella y a los
niños.
Ya más tranquilos nos fuimos a la casa de
Paquita.
Cuando llamaron y ella misma abrió la puerta,
por unos momentos, luego se fundieron en un abrazo de risas y lágrimas. Yo veía
la escena desde la esquina de la acera de enfrente.
Volvimos al hotel y quedamos que Rosario
pasase por allí después de comer, ya que Paquita estaba mejor, así que cuando
los niños marchasen al colegio ella vendría.
Llamé a mi amigo el policía y me dijo que
fuese a la comisaría que hablarían del asunto.
Así lo hice, quedamos en que al día siguiente
todos seríamos citados y abriríamos la barbería.
Al día siguiente, a las diez y media estábamos
esperando delante de la barbería todos, Miguel,, Paquita, Rosario, dos policías
uno de ellos el amigo de mi amigo y yo, esperábamos al enviado del juzgado. En
la acera de enfrente se había reunido un montón de personas expectantes, entre
ellos pude reconocer al dueño del bar de enfrente y a los vecinos a los que yo
había entrevistado.
Apareció el juez, su secretario y un
cerrajero, le preguntó a los presentes si alguien tenía las llaves, al no
responder afirmativamente nadie, dio las órdenes oportunas y el cerrajero
procedió a la apertura de la cancela metálica y luego a la puerta de cristal,
cosa que le costó más, se retiraron montones de hojas, papeles y porquerías que
se acumularon durante casi diez años, fecha en la que se había abierto la
puerta.
¿Alguien ha tenido las llaves alguna vez? Dijo
el juez.
Miguel dijo:
Yo las tuve, pero hace diez años, cuando me
fui a mi casa las dejé en casa de mi tío.
¿Quién vive allí ahora?
Yo, dijo Paquita, allí hay un cajón lleno de
llaves pero la mayoría no tienen etiqueta y no sé ni de donde son.
Una vez dentro, todos hicieron un semi círculo
pegados a la pared, enfrente de los espejos de la barbería. En las estanterías
estaba las botellas de lociones, en el mostrador reposaban las máquinas de
cortar el pelo y las navajas del afeitado, en un rincón, al fono había seis
asientos unidos unos a los otros y en medio unas revistas y un ABC de 18 de
Abril de 1954.
Frente al semicírculo nos encontrábamos el
juez, el secretario y un policía, el otro policía se encontraba franqueando la
puerta de entrada.
El juez le dio la palabra al subinspector y
este me la cedió a mí.
Hice un sucinto relato de los hechos y los que
me habían llevado allí y dije a boca de jarro:
Usted, y señalé a Miguel, el día dieciocho de
abril de 1954, a última hora vino a la barbería con el pretexto de que su tío
le afeitase, así que después de cerrar se sentó en ese sillón y su tío le
empezó a afeitar, cuando se volvió para preparar el jabón, le clavó un cuchillo
en la espalda.
Llevaba unos días planeándolo, se había
enterado de varios asuntos, el primero que su tío era el hermano por parte de
padre de Rosario, aquí presente, por lo cual no iba a heredar nada, además su
tío llevaba una doble vida en Madrid, tenía relaciones con otro hombre y quería
dejarlo todo y marcharse con él, cosa que usted no comprendía y que era una
mancha para su honor.
Eso tendrán que demostrarlo, dijo Miguel.
Alfredo se aclaró la vos y sacó unos papeles
de un porta folios y dijo: Yo soy ese hombre de Madrid, aquí tengo los papeles
del padre de Rafael que demuestran que Rosario era su hija, además me dejó un
documento que eran sus últimas voluntades por si le pasaba algo. Todo quedó en
el olvido cuando desapareció, la primera que dijo de ocultarlos fue Rosario que
no quería formar un escándalo, eran otros tiempos y estas cosas no se veían con
el mismo prisma que ahora.
Sin cadáver no hay asesinato, además, todavía
no han demostrado nada. Dijo Miguel.
