El relato de hoy, cronológicamente, va después de “El viaje
a ninguna parte”, pero como en su día fue publicado antes, ahora haré lo mismo,
se trata “La misteriosa dama de negro”, la primera parte de la trilogía “El
viaje”, una historia espeluznante llena de terror y misterio que creo os
gustará.
Yo confieso
Este es el primer relato de una trilogía, como me lo contó mi amigo Ricardo, yo os lo cuento, Ricardo si existe, lo que sucede es que a veces se confunde con su biógrafo, que soy yo, no es lo mismo escribir en primera que en segunda persona, Ricardo es mi amigo y un poco aventurero, he tenido la ocasión de compartir con él alguna aventura, en ésta me encontré con él en Blanes y no nos conocimos, tuvimos la gran suerte de encontrarnos de nuevo en Peñíscola, ahora nos vemos a menudo en su barco o en el mío.
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RELATO
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EL VIAJE
La misteriosa dama de negro
Pedro Fuentes
CAPITULO I
Cuando Ricardo se decidió a vivir en la mar y con la mar, se
pasó mucho tiempo buscando lo que sería su hogar, al fin, después de varios
años encontró el barco que le pareció ideal, un ketch de 14 metros de eslora, dos palos, mayor y mesana.
Un salón bastante espacioso, en el que hay una cocina, un comedor y un puesto
de gobierno, además del existente en popa en la bañera. Equipado con velas
mayor, mesana, génova y foque, bastante cómodo para navegar incluso en
solitario.
La idea de Ricardo es vivir en el barco y ganarse la vida
realizando algún que otro charter por el Mediterráneo, su puerto base está en
la provincia de Castellón, un pequeño puerto, seguro y muy marinero.
El año no estaba siendo muy bueno, había hecho el
mantenimiento y pintura de su barco “El Solitario” en Mayo y ahora, a primeros
de Junio, no tenía ninguna reserva hasta el día 20 que iría a Menorca.
Suponía que a Ciudadela a las fiestas de S. Juan y luego la
vuelta a la isla. Sabía que traían un perro, un pinscher enano de unos 4 quilos.
Al principio dijo que el perro no, que la travesía duraba más de 20 horas y el
perro tendría que hacer sus necesidades. La persona que le llamó para alquilar
el barco le dijo que no era problema, que el animalito estaba acostumbrado a
una caja de gatos y que hacía sus cosas allí.
Hasta la fecha solamente salían alguna excursión de fin de
semana, pero este año, que el tiempo tampoco era muy estable, no tenía nada, por lo que había aceptado aquel
viaje, de una mujer sola y su perro, claro que estaba bien pagado y por
adelantado.
Mientras llegaba la fecha, dedicaba su tiempo en pequeñas
mejoras, leer y pasear por los alrededores del puerto.
El día 19, por la tarde, a última hora, llegó al puerto en
un taxi una chica muy joven, era Lara, llevaba el pelo, teñido de negro y
suelto sobre los hombros y hasta media espalda, muy liso le, tapaba las orejas,
además, el flequillo, muy largo le cubría las cejas y parte de los párpados,
lucía un vestido negro, con falda tres cuartos y un cinturón, también negro y
con una gran hebilla plateada.
El conductor del taxi bajó del maletero un gran baúl de
cuero negro y cerrado con dos grandes bandas de cuero, también del mismo color
y cerrados con un par de candados de unos ocho centímetros. En los brazos
llevaba un pequeño perro, un pinscher enano negro, con la pechera roja color
fuego. Ricardo, al que siempre le habían gustado los perros y durante su vida
había tenido varios, lo encontró precioso, le acercó la mano y el animal,
después de olerla, sacó la lengua y se le lamió, luego se dejó acariciar,
levantando la cabeza, ofreciéndole el cuello para que le rascara, así sellaron
una amistad duradera.
Ricardo se presentó y le dijo a Lara que el baúl era un
inconveniente en las estrechuras de un barco, pero ésta le contestó que habían
cambiado de planes y después de llegar a Menorca, no querían volver, sino
trasladarse a Alicante, dentro del plazo de la reserva, y que le pagaría un
suplemento por las molestias.
Con gran trabajo lograron embarcar el equipaje. Ricardo le
ofreció cenar algo, para luego ir a dormir.
