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sábado, 31 de octubre de 2015

LA TANGANA (Relatos Palmeros)


Un día más y un RELATO PALMERO más, quizás este relato se tendría que haber publicado antes de el de la semana pasada, para que el público en general comprendiese mejor cómo se vive el futbol en La Palma.

La tangana


Real como la vida misma, sacado de los periódicos y de los blogs del Tenisca y del Mensajero, cuando alguien me dice que por qué no me gusta el futbol, comento esto entre otras cosas. Incluyo unas fotos sacadas de Internet que no corresponden a la época de “La tangana”

LA TANGANA
Pedro Fuentes

Temporada 1983/84, Tercera División Nacional de Fútbol, Grupo XII. El partido más violento de la Liga española lo disputaron la S.D. Tenisca y la U.D. Mensajero, los dos de La Palma y máximos rivales desde 1.922.
Pero antes de llegar a aquel partido, el día 3 de Octubre de 1.983, vamos a analizar qué sucedió y por qué se llegó a aquella situación.
La Sociedad Deportiva Tenisca se fundó  en 1922 y me remito a las crónicas que dicen:


S. D. Tenisca  (Foto de Internet)


“La fundación del club se gestó en las escalinatas de la Plaza de San Francisco, en Santa Cruz de la Palma, cuando un grupo de jóvenes decidieron crear el Tenisca Club Balompié. Sus nombres eran: Antonio Pérez Castro, Juan Antonio Hernández Toledo, Blas Pérez Casañas, Luis Rodríguez Hernández, Félix Pérez Casañas, Sergio Arrocha Martín, Celestino Hernández Acosta, Nicolás Cabezola Perera, José Arrocha Rodríguez y Domingo Calero Labesse.
Se eligió la denominación de Tenisca para el nuevo club por ser el nombre de una princesa benahoarita; el nombre fue planteado por Luis Rodríguez Hernández.”
Al poco tiempo de su nacimiento, ya hubo sus más y sus menos, a consecuencia de los cuales, un grupo se separó y los escindidos crearon el Mensajero.


U.D. Mensajero (Foto de Internet)

Las rencillas y piques entre ellos, existieron durante toda la vida, pocas parejas llegaron al matrimonio siendo cada uno socio de un club diferente,  era la versión moderna de “Montescos y Capuletos”.
Se cuenta que el primer partido que jugaron el Tenisca contra el Mensajero y recalco el contra, fue el 13 de Julio de 1924 quedando empatados a 0.
 El Mensajero planteó un partido a lo “supercadenaccio”, los once jugadores se metieron debajo de los palos de la portería y no hubo forma de que pudiesen marcar los del Tenisca, la verdad es que no he podido conocer a nadie que me explicase qué hizo el árbitro, qué los jugadores del Tenisca y qué el público, pero creo que con esos ánimos pudo armarse la “gorda”.
Un mes más tarde jugaron de nuevo y el resultado fue de 6-1 a favor del Tenisca.
Las crónicas comentan que entre 1926 y 1930 no se disputaron partidos de futbol en Santa Cruz, todo ello debido a:  (copio textualmente de Wiquipedia)
“A partir de 1926, y casi hasta 1930, se jugará poco al fútbol en Santa Cruz de La Palma.
La causa parece haber sido la frecuente dureza con que se empleaban los jugadores y que ocasionó más de una grave lesión, amén de grandes polémicas populares en contra del fútbol.”
Temporada tras temporada, cuando coincidían en la misma categoría, los partidos entre Tenisca y Mensajero eran de alto riesgo.
Yo había ido alguna vez con mi padre y algún hermano al viejo campo del Bajamar, creo que en mi vida vi un par de veces un Tenisca-Mensajero y la verdad no recuerdo la violencia que aquellos partidos generaban.
No era muy seguidor del futbol en general y ni de aquel en particular, de aquellos partidos recuerdo vagamente dos cosas, una que me pasaba el partido esperando saliese el balón por el lado de la carretera, porque eso era caer al mar, siempre había allí chicos dispuestos a ganar algún duro por tirarse a recogerlo, la otra era una especie de magdalenas con pasas, no recuerdo como se llamaban, que mi padre me compraba.
Por cierto, si alguna vez mi padre me reñía me vengaba diciéndole que me hacía del Mensajero, lo peor que le podía decir a mi padre.
El era del Tenisca.
Cuando perdía llegaba a casa enfermo.
Todo ello hacía que se fuese caldeando cada vez más el ambiente para los partidos de máxima rivalidad, no ibas a comprar a una tienda por su mayor calidad, ibas por si era del Mensajero o del Tenisca.
Cuando los críos jugaban al futbol, yo jugaba, de crío, en la plaza de Santo Domingo, no jugaban al futbol, se jugaba  al “Mensajero-Tenisca”.
Cuando ganaba uno de los dos, en su local social había baile, en el otro apagaban las luces y se dedicaban a mirar por detrás de las cortinas, no sé qué pasaba, pero no me extrañaría que llorasen amargamente.
Después de aquellas refriegas en el campo de futbol, en las casas de los perdedores aquella noche no se cenaba o se cenaba a escondidas del o la forofo. Digo “del o la” porque había también muchas seguidoras de ambos equipos. Según he averiguado, el partido de 1983 condujo a varias parejas a la separación.
A continuación copio íntegramente la crónica del partido publicada en el diario “El País” de 7 de Octubre de 1.983.
“El partido Mensajero-Tenisca, de la Tercera División canaria, disputado el pasado domingo, fue considerado por miembros del Comité de Competición como uno de los encuentros más violentos disputados hasta ahora en el fútbol español. Un total de 48 encuentros de suspensión merecieron sus incidentes. El partido de estos dos equipos, que pertenecen a la misma ciudad, Santa Cruz de La Palma de unos 15.000 habitantes, estuvo rodeado de. Circunstancias muy especiales. El árbitro del partido, Gilberto Casañas, de Santa Cruz de Tenerife, aseguró que cada una de las peñas con que cuentan los equipos se jugaron dos millones de pesetas en una apuesta. El colegiado contó que los aficionados de la peña del Mensajero dieron también de ventaja el empate a sus contrincantes. También indicó el árbitro que se filmó el partido en un vídeo por un fotógrafo profesional, que después puso a la venta y que se proyectó al día siguiente en algunos bares de la ciudad. En esa proyección se repitieron los incidentes entre los partidarios de uno y otro equipo. Comentó, además, tener noticias de que algunos matrimonios no se hablan durante algún tiempo al dividirse sus simpatías por uno y otro equipo. Gilberto Casañas recordó que el partido de vuelta se disputará el día de los carnavales y "puede ser sonado".
Gilberto Casañas, árbitro tinerfeño de Tercera División, categoría en la que es veterano por las temporadas que lleva en ella, manifestó: "el follón empezó desde el primer minuto del partido, en el que se pudo comprobar la rivalidad de dos equipos de la misma ciudad que hacía dos años que no se enfrentaban al no pertenecer a la misma categoría. Me aseguraron que el Mensajero se reforzó de tal forma que se gastó unos 50 millones de pesetas en nuevos fichajes. En la ciudad se habla de que el entrenador del Mensajero, Moncho Lamelo, percibe unos cinco millones de pesetas por temporada. Los aficionados de uno y otro equipo están todo el año pensando en este partido. Tenía que haber expulsado a casi todos los jugadores de los dos equipos, pero no lo hice porque entonces yo y mis jueces de línea no hubiéramos salido vivos del campo; hubieran quedado en el terreno de juego sólo tres jugadores, los dos porteros y un defensa del Tenisca, que no se merecieron la expulsión. Expulsé a dos jugadores, uno de cada equipo, porque no tuve otro remedio, porque se agredieron".
El partido, cuyo resultado final fue de empate a un gol, concluyó con el tiempo reglamentario, aunque durante el encuentro se produjeron incidentes entre jugadores y el público intentó en más de una ocasión saltar al terreno de juego. El partido fue interrumpido en dos ocasiones, por espacio de cinco y diez minutos, porque el jugador del Mensajero, Márquez Fernández, se negó en principio a salir del terreno de juego después de que fuera expulsado y provocara la animosidad del público.
Los incidentes más graves se produjeron al finalizar el partido. El público invadió el terreno de juego con la intención de agredir al árbitro. El colegiado no recibió más que puñetazos y patadas, gracias a la intervención de la Policía Nacional. Fue en esos momentos cuando los jugadores y dirigentes sancionados también participaron en los incidentes. Los jugadores y dirigentes han sido castigados con un total de 48 partidos de suspensión y a un directivo se le ha suspendido con seis meses de inhabilitación. Las sanciones se deben a insultos graves y reiterados, en unos casos, y pegar al árbitro y a sus jueces de línea, en otros. .
El árbitro del partido abandonó el campo en un furgón de la Policía Nacional. "Me dirigí a la comisaría, donde permanecí hasta las dos de la madrugada, hora en que pude trasladarme a la casa de un amigo, donde me escondí para pernoctar. No podía viajar en avión a Tenerife hasta la mañana siguiente", contó Gilberto Casañas. "A la mañana siguiente" añadió el árbitro, "fui trasladado en un coche de la Policía al aeropuerto, donde me fueron a buscar un grupo de aficionados. La Policía me llevó entonces a la comisaria del aeropuerto y no me dejó hasta que subí al avión que me llevó a Tenerife".”
Después de todo lo comentado, me río de los “derbis” famosos del futbol, léase Real Madrid-Atlético de Madrid, Betis-Sevilla, Barcelona-Español, aunque creo que entre la política, la crispación, la mala educación y  muchos periodistas que por vender abusan del enfrentamiento de los seguidores, se está convirtiendo el fútbol en opio para el pueblo y algún día nos arrepentiremos.
No me gusta el futbol por todo lo que conlleva, la última vez que fui a un campo, eran críos de categoría infantil y oí, yo, sin que nadie me lo contara, y no fue en La Palma, cómo un padre le gritaba a su hijo:
 “Dale una patada y rómpele la pierna.”
Y a otro:
“Arbitro, hijo de p……, c……….”
Sigo amando a mi tierra, La Palma, y espero que por este relato no me vayan a declarar “Persona nom grata”
FIN
NOTA.-Para este relato, y para mayor veracidad, he tenido que recurrir a varias fuentes a las que quedo agradecido, como:
Wiquipedia.
Diario El País.
Blogg del Sociedad Deportiva Tenisca y Unión Deportiva Mansajero
Blogg del Unión Deportiva Mansajero y Sociedad Deportiva Tenisca
O al revés para que nadie se enfade.



