Un capítulo más que parece que nos va llevando a un desenlaceaterrador, ¿Qué nos depara esta historia repleta de sobresaltos?
ENTRE FANTASMAS
Pedro Fuentes
Capítulo V
Pasaron cuatro
semanas, las salidas al cine y a cenar con Lucía, cada vez se hicieron más a
menudo, aquella tarde habíamos quedado porque quería comprarse un vestido y
quería que le dijese como le quedaba.
Después de recorrer
varias tiendas, terminó comprándose un conjunto de falda y blusa a juego que
verdaderamente le quedaba muy bien, era de unos tonos pastel, pero a la vez
alegre y que le realzaban sus encantos personales.
Estoy cansada de
andar, ¿por qué no vamos a mi casa, preparo algo para cenar y nos quedamos allí
a charlar? Me dijo.
Bueno, la verdad es
que yo también estoy un poco cansado, casi perdonaría la cena por no andar.
Entramos en su casa,
como tantas veces había ido siempre, tanto su casa como la mía eran viviendas
habituales y casi comunes cuando vivíamos los cuatro.
En la nevera tengo un
vino blanco buenísimo, abre la botella y pon dos copas mientras me cambio. Me
dijo.
No hacía falta nada
más, sabía dónde estaba todo, abre botellas, copas, cubitera, salva manteles,
en fin, todo.
Cuando Lucía entró en
el salón, venía con una bandeja con pan tostado, pan normal, patés, queso,
jamón, y pastas saladas. Nos sentamos en el sofá, el uno junto al otro y nos
pusimos a picar mientras charlábamos animadamente, cuando acabamos con las
viandas también se terminó el vino, Lucía se había descalzado y se sentó a
medias sobre su pierna izquierda, cuya rodilla me rozaba la mía derecha.
¿Quieres un whisky
con hielo?
Si, le contesté, pero
poco whisky y mucho hielo, he bebido mucho ya. Le contesté.
Volvió con los vasos
y se sentó a mi lado, más cerca e los que estaba antes, nuestros muslos se
tocaban, su falda se quedó bastante corta y un botón de la blusa desabrochado
dejaba entrever un sujetador negro de copa que cubría lo justo de sus pechos,
me ofreció un vaso y brindamos, bebimos un sorbo y me besó, ese fue el comienzo
de una larga noche, en todo momento me sentí seducido, comprendí que todo
aquello estaba preparado, pero el caso es que no me acordé de mi mujer, no creía
que eso fuese posible.
Los encuentros se
repitieron, Lucía tenía perfectamente calculada cada cita, siempre en su casa,
yo me quedaba toda la noche y luego marchaba a mi piso, donde seguía con mi
rutina hasta el encuentro siguiente.
Faltaba poco para Navidad
y decidimos marchar a Canarias para pasar diez días y celebrar las fiestas
allí. Unos días antes, después de un encuentro en su casa, cuando desperté, vi
que no estaba a mi lado en la cama, pensé que estaría en la ducha o en la
cocina, pero el piso estaba en completo silencio, en la mesa del comedor una
nota me decía que había ido a la agencia de viajes a recoger los billetes, así
que me duché, me arreglé y cuando ya me iba para casa, vi una habitación
cerrada, la verdad es que nunca había visto aquella puerta abierta, intenté
abrir la puerta y noté que estaba cerrada por dentro, el pestillo estaba puesto
y cerrada de un tirón, busqué un palillo, lo metí por el pequeño agujero del
pomo e hice saltar el muelle, con lo que la puerta se abrió, volví a cerrar el
pestillo con la puerta abierta y me preparé para dejarlo todo a punto para
cerrar si era sorprendido. La habitación estaba totalmente a oscuras, palpé la
pared para encontrar el interruptor de la luz y encendí, un repelús recorrió mi
columna vertebral, aquello parecía una capilla, pero en lo alto del ara, había
la imagen de un macho cabrío a dos patas, todo estaba lleno de signos
demoniacos, en un rincón había dos muñecos de unos diez centímetros de altura,
hechos en cera que representaban a Lucía y a mí, cogidos de la mano. En un
rincón, en el suelo se encontraba una caja llena con cinco o seis muñecos más
pero descabezados y seccionados los brazos y las piernas, me pareció ver en
aquellos restos las figuras de Fidel, Rosa Mary y María del Pilar.
¡Dios mío! Grité y
aquella habitación pareció agitada por un terremoto, cerré la puerta y salí
corriendo.
