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jueves, 30 de enero de 2020

DEMASIADO CERCA DEL MAS ALLA Capítulo I




DEMASIADO CERCA DEL MAS ALLA



Pedro Fuentes



Capítulo  I



La noche era fría y húmeda, por motivo de trabajo, Domingo había tenido que ir a aquel pueblo a setenta y cinco kilómetros de la ciudad, fue para revisar el montaje de una de las tiendas de la cadena para la que trabaja.

El trabajo de Domingo es ese y  además formar a las personas que o bien porque adquieren la franquicia o porque la empresa titular los contrata para abrir una tienda y necesitan asesorar al personal.

Allí había ido porque por los estudios de mercado hechos, decían que sería un buen negocio ya que no existía ni en la población, de veinte mil habitantes, ni en las dos poblaciones  que distan seis o siete kilómetros, una al norte y otra al sur, más pequeñas pero en una comarca con alto poder adquisitivo, una tienda de dietética.
Una empleada de la firma, en la capital, natural de Villadiego del Monte, que así se llama el pueblo, dio la idea, se hicieron los estudios de mercado y se vio que era una buena plaza.

La familia de la empleada, Maribel, además tenían en la calle Mayor, muy cerca del ayuntamiento y justo antes de entrar en la plaza de la iglesia, un local que reunía las condiciones deseadas.

Se le dio la oportunidad a Maribel de ser ella la que se hiciese cargo de la tienda, la pusiese en marcha y luego seguir con ella o buscar una persona de confianza para poner al frente del negocio
.
Como ya estaba próxima la apertura,  había ido a inspeccionarlo todo y poner en marcha toda la cuestión informática.

En un principio  había acabado a las ocho el trabajo, pero Maribel, a la que Domingo conocía de la central, una muchacha de veintitantos años, cerca de los treinta, con un encanto bastante especial aunque no una gran belleza pero si agradable y simpática, le invitó a cenar, ya que a partir de entonces no se verían hasta la inauguración.

Aceptó la invitación por cortesía pero le fastidiaba un poco volver a casa de noche, en aquel tiempo de otoño y por una carretera comarcal de montaña de unos cincuenta kilómetros hasta llegar a la general.

No había peligro de heladas en aquel tiempo, pero al ser una carretera bordeada por bosques, la humedad había dejado una capa de agua en el asfalto y una ligera neblina  parecía salir  de entre los árboles hacia la carretera, eran cerca de las doce de la noche y la música del CD del coche le acompañaba.

La niebla iba en aumento, los árboles, a ambos lados de la carretera parecían figuras fantasmagóricas  extendiendo su largos brazos sobre la carretera, avanzaba lentamente y cada vez se hacía más largo el camino, todavía faltaban unos treinta kilómetros hasta la general y empezó a tener ganas de orinar, así que aprovechando un estrecho camino que salía de la carretera hacia el bosque,  con sumo cuidado de no empotrar el coche contra ninguna piedra ni caer en una cuneta profunda, salió de la carretera, paró y apagó el motor y las luces para no despistar a ningún posible  conductor.

Salió del coche y se adentró unos cinco metros en el camino.

De pronto, a la derecha, a unos veinte metros dentro del bosque y por entre los árboles le pareció ver luces que se movían, al acostumbrarse sus ojos a la oscuridad, vio lo que parecía una larga fila de antorchas o velas, un aire fresco que se levantó le traía olor a cera de velas encendidas.

Distinguió unas voces pero no adivinaba a oír ni comprender las palabras, parecían salmos pero no entendía las palabras, a veces  parecía latín y otras castellano antiguo e incluso gallego o portugués, otras veces eran canciones, pero también ininteligibles.

Domingo se consideraba más bien miedoso, no en demasía, pero no le gustaba enfrentarse a las cosas que no conoce o le parecen del más allá, pero aquello llamaba su atención, se acercó sigilosamente un poco más para intentar ver con algo de claridad, al fin pudo distinguir que la persona que iba al frente, estaba vestido con una especie de hábito franciscano pero de color blanco y con capucha, pero pese a llevar la capucha puesta le vio la cara, era alargada y demacrada, por un momento pensó  que le había visto, porque le pareció que aquellos ojos que parecían flotar dentro de las cuencas, se cruzaron con su mirada cosa improbable  porque la noche era muy oscura y la niebla cada vez era más espesa, pero de igual forma que él lo había visto, el fraile blanco también lo pudo ver a él.

El de la cara demacrada llevaba una cruz en una mano y uno especie de acetre con su isopo. Detrás le seguían como unas veintitantas figuras, repartidas en dos filas y digo figuras porque no se podía distinguir las facciones de ninguna, parecían no tener rasgos, pese a que la especie de sábanas blancas que llevaban por encima no les tapaban sino la parte de atrás de las cabezas, lo único que se veía o más bien se adivinaban, eran las cuencas vacías de los ojos.

De pronto se dio cuenta de una cosa que le sobresaltó, no pisaban el suelo, parecían flotar como a unos treinta centímetros del suelo y según pasaban, un viento frío se levantaba, pero éste no movía la llama de las velas, ni la niebla parecía desplazarse, pero llegaba el olor de la cera quemada y el aire en la cara.

Cuando terminó de pasar la procesión, dio la vuelta, lo más sigilosamente posible y llegó al coche, mirando más para detrás por si alguien o algo le seguía,  abrió la puerta, miró otra vez hacia los “fantasmas” y se sentó en el asiento.

El grito que dio fue espeluznante, el corazón pareció saltársele del pecho, en ese momento recordó de que aunque bajó del coche para orinar, no lo había hecho, un líquido caliente corrió por la entrepierna de su helado cuerpo.

En el asiento de al lado,  estaba sentado el “fraile” encapuchado, con su cruz y su acetre, era más pálido y cadavérico que cuando lo había visto presidiendo la procesión.

Se sujetó al volante con las dos manos e inclinó la cabeza hacia delante y apoyándola entre las manos lloró de pánico. Su cuerpo temblaba como una hoja en un vendaval

jueves, 23 de enero de 2020

EN BUSCA DE LA PUERTA DEL INFIERNO Capítulo VI



EN BUSCA DE LA PUERTA DEL INFIERNO



Pedro  Fuentes


CAPITULO VI


A los cinco días, cuando solo faltaban  tres días y horas, recibió Ricardo la llamada del sacerdote, le citaba en el convento  para preparar todo para el día 18.