viernes, 30 de octubre de 2015

LA OUIJA ¿Donde estás, amor)

Un viernes más, con un nuevo RELATO PALMERO, espero que os guste. Relato muy adecuado para contar alrededor de una hoguera la noche de Difuntos.

                    ¿Dónde estás, cariño?

Otro relato canario, este es pura ficción, salvo las descripciones de La Palma y las peleas de gallo del Circo de Marte, yo he ido, creo que ya no se celebran, pero si alguien quiere, en la Red hay muchos anuncios de compra y venta de gallos, supongo, que si están prohibidas, aunque sean ilegales “haberlas hailas”.


Gallo de peleas

Hace muchos años, una amiga de mi familia, gallega, por más señas y viuda reciente, medio año, la encontramos por la calle, en aquellos tiempos de lutos rigurosos, la encontramos con una ropa con bastante colorido y una señora que venía con nosotros, le dijo:
¡Ay!, Fulanita, mi niña, como me alegro de verte tan guapa y tan alegre, después de lo que has pasado.
Y ella le contestó:
Es que ya lo he encontrado, se ha reencarnado y vive en California.
Yo era un crío, menos de diez años, aquello se me quedó, luego, cuando le pregunté a mi madre y riéndose balbuceo no sé que cosas, siendo ella tan religiosa como era, no me atreví a preguntar más, pero se me quedó gravado y de ahí salió el relato al cabo de los años.



¿DONDE ESTAS, AMOR?
Capítulo I
Pedro Fuentes
 Aurora, próxima a cumplir los cincuenta y cinco, está casada con Federico y viven en La Palma, Islas Canarias.
Tienen dos hijos, el mayor, Eloy, de treinta años, vive en Madrid con su mujer, Enriqueta.
Marchó a estudiar allí, la conoció a ella y acabados los estudios encontró trabajo y se casaron.
María Fernanda, la pequeña, de veinticinco años, terminó los estudios de veterinaria, le dieron una beca y anda por Alemania, le quedan dos años para volver, pero dice que si encuentra un trabajo, se queda allí, pese al frío que pasa.
Federico tiene una agencia inmobiliaria de alquiler y venta de apartamentos en Puerto Naos, cerca de Los Llanos de Aridane, ellos residen en Santa Cruz y él va y viene cada día, por lo que pasa mucho tiempo fuera de casa.
Aurora, que ha permanecido toda la vida en casa, al cuidado de sus hijos y su marido, ahora comienza a sentir el síndrome del nido vacío, aunque ha intentado llenar su tiempo con gimnasio y actividades diversas junto con su grupo de amigas.
Federico, hombre trabajador, pero algo mujeriego, siente que su vida ya comienza a declinar y se agarra a ella con todas sus fuerzas, así que con la excusa del trabajo y del futbol, gran seguidor y de la Junta directiva del Club Deportivo Mensajero, club de tercera división y eterno rival y enemigo del Sociedad Deportiva Tenisca, sobre todo después del año 1.983,  aunque los años que han coincidido en la misma categoría tampoco han sido poca cosa, pero de esto ya hablaremos en otro relato.
Físicamente Aurora no representa la edad que tiene, debido al culto al cuerpo y la gimnasia, e  institutos de belleza, casi se podría decir que aparenta unos cuarenta y siete u ocho, siendo la envidia de muchas de sus amigas.
Estas envidias habían lanzado comentarios de muy mala idea, haciendo creer a quien las escuchaba que Aurora se cuidaba tanto porque algo tenía que ocultar.
Todo era fruto de las envidias y mal hacer de gentes que en muchos casos no tenían nada que hacer o que así ocultaban sus propios pecados.
No había nadie en La Palma que pudiese decir nada malo sobre Aurora, al contrario, era tan inocente que no sospechaba ni de su marido, al que seguía queriendo.
Federico aprovecha cualquier situación para montarse alguna juerguecita que otra, pero si hay mujeres por medio, es bastante prudente y discreto y no se le conocen escándalos.
Diferente es cuando las juergas se refieren al futbol o a alguna que otra botella de whisky de más.
Por aquellos tiempos, llegó a La Palma un director de banco ya establecido en Santa Cruz.
Federico, cliente de este banco y por el que pasan muchas de sus operaciones, no tardó en conocerlo e invitarlo a él y a su esposa a su casa a cenar.
Fue una velada agradable y las dos mujeres congeniaron desde el primer momento, la esposa del director, Carmiña, gallega, y Aurora, de aproximadamente la misma edad, encontraron un montón de temas en común, las dos además estaban en la misma situación con los hijos, los de Carmiña, dos varones, se quedaron en Galicia porque están a punto de terminar sus respectivas carreras y pensaron que sería mejor seguir hasta el final en Santiago de Compostela.
Aurora pronto ha empezado a presentar a Carmiña en su círculo social.
En La Palma, cuando alguien llega, y si es de la península mejor, se le abren todas las puertas, hasta que por lo menos se sabe vida y milagros del forastero, luego, si es soltero o soltera, hay que intentar casarlo lo antes posible, un dicho de La Palma es que no tiraban paracaidistas porque no volvía ninguno.
De igual forma, Federico empezó a llevar a su nuevo amigo, Rogelio primero al local social del Mensajero, luego al Casino y luego a la puerta del local del Tenisca para decirle donde no podía ir nunca.
Rogelio no era muy futbolero, pero además por su cargo tampoco le interesaba tomar bando por una parte de la ciudadanía, así que se alejó un poco de la afición al futbol de su nuevo amigo.
A Carmiña le gusta jugar con las cartas del  tarot y aprovecha muchas ocasiones para “leer la mano” de sus nuevas amigas, e incluso les insinuó que más adelante harían una “ouija”.
Esa novedad les encantó a sus nuevas amigas.