Usted, una vez su tío muerto, lo troceó, no le
importó nada la sangre, lo tenía previsto, si había preparado la coartada de
que su tío, en un descuido, afeitando a un viajero anónimo, le había cortado la
yugular, como ya he dicho, una vez troceado, aquella noche hizo un agujero aquí
mismo, debajo de ese sillón en el que usted fue el último cliente, ahí enterró
las partes no reconocibles de su tío, piernas, brazos y tronco, la cabeza, los
pies y las manos se las llevó en un saco de esparto y las enterró en la finca
que su familiar tenía a las afueras. Entre otras cosas, usted no se dio cuenta
de que su tío fue herido en el tórax durante la guerra y eso nos dará la
prueba, el resto, lo metió en la fosa hecha debajo del sillón, e incluso tuvo
la macabra idea de cortarle una oreja para dar más realismo al afeitado y la
dejó en la papelera de al lado como si se hubiese perdido. Metió los restos es
otro saco y los roció de ácido, luego lo tapó y puso el sillón encima, luego se
fue a su casa y a los dos días fue a la policía alarmado por la desaparición de
Rafael.
Usted y su hermana, cómplice sin saberlo,
propagaron el bulo de que había desaparecido y que estaba escondido en casa de
un amigo. Cuando la policía hizo todas las pesquisas, en lugar de quitar la
sangre con un buen fregado, para corroborar la leyenda, la “limpió” con ácido,
con lo cual creó esta mancha que parece de sangre y que no desaparece. Con lo
cual nadie quiere comprar el local ni usted vender.
El juez hizo una señal al policía de la puerta
y éste hizo entrar una brigada de tres albañiles que empezaron a escava,
después de retirar el sillón, a metro y medio bajo tierra encontraron el saco y
dentro unos huesos carcomidos por el ácido.
Miguel fue detenido, Rosario y sus amigos se
abrazaron y emprendieron una nueva vida, Rosario heredó a su hermano y le cedió
la casa a Paquita en usufructo de por vida.
Alfredo, su hermana Paloma, Rosario y yo,
volvimos en el 1500 a Madrid, ahora, en el asiento de detrás iban las dos
señoras.
Cuando están en Madrid los visito bastante a menudo,
si voy a Andalucía y están allí nos vemos también.
FIN
viernes, 13 de marzo de 2015
Preparando un nuevo viaje (La Barbería VII)
Nuevos descubrimientos y nuevas pistas en Madrid,, hay que volver a Andalucía, pero será acompañado, se van aclarando las cosas, pero ¿Qué nuevos misterios pueden aparecer?
Y ahora..............................
Y ahora..............................
LA BARBERIA
Pedro
Fuentes
Capítulo VII
Don Alfredo se quitó las gafas que llevaba,
cogió la copa y tomó un trago, luego dijo:
Sí, no ha descubierto nada, estamos seguros de
que fue asesinado pero no sabemos dónde pueden estar sus restos, Rafael no se
habría marchado sin mí, yo era su amor, si, no se equivoca, Rafael y yo éramos
pareja desde el primer día que nos conocimos en el cuartel de Guardias de
Asalto.
Entonces……., dije mientras pensaba lo que iba
a decir, entonces, si Rosario no era el gran amor de Rafael, era……. La hermana
por parte de padre de Rafael. ¿Ustedes los sabían?
Si, también lo sabíamos, pero lo manteníamos
en secreto, en aquellos tiempos estas historias de amor se mantenían en
secreto, primero con la República, luego con la Guerra Civil y después con la
dictadura había que silenciar muchas cosas por miedo a chantajes y represalias.
El cuerpo de Rafael desapareció y nadie sabe
dónde está. Esa sería la primera cuestión a descubrir y usted no creo que sepa
nada.