En cuanto recibió la llamada, cogió el coche y salió para el convento, al perro lo dejó en el apartamento, ya que el sacerdote le había dicho que no era conveniente llevarlo as u presencia antes de la hora señalada, que sería el día 19 a las  04:44 horas, esa era una buena hora, ya que por esas fechas amanece muy temprano, por lo que las horas de peligro eran pocas
.
Una vez en el convento, nuevamente en el claustro, hablaron largamente sobre la estrategia a seguir, se desarrollaría todo en exorcismo en el mismo claustro, alrededor del pozo, allí se prepararía todo, Ricardo tendría que llegar como muy pronto a las tres horas, tendría una puerta para llegar al claustro, allí, fuera de la vista estaría el p. Lázaro, con todo preparado, éste daría la orden y todo se pondría en marcha, solamente  ellos dos quedarían allí, ante el peligro, sería a vida o muerte, si fallaba el exorcismo, lo más probable es que no sobreviviesen.

Planearon todo minuciosamente, luego Ricardo marchó a Valencia a comprar una serie de cosas que necesitarían, una vez con ellas marchó a su casa, hizo unos montajes y pasó el resto del día leyendo y buscando informaciones por internet.

A la mañana siguiente volvió al convento y con el sacerdote pasaron todo el día arreglando cosas  y preparándose espiritualmente contra el maligno.

El día 18 a las 15:00 horas dejaron todo preparado para esa noche, Ricardo cogió el coche y se marchó a su casa, comió y se metió en la cama hasta las 24 horas.

Luego  cogió a Trouvé, lo puso en el trasportín y se dirigió al convento, eran  las  tres  de la madrugada cuando llegó, antes de entrar sacó al perro con la cadena no fuese a irse y perderse, lo paseó para que hiciese sus necesidades, le puso agua y no quiso beber, ya empezaba a esta algo raro, gruñía y estaba nervioso como el día que le atacó en el barco.

A las 04:30 horas entró en el claustro y cerró la puerta con la llave que había preparada, el p. Lázaro no estaba allí todavía, entraría en el último minuto por la puerta del refectorio, el resto de los frailes estarían en la capilla contigua al refectorio en oración por el buen hacer del exorcismo.

Una vez dentro, Ricardo se dirigió al brocal del pozo que estaba tapado con una madera a manera de trampilla, una cadena de un buen grosor  rodeaba el pozo y pasaba por la polea, en el extremo había unos grilletes que sujetarían al perro por el cuello, el pecho y anterior a los cuartos traseros
.
Una vez atado el animal, Ricardo se situó al lado de la puerta del refectorio por donde entraría el sacerdote, allí habían instalado un cuadro de mandos y varios artilugios, necesarios para cada momento.

Eran las cuatro y cuarenta horas cuando el P. Lázaro vestido con una casulla blanca, la estola del  mismo color, en una mano el acetre con agua bendita y el  hisopo, en la otra mano el libro de los exorcismos señalados los puntos correspondientes con cintas de varios colores.

Una vez dentro pasó el acetre a Ricardo y cerró la puerta. Ricardo se acercó con él y puso el recipiente en un taburete al lado del sacerdote y volvió rápidamente a la puerta, ya de reojo vio como el animal se iba transformando en Cancerbero, cuando llegó a la puerta cerrada, lo que vio le hizo temblar.

El perro rugía, ladraba, mordía la cadena, rascaba la trampilla del pozo.

El sacerdote, que parecía rejuvenecido y poseído por una fuerza sobrehumana, abrió el libro y empezó a decirle, más que decirle, le lanzaba oraciones, Ricardo no entendía nada, de vez en cuando entendía palabras como Satanás, espíritu maligno, va de retro, vuelve a las tinieblas, el resto eran palabras en latín que salían de su boca como flechas hacia el demonio, éste parecía enfurecerse cada vez más, estaba casi a punto de deshacerse de las cadenas cuando Ricardo recibió la señal del sacerdote, tiró de una palanca y la trampilla del pozo de abrió y el maligno cayó hacia dentro unos cinco metros como habían calculado, la respuesta fue que una nube y un rayo de fuego salieron por la boca del pozo, a continuación como una transformación de entre el fuego y el humo apareció una figura humana, envuelta en una capa y de unos dos metros de alto que quedó flotando encima del pozo con el humo tapándole los pies, la cara estaba desprovista de piel , era una faz totalmente muscular. Con una voz gutural, que más bien parecía sacada del pozo gritó:

¡Nos volvemos a ver!, mi estratagema ha sido buena, sabía que él te traería a mí, esta vez no te me escaparás, te llevaré al averno, cinco veces me dejaste en ridículo, pero ahora serás mío por toda la eternidad.

No son cinco, serán seis porque el Señor es mi pastor y nada puedes contra El ni contra nuestra Fe,  le contestó el sacerdote, y haciendo una señal a Ricardo, éste encendió cuatro focos situados en cada uno de los cedros y el centro del pozo quedó convertido en una cruz luminosa  en el centro del haz   Ricardo, con una cruz de tea ardiendo, apareció camino del pozo y Lázaro, abriendo el libro empezó a lanzarle exorcismos.

Satán tapó su cara con la capa dijo:

¡No!, ¡más no!, ¡no puedo seguir!, ¡me marcho pero volveré!.
 
¡No!, no volverás hasta que el Señor nuestro Dios te llame el día del Juicio Final para entregarte a aquellos que no tienen la señal del Padre como rezan los Libros Sagrados.

El diablo desapareció en el pozo y se hizo el silencio, en medio de aquel silencio de pronto se oyó el gemir delicado de Trouvé dentro del pozo, se acercaron a la boca del pozo, Ricardo cogió uno de los focos, iluminó dentro y allí estaba el perrillo mirando angustiado como si no hubiese pasado nada, recogió Ricardo la cadena, cogió al animal con las dos manos y lo levantó hasta ponerlo delante de la luna llena y no pasó nada.