Capítulo II

Entraba y la primavera en La Palma, se mostraba exultante, por todos lados aparecían flores, la humedad que venía del Atlántico chocaba contra las montañas e inundaba de pequeñas gotas de humedad los bosques de pino canario, tilos y laurasilvas, bajo los cuales crecían los helechos.
Aurora y Federico tienen una pequeña finca en Breña Alta y allí pasan los fines de semana, bueno, mejor dicho, Aurora, porque Federico tiene que ir a la oficina el sábado y el domingo, después de comer se marcha al fútbol, aunque alguna vez que otra marchan a Tazacorte a comer.
Aquel domingo por la mañana el matrimonio pasea por entre los frutales y aguacates que tienen, luego pasan por el pequeño huerto de tierra negra volcánica, Aurora anda colgada del brazo izquierdo de su marido y no para de hablar.
¡Federico! ¿Sabes que Carmiña cree en la reencarnación?
Si, hombre, dice que cuando morimos nuestro espíritu vuelve a la vida en otro ser vivo y depende de lo bueno o malo que hayas sido vuelves a la vida en un ser más perfecto, desde un animal a una persona mejor.
¿En qué te gustaría reencarnarte? Preguntó Aurora
Yo en político, para vivir sin dar golpe y forrarme y ¿tú?
Yo en adivina, para saber si estás pensando en mí cuando no estás conmigo.
Pero de qué me sirve que te reencarnes si no sabré de ti.
Si, mujer, sabrás de mí, si muero antes que tú iré a donde estés y te mostraré mi presencia con algo que sepas que soy yo, por ejemplo con un balón de futbol, o una camiseta del Mensajero, tú tienes que estar atenta, además, puedo volver en cualquier momento, así que cuidado con lo que haces.
Según dice Carmiña, porque me leyó el tarot, yo viviré muchos años, más que tú. El próximo día que nos veamos le diré que te eche las cartas.
De eso nada, a mi no me interesan esas cosas, además, son una idiotez, no creo semejantes tonterías, no sé yo lo que voy a hacer esta tarde y ella va a saber mi futuro.
Lo que tienes que hacer es dejar esas tonterías.
El otro día en su casa queríamos hacer una “ouija” pero al final Rosario, la del farmacéutico se puso nerviosa y acabó histérica porque Amanda quería ponerse en contacto con su difunto marido ¿Sabes qué quería saber? Dónde guardó aquello sellos que valían tanto y que todavía no han encontrado, y eso que ya va para tres años que murió el marido. Amanda dice que espera que no se los haya dado a esa amiga que murmuran que tenía, dice que si fuese así lo sacaría del panteón familiar.
¿Y tú qué querías preguntar?
Si guardas sellos u otra cosa de valor y dónde los tienes, pero como todavía no estás muerto no se puede.
Recogieron unos tomates, una lechuga, unos rábanos y un par de pepinos y se fueron para la casa.
Aurora se metió en la cocina y Federico se sentó en la terraza a leer el periódico, una vez allí dijo: ¡Cariño! ¿Me pones un whisky con mucho hielo y unas almendritas saladas?
Si, amor, ahora te lo pongo, ¿Quieres también unas patatitas fritas?
No, cariño, que se me quitará el hambre.
Dos semanas después, viniendo desde El Paso, donde había ido a alquilar un apartamento y de camino a tomar unas copas con unos amigos, antes de llegar a Fuencaliente por lo visto se despistó, se salió de la carretera y se estrelló contra un eucalipto del margen, cuando lo recogieron todavía respiraba, llegó cadáver al hospital.

Capítulo III

Al año siguiente, cuando amanecía la primavera, Aurora comenzó a ponerse ropa de alivio, los amigos se habían portado muy bien con ella, vinieron sus hijos y ella se fue luego a Madrid donde pasó un mes, luego tuvo que hacerse cargo de la agencia y del resto de las cosas, había trabajado en una oficina cuando era soltera, pero ahora todo era distinto, Rogelio le ayudó muchísimo, le buscó una persona de confianza para que la pusiese al día mientras le llevaba la agencia.
 Carmiña estuvo siempre a su lado.
Sus hijos le llamaban y viajaban a La Palma siempre que podían, la Navidad de aquel año la pasó en Madrid en casa de su hijo y en compañía de la hija que también llegó.
Aquella Navidad fue muy triste salvo dos noticias, su nuera estaba embarazada del que sería su primer nieto y su hija les había anunciado que para el verano siguiente en septiembre, se casaría con Otto, un novio alemán que tenía; y se casarían en La Palma, en la Basílica de la Virgen de Las Nieves.
Con lo de la boda de María Fernanda se abrió un mundo nuevo para Aurora, ella era la encargada de prepararlo todo, luego, para septiembre llegarían la niña y su novio, para terminar de montarlo todo, en los últimos quince días, una semana antes empezaban a llegar los familiares del novio y varios amigos, de estos las invitaciones las mandarían desde Alemania, el resto le dejaron la lista de invitados a Aurora, más los que ella añadiera.
Además, para finales de junio nacería el niño de Eloy y Enriqueta, Aurora quería estar en Madrid por esas fechas.
Los acontecimientos más importantes de su vida actual y Federico no estaba para disfrutarlos junto a ella.
Cuando llegaba la noche, cuando dejaba la rutina y el trabajo cotidiano empezaba a sentir la soledad y a llorar a su amado esposo, era como era, pero ella lo quería.
Una tarde que había invitado a Carmiña a su casa para merendar, llegó ésta más sonriente  que nunca.
Nada más entrar le dijo:
Aurora, ¿Sabes que Amanda ha encontrado los sellos?
¿Si? ¿Dónde estaban?
Hicimos una “ouija” y logramos que apareciera el espíritu de su marido, le preguntamos varias cosas, no tenía ninguna amiga, los sellos estaban en un cajón secreto que tenía la mesa de su despacho.
Menos mal, quería tirarla porque era muy vieja y tenía carcoma.
Creo que es el momento de hacer la “ouija” para ver si tu marido aparece.
 ¿No querías saber si se ha reencarnado?
No sé, me da miedo jugar con esas cosas, total, ya descansa en paz y hay que dejar que los muertos reposen.
No pasa nada, lo hemos hecho muchas veces, incluso a Rosario ahora le encanta y si vieras las preguntas que hace, se dedica a cotillear haciendo preguntas indiscretas.
La haremos en casa, que tengo una salita ya preparada donde no cuesta nada relajarse y concentrarse, pero tenemos que esperar que mi marido tenga que ir a Tenerife, porque no le gusta que haga eso.
Pasaron tres semanas en las que las dos amigas se dedicaron a elegir ropas y complementos para la boda de María Fernanda, incluso prepararon un viaje relámpago a Tenerife para ver cosas, luego las invitaciones, lo tenían todo controlado.
Rogelio volvió un día del banco y le dijo a Carmiña: El martes tengo que irme a una reunión a Tenerife, bueno, más que una reunión, estaré tres días fuera.
Carmiña llamó a Aurora y le dijo:
Aurora, prepárate, el martes a las cinco de la tarde haremos la reunión seremos Amanda, Rosario, tú y yo, Amanda y Rosario ya han hecho varias y saben estar y concentrase.
Yo te iré explicando lo que haremos durante estos días y así el martes iremos al grano.
Solamente trataremos de lo tuyo, sería conveniente que trajeses alguna cosa que fuese de él exclusivamente, algo a lo que tuviese un cariño especial ¿Hay algo?
Si, ya sé, la camiseta de Canillo, que marcó el gol de ascenso a tercera división, firmada por todo el equipo del Mensajero.

Capítulo IV

El martes, que por casualidad era además trece, a las cuatro y media de la tarde se reunieron las cuatro amigas en casa de Carmiña, primero tomaron café y luego pasaron a una habitación pequeña, oscura, iluminada por una docena de velas, en medio una mesa redonda, tipo camilla y encima el tablero de la “ouija”, al lado un vaso pequeño, de los usados para ron en los bares.
En el techo, encima de la mesa un espejo circular reflejaba las luces de las velas. En una especie de trinchante que había en la pared del fondo se encontraba extendida la camiseta de Canillo, el delantero centro del Mensajero, alrededor varias imágenes y un cuadro con una foto del difunto Federico flanqueada por dos velas rojas.
Entraron las cuatro amigas y se sentaron alrededor de la mesa en cuatro sillas que a tal fin se encontraban allí.
Mientras os acostumbráis a la penumbra, os vuelvo a repetir que todas las preguntas las haré yo, ya las tengo preparadas para que sean breves y concisas.
No os asustéis, no pasa nada, no habléis ni gritéis porque podemos enfadar a los espíritus y entonces la podrían tomar con nosotras y castigarnos.
Tú, Aurora te sentarás a mi derecha, pondremos el dedo índice de la mano derecha encima del vaso invertido, tocando cada una con la punta el culo del vaso.
Con la mano izquierda, abierta tocareis con los dedos índice y corazón el tablero hacia el centro de la mesa procurando que no se mueva.
 Este tablero lo conseguí en Galicia, perteneció a una buena mujer que murió quemada en la hoguera porque la acusaron de bruja. Dijo Carmiña y continuó:
Si no hay ninguna duda poned vuestras manos como os he dicho y empezaremos.
¿Estamos todas tranquilas?
Las cuatro asintieron con la cabeza.
¿Estamos relajadas?
Nuevamente asintieron.
Sabéis que estamos aquí para invocar el espíritu de Federico o de algún amigo que nos pueda informar.
¡Yo te invoco Federico para que te acerques!
¡Federico! ¿Estás aquí?
Nada pasó, Aurora repitió por tres veces la pregunta y no pasó nada.
¡Yo te invoco a ti, espíritu desconocido para que me informes de Federico!
La llama de varias velas se movieron impulsadas por una corriente de aire frío que giró en redondo sobre las cabezas de las cuatro mujeres.
¿Hay alguien aquí? Preguntó Carmiña.
El vaso movido como por un resorte se desplazó hacia el ángulo superior derecho donde podía leerse “SI”
¿Eres amigo?
El vaso giró sobre sí mismo sin moverse del “SI”
¿Eres Federico?
Ahora el vaso se desplazó al extremo inferior izquierdo donde ponía “NO”
¿Conoces a Federico?
El vaso volvió al “SI”
¿Lo has visto recientemente?
“SI”
¿Está cerca?
“SI”
¿Podrá venir?
“NO”
¿Podremos verlo pronto?
“SI”
¿Dónde?
El vaso pareció volverse loco yendo de letra en letra:  C I R C O  D E  M A R T E  R I Ñ A  D E   G A  L  L O S
¿Cuando?
Nuevamente el vaso empezó el baile:  D O M I N G O  1 8  T A R D E
¿Cómo lo veremos?
E L  O S  V E R A. Comunicó el vaso y siguió: L L E V A  C A M I S E T A  C A N I L L O.
Carmiña le preguntó nuevamente. ¿Está bien?
El vaso ya no se movió.
¿Te has marchado?
Nada, ningún movimiento del vaso.
¡Chicas! Esto se ha terminado.
Se levantaron de la mesa y salieron de la habitación, Aurora lloraba sobre la camiseta de Canillo.
Carmiña sirvió agua fría para todas y se pusieron a organizar el domingo y a pensar qué le dirían al marido las dos casadas.
Las cuatro mujeres llegaron al Circo de Marte el domingo a las cuatro de la tarde, todas llevaban gafas de sol y procuraban pasar desapercibidas y que nadie las conociese. Pidieron un palco y allí medio se escondieron, pusieron a Aurora delante con su camiseta de Canillo y esperaron.
Empezaron las peleas, nadie parecía mirar a los palcos, en esto la puerta se abrió y asomó un hombre que se le notaba algo bebido.
Perdón, me he equivocado, buscaba el lavabo.
En ese momento ya empezaba la quinta riña, pesaron a los gallos, les echaron unas gotas de limón en los laterales de los picos, los azuzaron el uno contra el otro y a la señal del árbitro los soltaron, el uno blanco y de nombre Tenisqueño, el otro colorado y por nombre Brutus.
Al primer picotazo de Brutus, Tenisqueño debió pensar que más valía vivir sin honra que morir desangrado y pegó un salto y un revoloteo y fue a caer en la falda de Aurora.
Aurora gritó: ¡Federico, amor mío, has vuelto!