Las previsiones del tiempo eran buenas y tendrían que salir
a primera hora de la mañana para llegar a Ciudadela al amanecer del siguiente
día.
CAPITULO II
Cervero, que así se llamaba el perrillo, no se separó de
Ricardo en ningún momento.
Cuando terminó de cenar, después de recogido todo, salió a
la bañera, en popa a fumar un cigarrillo y tomar un culín de whisky como tenía
por costumbre cuando las cosas iban bien.
El animal salió con él y Lara se fue a dormir. Le había
asignado el camarote posterior, éste se encontraba en popa. Para acceder a él,
hay que bajar dos escalones, desde el salón comedor cocina, a donde se llega
desde la bañera bajando un escalón y desde la bañera por popa. En la banda de
estribor, está la cocina, nevera, horno, y microondas. La mesa está al otro
lado y alrededor de ella, por la banda de babor y proa hay un sofá rinconera.
La mesa se baja y se convierte en otra cama de matrimonio. En el salón hay dos escaleras,
una por popa, por donde se llega a un pasillo en el que a ambos lados, hay dos puertas más que
conducen a sendos camarotes, cada uno con dos literas, un armario y una pequeña
mesa practicable que al abrirla deja el espacio justo para pasar una persona,
en el mamparo de popa de estos camarotes hay una estantería que sirve de
mesilla de noche y debajo se guardan dos sillas de madera plegables, a unos 30
centímetros sobre la litera superior hay un ojo de buey rectangular. La cama superior es practicable y al
abatirla, la inferior se convierte en un sofá.
Siguiendo por el pasillo, a la derecha según se baja, babor, se encuentra un
armario, a la izquierda está la puerta de un baño completo, lavabo, debajo del
cual hay otro armario, wáter y ducha.
Al final del pasillo, hay otra puerta que conduce al
camarote grande, entrando en él, en el lado de estribor, pegada por un costado
y la cabecera, está la cama doble, al otro costado, hay una mesita, también
adosada al panel de popa, es este lugar, debajo de la mesa Ricardo colocó el
baúl. A una altura de un metro sesenta centímetros y en ambos costado, hay dos
ventanillas alargadas que se pueden abrir, como los ojos de buey abatibles
hacia arriba, por el interior de estas, hay unas cortinillas muy tupidas para
evitar la claridad del amanecer.
A proa del salón, está la otra puerta, en el centro del
mamparo, a la derecha, estribor, está el puesto de gobierno, a la izquierda de
la puerta, y de espaldas al sofá, la mesa de cartas, donde se guardan las
cartas de navegación y los útiles necesarios. Esta puerta lleva, bajando otros
dos escalones, a un armario a estribor, un lavabo completo a babor y dos
literas en forma de uve y unidas por los pies, al frente, aquí, es donde se
aloja Ricardo cuando lleva pasajeros.
Viendo que Cerbero no se separaba de él, decidió darle un
pequeño paseo por el muelle, así lo cansaría un poco y estuviese más tranquilo
durante las veinticuatro horas que tendrían de viaje al día siguiente.
Media hora después regresaron al barco, el animal se quedó
en el salón, y Ricardo se fue a su camarote donde durmió de un tirón hasta las
siete que le sonó el despertador.
Ricardo se levantó, preparó café para el desayuno y avisó a
Lara con una voz, al rato apareció vestida más normal, llevaba un chándal azul
marino y unas bambas, el pelo lo llevaba recogido y una gorra encima, Ricardo
le había advertido contra las insolaciones, ya que ella no parecía tomar el sol
con asiduidad y su piel era blanca en exceso.
A las ocho y media, soltaron amarras y salieron del puerto a
motor, Lara no tenía ni idea de navegación, así que como Ricardo era experto y
además lo llevaba todo bastante automático, ya fuera del puerto, puso rumbo al
viento, una ligera brisa que soplaba, desenrolló la mayor, sacó el génova y con
el piloto automático fijó el rumbo, el viento era poco pero favorable, si seguí
así, en unas seis horas pasarían al norte de las Islas Columbretes, pasadas éstas pondrían ya
rumbo directo a Ciudadela, una vez fijado el rumbo, desenrolló también la
mesana y el barco se estabilizó, la mar estaba casi plana y les cogía por el
NW, casi por popa, con lo cual cabeceaba muy poco, lo malo era el calor que
iban a pasar. Eran unas 156 millas marinas, con lo cual, tardarán una 26 horas
si todo va bien.