Bueno, si pasó salieron los siete frailes del convento y cogidos de la mano como si fueran unos chiquillos se pusieron  a dar vueltas al pozo riendo y cantando.

Ricardo, al lado del Padre Lázaro le dijo: ¡Padre Lázaro!, ¿Esto será definitivo?

El padre Lázaro le miró y le dijo: 

Hombre de poca fe, ¿Acaso  dudas del poder del Todopoderoso?


FIN

jueves, 16 de enero de 2020

EN BUSCA DE LA PUERTA DEL INFIERNO Capítulo V


EN BUSCA DE LA PUERTA DEL INFIERNO


Pedro  Fuentes



CAPITULO V


Ya en el apartamento, se dedicó a buscar la dirección del convento donde estaba el p. Lázaro, era un antiguo monasterio, en el que había una pequeña representación de monjes de clausura, no se encontraba lejos de allí, así que decidió, al día siguiente marchar hasta allí para localizar al sacerdote y ver qué se podría hacer el caso que le ocupaba.

Quedaban diez días para la luna llena, cogió el coche y se dirigió al convento. Llegó a él y llamó a la puerta.

Salió a recibirle un hermano de unos sesenta años, de baja estatura, pelo blanco, abundante y bien cortado.

Buenos días, vengo buscando al padre Lázaro, traigo esta carta para él y otra para el superior, mire, son éstas, tenga y por favor, se las entrega al superior.

Mientras me dan contestación, le esperaré aquí, si no le importa, dijo Ricardo.

El hermano cogió las dos cartas y sin mediar palabra cerró la puerta dejando fuera al visitante y se le oyó como sus pasos se perdían en el interior.

Al cabo de media hora apareció de nuevo el hermano y le dijo que pasase al día siguiente, ya que el superior tendría que preparar al sacerdote para la visita.

Ricardo, contrariado marchó hacia el coche, el miedo se apoderó de él al pensar que ya solamente quedarían nueve días.

Al día siguiente, a primera hora de la mañana volvió al convento, el hermano le franqueó la puerta y lo llevó a presencia del superior.

Buenos días, ya he leído la carta y también la del p. Lázaro, he hablado con él y le ha reconocido por el nombre, le ha alegrado la futura visita, así que le está esperando, creo que un buen sitio para que puedan charlar tranquilamente es el claustro, así que lo llamaré y lo llevaré allí, antes le acompañaré a usted allí para que lo espere.

Ricardo pasó al claustro, éste era muy amplio, rodeado de arcos apuntados, gótico, del siglo XIV, con un pozo de extraordinaria belleza en el centro y rodeado por cuatro cipreses que indicaban los puntos cardinales y unos cuidados jardines con césped y parterres de flores  y un seto de boj alrededor y haciendo cuatro círculos entre los cedros y equidistantes entre el seto principal y la línea imaginaria que unía los cedros.

 El día era claro y caluroso pero allí dentro estaba fresco y se respiraba esa paz que se siente solamente en los cementerios y los conventos.

El padre Lázaro apareció por la puerta que conducía al refectorio acompañado por el superior, se acercaron y se dieron la mano con fuerza y cariño.

El p. Lázaro, pese a sus ochenta y tantos años, seguía siendo una persona fuerte, algo más delgado pero erguido y en su cara no se veían arrugas profundas, era una faz relajada, ojos grandes y nariz puntiaguda.

Se fue el superior y al quedarse solos los dos, se sonrieron y el sacerdote dijo:
Bien, hijo, ya he leído la carta del padre Hidalgo, lo que tú sientes en esas pesadillas, ¿No será que te has alejado de Dios y ves el gran peligro que corres?

No, padre, he tenido que decir alguna pequeña mentira para poder venir, el problema es más grave que todo eso, es una larga historia.

Ricardo le contó con pelos y señales todo lo ocurrido desde que Lara llegó al barco.
El cura cambió la expresión de su cara, ya no era ni relajada ni sonriente, parecía que le hubiesen echado diez años encima.

Cuando Ricardo terminó la historia el padre le dijo
:
¿Sabes qué es todo esto? El maléfico te ha elegido para conducirte a mí, Satán es más listo de lo que parece, tiene unos poderes extraordinarios, no me ha podido localizar porque no he vuelto a pensar en él, y mi estado ha sido de gracia desde que vine aquí, pero la última vez que lo eché de un ser humano, juró vengarse y llevarme con él, ahora sabe donde estoy y para librarme de él, tengo que acabar enviándolo al infierno, así que necesito unos días para prepararme, además, no puedo hacer un exorcismo sin permiso de mis superiores y no sé si me lo van a dar porque en el fondo piensan que estoy loco, dame tu teléfono y te llamaré, tú también tienes que colaborar.

Tenemos que aprovechar la luna llena, tiene que actuar a través del perro y será en la primera luna llena. Mientras tanto, tú tienes que estar también en estado de gracia, así que tendrás que volver al redil y arrepentirte de todos tus actos antes del día.

Si, padre, así será, pero hay una cosa, solamente quedan ocho días y doce horas para la luna llena.


jueves, 9 de enero de 2020

EN BUSCA DE LA PUERTA DEL INFIERNO Capítulo IV





EN BUSCA DE LA PUERTA DEL INFIERNO

Pedro  Fuentes

Capítulo  IV


A las ocho cincuenta y cinco de la mañana entró por la puerta principal del colegio donde pasó parte de su infancia y juventud. Llegó hasta el portero y le dijo:

El padre Hidalgo me está esperando.

Sí, ya me lo ha dicho, sígame, por favor, le contestó. Y lo llevó hasta el despacho del director, que era el mismo de siempre, ahora le parecía viejísimo el colegio, pero bien conservado, unos techos altísimos y arcos que acortaban visualmente el pasillo, pasaron por la puerta de sala de profesores, sala de estudio, capilla, enfermería y al fondo, a la derecha el despacho, con el nombre en la puerta, P. Hidalgo –DIRECTOR-.

El portero llamó dos veces con los nudillos y empezó a abrir mientras le decían desde dentro:

 ¡Adelante!