Tenisqueño

FIN
                           

viernes, 23 de octubre de 2015

RELATOS PALMEROS (Bertilde y Juan Ramón)

Segundo "Relato Palmero", espero que os guste.

YO CONFIESO

Bertilde y Juan Ramón


Siendo un crío de unos ocho o nueve años, en los años 50, en verano mi familia pasaba el verano en una finca al lado de la  Ermita de Nuestra Señora de las Nieves, patrona de la isla de la Palma, ésta se encuentra a unos tres kilómetros de Santa Cruz, recuerdo que una vez, estando jugando al futbol al lado del antiguo cementerio, vimos que llegaban unos coches, se asomaron al  mirador que da hacia la carretera y sobre el barranco del Río y comentaban que no se veía a nadie. Alguna de las personas, un hombre de mediana edad y la que parecía su mujer, fueron a hablar con don Antonio, el cura del Santuario, por lo visto la hija de ambos, se había escapado la noche anterior con un chico con el que no le dejaban casar.
Era costumbre el La Palma que cuando ocurría algún caso de esos, la pareja se escapaba, se escondían por el barranco y al día siguiente llegaban a Las Nieves, yo como crío no sabía ni como ni por qué, pero los familiares llegaban a la Iglesia un poco antes que ellos, los esperaban, avisaban a Don Antonio y los casaban. Este caso era uno más y el relato es pura invención basado en hechos reales.

BERTILDE Y JUAN RAMON

Pedro Fuentes

Juan Ramón llegó a La Palma en enero de 1.954, estaba destinado a  Los Cancajos, le quedaban dos años de mili, hasta Mayo de 1.956. Venía de Fuerteventura, donde había estudiado lo justo para poder entrar a trabajar en una oficina.
En Fuerteventura consiguió entrar en una correduría de seguros, pero cuando empezaba a saber de qué iba la cosa, e incluso tenía una pequeña cartera de clientes, fue llamado a filas y después de un año en Tenerife, lo destinaron a La Palma, a los Cancajos, tenía veintiún años ya cumplidos y pensaba que le habían roto la vida por la mitad.
No se le había perdido nada en La Palma y encima no conocía a nadie, además, su familia era gente humilde, su padre tenía trabajo y solo con la ayuda de su hermano lograban llegar a fin de mes, ya que él ahora no ganaba nada y por debajo suyo había dos hermanos más, a los que su padre quería dar por lo menos estudios elementales para que fueran algo más que un peón de obra como era él.
 Así que Juan Ramón tenía que vivir con los cuatro duros que había ahorrado en los seguros para el tiempo de milicia, claro que en el fondo, allí estaría comido y vestido y su único vicio era el tabaco.
Llevaba ya allí unos quince días, cuando unos compañeros  lo convencieron para bajar a Santa Cruz aquel domingo por la tarde, así que con su traje militar de paseo, bajaron andando por detrás del puerto por la carretera del campo de fútbol, a la altura de éste, por una carretera estrecha entre la tapia del campo y el mar, oyeron como el Tenisca, club de futbol de la localidad marcaba el segundo gol, si la cosa seguía así, esta semana que entraba iría bien, su sargento era del Tenisca. Si de camino, El Mensajero, eterno rival en la categoría, perdía, entonces hasta fumaría gratis la mitad de la semana.
Llegaron a la calle Real, en realidad calle O´Daly, sobre las cinco y media y allí empezó el “divertimento” calle Real arriba, hasta la avenida del Puente y calle Real abajo, mirando y sonriendo a las muchachas que cogidas del brazo, y con sus mejores galas paseaban en dirección contraria, de vez en cuando alguna sonrisa era correspondida por las chiquillas, de unos dieciséis a dieciocho años.
A la tercera vuelta, Juan Ramón le sonrió a una moza, de unos diecisiete años que iba acompañada de dos más, se habían cruzado las tres veces y ella, esquiva y altanera miró hacia el otro lado, pero Juan Ramón detectó unos brillos de alegría en los ojos grandes y negros de la muchacha, de cabellos también negros y de piel morena con la clásica belleza canaria.
Acabada aquella vuelta, sabiendo que el Tenisca había ganado y el Mensajero perdido, aprovechando que estaban del lado del Puente, se fueron a una tasca a tomarse unos vinos para celebrarlo.
Dos domingos después, los tres amigos lograron acercarse y hablar con las tres jovencitas entre las que se encontraba Bertilda, Berty para los amigos, la morena de ojos negros que había hecho soñar a Juan Ramón durante quince días.
En aquellos tiempos, en La Palma, no se podía hablar a solas con una mujer y menos vestido de militar, porque al primer día le iban con el alcahueteo a sus padres, así que Bertilda y Juan  Ramón para verse tenían que aprovechar el anonimato del grupo, pero pronto tuvieron suerte, llegaron los carnavales y durante este, la vigilancia y el cotilleo se disipó bastante.
Tuvo Juan Ramón la gran suerte de que la correduría de seguros en la que había trabajado, abrió una oficina en Santa Cruz, le dijeron si quería, podía hacer unas horas allí.
Después de comentarlo con su sargento, le concedieron un pase pernocta, por lo que quedaba libre de estar en el cuartel si no tenía servicio. El propio sargento le consiguió una casa en la que le alquilaban una habitación.
Pronto entre él y ella se despertó el amor y Berty habló con una tía, hermana de su madre, que tenía pocos años más que ella, para que intercediese ante su hermana, la madre de Berty y dejase que saliesen los dos enamorados con la compañía de Dolores de carabina.
Entre el Ejército, el trabajo, las fiesta y Berty a Juan Ramón se le pasó, la mili volando, seguía enamorado, la madre de ella fue cómplice junto con su hermana de las relaciones de los chicos, el padre algo había oído, pero como eso eran cosas de mujeres.
Estaba pronto a acabar la mili cuando en la correduría de seguros le ofrecieron trabajo fijo, no era gran cosa pero si estaba bien para empezar. Además había ahorrado algo de dinero y hablaba con Bertilde de matrimonio.
Cuando la madre de la niña habló con su marido porque Juan Ramón quería hablar con él, éste dijo rotundo:
¡No! La niña no se casa con un soldado y empleadillo de nada, si la niña quiere casarse, ya le buscaré yo un novio, Matías, mi amigo me ha preguntado si dejaría a su hijo, el abogado, a hablar con ella en serio y yo le he dicho que sí.
Cuando Bertilde se enteró, lloró amargamente y en cuanto vio a Juan Ramón se lo contó.
Así que decidieron pasar al ataque, ellos habían pasado un noviazgo de lo más puro, además de la carabina que no los dejaba ni a sol ni a sombra, porque querían llegar puros al matrimonio.
Decidieron la táctica de escaparse juntos, era costumbre entre los jóvenes de la isla escaparse por el barranco de las Maderas y aparecer al día siguiente en la Basílica de Nuestra Señora de las Nieves, Patrona de la isla y a tres  kilómetros.
Dicho y hecho, nada más acabar la mili, el primer viernes salieron  cada uno por su lado con la coartada ella de que iba de paseo con unas amigas y él a ver a un cliente para un seguro.
Habían quedado al oscurecer detrás del barco de la Virgen. Juan Ramón había preparado unos bocadillos y una pequeña manta de viaje.
Cuando se encontraron subieron barranco arriba hasta unas cuevas que él sabía, allí pasaron la noche, al amanecer se levantaron y emprendieron el camino hasta Las Nieves.
Cuando la madre de Berty dio la voz de alarma, todo el mundo se puso a investigar, encontraron una nota de la niña que explicaba que se fugaba con Juan Ramón porque lo quería y nada ni nadie podrían contra ese amor.
A la mañana siguiente, en cuanto amaneció, todos se pusieron en marcha hacia la Basílica, el padre quería llevarse una escopeta de cartuchos pero su mujer le dijo que si la llevaba, ella también le abandonaría.
En las Nieves, por la parte de atrás  de la iglesia hay una especie de aparcamiento entre el cementerio y una puerta y una pared de una finca particular, por el otro lado