CAPITULO III
El día
21, sobre las 12, llamaron al canal del
Náutico de Ciudadela, encontraron amarre de casualidad, en las fiestas de S.
Juan en Ciudadela, no cabe ni un alfiler, tuvieron suerte porque llegaron dos
días antes, aún así, les asignaron amarre en el dique sur, con lo cual hay que
dar toda la vuelta para llegar a los lavabos, pero bueno, por lo menos hay más
tranquilidad.
Lara esperaba a su novio para el día 22 a la hora de comer,
dijo que estaba muy cansada del viaje y que no se movería del barco, solamente
quería dormir. Ricardo se encontró libre para ir a visitar a unos amigos.
Volvería a la hora de cenar.
Para dejar a Lara libre de molestias le dijo que si quería
se llevaría a Cerbero, cosa a la que accedió y se encontró libre de
compromisos. En animalito pareció enterarse de todo y se puso a saltar de
alegría. Ricardo, al que gustaban los animales, se dio cuenta de que el perro
era un capricho de la niña.
Por la noche, a eso de las nueve, llegó Ricardo con Cerbero
al barco, Lara estaba recostada en el sofá, comiéndose un bocadillo con una
cerveza y viendo la televisión. No había salido del barco para nada. Ricardo le
preguntó si quería cenar.
No, con este bocadillo tengo bastante, no soy de mucho
comer. Dijo Lara y añadió luego, mañana, sobre el medio día vendrá mi novio, no
queremos que se nos vea mucho, él es un poco conocido y pasaremos la mayor
parte del día en el barco, tú puedes hacer lo que quieras, pero el día 23, si
el tiempo lo permite, querríamos salir, como quedan siete días de alquiler,
iremos a Túnez, allí desembarcaremos y tú quedarás libre, te pagaremos un
suplemento por las molestias y el trayecto más largo.
Bueno, no era lo previsto pero tú pagas y tú eliges, yo
ahora me voy a dormir, mañana, cuando venga la persona que esperas, si no hay
ninguna novedad, yo estaré en casa de mis amigos y de fiesta, seguramente
pasaré la noche en con ellos, si hubiese alguna novedad, ya tienes mi teléfono
móvil.
Vendré por la mañana y zarparemos al medio día, las
previsiones son buenas y el veintiséis podemos estar en vuestro destino. Lo que
no puedo es llevarme a Cerbero conmigo este día y medio, os tendréis que hacer
cargo de él, le respondió Ricardo.
Dicho esto, se preparó un bocadillo y una cerveza y se fue
al exterior a cenar y fumar allí. Le desagradaba el perfume o colonia de la
niñata, como él ya se había habituado a denominarla, era un olor dulzón, en
exceso, a jazmín.
A media mañana del día siguiente, se marchó de nuevo con sus
amigos, Ciudadela ya hervía con los viajeros que habían llegado para las
fiestas, antes de nada, pasó por las oficinas del club y les dijo que le
preparasen la cuenta para el día siguiente, que se tenían que ir. Lamentaba no
quedarse a la fiesta pero no era la primera vez que estaba, de hecho,
normalmente Ciudadela para S. Juan y Mahón para la Virgen de Gracia en
Septiembre, eran charter casi seguro. Además, para él Menorca le traía
recuerdos muy especiales.
CAPITULO IV
Despuntaba el sol cuando llegó al puerto, la luna llena no
se distinguía en medio del cielo, el viaje a Túnez sería con luna llena, no
había previstas nubes con lo cual la travesía sería más agradable.
Al subir a bordo, vio a Cerbero echado y con cara de estar
aburrido, lo llamó y salió corriendo detrás de él, dieron una vuelta por el
muelle y el animal pareció revivir.
Cuando subió de nuevo al barco, se fue a su camarote, no se
oía nada, la noche anterior habría llegado el novio y ahora estarían descansando.