Sí, lo sé, o más bien lo sospecho, ¿Estarían
ustedes dispuestos a venir a Andalucía conmigo? Tengo amistad con un policía
aquí en Madrid que nos puede poner en contacto con compañeros suyos en Andalucía
y que nos puedan ayudar.
Mi coche es muy pequeño para desplazarnos tres
personas, pero podríamos alquilar uno o coger el tren.
Yo conduzco, dijo Alfredo y tengo un Seat 1500
muy cuidado y en buen uso.
Yo cuando voy allí, me hospedo en un pequeño
hotel en el centro, muy limpio y agradable, si quieren nos alojaremos allí. Yo
esta tarde llamaré a mi amigo y que prepare las cosas para mañana y nosotros
podemos salir temprano. Además llamaré a Rosario para avisarles de nuestra
visita y para que no hable ni comente nada con nadie, si es lo que yo pienso,
podría correr peligro.
Puede llamarla desde aquí dijo Alfredo y me
indicó el teléfono en la mesa del despacho.
Cogí el aparato y después de marcar, a las
tres señales de llamada contestó una voz de hombre. Colgué rápidamente. Era la
hora en que Miguel ya había vuelto del colegio, volveré a llamar a las dos
horas dije en voz alta.
Le conté a los hermanos lo que había quedado
con Rosario y quedé en llamar luego, a las dos horas.
Ahora me marcho porque quiero localizar a mi
amigo el policía, ¿A qué hora podemos quedar para llegar antes de la hora de
comer?
Por nosotros, si quiere, podemos pasar a
buscarlo a las siete, ¿Dónde vive?
En Argüelles, en Gaztambide. Les di las señas
completas y quedamos a las siete en la puerta de casa.
Salí a la calle y en la primera cabina que vi
llamé a mi amigo el subinspector, ya había salido, repetí la llamada a su casa
y no estaba, sabía por dónde iba normalmente a tomar una copa después del
trabajo, así que me dirigí allí, una cafetería al lado de mi casa, ya que él
también vivía por allí, efectivamente lo encontré en “Emperador”, estaba
haciendo barra junto con una rubia teñida despampanante.
¡Paco! Necesito que me hagas un favor.
Dime, contestó el policía.
Lo separé de la barra y le dije lo que quería,
lo llamaría al día siguiente al medio día para saber dónde tenía que ir.
No será fácil, me dijo Paco, es un caso que
está cerrado hace mucho tiempo y no sé si alguien se querrá mojar, aunque estoy
pensando que tengo un amigo de promoción y está loco por destacar para
conseguir un destino mejor, lo llamaré esta noche, porque tengo sus señas en
casa.
Pero tienes que Ir por tu casa, así que más te
vale que vayas por allí y dejes a la rubia para otro día.
Tranquilo, esto es un ligero pasatiempo, te
conseguiré lo que quieres.
A propósito, qué ganas tú con esto, me dijo.
Nada, solamente resolver una historia que me
trae de cabeza desde que tenía nueve años.
Bueno, mañana me llamas y te diré a quién
tienes que ir a ver, ahora ven conmigo y te invito a una copa con la rubia.
Me cogió del brazo me llevó tras de sí.
Mira, rubia, te presento a mi amigo Pedro. Es
escritor y detective en los ratos libres.
La rubia se acercó a mí y me plantó dos besos
con olor a perfume barato.
No me llamo así, soy Coby.
¿Coby? Dije yo.
Si, de Covadonga.
Ah sí, como la de Asturias, contesté.
Pedí un whisky con hielo y seguimos la banal
charla hasta que se terminó, entonces me despedí y marché, al llegar a la
puerta, cuando ya no me veían, me limpié con la mano las mejillas por si
quedaba en mi cara restos de lápiz de labios.
Llegué a casa y llamé a Rosario otra vez, al
primer toque de llamada me respondió la misma voz de hombre, que suponía de
Miguel. Me quedé bastante preocupado, ya que no era lo normal. Cené y me fui a
dormir, mañana había que madrugar.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)