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miércoles, 21 de marzo de 2018

LUCÍA Capítulo XXII


Nuevo capítulo, éste, el XXII es el de unión entre "La muchacha de una sola....." ¿Qué pasará en estos capítulos que quedan para el final de la historia?

Sigan leyendo y lo sabrán. Conocerán lo que el destino le depara a nuestra protagonista.

Y ahora................




LUCÍA

Pedro Fuentes


Capítulo  XXII

Los cuatro días que quedaban hasta el  sábado, fueron un suspiro, todo pasó como un rayo, durante el día no se vieron, luego, a la salida del “Waiquiqui” alrededor de las doce de la noche, se refugiaban en los brazos de ambos hasta el amanecer, luego Lucía huía hasta su casa donde se acostaba un par de horas, luego le preparaba el desayuno a su madre, que al parecer no sospechaba nada, y a continuación se dedicaba a las labores del hogar como si nada pasase.

El viernes solicitó a Pepe salir a las doce, como los días de entre semana y ambos amantes se fueron a casa de Ricardo, que ya tenía todo recogido y el piso dispuesto para que la agencia encargada lo limpiara y alquilase.

“Fue un tanto cobarde con respecto a Mary Luz, nunca se atrevió a decirle que no, le tenía un miedo atroz, si alguna vez insinuó algo, ella entraba en cólera y le amenazaba incluso con sus hermanos, además, se encolerizaba y le chillaba y lloraba, así que pensó que la distancia es el olvido, como decía la canción y pensaba marcharse sin decirle nada, luego, a 700 kilómetros y por carta   sería más fácil.

Llegó el momento, arregló todo, alquiló el piso y estuvo unos cuantos días despidiéndose, de sus amigos, de verdad solo dos, sus compañeros de trabajo, su media familia el militar y su esposa, el grupo de teatro y en último lugar el bar donde  trabajaba  ”la muchacha de una sola pierna” aunque nadie la llamaba así ya, pero si con mucho respeto Lucia “la encargada”.

No creyó nunca Ricardo que en esa despedida, Pepe el Jefe, Lucía la Encargada, las tres chicas que allí trabajaban, Pepi, Sole y Rita y él mismo terminasen llorando. De Lucia se  había despedido el día anterior.

En aquella despedida Lucía le dijo:
Espero, Ricardo, que encuentres la felicidad, tú y yo sabíamos que lo nuestro tenía fecha de caducidad, fue bello mientras duró, ambos hemos sido felices, te recordaré siempre.

Al día siguiente, con el coche ya cargado, se despidió de Mary Luz y de sus dos hermanos, un beso y un hasta pronto.

Subió a su Renault Dauphine, fue por Sainz de Baranda, Doctor Ezquerdo, Joaquín Costa y salió a Avenida de América, buscando la Nacional II y cuando estuvo en ella, conectó un casete de Peter, Paul and Mary la primera pieza en sonar fue “500 millas”"

Cuando Lucía llegó a su casa, se metió en su cuarto y estuvo llorando durante horas, hasta que se durmió rendida por tanto llanto.

Era casi la hora de comer, cuando su madre abrió la puerta de la habitación preocupada, ya que Lucía, por poco que durmiese, no pasaba tantas horas en la cama
.
¡Lucía!, ¡Hija! ¿Te pasa algo? ¿Te encuentras bien?

No, madre, no pasa nada, dijo Lucía mientras se sentaba en la cama.

Su madre, al ver aquellos ojos hinchados de tanto lloro le dijo:

¿Ya se ha ido?

Si, madre, ya se ha ido, no pensé que me doliese tanto su partida, pero ha sido el tiempo más feliz de mi vida, por muchos años que pasen, no olvidaré a Ricardo, siempre seguirá ocupando mi corazón.

Su madre se acercó a ella, se sentó a su lado y la rodeó con su brazo. Siento mucho todo lo que te he dicho, verás como con el tiempo todo se arreglará.

Gracias, madre, me voy a duchar y luego prepararé en un momento la comida.

Se puso de pie y se dirigió al cuarto de baño.

Engracia se levantó y se fue al salón. Lucía no vio que a su madre se le escapaban unas lágrimas.

Bajo el agua caliente de la ducha, Lucía se sintió relajada, luego se arregló y se metió en la cocina a preparar la comida, comió con su madre y se echó un rato hasta la hora de ir al bar, se arregló y marchó.