Se duchó, preparó el desayuno, luego cogió las cartas
correspondientes y marcó el rumbo en ellas, pasarían por el sur de Menorca, por
el canal que le separa de Mallorca y luego ya sería rumbo directo, si el tiempo
acompañaba, llegarían a Túnez a media mañana del día veintiséis. Gravó los
datos en el GPS, recogió todo lo que podía molestar durante la navegación,
revisó las velas, comprobó la carga de la baterías, vio que las placas solares
que llevaba estaban cargando y luego, desde la puerta que bajaba a los
camarotes de popa dio una voz a la pareja para que despertasen y desayunasen
mientras él iba a las oficinas, luego zarparían.
En la oficina, que había abierto hacía un momento, la gente,
dos administrativas y un marinero, comentaban que en una cala, cerca de
Ciudadela, había aparecido esta mañana, el cuerpo destrozado de unas personas,
no se sabía ni si eran hombres o mujeres, los cuerpos estaban desperdigados por
el suelo y la piel y la carne arrancada a trozos, según comentarios de las personas
que llegaron a verlo, incluido el juez y el forense, había sido atacado por una
jauría de perros salvajes, pensaban que eran dos por los dos cráneos pelados
que aparecieron.
Ricardo, que era por lo natural, persona sensible, se le
puso muy mal cuerpo pensando en aquello.
Llegó al barco y los chicos no se habían despertado, los
llamó de nuevo y como viese que no se levantaban, bajó al camarote y llamó al
marco de la puerta, ya que ésta estaba abierta, al no sentir respuesta, entró,
la cama sin deshacer, todo estaba en orden, en realidad el único vestigio de la
pareja era el baúl y un pequeño maletín de piel encima, que pensó que sería del
novio. Lo cogió entre sus manos y comprobó que no estaba cerrado con llave, lo
puso encima de la mesa y lo abrió, solamente había una muda de ropa interior,
un par de camisas y un pequeño neceser con efectos personales, debajo de todo
esto, había un Corán.
Eran las diez y media, cogió su móvil y vio el teléfono de
Lara, llamó al número y le dio un mensaje de apagado o falto de cobertura.
A las once y medía bajó al camarote grande otra vez por si
descubría algo, vio que los candados del baúl se encontraban abierto y miró
dentro, estaba lleno de ropa, parecía no
haberse estrenado, toda ella era árabe, chilabas de hombre y de mujer, algún
caftan de gran calidad y vivos colores, babuchas, hiyab de diferentes colores
para la cabeza y luego ropa interior de hombre y mujer. Siguió rebuscando y
encontró dos pasaportes en una cartera de piel, los abrió y vio que eran
nuevos, uno con la foto de Lara y el otro a nombre de un chico árabe, eran
pasaportes marroquíes, pero le extrañó una cosa, las únicas anotación que
tenían eran un sello de salida de España
el 23 de junio y el sello de entrada en Túnez con fecha 26 de junio, es decir,
para pasado mañana. Siguió buscando y encontró tres sobres abiertos y con la
solapa para dentro, entre los tres calculó que habrían unos quinientos mil € en
billetes la mayoría de 500 y luego una parte de 200. Guardó todo como estaba y
cuando fue a cerrar descubrió en una bolsa que había con una cremallera en la
tapa un teléfono móvil apagado y otro Corán, pero éste traducido al español.
Ricardo ya no sabía qué pensar, se dirigió a la oficina, por
ver si sabían algo, pero con la excusa de ver las previsiones del tiempo,
además comentó que el nuevo destino, sería Cartagena.
Poca cosa se sabía más, que la chica vestía un traje negro,
largo y que él parecía ser tan joven como ella y parecía haber vestido con
vaqueros y un suéter. Cogió una copia de las previsiones y salió de la oficina
hacia el barco, tendría vientos del sur, así que sobre la marcha cambiaría el
rumbo, se dirigiría a Córcega.
Llegó al barco, soltó amarras y cuando llegó a la bocana del
puerto, tomo rumbo S como si efectivamente fuese a Cartagena, navegaría unas
cuantas millas hasta salir de la vista de Menorca, luego iría hacia el E y
luego remontaría hacia el NE. Al salir de
la bocana del puerto, se dio cuenta de que Cerbero estaba a su lado. Era
un animal muy bonito y cariñoso, pero seguramente tendría un problema, en
muchas regiones de España, los perros tienen que llevar un chip identificativo,
lo solían poner en una oreja y si no en un lateral del cuello, es del tamaño de
un grano de arroz y como está en la epidermis, con tacto se puede localizar.