Al tiempo que entraba Ricardo, el p. Hidalgo se levantó, le alargó la mano y con la mano izquierda de cogió el brazo derecho a Ricardo.

¡Muchacho, Ricardo! ¡Cuánto tiempo! Me alegro de verte.

Ricardo lo miró y vio que tenía la misma cara, alto, fuerte, y con aquellas gafas oscuras de concha que no se quitaba nunca y que los muchachos  habían imaginado miles de historias de porqué las llevaba, desde que eran para esconderse hasta que servían para vigilar sin ser visto en los exámenes.

Ricardo no sabía qué hacer, qué pretexto darle, al final decidió contarle parte de la realidad, que tenía un sueño que se repetía casi cada noche y era la aparición de Cancerbero que le atacaba y se despertaba asustado envuelto en sudor frío y a veces con fiebre, luego le venía a la mente la imagen del p. Lázaro y las conversaciones que tenía con él cuando era su confesor y pensaba que querría verlo y charlar con él.

Bueno, el p. Lázaro ya sabes que era un sacerdote que estuvo autorizado por los obispos para hacer exorcismos y de hecho hizo varios y siempre con gran éxito, al final, creemos que por culpa de la tensión cayó en una profunda depresión, decía que Satán había jurado vengarse de él  por las veces que lo había ridiculizado, que tenía que esconderse de él, como no tenía más familia que nosotros y quería volver por su tierra, acepto de muy buen agrado retirarse a vivir sus últimos días en un convento en la parte de Valencia. Y allí está con sus ochenta y cinco años, paseando, rezando y preparándose para cuando Dios lo llame. Cuando recibí tu correo, lo consulté con el psiquiatra que lo llevó aquí y me dijo que no sabía, pero que si la persona que lo iba a ver era de su confianza, que lo mismo le hacía un bien, así que decidí darte la dirección, pero antes, ¡cuéntame! ¿Qué es de tu vida?

Según me explicaste en el correo vives en un barco y te dedicas a llevar turistas, bueno, si es lo que te gusta y disfrutas con ello, adelante.

¿Te casaste? ¿Tienes hijos?

No, padre, sigo soltero y sin compromiso, una vecez estuve a punto de casarme pero ella murió,  además, acuérdese que cuando vine a este colegio me mandó mi hermana que era mi única familia y como no tenía hijos me trató como tal, pero yo ya era monaguillo en mi pueblo y mi vida ha ido bastante encarrilada al lado de la Iglesia, luego hubo un tiempo que sufrí una grave crisis cuando murió ni novia y ahora soy un católico poco practicante.

Quizás ahora el padre Lázaro me arregle un poco.

La charla duró casi media mañana, luego el sacerdote le dio la dirección del convento y le escribió una nota de su puño y letra para el superior de la orden del convento y para el padre Lázaro.

Salió Ricardo del colegio y se dirigió la  estación del Ave, cerró el billete de vuelta, comió algo mientras esperaba la salida, llamó a Herminia que le dijo que todo iba bien y que Trouvé era un encanto, que se lo quedaría para siempre.

Montó en el primer AVE  que salía para Valencia, se puso los cascos, eligió música clásica, puso el respaldo inclinado y durmió hasta casi su destino.

Quedaban once días.

jueves, 2 de enero de 2020

EN BUSCA DE LA PUERTA DEL InFIERNO Capítulo III



 EN BUSCA DE LA PUERTA DEL INFIERNO


Pedro  Fuentes


Capítulo  III



Era de noche cuando aterrizó en Barcelona, difícilmente iba a encontrar hotel para dormir yendo con perro, así que se dirigió a la estación de Sanz para esperar al primer tren para Vinaroz o Benicarló
.
Una vez en la estación dio agua y comida al perro, se fue a una cafetería de la estación abierta y pidió un bocadillo y una cerveza, luego se fue a una máquina expendedora de billetes y sacó  uno para un media distancia que salía a las ocho y media de la mañana, luego buscó un banco cerca de las entradas a los andenes y echó una cabezadita hasta la hora de salir.

A su hora cogió el Alaris.

Ya en Benicarló se dirigió primero a su casa donde se duchó, comió algo, miró la correspondencia  y se fue al puerto acompañado de su perro Trouvé, la historia era que se lo habían regalado unos franceses en Italia porque se iban a vivir a Inglaterra y tenían verdaderos problemas para llevar al animal por los controles que hay en las islas para introducir perros.

Una vez en el barco vio que todo estaba en regla, preguntó al contramaestre y no había habido nada raro mientras su ausencia.

Luego se conectó a internet e intentó localizar el colegio donde conoció al padre Lázaro.

 Cuando localizó el teléfono y la dirección, no eran las mejores fechas, en pleno verano, llamó y al fin le contestaron, con mucha cortesía le dijeron que por teléfono no le podían informar, que conocían al padre Lázaro, que no estaba en el colegio porque ya era muy mayor, pero no le podían dar las señas salvo expreso deseo de él, por lo cual tenía que hacer la solicitud y el Padre Superior le contestaría después de consultar al p. Lázaro. Ricardo preguntó si lo podría hacer por internet y le contestaron que en principio si pero que hiciese constar todos sus datos y el motivo de la entrevista.

Inmediatamente se puso a ello y envió el correo esa misma mañana.

La semana siguiente se dedicó al mantenimiento del barco, dar grandes paseos con su perro y consultar en correo electrónico por si había contestación y consultar las noticias sobre los muertos en las dos noches de luna llena y buscar si eran las primeras o había habido ataques anteriores, según lo consultado no, algún caso algo semejante pero localizadas las bestias que los produjeron.

Cuando faltaban 14 días para la próxima luna llena llegó el correo esperado, lo citaban en Madrid en la dirección del colegio, el director era precisamente un sacerdote que había sido su profesor de latín cuando él estudiaba y tenían un buen recuerdo mutuo, llamó para confirmar la cita para dentro de dos días.

No sabía qué hacer con Trouvé, la Sra. Herminia le dio la solución, lo podía dejar en el apartamento que ella iría varias veces al día a pasearlo, además, como uno de los dos días tenía que limpiar le haría compañía. A Ricardo se le erizaron los cabellos pensando que podría pasar algo, pero el animalito se llevaba bien con ella y faltarían once días cuando él volviese.