Aquella tarde y noche, se le hizo eterna, cada vez que se abría la puerta del local, su corazón sufría un sobresalto, miraba rápidamente con la vana esperanza  de que fuese él, pero no, él ya no volatería esas horas ya estaría en Barcelona.

Cuando salió del trabajo, sin saber cómo ni por qué, se dirigió en dirección contraria a su casa, fue hacia la calle Galileo, llegó a la puerta del piso de Ricardo las ventanas estaban cerradas, la más oscura realidad lo invadía todo, pero de pronto se dio cuenta de que alguien conocido estaba casi a su lado haciendo lo mismo que ella, le resultó conocida, era una chica de unos cinco años mas joven que ella, le resultó conocida, si, claro había visto una foto de ella en  la cartera de Ricardo.

La miró fijamente a la cara y de su boca salieron unas palabras que nunca  debió decir,
Ricardo no volverá y si lo hace no será contigo.

¿Quien eres tú?

Lucia, su amante. Dicho esto, dio media vuelta y se marchó llorando.


miércoles, 7 de marzo de 2018

LUCÍA

Nuevo capítulo de Lucía, la historia de "La muchacha de...." relato recogido en este mismo blogg, los principios de su vida y la continuación de su historia.



LUCÍA  

Pedro Fuentes

Capítulo  XXI





Lucía pasó el resto de la tarde arreglando y preparando cosas, ya que era el domingo el día que aprovechaba para hacer y recoger lo que no había hecho durante los días anteriores al tener a su madre en el hospital.

A media tarde su madre se despertó de la siesta y ya no pudo hacer nada más, ya que su madre acaparaba toda su atención, incluso quiso salir a la calle a dar un pequeño paseo, cosa no muy recomendable, ya que la tarde era fría, pero al fin, Lucía accedió a dar una vuelta a la manzana, cosa que hicieron  casi a paso rápido.

Mientras estaban cenando, sonó el teléfono, era Ricardo.

¡Hola! Lucía, ya estoy libre, ¿Quieres que nos veamos?

¡Hola!, Ricardo, va a ser muy difícil, porque mi madre está aquí y estamos cenando, no tengo ninguna excusa, nos veremos mañana en el bar y luego podremos estar un rato juntos, pero hoy me temo que es imposible.

Bueno, de acuerdo, mañana por la noche me pasaré por el bar.

Vale, pero que sea casi a la hora de cerrar, no sea que haya trabajo y no pueda estar por ti.

Nos veremos entonces mañana.

Lucía colgó y una lágrima corrió por su mejilla derecha, hubiese podido dar cualquier excusa para salir, pero no quería tampoco que Ricardo pensase que ella estaba allí para satisfacer sus caprichos, y más sabiendo que habría pasado toda la tarde con su novia.
Todo el día siguiente Lucía lo pasó pensando en qué se pondría para ir al bar. Cuando llegó la hora, fue a casa de la vecina y le comentó que le dejaba a su madre todo preparado y que ella se iba a trabajar y que quizás tardaría un poco más de lo habitual.
Le dijo a su madre que en caso de cualquier necesidad, que llamase a la vecina, la dejó viendo la televisión y salió de casa, hacía un frío atroz, con un día así, habría pocos clientes, quizás así cerrarían un poco antes.

Ya en el bar, sus compañeras y Pepe celebraron volverla a ver, antes de abrir se tomaron unos cafés y charlaron un rato, luego entraron los primeros clientes, los de cada día, los cuatro compañeros de la imprenta de al lado, saludaron a Lucía y se alegraron de verla allí de nuevo.

Eran cerca d las diez cuando se abrió la puerta y entró Ricardo, cuando Lucía lo vio, estuvo a punto de salir de la barra a abrazarlo, pero luego, viendo que había muchos clientes, se contuvo y cuando llegó a su altura, le besó suavemente en los labios y se saludaron como si acabasen de verse.

¡Hola!, cariño, ¿Qué quieres tomar?

Ponme un Dic con hielo, y tómate tú lo que quieras.

Lucía le puso el whisky y luego le añadió el hielo, tal como a él le gustaba.

