EL VIAJE II
En busca de la puerta del infierno
Pedro Fuentes
CAPITULO II
Según sus cálculos quedaban 23 días para que Cancerbero
volviese a atacar, tenía tiempo suficiente para ir a Niza e intentar acabar con
el perro, pero eso no sabía como hacerlo, tenía la vaga sospecha de que el
animal no era normal, era un ser sobrenatural.
Por lo que había visto, la transformación que había sufrido
en el barco, parecía poseído por el mismísimo demonio, parecía un licántropo,
pero éstos eran hombres que se convertían en lobos y Cervero era un perro que
se convertía en Cancerbero el portero de los infiernos.
Los pescadores lo habían definido como Baal Zebub, o sea
como Belcebú, el príncipe de los infiernos.
¿Sería posible que existiesen los infiernos?, ¿se estaría
cumpliendo ya el Apocalipsis, cuando habla de los siete sellos y cuenta que se
abrirán los infiernos y aparecerán seres monstruosos que acabarán con parte de
la humanidad?
De pronto recordó que en su juventud en Madrid, había
conocido a un jesuita que le habló de endemoniados y exorcismos. ¿Dónde estará ahora? En
aquellos tiempos daba clase en un colegio que había por la parte norte de
Madrid, cerca de la Plaza de Castilla. Tenía 23 días para localizar a la Sra.
que se llevó el perro y al padre Lázaro, primero iría a Niza, tenía la
dirección y el nombre de la turista, se cercioraría de que el perro estaba allí
y era el mismo, luego intentaría encontrar al jesuita.
Se dirigió al hotel, allí pidió que le preparasen la cuenta
que se iría a la mañana siguiente, luego pidió por si tenían periódicos
atrasados, sobre las fechas que habían
pasado las muertes en la playa y subió a su habitación a leerlos. No
sacó nada que no supiese, la policía había hecho batidas por el bosque cercano
y no encontraron nada, ni huellas ni restos ni perros sueltos, los forenses
habían dicho que eran desgarros producidos por unos dientes muy grandes, tan grandes como los de cocodrilo y parecía que fuesen varios animales y por la colocación de las
piezas parecían cánidos.
A la mañana siguiente dejó el hotel y
se dirigió al aeropuerto de Cagliari, una vez allí sacó un billete para el
primer vuelo que salía hacia Niza, tuvo suerte, al ser temporada de verano los
vuelos a Niza y Francia en general, habían aumentado, solamente tendría que
esperar unas tres horas y llegaría a Niza a primera hora de la tarde.
Devolvió el coche de alquiler, no sabía todavía qué haría si
encontraba a Cervero o si lo reconocería ni qué le diría a la dueña, podría
decirle que lo había perdido él, pero no tenía nada que demostrase que el can
era suyo y no sabía si le podría contar a Madame Léonore Chèvas, que así se llamaba la actual propietaria,
toda la historia, cosa que dudaba creyese la buena Sra.
Decidió dejar las escusas para cuando estuviese allí.
Aprovechó la espera para comer algo, luego buscó periódicos
españoles por ver si salía algo de lo de Menorca, así pasó el tiempo hasta que
llamaron para su vuelo.
Tardó una hora desde que embarcó hasta que bajó del avión en
Niza, era uno de los pocos aviones que
no hacían escalas para llegar a aquel destino.
Una vez en la Terminal del Aeropuerto, alquiló un coche y
pidió un plano y unas indicaciones, tenía que dirigirse a la Av. des Mimosas, a
las afueras de Niza, hacia el norte, era una zona residencial al norte del club de tenis, cuando llegó a las señas
indicadas, aparcó el coche y estuvo
observando las mansiones que allí había, encontró el número que buscaba, una
bonita casa, no tan grande como las de alrededor, pero rodeada de unos grandes
jardines.
Cuando se acercó, varios perros de diferentes razas y
tamaños fueron hacia la puerta, llamó al timbre y los perros empezaron a
ladrar, solamente uno permaneció callado y distante, era un pinscher enano.
Vino hacia la puerta una señora que correspondía a las señas
de Madame Léonore y le preguntó:
Que voulez-vouz?
Perdone, pero no entiendo muy bien el francés, soy español y
hablo el italiano y algo de inglés, pero el francés a duras penas lo entiendo,
respondió Ricardo.
Yo hablo algo de italiano, dijo la Sra.
Me llamo Ricardo y vengo de Porto Pino,estoy buscando un
pinscher enano que unos clientes míos perdieron cuando navegaban por las costas
de Cerdeña, cerca de Porto Pino, le he seguido las pistas hasta aquí, voy de
paso y no llevo ninguna documentación encima. Madame Chèvas les dio una voz a
los perros que se separaron de la puerta y franqueó el paso a Ricardo, éste
entró y dejó que los perros se acercaran y lo oliesen.
Cuando los perros dejaron de mostrar interés por él, se
agachó y gritó ¡Cerbero! En ese momento el pinscher corrió y se arrojó a sus
brazos, Ricardo lo acarició deseando que Cerbero no se acordase de que lo había
tirado por la borda, pero los animales no son rencorosos.
La Sra. Léonore se
quedó sorprendida y le dijo:
Verdaderamente el animalito lo ha reconocido, aunque no
traiga documentación, sospecho que todo lo que me ha dicho es verdad, le haría
traer toda la documentación, pero le diré una cosa, tengo muchos perros, los
recojo por ahí cuando los encuentro abandonados, y trato de colocarlos entre
los conocidos, a éste lo recogí porque unos niños lo habían encontrado y no me
pareció que estuviese en buenas manos, lo traje aquí y no se ha adaptado para
nada, es más, los demás perros parece que le tengan miedo, no comen si no ha
comido él, su sitio es el mejor cojín, hasta ese dóberman de ahí lo respeta.
Lo llevé al veterinario y lo han vacunado de todo, tiene
documentación nueva, incluso me dijo el veterinario que había tenido un chip y
que alguien se lo había quitado, la única vez que lo he visto alegre y contento
ha sido con usted, puede llevárselo, lo registré como “Trouvé” y ni hace caso ni obedece, parece un espíritu
libre.
Usted ha tenido muchos gastos con el animal, dígame qué le
debo y se lo reembolsaré, dijo Ricardo.
Nada, nada, hago lo mismo con los qué me encuentro, además,
he tenido cientos de perros y me da la sensación de que me he quitado un gran
peso de encima.
Espere que le traiga la documentación ¿Cómo va para España?
En avión le contestó.
Bueno, entonces le daré también el trasportín para que pueda
viajar.
Entró en la casa y mientras tanto Trouvé se echó en el suelo
y se dejó acariciar por su nuevo dueño, Ricardo lo hizo, pero en el fondo sabía
que le quedaban 20 días para ser “la
bestia” de la que hablaban hasta en el Apocalipsis.
Salió la Sra. Chèvas con todo, Ricardo se lo agradeció y marchó al
aeropuerto, entregó el coche de alquiler y sacó un billete para el primer avión
para Barcelona, tuvo suerte nuevamente, cogió el último de la tarde.
Pagó un suplemento por Trouvé que viajaba en cabina por
tener solamente cuatro kilos.
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