Llamó al perro, que vino solícito, lo cogió en brazos y no
localizó en las orejas, palpó por el cuello y después de varios intentos, lo
encontró en el lado izquierdo. Cogió de un cofre al lado del timón un cúter que
llevaba y con la punta de éste y con gran destreza, con una pequeñísima
incisión le extrajo el chip, el animalito dio un pequeño gruñido, Ricardo puso
un algodón con alcohol y le limpió la herida que no llegó ni a sangrar. Tiró el
chip por la borda y se rió pensando si se lo tragaba un pez.
La navegación era tranquila, cuando a eso de las siete de la
tarde ya había cogido rumbo NE hacia
Córcega, bajó al camarote grande, abrió el baúl, sacó el dinero y lo distribuyó
envueltos en tres bolsas de plástico,
las selló con cinta aislante y las escondió pegándolas en el suelo, por debajo,
en las sentinas de los tres camarotes de popa, cada una en uno, cogió el
maletín pequeño y lo metió en el baúl, éste con gran esfuerzo, lo subió a
cubierta, hizo un repaso por todo el camarote de cualquier resto del paso de la
pareja e incluso limpió con un paño cualquier huella que hubiesen podido dejar.
Una vez en cubierta, con un taladro de batería, buscó en el arcón de las
herramientas una broca tipo corona, de unos 30 centímetros hizo varios agujeros
por todos los lados del baúl, luego cortó unos treinta metros del cadenote del
ancla de popa, es decir, unos cincuenta kilos de peso, y lo metió dentro. Luego
lo tiró al agua en un sitio que las cartas marcan unos mil doscientos metros de
profundidad, le pasó un cabo por las asas, por poderlo recuperar si no se
hundía, entró el agua por los agujeros y con el peso de la ropa mojada y el
cadenote, se sumergió por completo, soltó uno de los extremos del cabo y estiró
del otro hasta recuperarlo.
El resto del día Ricardo lo pasó oyendo la radio por si
decían algo de la pareja que él estaba seguro que eran Lara y su novio, lo que
más le extrañaba, era las fechas de los pasaportes, parecía como si quisieran
entrar en Túnez sin que nadie lo supiese, ¿Y por qué llevaban tanto dinero?
¿Serían delincuentes o traficantes? A Ricardo se le pusieron los bellos de
punta, tembló pensando que si el dinero era de la droga, esa gente no se andaba
con chiquitas y lo localizarían en el fin del mundo.
Ya había entrado la noche, conectó el radar al piloto
automático y la alarma por si daba alguna cabezada, aunque cuando viajaba en
solitario dormía en cubierta, al costado del timón.
Dio de comer a Cerbero y éste no quiso, incluso le gruñó, se
acordaba quizás del corte para quitarle el chip.
A la media hora el perro empezó a gruñir a comportarse de
una manera extraña, se fue al salón y se quedó allí, no había probado bocado ni
bebido agua, seguía gruñendo, cada vez más fuerte.
Al fin salió por el
horizonte la luna llena y Ricardo entró al salón a buscar tabaco y a prepararse
un whisky, no tuvo ni tiempo de entrar, lo que vio le hizo orinarse en los
pantalones, una figura monstruosa saltó sobre él, tenía forma de perro, pero de
más de un metro de alto, con tres cabezas con unos dientes de más de cuatro
centímetros en unas encías rojas como la sangre, una espuma espesa le salía de
entre los dientes, en el color del pelo y la pechera eran como Cerbero, las
orejas iguales pero más grandes Ricardo saltó hacia atrás y esquivó el primer
ataque, luego corrió hacia las escaletas laterales que subían al palo mayor,
cuando ya subía, notó como una de las bocas había lanzado un mordisco sobre su
pierna izquierda a la altura del gemelo, el traje de agua que se había puesto sobre
los vaqueros para evitar la humedad de la noche le salvó de una dentellada y
solamente le había clavado un colmillo, esto le hizo correr más y trepar varios
metros, al fin se vio a salvo, la fiera gruñía por sus tres bocas, incluso hubo
un momento que una cabeza atacó a la del otro costado.