Ricardo le pagó la consumición, para que nadie pudiese decir nada y dijo:

Voy a jugar un rato a la máquina para hacer tiempo, no quiero que Pepe crea que te estoy entreteniendo. Se fue hacia una de las máquinas y echó unas monedas, encendió un cigarrillo,  tomó un trago y se puso a jugar a la máquina. La bola saltaba impulsada por los mandos y sonaba, Ricardo se movía a compasadamente, haciendo que la bola fuese lo más cerca posible de lo que él quería.

Cuando se cansó de jugar, habían pasado tres cuartos de hora y aprovechando que Pepe estaba sentado al lado de la caja y no había nadie a su alrededor, se fue a hablar con él.

Hola, Pepe, ya ves, todo se acaba, ya he terminado la mili, parecía que no terminaría nunca.

Si, desde luego, se hace muy larga, pero tú no parece que lo hayas pasado del todo mal.
No, lo único que he estado toda la mili en el campamento, pero por lo demás no ha estado mal.

¿Qué planes tienes ahora?

Bueno, la semana que viene me tengo que incorporar a la empresa, pero en Barcelona, así que el domingo me voy y no sé por cuanto tiempo, porque me han propuesto para un cargo y la verdad, en estos casos, tienes que estar a disposición de la empresa las veinticuatro horas del día.

Eran casi las doce y el bar estaba vacío, los lunes no venían clientes hasta altas horas, así que Pepe dio la orden de cerrar, Lucía entonces salió deprisa a cambiarse y en cinco minutos estaba ya en la puerta, Se volvió y dijo:

Adiós a todos, hasta mañana.

Salió a la calle, cogió a Ricardo del brazo y se dirigieron a la calle Galileo, la noche era fría pero ninguno de los dos sintió que estaba empezando a helar.

Llegaron al piso de Ricardo y en segundo estaban tumbados encima de la cama desnudándose el uno al otro apasionadamente, tanto que algún botón saltó descosido por resistirse a los nerviosos y ansiosos dedos, sabían que ya no quedaban sino cinco días para decirse adiós.

Cuando sonaron las cuatro en un reloj de alguna casa cercana, Lucía se levantó, fue al baño, se vistió y luego, ya una vez arreglada, se acercó a la cama y despertó a Ricardo con un beso.

Adiós, amor, hasta mañana que nos volveremos a ver.

Salió procurando no hacer ruido y bajó hasta la calle, el frío era tremendo, levantó el cuello de su abrigo, se tapó la cara con la bufanda y marchó hasta su casa. Cuando llegó allí se descalzó al llegar a su piso y entró sin hacer ruido, se metió en la cama y se arropó embriagada con el olor que todavía perduraba en su cuerpo de la unión del sudor de los dos amantes.




miércoles, 21 de febrero de 2018

LUCÍA Capítulo XX


Un nuevo miércoles, otro capítulo de Lucía  la mujer que llamaron "La muchacha de una sola pierna" cuando llegó del pueblo que tuvo que abandonar por la mala intención de unos y las habladurías de otros.



Y ahora............



LUCÍA


Pedro Fuentes


Capítulo  XX




El domingo, a las diez y media, Rosario salió de su casa, tenía permiso como cada domingo para llegar a las nueve de la noche, sus patronos, el domingo se iban a comer fuera, pero la cena la hacían en casa y Rosario llegaba a tiempo para preparar la cena, así que subió hasta la plaza de Iglesias y allí, compró una bandeja de pastelistas para llevarle a su tía, luego bajó por Juan de Austria hasta Raimundo Lulio. Llamó al timbre y Lucía se apresuró a abrirle, acababa de servirle el desayuno a su madre y ya estaba arreglada.

Se saludaron con un par de besos en la mejilla y luego saludó a su tía que seguía sentada en la mesa.

¿Qué tal, tía? ¿Cómo te encuentras? Ahora en casa supongo que mejor, si quieres voy a ayudar a Lucía con la comida, que verás que tendrá más sabor, casi como si hubiésemos echado sal y luego si queréis, como hace buen día, si el médico te lo permite, bajamos a la calle y andamos un poquito, podemos ir a la plaza de Olavide.
Lucía terció: Si, un ratito me ha dicho el médico que puede salir, además dijo el doctor que es bueno que ande, que vaya cada día aumentando el paseo.

Engracia se animó con la idea y se puso a ver la televisión hasta que las muchachas salieran de la cocina.

Engracia y Lucía entraron en la cocina.