   

Finca de Las Nieves en el año 1955 vista desde la carretera antes de llegar a la curva.


hay  una especie de mirador en el que se ve un kilómetro de la carretera y trescientos metros del barranco. Allí se parapetaron todos los familiares excepto el padre que fue a hablar con D. Antonio, párroco de la Iglesia, quedó con él que después de lo que había pasado  los casaría allí mismo.
D. Antonio protestó porque las cosas había que hacerlas con papeles y el consentimiento de los novios.
Bueno, bueno, eso ya lo arreglaremos, y el consentimiento lo darían porque para eso se habían escapado, dijo D. José con voz de ordeno y mando.
¡¡ Ya vienen!! . ¡¡ Ya vienen!! . Gritó Juanito, el hermano pequeño de Bertilde mientras corría hacia la plaza donde estaban su padre y el cura.
El sacerdote corrió para la iglesia, D. José fue a donde estaban todos a dar las órdenes oportunas y en grupo llegó hasta la cuesta que llegaba a la plaza de delante de la fachada principal de la iglesia.


Basílica de Ntra. Sra. La Virgen de Las Nieves (La Palma)

                           
En medio hay una fuente, a donde se dirigieron los furtivos para lavarse la cara y beber agua, empujados por el padre y protegidos por la madre que quería que todo terminase.
Pasaron a la iglesia y allí estaba el padre de Bertilde en el primer banco de pie.
Junto al altar el cura y a su lado Pedrito, el monaguillo. Se acercaron al altar y se pusieron de rodillas en unos reclinatorios que para tal fin habían colocado allí.
Dijo D. Antonio: Nos hemos  reunido aquí para ser testigos del sagrado matrimonio que van a contraer ahora Juan Ramón y Bertilda, teniendo posteriormente que regularizar los papeles para que sea legal este matrimonio y antes de nada, tengo que preguntar:
 ¿Hay alguien que sepa de algún impedimento que haga que este sacramento no se pueda celebrar?
En ese mismo momento la madre de Berty le dijo a su marido. Me ha dicho la niña que no ha pasado nada porque quieren llegar puros al matrimonio.
En ese preciso instante D. Antonio guardó el silencio de precepto por si alguien decía algún impedimento. Y en medio del silencio se oyó a D. José que le contestaba a su esposa:
“Me importa un bledo si ha pasado o no ha pasado nada, es por el ¡Honor de la familia!”.
Una semana después, arreglados los papeles, Bertilde y Juan Ramón marcharon de viaje de novios a Fuerteventura a conocer a la familia del esposo.

FIN

viernes, 16 de octubre de 2015

EL NAUFRAGO DE SAN BORONDON

Una nueva semana y un nuevo relato.

Hoy comienzo a publicar, bajo el título "YO CONFIESO" antiguos relatos que en su día llegaron al blog capítulo a capítulo.

El relato de hoy figura dentro de un grupo que titulé "RELATOS PALMEROS" y que fueron escritos sobre recuerdos y vivencias de mi infancia, transcurridos el la inigualable isla de LA PALMA.

                                      El náufrago de San Borondón

Una vez, en mi infancia, estábamos en Tazacorte y allá, en el horizonte me pareció ver tierra, como muchas veces se ve desde La Palma Tenerife y El Hierro, yo sabia que por aquel lado, hacia el Noroeste, no había islas. Estábamos jugando con unos primos y se lo dije, sin darle importancia dijeron:

¡Mira, se ve San Borondón! 


Yo ni quito ni pongo nada, estudié el tema, ya siendo mayor y escribí este relato.



EL NAUFRAGO DE SAN BORONDON

Pedro Fuentes

Capítulo  I

1.915 fue un año de mucho hambre en Canarias, sobre todo en las islas periféricas.
Nuestra historia se desarrolla en La Palma y comienza en Tazacorte.
Tazacorte dos años antes, era una zona estratégica para la producción de plátanos y tomates, la Fyffes Límited  de Irlanda había adquirido terrenos y había llegado al acuerdo con una distribuidora, Hudson que tenía conexiones en Canarias y transportaban los productos de Tazacorte, pero la primera guerra mundial abrió un paréntesis de grandes proporciones en Canarias, produciendo en Tazacorte un lamentable estado de hambre y miseria.
En estas circunstancias se desarrolla nuestra historia.
Norberto, un pescador de Tazacorte, que cada día salía a pescar con la barca de D. Elías, un rico pescadero que poseía tres pequeñas embarcaciones, una de ellas la de Norberto, vendía el pescado que cogían y les daba a los pescadores una pequeña parte para que a duras penas   sobreviviesen.
Aquel día salió rumbo al suroeste, donde le comentaron que se habían visto bonitos, además, en aquel tiempo las corrientes predominantes venían de allí y así, luego, a la tarde, a la hora de volver no se haría tan pesado y cansado el remar.
Eran ya las cuatro y empezaba a volver, el día no se había dado mal, llevaba una docena de bonitos, al poner proa a Tazacorte, ahora que el sol ya empezaba a declinar vio a semi contraluz algo raro a como una milla por el oeste, en principio le pareció un calderón llamado también  ballena piloto, luego, al ver que estaba estático pensó que estaría muerto y decidió acercarse por si se podía aprovechar.
Puso proa hacia el objeto y ya llevaba media milla cuando se fue dando cuenta de que era algo parecido a una embarcación muy rara, además, por su costado de babor parecía haber una tela o trapo.
Cuando llegó vio que la embarcación era como de cuero impregnado de alquitrán, no había visto nada igual.
Miró dentro y estaba llena de hojas de helechos mayores de lo que vio nunca, algunas frutas estaban medio cubiertas por las hojas, pero éstas de pronto se movieron y no era el viento, vio  aparecer un brazo velludo con una mano grande, fuerte y llena de callos.
Después del susto, con uno de los remos hurgó dentro, el susto fue grande, pero también para el hombre que medio muerto allí estaba.
El hombre era muy mayor, pero no tanto como aparentaba, llevaba unas grandes barbas y vestía con unas pieles que parecían de cabra y calzaba una especie de mocasines también de cabra, olía a demonios y su cara estaba llena de ampollas del las quemaduras del sol.
Sacó Norberto un pellejo en el que llevaba agua y le dio a beber, el hombre sorbió el agua despacio, como si quisiese que le durase lo más posible.
¿Quién eres? ¿De donde vienes?
Solamente entendió:
Borondón, San Borondón. La Cruz del sur.
No entendió qué quería decir, San Borondón era un barrio de Tazacorte y una isla de la que hablaba la gente, “la no encontrada” o algo así.
Norberto decidió, por prudencia y miedo tirar un cabo y remolcar la especie de chinchorro con el hombre dentro rumbo a Tazacorte.
Así, al remar mirando a popa, siempre lo vería si se movía y podría cortar el cabo si notaba algo sospechoso.