Ricardo temblaba y sudaba a la vez, no había visto monstruo
más raro en su vida, luego empezaron a pasar imágenes por su mente, de repente
le vino una y ya no se borró, estampas de la mitología, un nombre se asoció a
la imagen que vio de niño en un grabado y
que le había hecho tener pesadillas muchas noches, Cancerbero, el
guardián de la puerta de los infiernos.
Rezó y rezó para que
no pudiese llegar hasta él, estaba ya más arriba de la mitad de mástil, buscó y
encontró el cinturón del pantalón que llevaba debajo, con él se sujetó al
mástil, los pies le reposaban sobre una cruceta de éste, esperaba que no
soplase más viento que la pequeña brisa que había porque le podría poner en
peligro.
Suerte que era la noche más corta del año y pronto
amanecería.
Hombre, pensó, había oído hablar varias veces de la rueda de
santa Catalina, un fenómeno que se veía al amanecer del día 24 de Junio. Si era
verdad hoy tendría ocasión de verla y muy clarita, desde la primera fila.
Cuando iba llegando el amanecer, la bestia parecía calmarse,
cuando salió el sol, en un amanecer que le pareció a Ricardo el más radiante,
comprobó que la bestia iba disminuyendo de tamaño, al igual que sus tres
cabezas.
Cuando el sol calentó la banda de babor del barco, el perro había
recobrado su tamaño y estado natural y estaba llorando a los pies del mástil.
Ricardo había sacado sus conclusiones, la noche anterior,
Lara y su novio habrían sacado a Cerbero a pasear, se encontraron en la cala al
lado de Ciudadela con que salía la luna llena y la fiera se abalanzó sobre
ellos y organizó la matanza de los dos chicos, luego se retiraría a cualquier
rincón y por la mañana volvió al barco.
Ricardo pensó, había visto la luna llena esta noche por
segunda vez, todavía quedaban noches con luna llena, bajó con sumo cuidado y
vio que el animalito se le acercaba, lo cogió en brazos, no sabía si tenía
culpa de nada, pero se fue a sotavento y sin que se diera cuenta lo tiró al
agua lo más fuerte que pudo.
Vio como no hacía por nadar, se quedó estático a flor de
agua y con la mirada de fuego que tenían las tres cabezas de la noche anterior,
no hizo ningún movimiento, se diría que sabía que todo movimiento que hiciese
terminaría agotándolo. En cinco minutos ya no se veía.
Ricardo cambió de rumbo, ya no hacía falta esconderse tanto,
sabía cómo había sido la desaparición y nadie podía relacionar a los chicos con
él, viró al W, iría a la Costa Brava, allí decidiría el nuevo destino.
Cogió el botiquín, se desinfectó la pierna y la curó, luego
le puso un vendaje y se dispuso a prepararse una abundante comida.
CAPITULO V
La madrugada del día 26 avistó tierra, era Blanes, en la
Costa Brava, allí era un buen sitio para fondear. Primero se acercó a la
gasolinera del club, llenó los depósitos de agua y rellenó lo que le faltaba de
gasoil, luego se dirigió a la bahía y fondeó, bajó la balsa auxiliar y se fue
al pueblo a comprar comida y bebidas y sobre todo los periódicos.
Cuando volvió se tiró al agua, nadó un rato y luego preparó
comida y se dispuso a leer los periódicos.
No habían identificado los cuerpos de Menorca todavía,
estaban estudiando el ADN. Por lo demás, todo seguí igual, la economía no
levantaba cabeza y los políticos habían desenterrado el hacha de guerra porque
se aproximaban las elecciones.
A la mañana siguiente, volvió a bajar a tierra con la balsa
auxiliar, hay por el lado sur de la bahía unos peñascos, a los que llaman “La
puerta de la Costa Brava” en la playa del costado, hay barcas varadas en la
playa, siempre encuentra algún pescador que le eche una ojeada a su balsa.
Luego se adentra por las calles del centro del pueblo y compra lo que necesita.
Ese día, cuando compraba frutas y verduras en el paseo
central del pueblo, allí ponen cada día sus paradas, vio que un hombre le
miraba sin quitarle ojo, era aproximadamente de su misma edad pero algo más
grueso, y el caso es que le resultaba conocido, el hombre se acercó a él y le
dijo:
Perdone, ¿Vd. no es Ricardo?