Como la cita era por la mañana del segundo día, por la tarde, después de comer se fue con su coche hasta Valencia y cogió el último Ave para Madrid, no sabía dónde iba a estar el padre Lázaro, pero esperó que sería en Madrid o en ciudad cercana.

Se alojó en Madrid muy cerca del centro y aprovechó para ir aquella noche al teatro,  vio una obra de Jardiel Poncela, se acordó de aquel amigo de la juventud que le preguntó en Blanes si era Ricardo, qué pequeño es el mundo, Pedro le había aficionado al teatro, qué mala suerte haberse comportado como lo hizo en Blanes, a veces la realidad era más fuerte que la ficción, ¡Qué grupo tan bueno tenía! ¿Qué será de ellos? ¡Cuánto tiempo!  Si salía del lío en que estaba metido podría intentar encontrarlos.


jueves, 26 de diciembre de 2019

EN BUSCA DE LA PUERTA DEL INFIERNO Capítulo II



EL VIAJE II



En busca de la puerta del infierno

Pedro Fuentes




CAPITULO II

Según sus cálculos quedaban 23 días para que Cancerbero volviese a atacar, tenía tiempo suficiente para ir a Niza e intentar acabar con el perro, pero eso no sabía como hacerlo, tenía la vaga sospecha de que el animal no era normal, era un ser sobrenatural.

Por lo que había visto, la transformación que había sufrido en el barco, parecía poseído por el mismísimo demonio, parecía un licántropo, pero éstos eran hombres que se convertían en lobos y Cervero era un perro que se convertía en Cancerbero el portero de los infiernos.

Los pescadores lo habían definido como Baal Zebub, o sea como Belcebú, el príncipe de los infiernos. 
¿Sería posible que existiesen los infiernos?, ¿se estaría cumpliendo ya el Apocalipsis, cuando habla de los siete sellos y cuenta que se abrirán los infiernos y aparecerán seres monstruosos que acabarán con parte de la humanidad?

De pronto recordó que en su juventud en Madrid, había conocido a un jesuita que le habló de endemoniados  y exorcismos. ¿Dónde estará ahora? En aquellos tiempos daba clase en un colegio que había por la parte norte de Madrid, cerca de la Plaza de Castilla. Tenía 23 días para localizar a la Sra. que se llevó el perro y al padre Lázaro, primero iría a Niza, tenía la dirección y el nombre de la turista, se cercioraría de que el perro estaba allí y era el mismo, luego intentaría encontrar al jesuita.

Se dirigió al hotel, allí pidió que le preparasen la cuenta que se iría a la mañana siguiente, luego pidió por si tenían periódicos atrasados, sobre las fechas que habían  pasado las muertes en la playa y subió a su habitación a leerlos. No sacó nada que no supiese, la policía había hecho batidas por el bosque cercano y no encontraron nada, ni huellas ni restos ni perros sueltos, los forenses habían dicho que eran desgarros producidos por unos dientes muy  grandes, tan grandes  como los de cocodrilo y parecía que fuesen  varios animales y por la colocación de las piezas parecían cánidos.

A la mañana siguiente dejó el  hotel  y se dirigió al aeropuerto de Cagliari, una vez allí sacó un billete para el primer vuelo que salía hacia Niza, tuvo suerte, al ser temporada de verano los vuelos a Niza y Francia en general, habían aumentado, solamente tendría que esperar unas tres horas y llegaría a Niza a primera hora de la tarde.


Devolvió el coche de alquiler, no sabía todavía qué haría si encontraba a Cervero o si lo reconocería ni qué le diría a la dueña, podría decirle que lo había perdido él, pero no tenía nada que demostrase que el can era suyo y no sabía si le podría contar a Madame Léonore Chèvas,  que así se llamaba la actual propietaria, toda la historia, cosa que dudaba creyese la buena Sra.

Decidió dejar las escusas para cuando estuviese allí.

Aprovechó la espera para comer algo, luego buscó periódicos españoles por ver si salía algo de lo de Menorca, así pasó el tiempo hasta que llamaron para su vuelo.

Tardó una hora desde que embarcó hasta que bajó del avión en Niza,  era uno de los pocos aviones que no hacían escalas para llegar a aquel destino.

Una vez en la Terminal del Aeropuerto, alquiló un coche y pidió un plano y unas indicaciones, tenía que dirigirse a la Av. des Mimosas, a las afueras de Niza, hacia el norte, era una zona residencial al norte del  club de tenis, cuando llegó a las señas indicadas, aparcó el coche y  estuvo observando las mansiones que allí había, encontró el número que buscaba, una bonita casa, no tan grande como las de alrededor, pero rodeada de unos grandes jardines.

Cuando se acercó, varios perros de diferentes razas y tamaños fueron hacia la puerta, llamó al timbre y los perros empezaron a ladrar, solamente uno permaneció callado y distante, era un pinscher enano.
Vino hacia la puerta una señora que correspondía a las señas de Madame Léonore y le preguntó: 
Que voulez-vouz?

Perdone, pero no entiendo muy bien el francés, soy español y hablo el italiano y algo de inglés, pero el francés a duras penas lo entiendo, respondió Ricardo.

Yo hablo algo de italiano, dijo la Sra.

Me llamo Ricardo y vengo de Porto Pino,estoy buscando un pinscher enano que unos clientes míos perdieron cuando navegaban por las costas de Cerdeña, cerca de Porto Pino, le he seguido las pistas hasta aquí, voy de paso y no llevo ninguna documentación encima. Madame Chèvas les dio una voz a los perros que se separaron de la puerta y franqueó el paso a Ricardo, éste entró y dejó que los perros se acercaran y lo oliesen.

Cuando los perros dejaron de mostrar interés por él, se agachó y gritó ¡Cerbero! En ese momento el pinscher corrió y se arrojó a sus brazos, Ricardo lo acarició deseando que Cerbero no se acordase de que lo había tirado por la borda, pero los animales no son rencorosos.