Llegué a mi casa y me
senté en mi sillón del despacho, estaba tiritando, no sé si de frío o de miedo,
pese a lo temprano del día y que no había desayunado, cogí un vaso, le puse
cuatro dedos de whisky y tomé dos sorbos largos de un tirón, luego me senté de
nuevo y me puse a pensar.
Lucía practicaba
cultos al diablo, las muertes de mis seres queridos habían sido provocadas por
magias negras o vudú, estaba aterrorizado, iría a la policía. No, no podía
demostrar nada, las gentes no creen en eso, me harían pasar por loco y si le
decía algo a ella, me eliminaría como había hecho con los demás.
Tenía que trazar un
plan, había que eliminar a aquella servidora de Satán, de pronto me acordé de
algo, había leído de un pueblo abandonado en la provincia de Tarragona donde se
decía que había habido dos muertes, una parecía un ritual satánico, la otra no
se sabía, además era una zona boscosa donde era posible que habitasen alimañas
de todo tipo, así que preparé todo, incluso cogí un cuchillo de grandes
dimensiones de cocina y desparejado de los dos juegos que había en casa,
preparé ropa vieja y otra mejor por si tuviese que cambiarme, lo llevé todo al
coche y lo escondí en una bolsa, luego, a eso de las doce, cuando me llamó
Lucía para decirme que ya tenía los billetes, le invité a una excursión, a
hacer unas fotos en unas ruinas, a eso de unos tres cuartos de hora donde había
habido una iglesia templaria que me gustaría retratar para el libro que estaba
preparando.
Le dije que iría al
parquin a por el coche y que me esperase en un cruce cerca de su casa para
recogerla y que comeríamos por el sitio porque si no la luz no sería buena para
las fotos y que se pusiera ropa cómoda y calzado para el campo porque
tendríamos que andar un poco.
Bajé a por el coche,
lo puse en marcha y salí al encuentro de Lucía.
Llegamos al sitio y
bajamos del coche, lo dejé aparcado entre unos matorrales y no se veía desde el
camino de tierra, después de pasar un pequeño bosque, aparecieron ante nosotros
las ruinas de una edificación que parecía un templo del siglo XIV. Las paredes
estaban invadidas por hiedras y zarzas, saqué de una bolsa una cámara Réflex y
otra más pequeña, me las colgué al cuello y le día a Lucía para que lo llevase
un trípode, en el fondo de la bolsa, envuelto en una toalla vieja estaba el
cuchillo.
Mientras le hacía
preparar el trípode frente a una pared de las ruinas, cuando estaba de
espaldas, le asesté una puñalada en el omóplato izquierdo con toda la fuerza
que pude, el cuchillo se hundió más de veinte centímetro, antes de que rodase
por el suelo le di dos puñaladas más, una vez muerta, la arrastré hasta un
viejo colchón medio quemado que había en el interior del edificio, le quité
toda la ropa y cualquier tipo de joya o anillos que pudiese llevar, me limpié
con la toalla también el cuchillo, me quité toda la ropa y el calzado que
llevaba, manchados de sangre y lo metí en otra bolsa. Empezaba a oscurecer, me
dirigí al coche, con un tuvo de goma saqué gasolina del depósito del coche y me
dirigí a un camino secundario, con las luces apagadas, a unos cincuenta
quilómetros de allí y en un descampado que se había convertido en un basurero
incontrolado, hice un montón con toda la ropa y toallas y lo rocié de gasolina,
hasta que quedó todo bien empapado, le prendí fuego y marché lo antes posible,
di otro rodeo y pasé por Tortosa, ya era de noche y con el viento que hacía, no
había nadie por las calles, paré cerca de un puente y tiré el cuchillo al Ebro
así como los carretes velados de las cámaras fotográficas.
Llegué a casa y
revisé toda la ropa que llevaba por si había manchas de sangre, llamé varias
veces al teléfono de Lucía, la segunda vez le dejé un mensaje en el buzón de
voz, le dije:
Lucía, ya he llegado,
Si llegas antes de las doce, por favor, llámame.
Me duché, me fui al
despacho biblioteca y me tomé un par de whiskys.
NOTA.- La semana que viene estoy de viaje, en busca de unos datos necesarios para terminar una historia basada en hechos reales y que me llevará entre otros sitios a Cuba. No sé si podré publicar el último capítulo de "Entre fantasmas" En el supuesto de que no pudiese, lamento demorar una semana más esta intrigante historia.
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