Ricardo, con todo el estrés que llevaba encima le contestó:
No, no soy Ricardo, me llamo Francisco y he venido de
vacaciones, Las últimas palabras no se le oyeron, asustado de que le hubiesen
identificado por todo lo pasado, dio media vuelta y salió dando grandes y
rápidos pasos, llegó a la playa, puso el fuera borda en marcha y se fue a su
barco, una vez allí, izó la balsa, puso el motor en marcha, levantó el ancla y
salió a motor rumbo al S. Cuando ya había hecho unas cuantas millas y no se le
podía ver desde tierra, izó las velas y cambió el rumbo al N aprovechando que
los vientos eran propicios, había decidido ir a algún pueblo cercano a la
frontera de Francia, donde podría esconderse.
Llevaba ocho horas navegando cuando se serenó y empezó a
leer los periódicos que había comprado, mientras tanto no se quitaba de la
cabeza la cara del hombre barbudo.
De pronto se sobresaltó, en uno de los periódicos leyó:
“Corren rumores de que la hija de un político español, ha
desaparecido, al parecer, por una indiscreción de uno de sus allegados, le
había dejado una nota a su padre diciéndole que quería vivir tranquila con su
novio donde nadie los conociera. Hasta la fecha no se sabía nada de ellos.
Ricardo se cogió la cabeza con las manos, se estiró del cabello y dijo: ¡Dios!
La que se ha liado o se va a liar”.
CAPITULO VI
Llegó al puerto de La Escala, casi al comienzo del golfo de
León y bastante cerca de la frontera, y como es un puerto bastante grande,
decidió pasar unos días allí, además, quería arreglar unos papeles, así que
pagó el amarre para 15 días y dijo que tenía unos asuntos urgentes que
arreglar, preguntó cómo podía ir a Barcelona, se lo indicaron y al día
siguiente partió en un autobús de línea hasta Gerona, donde cogió el primer
tren que salió para Barcelona, quiso alquilar un coche, para lo que se fue al
aeropuerto del Prat, porque allí pasaría más desapercibido.
Cuando llegó a Barcelona, de pronto le vino a la memoria la
imagen del barbudo, era Pedro, el amigo de Vicente y suyo, hacía años que no
los veía, desde el asunto de los caracoles.
Cogió el coche de alquiler, y por la misma carretera de
Tarragona, se dirigió a Benicarló, donde tenía el pequeño apartamento donde vivía,
cuando llegó hizo lo que tenía por costumbre desde Menorca, comprar todos los
periódicos de tirada nacional, recogió la correspondencia, abrió la casa la casa y revisó por encima
como estaba todo, la Sra. de la limpieza había pasado por allí, lo hacía una
vez por semana cuando estaba fuera, a regar las plantas, echar una ojeada y
limpiar si hacía falta. Tenía que ir al banco, a arreglar unos papeles, pero ya
era tarde, iría mañana por la mañana.
Se preparó algo para cenar y se puso a escuchar la tv
mientras revisaba el correo, nada, cuatro facturas, varios anuncios y el aviso
de pasar a recoger la nueva tarjeta de crédito por el banco.
Revisó la prensa de arriba abajo, nada, no salía nada sobre
los hechos, todo parecía tranquilo menos los políticos de España en periodo de
elecciones, la crisis cada vez se veía más negra, pero nada más.
A la mañana siguiente fue al banco, arregló lo de la tarjeta
y otras cosillas, luego consultó dónde se podría invertir un dinero que le
tenían que pagar y prefería algo que aunque no le diese mucho, tampoco se viera
demasiado.
Terminadas las gestiones, le dejó a la Sra. Herminia un sobre con dinero para que
se cobrara lo que le correspondía y por si salía algún imprevisto, le dio el
número del teléfono de tarjeta prepago y
le dijo que estaría ausente seguramente un par de meses.
Cogió el coche y se dirigió al aeropuerto de Madrid, allí
devolvió el coche y se fue a la estación
del AVE, sacó un billete para Barcelona en el primer tren, subió a él, se puso
los auriculares para oír música y entornó los ojos, pero no durmió en todo el
viaje, por entre los párpados medio abiertos tenía controlado todos los
movimientos del vagón.