Capítulo II

Cuando llegaron a Tazacorte un grupo de personas le estaban esperando, primero porque era mucho más tarde de lo habitual, y segundo porque alguien había observado que llevaba algo remolcado y los curiosos, que no sabían qué podía ser se acercaron a la playa donde varaban las embarcaciones.
Antes de llegar, antes de nada, Norberto se puso de pie y gritó: ¡Avisen a doña Concepción!
¡Traigo un náufrago medio muerto!
Esta Sra. era medio enfermera, ayudaba en los partos y si había alguna urgencia, lo atendía mientras llegaba el médico, Don Benigno que vivía y trabajaba en los Llanos y no bajaba si no era algo grave.
Cuando vararon, lo primero que hizo Norberto fue dar dos cajas con los bonitos pescados a sus dos hijos mayores para que se los llevasen a D. Elías, que estaría preocupado por si le pasaba algo a su embarcación.
Doña Concepción llegó rápidamente, hizo que bajaran  al náufrago y lo pusiesen en el suelo, encima de unas mantas que a tal fin había colocado, luego lo tapó con otra y le dio agua a beber mientras le decía:
Bebe a sorbitos, despacito, despacito, primero mójate la boca y los labios antes de tragar. ¿Te duele algo?
Le tomó el pulso y lo encontró débil, pero estable, le fue poniendo un paño húmedo por la cara y el hombre empezó a abrir los ojos.
¿Dónde estoy? ¿Quiénes son ustedes?, ¿Dónde me han encontrado?
Tranquilo, te ha encontrado Norberto, un pescador de aquí, estabas a la deriva en este extraño bote. ¿De donde vienes?
No lo sé, yo vivía solo en la isla, me dejaron allí hace mucho tiempo, había un barco, La Cruz del Sur, una goleta, pero hace mucho tiempo, se marcharon y me dejaron solo, a medida que contaba esto, empezó a llorar y a temblar.
¿Tienes frío?
No, tengo miedo, no me dejen, no me dejen solo otra vez.
Al momento llegó el doctor, Don Benigno se acercó y con la mirada inquirió a Doña Concepción, ésta miró al doctor y le dijo:
No sé, doctor, se lo ha encontrado Norberto en alta mar, estaba medio muerto en este chinchorro tan raro, lo recogió y lo ha traído remolcado, dice que estaba en una isla, donde lo habían dejado, ha nombrado una goleta, La Cruz del Sur.
No puede ser, dijo el doctor, La Cruz del Sur fue una goleta fletada por Mr Edward Harvey hace medio siglo por lo menos para ir a la isla de San Borondón, El barco regresó a Tenerife.
El capitán creo que se llamaba Mendes y era medio portugués, de Madeira, Contó que había dejado a Mr Harvey y a su ayudante y traductor Simón a bordo de un vapor con el que se cruzaron y que se dirigía a Funchal, luego, después de arreglar el barco, que tuvo problemas con un temporal, cuando llegaron a Cádiz marchó para Inglaterra con un cargamento de fruta y desapareció en la travesía, hubo un tremendo temporal y al parecer naufragó, había varios palmeros en la tripulación, todos murieron, pero uno, el cocinero, un agricultor también palmero, de Santa Cruz se quedó perdido en San Borondón.
En la estancia allí se adentró en la isla y ya nadie lo vio más.
Al  ver D. Benigno que el náufrago mejoraba lentamente, decidió que lo subieran a su coche y se lo llevó a Los Llanos, al pequeño hospital que allí había e internarlo por lo menos hasta que se recuperase del aturdimiento  y a la vez poder hablar con él puesto que por lo que decía, había estado en S. Borondón.

Capítulo III

Durante el camino por la carretera serpenteante pero bien arreglada, gracias a los buenos años de la exportación de plátanos y tomates, que une a Tazacorte con Los Llanos, el anciano, no dejaba de balbucear palabras de las que solamente se entendía Borondón y Cruz del Sur.
Pronto llegaron al pequeño hospital que estaba atendido por monjas y recién terminado de construir. 
Bajaron al náufrago y lo alojaron en una habitación pequeña e individual, ya que el doctor quería que no se le molestase para nada hasta que recobrase perfectamente la conciencia.
Pidió que lo lavaran y limpiasen las llagas de las quemaduras del sol. Después le dieron una cena suave y lo dejaron dormir hasta la mañana siguiente.
Al día siguiente, cuando despertó, ya entrada la mañana le avisaron que el hombre había despertado.
El doctor llegó a la habitación y acercó una silla a la cama, el anciano quería levantarse, pero el médico le tranquilizó y le explicó que tendría que ser poco a poco para no marearse y le pidió que le respondiese a algunas preguntas, si las sabía.
¿Sabes como te llamas? Le preguntó.
Todos en los barcos me llaman “Chino cocinero”
¿De dónde eres?
No lo sé, vivía en una isla, creo que se llamaba Terfe o algo así.
¿Tenerife?
Si, creo que sí, era cocinero, un día huí de mi casa ya que allí no recibía sino golpes y patadas.   
Me enrolé en un  barco de grumete.
En uno de los barcos que estuve,  un marinero se quiso aprovechar de mí,  lo empujé cuando íbamos de Cádiz a Tenerife y cayó al mar, desapareció.
El capitán me iba a entregar a las autoridades.
Antes de entrar en el  puerto me tiré por la borda y llegué nadando.
Me escondí unos días y cuando vi el Cruz del Sur pedí enrolarme.
 Al saber que era cocinero, el  capitán, el señor   Mendes, un portugués amable me dijo que sí.
No sabía hacia donde zarpábamos, luego supe que el barco lo había fletado un inglés que quería estudiar las plantas, el primer destino era La Palma para coger provisiones y agua. Después salimos rumbo a lo desconocido, cuando supe que íbamos a buscar una isla que nadie había visto y que los marineros creían que era maldita, me arrepentí, hubiese sido mejor la cárcel, pero ya no había remedio.
¿Estas cansado? ¿Quieres que descansemos?
No, ahora parece que me acuerdo de cosas.
Nos sorprendió una gran tormenta, pensamos que moriríamos todos, pero cuando  peor estaba la cosa alguien frito: ¡¡¡Tierra a babor!!! El capitán mandó virar y nos dirigimos a una bahía donde quedamos protegidos.
 El barco tenía grandes desperfectos y aquel lugar desconocido nos venía bien.
Pasamos la noche allí, llovía torrencialmente, la mar había  bajado, además, en aquella rada quedamos protegidos  del mar y del viento que nos azotaba por estribor. Las cámaras, sobre todo la del científico y la del capitán estaban medio inundadas.
A la mañana siguiente el temporal había amainado pero seguía lloviendo, eran unas gotas finas pero persistentes.
Mr. Harvey pidió permiso al capitán para bajar a tierra, preparamos un chinchorro y bajamos  cuatro hombres, un marinero de La Palma, el Sr. Inglés, Simón, su ayudante y traductor y yo, recibimos del capitán la orden de no alejarnos de la costa y estar siempre a vista de los que quedaban en el barco, el capitán y dos marineros más que estaban evaluando los daños del barco.
 Nosotros íbamos armados con un fusil y dos pistolas, yo no llevaba armas.
Mr. Harvey tomaba notas de todo lo que veía, a mí, en mi ignorancia, la vegetación me recordaba a la de Cabo Verde y Canarias, dos sitios que conocía, los helechos eran mucho más grandes y los árboles más gruesos y altos, pero eran diferentes a los que yo conocía.
La tierra era como la de Canarias, negra y las rocas eran de volcán.
Vimos cuevas y algunos animales raros y unas cabras, pero no tenían cuernos, nos extrañó que no  asustarse de nosotros, por lo que D. Simón, que hablaba español nos dijo que el científico afirmaba que era porque no conocían humanos, por lo que nos quedamos tranquilos de que no hubiese salvajes.
Yo me dediqué a recolectar unos frutos que no conocía pero que vi que las cabras los comían, eran dulces si estaban maduros y muy amargos verdes, parecía guayabas, también encontré un fruto verde, como si fuese una mano medio cerrada y con unos pinchos blandos, crecía en una especie de enredadera, corté uno por la mitad y parecía como patatas o boniatos pero más blandos, a una de las cabras, que parecía más amigable y que me seguía le di a comer y lo hizo, con lo cual cogí como unas veinte.
Cuando llegamos al barco el inglés estaba alteradísimo, le preguntó al capitán si sabía dónde estábamos, le contestó que no, que con la tormenta había perdido en control del rumbo y las marcaciones, por lo que habría que esperar a que aclarase y a la vuelta para saberlo.
Mientras arreglábamos el barco, del que se había roto el mástil entre otras cosas, montamos en tierra unas tiendas de campaña y allí se quedaron los ingleses y dos de nosotros que nos turnábamos con el arreglo del barco y acompañar las incursiones que hacían el científico y D. Simón. Yo aprovechaba el tiempo libre para recolectar frutos y “patatas de aire” que resultaron muy apetitosas para acompañar las comidas y hacer puré, además logré ordeñar algunas cabras que cada vez eran más confiadas y también pescar. Un día matamos una especie de lagartos pero bastante grandes y la carne resultó apetitosa.
Un día que estaba solo me fui a buscar alimentos un poco más lejos de lo habitual, por unos acantilados, resbalé y caí, tuve la gran suerte de ir a parar encima de unos matorrales, pero perdí el conocimiento.
Cuando desperté no se cuanto tiempo había pasado, le levanté, no parecía tener nada roto salvo un chichón en la frente.
Fui hacia la rada, el barco no estaba, me pareció verlo desaparecer por el horizonte a  contraluz del sol que aparecía, por lo que deduje que debí pasar allí por lo menos un día y una noche.
¿Sabes dónde estabas? Preguntó el doctor.
No, ellos nombraban a San Borondón, pero no lo sabían de cierto, lo que sí sé es que por allí no pasaban barcos, en todo el tiempo que allí estuve, nunca vi ninguno.
¿Qué hiciste?
Pasé varios días llorando y aterrorizado, luego pensé que peor era si me hubiese matado, así que me puse a arreglarme la vida, comida no me faltaba, dónde guarecerme del mal tiempo tampoco, no parecía hacer frío allí, sabía que era una isla porque la bordeamos toda, había mucha agua dulce. En un gran árbol al lado de donde elegí para hacerme una choza, pelé una gran superficie de corteza y empecé a marcar una raya por cada día que llevaba allí.
¿Te apetece que paseemos un rato? Dijo el doctor.
Salieron al jardín y pasearon un rato, hasta que los avisaron para comer.
El hombre parecía recuperarse por momentos, mientras comían miraba al doctor y le contaba cosas de las que le ocurrieron en la isla, no se acordaba bien de donde era.
Recordaba que sus primeros años de vida los había vivido en La Palma, allí pasó su infancia, una infancia humilde, con mucha hambre y sin cariño, recordaba que su padre le pegaba, así que un día se había metido en un barco, se escondió y cuando zarpó y ya no se veía la isla se presentó delante del primer marinero que vio y le dijo que le llevara al capitán que quería trabajar de grumete, tenía entonces nos catorce años, el capitán aceptó y nombró al cocinero, que era chino mi protector y maestro, de ahí me vino el nombre de Chino Cocinero, ya sabe, en los barcos el cocinero, que suele ser chino además tiene que hacer cualquier tipo de faena.
Aprendí a cocinar y ya, al siguiente barco que me enrolé, fui de cocinero, fui a Cuba varias veces y cuando tuve el problema con el marinero al que tiré al agua, me enrolé en el Cruz del Sur con el señor Edward Harvey.
Yo no quise hacerle mal a aquel hombre, me quiso atacar, me aparté y lo empujé, tropezó con unos cabos y salió por la borda, no sabía nadar y se ahogó, como nadie lo vio me quisieron culpar, por eso huí del barco.