¿Qué vamos a hacer? Dijo Rosario

Si te parece podemos hacer unos macarrones y luego un poco de pollo a la plancha.
Bueno, primero ponemos el pollo con romero, tomillo, un poco de pimienta y orégano, le pondremos a macerar con un poco de aceite para que las hierbas se adhieran.

Mientras iban sacando las cosas y preparándolas, Rosario empezó a cantar, poco a poco se iba animando imitando a doña Concha Pique, la verdad es que lo hacía bastante bien, tenía buena voz y entonaba bien aunque nunca había estudiado ni canto ni música.

Caray, prima, no sabía yo que cantabas tan bien.

¿Qué tal vas de amores? Dijo Rosario
.
Esta noche vendrá, hoy ha sido la jura de bandera y ahora tendrá unos días de permiso, luego vuelve al campamento y ya se licencia.

¿Y después?

No lo sé, estará a la espera de que en su empresa lo envíen creo que a Barcelona.
¿Y te llevará con él?

No hemos hablado de eso, además, yo no me puedo ir, aquí tengo el trabajo y a mi madre.

¿Qué pasará?

No lo sé ni me importa, he pasado con él los mejores ratos de mi vida, puedo vivir de recuerdos toda la vida; si me olvido de él, puedo morirme.

Ya te lo dije una vez y te lo vuelvo a repetir aunque te enfades conmigo, creo que ese chico se está aprovechando de ti
.

No, desde el primer momento que lo conocí hemos tenido claro que nuestra relación tenía principio y fin, él me ha dicho siempre que me tiene mucho cariño y que me quiere, pero que no está enamorado de mi y yo lo quiero, creo que lo amo y que estoy enamorada de él, pero eso no es suficiente, ¿Lo amo? Si, ¿Estoy enamorada de él?

¿Qué es el amor? No lo sé.

Yo tampoco lo sé, pero es tan malo quedarse sola, sin alguien que sabes está ahí y en quien te puedes apoyar cuando lo necesites.

Pero eso no es amor, puede ser amistad, puede ser egoísmo, pero no es amor. Puedes quererlo, porque el roce hace el cariño, pero amor, lo que es el amor, no se encuentra ahí, el amor es ser uno solo de la unión de dos.

Bueno, es muy complicado, no es nada fácil de saber ni entender.

¿Y tú y Fernando? ¿Salís en serio?

No lo sé, salimos, nos vemos a menudo, casi cada jueves y domingo, pero no hemos hablado nunca de nada en serio, la verdad es que Fernando casi cada día me pregunta si sé algo de ti.

Pero si solamente nos veíamos en el autobús y aquel día que fuimos a bailar y empezaron todos mis males
.
¿Qué te pasó con Antonio?

Ya te lo conté, quiso aprovecharse de mí en el coche.

¿Por qué fuisteis a denunciarlo? ¿No sabíais que no pasaría nada?

No se puede pasar por esas, si todas las que hemos estado en sus manos.
 hubiésemos denunciado, quizás ahora no estaría tan tranquilo.

Toda su pandilla hablaba de ti como si hubiesen estado contigo y que fueses una puta, ahora si que no podréis ir al pueblo. Mi madre no sabe nada de nada ni yo le he contado que te he visto aquí en Madrid, pero siempre me dice que le gustaría saber de vosotras y poder veros. En el tiempo que llevo aquí ha venido una vez, al médico, pero no sabe ni dónde estáis, ni si en Madrid o en otro sitio.

Tu tía no quiere que sepan de nosotros ni que sepan que trabajo en un bar de putas como ella lo llama y si no fuese porque Genaro nos ayudó y está siempre aquí pendiente de ella, tampoco querría ni verlo. En realidad es una puritana.

Bueno, ya tenemos la comida preparada para darle el último toque luego, como verás, ni al sofrito le hemos puesto sal, con las especias le daremos otro sabor. Si a tía le gusta el ajo, siempre puedes aliñar con ajo, ya sea crudo o frito, además coge una aceitera y ponle dentro unos ajos partidos y un par de hojas de laurel rajadas y aliña con él las ensaladas y las judías verdes. Ahora, si te parece, cogemos a tu madre y salimos a pasear un rato.