La Sra. Léonore  se quedó sorprendida y le dijo:

Verdaderamente el animalito lo ha reconocido, aunque no traiga documentación, sospecho que todo lo que me ha dicho es verdad, le haría traer toda la documentación, pero le diré una cosa, tengo muchos perros, los recojo por ahí cuando los encuentro abandonados, y trato de colocarlos entre los conocidos, a éste lo recogí porque unos niños lo habían encontrado y no me pareció que estuviese en buenas manos, lo traje aquí y no se ha adaptado para nada, es más, los demás perros parece que le tengan miedo, no comen si no ha comido él, su sitio es el mejor cojín, hasta ese dóberman de ahí lo respeta.

Lo llevé al veterinario y lo han vacunado de todo, tiene documentación nueva, incluso me dijo el veterinario que había tenido un chip y que alguien se lo había quitado, la única vez que lo he visto alegre y contento ha sido con usted, puede llevárselo, lo registré como “Trouvé”  y ni hace caso ni obedece, parece un espíritu libre.

Usted ha tenido muchos gastos con el animal, dígame qué le debo y se lo reembolsaré, dijo Ricardo.

Nada, nada, hago lo mismo con los qué me encuentro, además, he tenido cientos de perros y me da la sensación de que me he quitado un gran peso de encima.

Espere que le traiga la documentación ¿Cómo va para España?

En avión le contestó.

Bueno, entonces le daré también el trasportín para que pueda viajar.

Entró en la casa y mientras tanto Trouvé se echó en el suelo y se dejó acariciar por su nuevo dueño, Ricardo lo hizo, pero en el fondo sabía que le quedaban 20 días para ser  “la bestia” de la que hablaban hasta en el Apocalipsis.

Salió la Sra.  Chèvas  con todo, Ricardo se lo agradeció y marchó al aeropuerto, entregó el coche de alquiler y sacó un billete para el primer avión para Barcelona, tuvo suerte nuevamente, cogió el último de la tarde.

Pagó un suplemento por Trouvé que viajaba en cabina por tener solamente cuatro kilos.