Ya en Barcelona, cogió un tren que le llevó muy cerca de La
Escala, a Figueras y allí un autobús de línea que lo dejó en el centro de La
Escala, desde allí, andando, fue hasta el puerto en el otro extremo, su barco
estaba como lo había dejado, nadie parecía mirarle o vigilarlo, pasaba
totalmente desapercibido. Entró en las oficinas y preguntó si había algún
recado para él, nada, negativo, ninguna noticia decía nada de los muertos en
Menorca, en realidad la única persona que podía relacionar a Lara él era el
taxista que la había llevado a la puerta de la marina de Benicarló y no vio el
barco y a él, era de noche y bastante trabajo tenía con bajar el baúl del
coche.
Pasó 15 días en el barco, no dejándose ver mucho, le
llamaros un par o tres veces para alquilarle el barco, pero pensó que era mejor
decir que estaba ocupado para el resto del verano, todas las veces comentó que
estaba en diferentes puertos del Mediterráneo español.
Cuando pasaron los quince días que había pagado de amarre,
se marchó, en el club dijo que iba a poblaciones del sur de Francia y puso
rumbo hacia el norte, como hacía buena mar, decidió pasar el peligroso cabo de
Creus y quedarse en LLansá, a muy poco tiempo de Francia, en un pueblo marinero
que ahora, estaba a rebosar y con
constantes entradas y salida de embarcaciones de recreo.
Llevaba ya siete días comprando la prensa cada día, había
llamado a la Sra. Herminia por si había novedad y nada, Ricardo se iba
relajando, se comportaba como un turista, incluso conoció a una turista
francesa, algo más joven que él y pasaron cuatro días, hasta que ella se fue a
Paris incluso le dio sus señas por si se acercaba por allí.
El día 25 de Julio, por la mañana, hizo lo que cada día
desde que marchó Michel, la francesa, desayunó y se fue a andar y a comprar los
periódicos, luego se sentó en la terraza de una bar a tomar otro café y a leer
la prensa, nada, todo tranquilo cuando en la última página, una pequeña nota,
fechada el día 25 en Porto Pino, Cerdeña, en la playa habían aparecido dos
cuerpos, al parecer una pareja, totalmente mutilados, parecía que los hubiese
atacado unos lobos, animales que por allí no había.
Ricardo se puso pálido, se levantó, dio medio tumbo, no
llegó a caer, pero el camarero se dio cuenta y le pregunto:
¿Se siente mal?
No, ha sido un pequeño mareo, pero ya se ha pasado, gracias.
Se alejó de allí y dijo para sí:
¡Dios mío! Si lo tiré
a más de 100 millas de allí, no puede ser… salvo que sea el mismo… demonio.
FIN
*NOTAS del autor:
Babor es la parte izquierda de un barco mirando hacia
delante.
Estribor es la parte izquierda.
Proa es la parte delantera. Popa es la parte trasera. La
línea imaginaria que une el punto central de popa con el de proa, se llama
línea de crujía, todo lo que está al lado derecho de esa línea se dice que está
en la banda de estribor, si está en el lado izquierdo se dice que está en la
banda de babor.
Se llaman mamparos a los tabiques o medio tabiques que hay
dentro de un barco, se usan como paredes, pero su cometido es reforzar la
estructura del barco.
Una mesa de cartas, no es porque en los barcos se juegue, los mapas
marinos, se llaman cartas y son bastante grandes y no se deben doblar, hay que
estar siempre, en las travesías, trabajando con ellas, haciendo mediciones y
marcando el rumbo que tiene que llevar el barco
la mesa que se usa para este cometido, se llama mesa de cartas. El foque es
una vela triangular que va a proa del barco, existen básicamente tres tipos, el
más grande se llama génova, el mediano es el foque y luego los hay más pequeños
que se llaman tormentín. Si
el barco tiene dos palos o mástiles, como en este caso, el delantero es el palo
mayor, el otro el mesana, el palo de
mesana básicamente lleva una vela que se llama mesana, como el mástil. El velero que lleva dos palos, pero
el de popa es más bajo, se llama ketch, como el de Ricardo
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