Las muchachas salieron de la cocina, ayudaron a Engracia a terminar de arreglarse y salieron a la calle rumbo a la plaza de Olavide, pasearon por la plaza aprovechando que el sol calentaba bastante para el tiempo que estaban, luego subieron por Santa Feliciana hasta Juan de Austria hasta Raimundo Lulio, Engracia iba en medio de las dos jóvenes cogida de ambos brazos, pero hablaba con Rosario, toda la conversación se circunscribía a las preguntas que Engracia hacía sobre la vida en el pueblo y vida y milagro de los paisanos. Rosario, que además de “pasar” de sus vecinos, iba con pies de plomo para no hablar de según qué temas, no sabía qué contestar, Lucía que veía la situación intentaba cambiar de tema, hasta que llegó un momento que le dijo:

Vale, madre, si tanto quieres saber, si quieres hacemos un viaje al pueblo y vemos a la gente.

Si, para que nos pongan como “vuelta de perejil”

No, madre, si acaso me ponen a mi y la verdad es que “me importa un pito” todo lo que puedan decir de mi, de bueno o de malo. La gente habla muchas veces para esconder sus vergüenzas, como dice el refrán, “ninguna puta quiere ser sola” Aprovecha la ocasión, pero si dices que no quieres ir, que sea para siempre, porque habrá pasado tú última oportunidad y solo irás con los “pies por delante” para que te entierren con la familia y se retuerzan en sus tumbas.

Desde luego, Lucía, desde que estás en ese barucho, hablas como un carretero.

Rosario, por cambiar de tema dijo:

Tía, quieres que le diga a mi madre que os he visto y que estáis bien en Madrid.

Bueno, díselo, pero no nombres nada de lo de tu prima.

Por mí puede decir lo que hago y con quién lo hago.

Llegaron a casa, en un momento terminaron de preparar las cosas y comieron, con más o menos armonía. Después del café, Engracia se fue a dormir la siesta y Lucía le dijo a su prima:

¿Has quedado esta tarde con Fernando?

Bueno, no exactamente, nos vemos normalmente en una cafetería de Almagro, si uno no puede ir, pues no va.

Creo que debes ir y si crees oportuno le puedes decir lo que quieras de mi, dónde trabajo y que salgo con un chico, así quizás se olvide de mí.

No, por ahora no diré nada. Si te parece me voy marchando


Bueno, yo me quedo a esperar la llamada de Ricardo, supongo que será a última hora, le pondré una escusa a mi madre y marcharé un rato.

miércoles, 7 de febrero de 2018

LUCÍA Capítulo XIX






Otro miércoles y otro capítulo de Lucía, la historia de esta muchacha que tuvo que enfrentarse a la realidad de la vida y aprender de ella al mismo tiempo.


Y ahora...................

LUCÍA


Pedro Fuentes


CAPÍTULO   XIX







Tal y como había dicho el cardiólogo, al día siguiente, cuando pasó a las diez de la mañana, firmó el alta, le dio a Lucía un montón de indicaciones y varias recetas de los medicamentos que ya de por vida tendría que tomar y les dijo que al más mínimo síntoma de arritmias o dolor en el pecho, no esperasen, que llamasen una ambulancia o un coche si pensaban que éste sería más rápido y fuesen a urgencias.

Lucía tomó nota de todo y empezó a recoger mientras llegaban los informes y el alta que tardaría un poco por los trámites administrativos.

Engracia estaba bastante animada dentro del estado de los últimos días, ya que el médico le había dicho que debería andar mucho, que al principio fuese poco a poco y aumentase la distancia día a día. Le habían puesto un régimen bastante estricto, pero eso no le importaba, no era de mucho comer.

A las once y cuarto, bajaron a la calle y tomaron un taxi que las llevó hasta Raimundo Lulio.

Fueron recibidas en casa por las vecinas de la planta, le comentaron que no se preocupase por nada y que cualquier cosa que necesitase que lo pidiese, pero que tenía que reposar.

Cuando al fin se quedaron solas, Lucía mandó sentarse en el salón a su madre y se dispuso a organizarse, primero la ropa sucia a la lavadora, después la cocina y luego preparó la cama de su madre para que se echase la siesta después de comer.

Mientras la comida estaba al fuego, llamó a Pepe y le comunicó que ya estaban en casa y que el lunes ya empezaría a trabajar. Luego llamó a su tío Genaro y éste quedó en ir un rato por la tarde a hacerles compañía y a quedarse con su madre por si tenía que hacer algún recado. Telefoneó a continuación a su prima para comunicarle que estaban en casa y que el domingo la esperaban a comer y a pasar el día con ellas.