jueves, 19 de diciembre de 2019

... Y NO ESTABA MUERTA Capítulo VII





...Y NO ESTABA MUERTA


Pedro  Fuentes


CAPITULO  VII


Eran las diez de la mañana cuando a 500 kilómetros sonó el teléfono móvil de un viejo conocido.
¿Si, dígame?
¡Ricardo! ¡Hola!, ¿Me conoces?
Si, claro, ahora si, José Miguel, ¿Has vuelto a la costa?
No, no, estoy en Madrid, te llamo por dos razones, la primera es saber cómo estáis tú y Pedro, y la segunda es porque quería consultarte algo.
Si, estamos bien, con Pedro de vez en cuando vamos a pescar y está bien ¿Y tú qué tal andas?
Bien, con mucho trabajo pero bien, de eso quería hablarte, tengo un asunto sobre la mesa del despacho que no tiene mucha importancia, se trata de un posible accidente, pero es tan claro, tan perfecto, tan limpio que antes de darle carpetazo y cerrarlo quería comentártelo.
José Miguel le explicó a su amigo el caso de Gertrudis y luego le dijo:
¿Por qué no te vienes a Madrid y vamos a hacer una última inspección del caso?
Bueno, en realidad ahora no hago nada y no me vendría mal un paseo por la capital.
Coméntaselo a Pedro y os venís los dos y así de camino nos vemos y pasamos unos días juntos.
Bueno, te diré algo sobre Pedro y si dice que sí marchamos mañana mismo. Ahora con el AVE es un paseo.
Ricardo habló con Pedro y asintió rápidamente, aquella misma tarde, después de avisar al comisario se fueron a Valencia y desde allí cogieron el tren hasta Madrid.
Llegaron y José Miguel les estaba esperando para irse a cenar.
Bueno, José Miguel, dijo Ricardo, dices que en la casa la mujer oyó una llamada de teléfonos y al correr tropezó y cayó por las escaleras, ¿Desde dónde llamaron?
Desde un móvil de prepago, ya sabéis, estos teléfonos en principio tienen que estar identificados, pero hay varias trampas para ponerlos a nombre falso y éste es uno de ellos.
Esa es una de las causas que hay para sospechar, ¿Se habían recibido más llamadas de este número? Preguntó Ricardo
Si, algunas pero siempre sin ser contestadas, pudiese ser de esos teléfonos que últimamente todo el mundo recibe llamadas, no hay denuncias, pero a veces pasa.
Después de cenar los tres amigos aprovecharon para irse al teatro y luego Ricardo y Pedro se fueron al hotel y quedaron en que a las 10 los recogería José Miguel con el coche e irían a visitar la casa del accidente.
A las diez en punto de la mañana siguiente José Miguel entró en el hotel a recoger a sus amigos cuando estos estaban dejando las llaves en recepción.
Buenos días, dijo el comisario, el coche nos espera.
Subieron al coche y marcharon hacia Chamartin, al barrio de Ciudad Jardín-Prosperidad, localizaron el chalet, una casa ya antigua pero bien cuidada con un jardín muy arreglado. En el porche una mujer, en una silla de ruedas eléctrica tomaba el sol.
Llamaron al timbre y del interior, cuya puerta estaba abierta salió una mujer de unos treinta y pocos años, alta y esbelta.
¿Qué desean? Dijo la mujer a dos metros de la puerta de hierro forjado donde estaban parados los tres amigos.
José Miguel sacó su placa y se la enseñó mientras decía:
Soy el comisario José Miguel Martínez y venimos a terminar un formulismo sobre el accidente que sufrió la señora Gertrudis.
Fina miró a Gertrudis y ésta asintió con la mirada para que abriese la puerta.
Una vez en el jardín se dirigió a Gertrudis y le preguntó si era ella, Fina intervino y le dijo:
No habla, solamente le puede responder por señas, moviendo los párpados, una vez para decir si, dos para no, varias veces para decirle que no sabe o no comprende. Si conoce el alfabeto para sordos con las manos también le puede decir alguna cosa corta.
Bien, gracias, intentaremos entendernos, suponemos que usted es la señorita de compañía, ¿Vivía en la casa cuando ocurrió el accidente?
No, yo fui contratada después, cuando salió del hospital.
¿Está el marido de la señora?
No, está trabajando, no vendrá hasta la tarde.
Bueno, puede retirarse, luego querremos hacerle unas preguntas a usted, ¿La señora nos entiende bien?
Si, contestó Fina a la vez que Gertrudis parpadeó una vez.
Fina se alejó hacia el interior y los tres amigos se sentaron en unas sillas que movieron hasta ponerlas enfrente de la silla de ruedas.
¿Se llama usted Gertrudis?
Esta asintió
Según el informe, usted se encontraba en el piso superior de la casa cuando sonó un teléfono en el recibidor, llamó a su marido que estaba aquí en el porche y no le oyó, quiso bajar por las escaleras y tropezó con algo y cayó por las escaleras.
Gertrudis iba afirmando mientras José Miguel leía el informe.
¿Sonaba el teléfono más veces así?
Si.
¿Cuándo contestaban decían algo?
No.
¿Respondía también el teléfono su marido? Preguntó Ricardo.
Si.
¿A él le decían algo?
La mujer parpadeó una vez, hizo una pausa y parpadeó dos veces mientras que abriendo la mano derecha movió los dedos pulgar y meñique arriba y abajo.
¿Quiere decir que a veces si y a veces no?
Si.
¿Cuándo cogía el teléfono su marido se equivocaban?
Parpadeó una sola vez mientras volvía a mover la mano.
¿Tiene usted teléfono móvil? Preguntó Pedro mientras iba anotando cosas en una libreta
No.
¿Y su marido?
Si.
¿Habla mucho por él?
Si.
¿Más que por el fijo?
Si.
¿Perdió el conocimiento cuando cayó?
La mujer expresó duda.
¿Oía algo?
Si.
¿Vio algo?
Si.
Empleando el abecedario para sordos dijo:
L U Z - T U N E L.
¿Quiere decir que vio un túnel en el que al fondo se veía una luz blanca y cegadora? Preguntó Pedro.
Si, si, si.
¿Cuándo dejó de verla?
La mujer dudó, luego otra vez con las manos dijo:
A M B U L A N C I A.
¿Le importaría que viésemos la escalera? Dijo José Miguel.
La mujer, con un movimiento de las manos hizo girar la silla sobre sí misma y recorrió el espacio hacia la puerta.
Los tres amigos la siguieron. Una vez en el recibidor vieron el teléfono, la puerta como quedaba abierta, subieron por la escalera, en el descansillo de arriba, cubierto por moqueta, Ricardo recorrió el espacio entre la habitación de matrimonio y la escalera, comprobó que la moqueta estaba bien sujeta, pegada al suelo, luego recorrió todos los bordes de ésta.
Ricardo le dijo algo a Pedro y éste bajó hasta el porche, sonó el teléfono fijo y Fina salió de la cocina a descolgarlo.
¡Diga! ¡Dígame! ¿Quién es? Nada, no responde nadie. Dijo Fina y colgó de nuevo.
Pedro entró en la casa y cerrando la mano derecha, dejó el dedo pulgar hacia arriba, José Miguel sonrió y empezó a bajar por las escaleras seguido de Ricardo.
Abajo les esperaba Gertrudis.
Por la puerta de la calle apareció un hombre de estatura media, delgado, con gafas y una barba espesa pero arreglada.
¿Se puede pasar? Preguntó.
Ricardo le preguntó:
¿Es usted el esposo de la señora Gertrudis?
No, no, soy el psicólogo y vengo una o dos veces por semana, hoy no tocaba venir, pero he ido a un recado aquí cerca y me he acercado pero solamente de visita.
Soy el comisario y hemos venido a hacer una visita rutinaria para poder cerrar el caso, pero ya que está usted aquí, me interesaría consultarle unas cosillas, ¿Le importa que salgamos al jardín y hablemos un momento?
En absoluto, estoy a su disposición.
Y salieron los dos. Ricardo le preguntó a Fina:
¿A qué hora suele venir el esposo?
Depende, normalmente sobre las cuatro o cinco de la tarde, pero a veces viene más tarde pero suele avisar, cuando ha sonado el teléfono pensé que sería él.
Entró José Miguel por la puerta de la calle y dirigiéndose a Gertrudis le dijo:
