Un nuevo relato tomado de la realidad, a veces doy las
gracias a la vida porque la verdad es que me ha dado unas vivencias que
considero fabulosas y a la vez una memoria que ahora, a mis años puedo
recordar, aunque también hay algunas que vagamente las recuerdo, incluso
nombres y caras de personas, aunque creo que como la naturaleza es sabia, a
veces te ayuda a olvidar lo que no es agradable.
Y ahora………………
Yo
confieso
Real como la vida misma, me la contó
Inés una vez en el restaurante que ella y Anselmo tenían y al que íbamos a
cenar cada viernes, era un sitio muy exclusivo, solamente podías ir si ellos
daban el “plácet”.
Los viernes nos reuníamos allí varios
matrimonios y amigos y después de cenar se hacía tertulia hasta las tantas.
Manolo murió tal como se relata en la
historia y fue él el protagonista del susto.
RELATO
EL HIPOCONDRIACO
Pedro Fuentes
Esta
historia está basada en hechos reales, por lo cual los nombres de sus
personajes han sido modificados para conservar la privacidad de los mismos.
Anselmo
estaba jubilado cuando Ricardo lo conoció, por la gran afición de los dos por
la náutica y la pintura, pronto congeniaros, además tenían el barco en el mismo
puerto y muy cerca el uno del otro.
Anselmo era
el mayor hipocondriaco del mundo, su médico de cabecera ya no sabía qué
recetarle, ya le había dado todos los placebos existentes.
Era tan
hipocondríaco que creía tener todas las enfermedades menos las que en realidad
tenía, su mujer era una enciclopedia de medicina, conocía más enfermedades y
medicinas que un vademécum, su marido lo tenía todo y más fuerte que nadie, si
le dolía la cabeza, o era un derrame cerebral o una embolia, si le dolía el
pecho, bueno, eso era gravísimo, un cáncer, una tuberculosis, un ataque
cardíaco, en el estómago podría ser cualquier cosa menos que se había pasado
comiendo, porque eso sí, era un comedor compulsivo, todos sus males no se
curaban, pero, se aliviaban bastante.
Cuando le
dolían las articulaciones, era reuma o artrosis seguro, según él, la espalda,
la tenía totalmente rota, además, se auto medicaba, Ricardo no le podía hablar
de nada que fuese relacionado con la salud o la enfermedad, tampoco del hijo de
Anselmo, que por cierto era médico forense.
Cómo sería
Anselmo que una vez le contaba a Ricardo que había llegado a su casa de noche
con su mujer, tenía muchísimas ganas de
orinar, según él por culpa de los problemas de próstata que llevaba desde hacía
años y no se explicaba como el PSA no detectaba nada anormal, el caso es que
con las prisas llegó al baño sin encender la luz, medio desabrochado el
cinturón.
Con una mano
se bajó la cremallera del pantalón y con la otra buscó entre la ropa, con las
prisas cogió la punta del cinturón, la enfocó hacia donde creía adivinar el
wáter y se puso a hacer pis, de pronto notó varias sensaciones, una que se
estaba orinando encima y otra sensación fue que aquello que tenía entre la
mano, era totalmente plano e inerte, se llevó tal susto que pensándose lo peor
del mundo y tan mal se sintió que se escaparon dos lágrimas y gritó a su
esposa:
¡¡Inés!! Mira lo que me ha pasado.
Inés corrió
al cuarto de baño, encendió la luz y viendo el espectáculo soltó una carcajada.
Anselmo al
fin, armado de valor se miró entre las manos y un suspiro de alivio le
recorrió, ya no le importaba ni haberse orinado encima ni las lágrimas
escapadas.
Anselmo tuvo
un final feliz para su hipocondría, una tarde de principio de verano, cuando
todavía no apretaba el calor, fue a
hacer un recado con el coche, era de esas personas que exasperan por llevar una
velocidad por lo menos treinta quilómetros por debajo de la permitida, frenaba
en casi cada curva, el caso es que en un tramo de recta y en el que no había ni
cuneta, tuvo un desmayo, se salió de la vía y se fue parando poco a poco, ya
que no ejerció ninguna presión sobre los pedales, al fin, se acabó el recorrido
contra un pequeño árbol que ni siquiera se partió.
Detrás de él
iba coche cuyos ocupantes vieron lo ocurrido, pararon y corrieron a socorrerlo,
cuando llegaron se percataron de que estaba muerto sobre el volante.
Después de
los trámites oportunos, le hicieron la autopsia, su hijo, que era forense y
quiso saber lo que le ocurrió y estuvo presente, el informe fue tajante, parada
cardiaca sin motivo aparente, tenía un cáncer que se le había ramificado por
todo el cuerpo, no había sufrido hasta ahora las consecuencias ni los dolores,
no le quedaban ni seis meses de vida y una muerte muy dolorosa, un final
espantoso, él que creyó tenerlo todo, murió sin tener nunca la certeza de que
no era hipocondriaco sino un enfermo real.
FIN
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