Engracia conectó la televisión y ya parecía que se le pasaban los males, incluso algo del mal genio con su hija. Ésta le había comunicado que el lunes empezaría a trabajar, pero que la vecina se quedaría con ella por lo menos hasta la hora de la cena.

¿Quieres que te traiga algo mientras preparo la comida?

No, ya me esperaré
.
Lucía se apresuró en la cocina y preparó rápidamente unas verduras cocidas y sin sal y unas rodajas de merluza a la plancha. Mientras se preparaban las verduras, puso la mesa. Cuando todo estaba dispuesto, avisó a su madre y ésta se sentó a la mesa.
“Puaf” que malas están estas verduras, les falta sal.

No, madre, no tienen nada de sal, tú no puedes comer con sal y yo, para animarte, tampoco tengo sal, la tienes prohibida, ponte un chorrito de aceite de oliva por encima y si quieres te pico un ajo para darles algo de sabor, yo lo voy a hacer con las mías, además en el hospital no te ponían sal y no te quejabas.

Allí estaba enferma, pero aquí ya estoy bien.
Si quieres seguir bien, tienes que comer sin
 sal, lo han dicho los médicos.

Lucía se levantó de la mesa, fue al trinchante, donde había dejado los papeles y le llevó una hoja a su madre.

¿Ves lo que pone aquí? Todos los alimentos sin ninguna sal, los que ya llevan sal en su elaboración, como el queso, el jamón, los embutidos, etc. Prohibidos, las grasas y los fritos, prohibidos, la leche y derivados, desnatados. ¿Quieres que siga leyendo?

Para eso, mejor no comer o morirme,

Puedes hacer cualquiera de las dos cosas, ya eres mayorcita para aceptar esos sacrificios, pero yo no voy a hacer nada más, no tienes edad para que te de unos cachetes. Procuraré hacer la comida con más especies para darle un sabor más agradable, yo no estoy mala y me sacrifico para que tú no lo pases tan mal.

Esta porquería no la voy a comer, me marcho a la cama.

Bueno, haz lo que quieras, avísame cuando quieras comer que te calentaré las verduras y el pescado y luego una fruta, pero antes de irte, tómate las pastillas que te he preparado al lado del agua en ese plato.

De mala gana y peor cara, Engracia se metió las pastillas en la boca y las tragó con medio vaso de agua, luego se levantó y se dirigió a su habitación.

Al cabo de 15 minutos, sonó el teléfono.

Si, ¿Dígame?

¡Hola! Soy Ricardo, ¿Lucía?

Si, dime, soy yo.

Me ha dicho Pepe que ya estabas en casa, ¿Qué tal está tu madre?
No me digas nada de ella que estoy a punto de matarla, ahora dice que no quiere comer sin sal y se ha ido a dormir sin comer.

Bueno, tranquila, ya se acostumbrará, cuando le venga hambre comerá sin sal y sin comida si hace falta.

El domingo juramos bandera, no podemos salir hasta la tarde. ¿Estarás en el bar por la noche?

No, hasta el lunes no empiezo a trabajar nos veremos después, si te va bien.
Vale, lo haremos así, ¿Tú como estas?

Bien, yo estoy bien, ya nos veremos.

Hasta el lunes entonces.

Colgó el teléfono e inmediatamente llamó a Rosario.

¡Hola, Rosario! ¿Puedes hablar?

Si, dime.

Lucía le explicó lo que le pasaba con la comida de su madre y le dijo:
Tú cocinas habitualmente ¿Sabes que puedo hacer para darle un poco de sabor a los platos?.

No te preocupes, el domingo iré un poco antes y prepararemos alguna cosa que no note que no lleva sal y te explicaré alguna receta. Cuando salgas, compra romero, tomillo, albahaca, pimienta y orégano y llevaré también alguna cosa, si te parece haremos macarrones y pollo a la plancha.

Vale, prima, te espero y gracias por tu ayuda.

Lucía se metió en la cocina y escondió toda la sal que pudo encontrar, luego guardó el poco embutido que había, al fondo del congelador.