Bueno, señora, por ahora hemos terminado, pero tenemos que hablar con su marido, así que esta tarde volveremos sobre las cinco y media, díganle que nos espere, que solamente nos falta hablar con él para cerrar el caso.
Puso su mano sobre la mano derecha de Gertrudis y se despidió de ella:
Encantado de conocerla, lamento que sea en estas circunstancias, pero veo que usted es muy fuerte y sabrá salir adelante.
Los tres amigos se marcharon.
Vamos a la comisaría, tenemos que hacer un poco de trabajo y luego nos vamos a comer ¿De acuerdo?
Ricardo y Pedro asintieron.
Pasaron el resto de la mañana haciendo averiguaciones y comentado varias cosas, Pedro cogió todo el expediente y lo leyó de arriba abajo, algunas veces preguntaba algo a José Miguel y otras recalcaba otras en las que no parecía haber caído Ricardo.
Ricardo y Pedro, como ya sabemos todos por otros casos, habían sido nombrados colaboradores de la policía, bueno, Pedro siempre decía que Ricardo era el colaborador, que él era solamente su biógrafo.
Cuando terminaron las averiguaciones que estaban haciendo, se marcharon a comer cerca de la comisaría, luego volvieron, dieron un nuevo repaso a los papeles y marcharon al chalet de Ramón y Gertrudis.
Llegaron a las cinco y veinte, llamaron a la puerta y Fina les abrió, entraron en el salón y allí estaban Ramón y Gertrudis, Fina se marchaba cuando José Miguel le dijo que se quedase.
Bueno, estamos aquí porque tenemos que charlar con ustedes para poder cerrar este caso, dijo José Miguel, a continuación mi compañero dará lectura al expediente, e hizo una seña a Pedro que comenzó la lectura. Cuando llegó a la llamada de teléfono paró.
Ricardo le dijo a Ramón:
Usted dice que no escuchó el timbre, sin embargo cuando declaró por primera vez dijo que estaba en el porche y con la puerta abierta, ¿Se ratifica en lo dicho entonces?
Si, no oí nada, quizás estaba muy concentrado en lo que hacía o en la calle pasó alguna moto y no escuché nada.
Sin embargo nosotros hemos hecho la prueba esta mañana y el timbre se oía perfectamente desde el porche, más que desde la habitación de matrimonio donde estaba su esposa, tampoco oyó la voz de su mujer llamándole desde arriba, pero bueno, quizás usted sea más duro de oído que todos nosotros, pero la verdad es que el teléfono suena una barbaridad. Usted, señorita Fina ¿Tiene aquí un móvil para llamar al teléfono fijo y probarlo?
Fina sacó un móvil del bolsillo del vestido y marcó. El teléfono sonó fuerte. Vale, puede colgar, dijo José Miguel y preguntó a Ramón ¿Lo ha oído bien?
Si, señor comisario, fuerte y claro.
Y usted, Srta. Fina, ¿Tiene otro móvil?
No, ninguno más.
Pedro sacó un teléfono y marcó un número.
Dentro de un bolso en la mesita de al lado del sofá cama sonó débilmente un teléfono.
Nadie se movió, Fina miró extrañada, José Miguel preguntó ¿De quién es ese teléfono?
Fina respondió, es de una amiga mía que me dijo que se lo guardase.
Es curioso, dijo Ricardo, ese teléfono de tarjeta prepago está a nombre de un hombre que murió hace tres años y es desde ese mismo teléfono desde donde se realizó la llamada del día del accidente.
Eso no prueba nada, dijo Ramón.
Ya, ya lo sabemos, pero desde ese teléfono se llamaba muy a menudo a su casa y a su teléfono y al teléfono de su despacho.
Sigue sin probar nada.
Si, ya lo sabemos, pero si ese teléfono está en poder de la Srta. Fina y además recibe llamadas de su móvil algo pasa, si además el curriculum de la citada señorita Fina es totalmente falso, tampoco es auxiliar de geriatría, es más, trabajó de camarera hasta hace dos años que conoció a Ramón y desde entonces mantiene una relación con él. Esto tampoco prueba nada, pero las evidencias se van multiplicando.
En ese momento llamaron a la puerta y Pedro fue a abrir, era Jesús, el psicólogo, entró, se sentó al lado de Gertrudis y le cogió la mano, de los ojos de ella brotaron dos lágrimas.
Pedro siguió leyendo, ahora relataba cómo Gertrudis salió al descansillo superior y llamaba a Ramón.
Gertrudis, en muy pocos momentos has perdido el conocimiento, por lo que hemos hablado contigo y con tu psicólogo, ¿Recuerdas haber tropezado con algo? Preguntó Ricardo.
Gertrudis hizo señas a Jesús y éste dijo:
Dice que no había nada en el suelo, sin embargo siempre tuvo la impresión de haber tropezado.
Cuando volví a casa del hospital, revisé todo y no había nada en el suelo ni nada había rodado por la escalera con mi mujer.
Ricardo le preguntó a boca de jarro: ¿Colocó bien la alfombra?
Si, pero no tenía ninguna arruga.
Ese si parece que le delata bastante, dijo José Miguel.
No tienen ninguna prueba, solamente suposiciones, ningún juez me condenaría por tener una aventura extramatrimonial.
Pedro sacó de entre los papeles una fotografía y se la dio a Ricardo, éste se la enseñó a Ramón ¿Qué ve aquí?
Una alfombra, la de arriba.
¿Y no ve nada?
No
Si se fija, hay una marca, es la marca que dejó la pata del mueble que hay pegado a la pared, usted levantó el mueble y atrapó la alfombra para que formase una arruga, ésta es la marca de la pata del mueble y esta otra raya es la que quedó en la alfombra al doblarse.
No pueden probar nada.
¿Está seguro? Dijo José Miguel, ¡señorita Fina!, usted puede ser acusada de cómplice o solamente de engaño manifiesto al falsear los papeles y poco más, si colabora con la policía.
Yo no hice nada, es más, siempre me dijo que conseguiría traerme a casa hasta que se solucionase lo de la petición de divorcio, solamente me pidió que llamase por teléfono el día señalado a la hora indicada, para eso me dio el teléfono de tarjeta, además lo usaba para llamarme, cuando yo llamaba a la casa si cogía su mujer el teléfono colgaba, si lo cogía él, se iba al despacho y lo llamaba al móvil. No me dijo nunca lo que iba a hacer, solamente que preparaba algo importante, incluso le había hecho un seguro de vida a su mujer. El curriculum y el resto de papeles me los dio él.
¡Calla! No digas nada, ¿No ves que no tienen pruebas?
¡Ramón! Queda detenido por intento de asesinato de su mujer. Dijo José Miguel e hizo una seña por la ventana y entraron dos policías uniformados que esposaron a Ramón y a Fina y se los llevaron.
Gertrudis lloraba a lágrima viva, hizo un esfuerzo y apretando la mano de Jesús abrió la boca y dijo:
Algo sospechaba. Hacía un par de años que no era el mismo.
Los tres amigos se despidieron de Gertrudis y de Jesús y salieron de la casa.


Epílogo
Ramón fue juzgado por intento de asesinato en primer grado y al pago de una fuerte indemnización a su esposa, además fue condenado a 18 años de prisión.
Fina consiguió un trato con la justicia por colaborar con la fiscalía, fue condenada a 4 años pero no llegó a entrar en prisión al no tener antecedentes.
José Miguel, Ricardo y Pedro después de irse a cenar para celebrarlo, quedaron en verse más a menudo pero sin investigaciones por medio, cosa que duda el policía porque allá donde van parece que llaman al delito y terminan envueltos en algún caso, cosa que Pedro agradece porque así puede seguir escribiendo, que es lo que le gusta, ya lo dice él:
Yo solo soy el biógrafo de Ricardo, que lleva toda la vida metiéndose en jaleos.
Jesús se convirtió en inseparable de Gertrudis, que no volvió a andar pero recuperó la movilidad de los miembros superiores y puede hablar. Al cabo de un año se convirtieron en marido y mujer, cuando le fue conseguida la anulación a Gertrudis.
FIN