Capítulo IV

 El doctor D. Benigno, le dijo al náufrago que le llamaría Diego a partir de entonces, se lo llevó a su casa y lo puso a su servicio, según lo hablado con Diego, D. Benigno llegó a la conclusión de que tendría unos setenta y dos años, una vez cortado el pelo y las barbas, y curadas las llagas del sol, parecía otra persona, además, estaba delgado y musculoso, por lo que parecía más joven.
Cada tarde, cuando el doctor dejaba de trabajar se reunía con Diego y éste le explicaba cómo era su vida en San Borondón.
El doctor, que siempre dijo que San Borondón era un espejismo, empezó a creer en el mito, incluso empezó a tomar notas y publicó algunos relatos basados en las vivencias de Diego.
Una tarde, D. Benigno le preguntó: ¿Cómo hiciste la canoa en la que viniste y que tenemos guardada  en el cobertizo?
No la hice, la encontré en una cueva, al lado de la que caí, era más grande y accesible, estaba tapada con hojas de unos helechos gigantes que había en la isla, el cuero de que está hecha, no es de cabra, es de vaca y por allí no hay, además, está forrada con brea, que tampoco hay por allí.
Al lado de donde estaba había como un altar con una cruz en medio, parecía un altar y había unas  inscripciones en un idioma que yo no conocía. Las maderas parecían tener cientos de años, pero allí, en esa cueva parecía que todo se conservaba bien, incluso encontré unos frutos que me hicieron sospechar que había alguien más en la isla y que me hizo estar un tiempo escondido vigilando la cueva.
Don Benigno se fue a la biblioteca y rebuscó por todos lados hasta encontrar un libro con grabados de la leyenda de San Brandán, luego encontró unas escrituras y signos celtas, se lo enseñó todo a Diego y éste reconoció parte como los grabados del altar, eran celtas y latín.
El doctor ya no tuvo dudas, alguien había estado en la isla mucho antes y todo hacía parecer que la leyenda de San Brandán que daba nombre a la isla, por lo menos era auténtica.
Otro día, le preguntó si había explorado más cuevas y Diego le contó:
Al costado de donde estaba el altar, había una cueva cuya entrada era muy estrecha, yo, notando que por allí entraba mucho aire y que se veía luz, ayudado por palos y piedras, ensanché la entrada, una vez pasada ésta, se fue agrandando y llegó a una gran nave, en el fondo había un pequeño lago, era agua salada, Me tiré a nadar en él y vi unas piedra blancas, no pudo coger ninguna porque parecían sujetas al fondo, por la marca en las orillas del lago, me di cuenta de que allí dentro también había fuertes mareas, por lo cual sospeché que estaba comunicado con el mar abierto.
No tuve más que esperar a que bajase la marea, cuando ocurrió vi las piedra al completo, eran blancas y brillantes, muy pulidas, la mayoría eran columnas, había a cientos, eran como una iglesia pero rodeadas de gradas, también de aquel material blanco brillante.
Don Benigno buscó otros libros y le enseñó a Diego un grabado de la Grecia clásica.
Si, así era todo, dijo Diego.
El doctor dio un  respingo de alegría, había descubierto la existencia de la Atlántida.

FIN

martes, 13 de octubre de 2015

INDIGNADO

Sin que sirva de precedente, hoy hago un paréntesis para escribir cuatro cosas sobre alguien del que juro no volveré a escribir nada, ni bueno ni malo, lo borro, solamente espero estar aquí viendo pasar el cadaver del enemigo.

COMO ACTOR NO VALE UNA MIERDA Y COMO PERSONA JUZGUEN USTEDES

A Wily Toledo se le llena la boca de mierda cada vez que la abre, normalmente suele pasar porque el cauce natural de la mierda está ocupado en otros menesteres, quizás por eso, cada vez que intenta hablar la caga.


A ese amigo de las dictaduras de izquierda, ya no se le ocurre nada, por eso, necesita escupir mierda para que hablen de él, pero de nada le sirve, ya que como actor no tiene precio, digo que no tiene precio porque, para tener precio hace falta valer algo y no vale más que la mierda que vomita, ya sé que estoy repitiendo “mierda” muchas veces pero he decidido no gastar tinta en poner su nombre, al fin y al cabo, en mi diccionarios de sinónimos es lo mismo.


miércoles, 7 de octubre de 2015

PREPARADO PARA MORIR (Yo confieso)

Fuera de la fecha habitual, publico este relato ya que no sé dónde estaré el viernes y puede que no tenga internet.

                                  

                                       YO CONFIESO


Siempre le digo a mi mujer que me gustaría un entierro al estilo Nueva Orleans.

Como aunque me lo hiciesen no lo podría ver, ideé este relato, recreando cómo me gustaría que fuese, le puse la música adecuada y de vez en cuando lo leo y escucho. Es uno de mis relatos preferidos.




PREPARADO PARA MORIR


Pedro Fuentes


CAPITULO I


Federico era una persona previsora y quería tener siempre todas las situaciones controladas, a sus 55 años, separado de su primera y única mujer, vivía una existencia tranquila y feliz, tenía una tienda de música en la que vendía de todo, instrumentos, discos de baquelita, vinilos,  CD, partituras, equipos de música para profesionales.
En fin, vivía de la música  y para la música, tocaba el piano, la guitarra, el saxo y  el clarinete. No como profesional, pero si para reunirse un día por semana hacer jazz, en un viejo local que a duras penas ganaba para subsistir, esa era su pasión junto con los espirituales, el blus, el big bang, había viajado varias veces a New Orleans a ver y participar en los carnavales, conocía los famosos entierros a base de espirituales y blues y había entrado en  todos los antros de jazz a los que un blanco pudiese entrar.
Una vez, en una de su jazz sección, con sus amigos, en una pausa, mientras se refrescaban y curaban los labios con whisky, se puso muy serio y dijo:
¡Escuchad! Como sabéis acabo de volver de New Orleans y he decidido  que el día que me muera, quiero que me incineren, pero que me lleven a la iglesia con una banda de jazz, tocando y cantando espirituales, en una carroza con penachos negros, tirada por dos caballos negros y detrás unas plañideras negras, de redondas curvas, totalmente enlutadas, luego la banda, de riguroso negro y con bombín y detrás los familiares, amigos y curiosos que no tengan vergüenza de asistir, de la iglesia al crematorio lo mismo y luego mis cenizas las lleven a New Orleans.
¿Sabes cuánto te va a costar eso? Dijo el dueño del local que tocaba el bangio.
Ni me importa, tengo lo suficiente, no tengo hijos ni familiares directos y encima mi ex mujer va a cobrar una pensión vitalicia por haber estado casada conmigo, hay cuatro sobrinos lejanos.
Si queda algo, que si quedará, se reunirán como cuervos a ver lo que pillan.
Todo lo que nos digas no vale de nada si no haces oficial la petición.
En eso estoy, ya tengo medio redactadas las últimas voluntades e irá a la vez que el testamento, una ligada con el otro, si no se cumplen las voluntades, el testamento será otro, lo que si os voy a pedir es que si me sobrevivís, acatéis lo que espero de vosotros, que os lo hará saber mi amigo Jack, el de New Orleans.
Bueno, ahora ya se ha terminado el descanso, ¿Seguimos tocando media hora más?
Todos asintieron, cogieron sus instrumentos y siguieron ensayando. No se volvió a hablar del funeral, se fue olvidando porque Federico no lo volvió a nombrar.
Siguieron con sus ensayos y sus vidas, de vez en cuando los llamaban para actuar en algún sitio no profesional y se divertían haciéndolo.