Luego fue hasta la habitación de su madre, estaba

 dormida, así que preparó una nota diciéndole que iba a comprar al mercado, que volvería en un momento, luego se acordó de que con el jaleo no había terminado de comer y se sentó en la mesa a terminar el plato, verdaderamente la verdura sin sal no sabía a nada y costaba hasta tragarla.




sábado, 27 de enero de 2018

Miss Daisy




Hemos aumentado la familia


Desde hace 15 días ha aumentado la familia, ha llegado a casa una perrita Teckel de tres meses y medio.



Cuando murió Linda, una caniche de casi 17 años, decidimos que ya no tendríamos más perros, habíamos tenido a la mejor perra del mundo, pero……
Hace unos días, después de pasar por una gripe. Pensé: Cuando Linda vivía, había que sacarla a pasear a las horas que fuesen, con frío, lluvia e incluso nieve, y no me enfriaba, ahora, que me levanto tarde, que me cuido, que duermo mucho, lo pillo todo.
Cuando este comentario se lo hice a mi hija Marina, me dijo: ¿De verdad quieres un perro? Pues he encontrado una perrita en Huesca que te gustará, te envió unas fotos.
A la semana siguiente fuimos a buscarla.

Se llama Miss Daisy porque pensé: Tendré que salir a pasearla, así que yo estaré “Paseando a Miss Daisy”

miércoles, 24 de enero de 2018

LUCÍA

Un nuevo capítulo de Lucía, aquella muchacha a la que llamaron "La muchacha de una sola pierna" Relato que se puede leer en este mismo blog. Ahora contada desde el principio de la historia, con la desagradable situación por la que se vio obligada a dejar el pueblo donde nació y había vivido hasta entonces y marchar a la capital para intentar empezar una nueva vida.


Y ahora...............


LUCÍA 

Pedro Fuentes

Capítulo  XVIII


Llegó al hospital y subió a la planta donde estaba su madre, no iba nada animada, le costaba llegar, quería a su madre que además se había dedicado toda su vida a sacarla adelante, pero no era una mujer nada expresiva, era incapaz de decirle una palabra cariñosa, encima, los últimos días, desde que se había enterado de su historia con Ricardo, agravado con su trabajo en un bar de alterne o de “putas” como ella decía, no había forma de hablar con ella ni que ella le comprendiese en lo más mínimo, para su madre la vida era así, o eras como dictaban las normas o eras una pecadora, quizás a otras personas las hubiese perdonado, incluso a su prima la hubiese comprendido o aceptado, pero a ella, a su hija, a ella no, su hija era una pecadora.

No es que fuese Engracia muy religiosa o una beata, que no lo era, no había sido nunca, era el qué dirán, era de esas personas que de los diez mandamientos le sobraban nueve, el pecado era el sexo.

Antes de entrar en la habitación, la enfermera habitual, se cruzó con ella y sonriendo le dijo:

Ha pasado el doctor, ha dicho que mañana saldrá, que todas las constantes son buenas y goza de muy buena salud.

Si, pero ahora entraré yo, dijo Lucía y verás como parecerá que se esté muriendo.
Esta mañana he estado en la habitación un rato, me he sentado al lado de ella y me ha estado contando tu vida y milagros, a mi no me importa en absoluto lo que hagan las personas, a ti te veo como una mujer adulta que sabes lo que haces y no ye preocupa lo más mínimo los comentarios de tu alrededor, y lo veo muy bien, tu vida es tuya y solamente tuya.

Si, pero ¿Tú sabes lo que es vivir con una persona así que te machaca constantemente?, es imposible, ya no tengo ganas ni de venir a verla, si no fuese porque es mi madre, desaparecería y no la volvería a mirar a la cara.

Va, venga, anímate, piensa que está aquí encerrada y aburrida, verás como cuando llegues a casa todo irá mejor.

Lucía le sonrió ligeramente y marchó para la habitación. Su madre estaba sentada mirando por la ventana, ya no llevaba ni gotero ni estaba conectada a ningún aparato.
¡Hola! Madre dijo y se agachó para besarla en la mejilla, su madre se quedó estática sin mover ni un solo músculo y le dijo un hola que pareció un adiós.

¿Te ha dicho el médico que mañana nos vamos a casa?

Si, ya me lo han dicho, luego, a la tarde recoges todo lo que puedas y así mañana iremos más de vacío.

Esta mañana he ido a comprar para el domingo cuando venga Rosario a comer.
Supongo que ahora empezarás a ir a ese sitio por las noches, te habrá faltado tiempo para decirle que pronto irás, no me explico como Genaro se ha metido en esos negocios y encima meterte a ti también, claro que con la vida que lleva….., ya se tuvo que ir del pueblo por los escándalos que dio con un forastero que vino destinado allí, claro, que el otro, como no lo conocía nadie, se quedó hasta conseguir otro destino, hasta tu padre, su hermano, dejó de hablarle, al poco tiempo murió, yo creo que del disgusto.
Mi padre murió de un accidente con un tractor.

Si, pero seguro que iba distraído preocupado con lo que había pasado.

Pues cuando el hijo de puta del notario nos echó del pueblo, bien que recurriste al tío Genaro, que si no llega a ser por él, a saber que hubiese  sido de nosotros. Además, ya te hemos dicho todos que aquello es un bar normal y corriente, solo que abre por las tardes y está atendido por camareras que no se van acostando con los clientes.

Pues tú fue lo primero que hiciste y seguro que lo metiste en mi casa  en mi ausencia.
Ricardo tiene su piso aquí cerca y gracias a él yo he podido estar arriba y abajo porque me ha llevado en su coche.

Sí, también el otro te estuvo llevando en su coche y quien sabe si tú no te insinuaste.
A Ricardo lo quiero y me gusta, además, si cuando termine la mili se marcha y no lo volveré a ver, me quedará su recuerdo. Piensa en una cosa, si cuando se marche me dice que me vaya con él, no me lo pienso, ni siquiera cojo ropa interior, ni te aviso, me marcho con él al fin del mundo, ya estoy más que harta de que me trates como una puta cuando he estado atendiéndote en cada momento y encima a mi tío Genaro, que ha sido el único que te ha ayudado, lo tratas de maricón para arriba cuando a ti no te debe importar lo que hagan las personas en su vida privada.
Me voy a fumar a la calle, piensa un poco en lo que te he dicho y espero que recapacites. Se puso el abrigo sobre los hombros, sacó del bolso un paquete de LM y una caja de cerillas y salió por la puerta de la habitación apresuradamente para que su madre no viese las lágrimas que aparecían en sus ojos.

Cuando salió al pasillo, la que si la vio, fue la enfermera con la que había hablado a su llegada

¿Qué te pasa, Lucía?

Nada, lo de siempre, que no tolera que tenga un amigo, me echa la culpa de todos sus males y encima, como trabajo de camarera en un bar de copas dice que soy una puta. Tengo veinticuatro años y jamás he salido con ningún chico en serio, ahora que tengo un amigo que si no fuese por él, no aguantaría lo que estoy pasando con mi madre, me dice que soy una perdida y que no perdonará jamás que nos fuésemos del pueblo y que la gran ciudad me está devorando, porque hasta según ella, fumo.
¿Os tuvisteis que ir del pueblo?

Si, yo  tenia 19 años cuando pasó todo….., Lucía le hizo un breve resumen de lo que ocurrió con Antonio y su padre.

¡Jesús! Menuda vida, ¿Y no pudiste hacer nada?

No, esa gente tiene mucho poder en el pueblo y el sargento de la Guardia Civil estaba de su lado y nos metieron el miedo en el cuerpo.

Gracias a mi tío que me consiguió un trabajo en su bar, donde lo único que pasa es que está atendido por camareras y tenemos comisión por las rondas que consumen, ella dice que estamos practicando la prostitución. Y como encima, el único que nos ha ayudado, mi tío, que es homosexual y se tuvo que marchar del pueblo por eso, mi madre dice que somos todos unos perdidos.

¡Jesús! ¡Jesús! ¿Y todavía pasan esas cosas en los pueblos? Antes de irte, te voy a dar mi teléfono y dirección por si algún día necesitas algo. Yo vivo en un piso con tres amigas que en su día vinimos de diferentes sitios a estudiar y nos quedamos aquí para no tener que dar explicaciones a nadie y no estar atadas a falsos convencionalismos.
Bueno, me voy a fumar a la calle para despejarme.

Y yo voy a pasar por la habitación de tu madre para ver cómo “respira”.


Lucía entró en el ascensor con el cigarrillo ya en la boca y una caja de cerillas en la mano esperando para encender el pitillo nada más salir en la planta baja.