Capítulo II


A los cuatro meses recibieron, todos sus amigos y parientes, una carta fechada en New Orleans con un membrete que decía en letras negras “JACK” y debajo “I am his best friend”.
La carta, en una mala traducción del inglés venía a decir:
Hola: Soy Jack. El mejor amigo de Federico en New Orleans, próximamente me trasladaré a España durante una larga temporada.
Federico me ha pedido que sea su albacea y lleve a cabo las instrucciones que ha dictado como últimas voluntades en caso de que fallezca, cosa que deseo que sea muy tarde y que todos estemos presente.
Como todos ustedes sabrán, Federico quiere un entierro muy especial y al estilo de aquí, así que cuando llegue iré citando a todos sus amigos y conocidos para explicarles el papel de cada uno.
Atentamente,
Al cabo de 15 días apareció en la pequeña localidad de provincias Jack.
Jack era en negro más bien grueso, de pelo blanco y rizado, muy corto, lucía una barba que era continuación de su cuero cabelludo y con un bigote fino como un reguero de hormigas, todo ello también blancos y con unos labios carnosos como si se hubiese pasado la vida tocando la trompeta y cantando “only you”, tenía una voz ronca y hablaba bastante aceptable el español, con un ligero acento cubano, donde había residido algún tiempo.
Llevaba Jack una carta escrita de puño y letra por Federico, éste había marchado a París por unos días para visitar a una íntima que allí tenía.
Mientras tanto la dependienta que tenía en la tienda se encargaba de todo.
En la carta pedía a todo el mundo la colaboración con Jack en lo que les iba a proponer.
Los primeros en recibir al amigo de Federico fueron los compañeros del club, estos, aunque un poco bohemios y amigos de la juerga, pensaron que toda la población se iban a estar riendo de ellos por los siglos de los siglos, desde luego pensaban que Federico se iba a poner el mundo por montera, sería lo más sonado en aquella ciudad desde que una avioneta en un aterrizaje forzoso había aterrizado en la plaza Mayor y se había estrellado contra el Ayuntamiento.
Lo único que les iba a salvar era que Federico viviese más que todos ellos.
Posteriormente fue recibido Jack por los familiares lejanos y su ex mujer. Jack les hizo comprender que lo que quedará del testamento sería heredado por sus familiares y ex esposa, ésta, ambiciosa por naturaleza,   pensó que sería como un trabajo de una mañana, pagado con dinero a espuertas pese a lo que se gastase en el entierro.
 Los papeles de la familia eran de aquí te espero, como ya hemos dicho, su ex fue la primera en aceptar, ya que Federico tenía entre otras cosas varias fincas heredadas de sus padres, ricos terratenientes, los sobrinos lejanos dijeron también que si, Solamente Alfonso, un primo hermano, el familiar más cercano dijo que no, que no estaba dispuesto a semejante mamarrachada organizada con una cosa tan seria como la muerte de un familiar, renunció inmediatamente a la parte que le hubiese correspondido a favor de los otros.
Quería para su primo un funeral católico como Dios manda.
Los amigos de Federico tuvieron que poner en contacto a Jack con un montón de personas incluidas en el entierro y de otras poblaciones, ya hemos dicho que la localidad era una pequeña ciudad de provincias donde no abundaba de casi nada de lo que pedía “El mejor amigo de Federico”.
Mañana vuelve Federico de París dijo Jack, le explicaré cómo está todo, luego iremos a Madrid a localizar unas cosas y desde allí me marcharé a Louisiana, luego volveré, me encanta esta ciudad y España, dijo Jack y se marchó.
Federico volvió al negocio, a sus compromisos y a sus actuaciones sobre todo con el saxo.
La gente se fue olvidando de sus ideas sobre el funeral, había pasado un año y medio cuando se marchó a Francia, se fue a París, Jack le había escrito diciendo que iba con una dixieland band jazz y Federico no se quiso perder la ocasión, tanto de ver a su amigo como seguir a la dixieland band, una prestigiosa banda de New Orleans.

CAPITULO III

A los cinco días Ernesto, el dueño del local donde actuaba Federico con sus amigos recibió un telegrama urgente, decía: Federico muerto terribles accidente Stop Vuelvo a casa con cadáver embalsamado Stop Preparen funeral Stop I was his best friend JACK.
Al día siguiente llegó Jack con el ataúd, fue depositado en el Tanatorio. Lo primero que hizo fue pedir todos los permisos incluido el de esperar a enterrarlo seis días después, como venía embalsamado desde Francia no había problema, fue más complicado el Ayuntamiento, el entierro tenía que salir del Tanatorio, bajar una avenida hasta la iglesia a la que pertenecía Federico.
El cura puso todas las pegas del mundo y decidieron que llegaría la comitiva a la plaza de delante del templo, allí el párroco saldría, diría un responso y seguiría el cortejo hasta el crematorio, que estaba en la carretera de salida de la población pero por el otro lado, por lo que había que pasar por la primera avenida, arteria principal de tráfico, suerte que había un paseo central, luego, por la calle Mayor hasta la iglesia, pasarían por la tienda de Federico y luego una calle de muchísimo tráfico hasta salir a la carretera y ya el cementerio y crematorio.

CAPITULO IV


El miércoles a las dos de la tarde, de un día soleado de primavera, en la puerta del tanatorio se empezó a reunir la gente.
Jack organizaba todo, vestía de negro absoluto, con un bombín negro, gafas de sol, guantes blancos y una banda de tela negra con ribetes plateados y letras también color plata en la que se podía leer la ya famosa frase: “I was his friend best friend”.
Al lado suyo a la derecha de la puerta, estaba el director de la Vieja Banda contratada para la ocasión, todos vestidos de negro, bombín, gafas de sol y guantes blancos. Llevaba el director una pequeña sombrilla negra y el borde exterior blanco. Detrás dos tubas, dos trombones de varas, cuatro trompetas, cuatro saxos y cuatro clarinetes. La percusión era portada por dos cajas, un tambor y un bombo en cuya piel se leía “Good save  Federico”.
Al otro lado de la puerta estaban los amigos de Federico vestidos de pantalón negro, camisa blanca, gorra de plato y guantes blancos con sus instrumentos de música. También estaban su ex viuda, sus cuatro sobrinos y primos lejanos, solamente faltaba Alfonso.
Llegó a la puerta del tanatorio un coche fúnebre descubierto, con cuatro penachos negros en los vértices del techo que en el centro lucía una peana con una bola negra encima. Dos caballos negros, con herrajes negros y con un penacho negro encima de cada testa. Dos cocheros negros, vestidos de negro y con sombrero de copa guiaban el carruaje.
La banda empezó a tocar un blues triste y melancólico, justo en ese momento aparecieron en la puerta del tanatorio ocho negros de gran altura, vestidos de negro y con camisa blanca portando el féretro, de color plata con ribetes dorados. A mitad de camino del coche,  Jack sacó de dentro de su chaqueta un silbato que llevaba colgando de un cordón plateado y pitó dos veces, el director cerró y abrió la sombrilla dos veces, uno de los trompetas dio un toque de atención y empezó a sonar una marcha alegre y llena de ritmo. Los ocho portantes del féretro levantaron la caja con una mano todos lo que pudieron, luego fueron haciendo saltar el ataúd al ritmo de la banda.
Así llegaron hasta el coche, depositaron al difunto en él y se pusieron cuatro a cada lado del carro.
Jack, con el director al lado empezaron a andar delante, la banda les siguió y los caballos fueron a continuación.
Después entraron en la formación dos rollizas negras, vestidas de negro, pero bastante escotadas y con faldas ligeramente cortas y marcadas, llevaba unos pañuelos blanquísimos en donde no paraban de echar sus lágrimas y suspiros.
Cada una de ellas llevaba a su lado un fornido negro vestido a juego y con una sombrilla cada uno, iguales que la de Jack, con ellas daba sombra a las muchachas.
Justo detrás de las plañideras, marchaba la ex mujer de Federico de luto riguroso y unas gafas con las que intentaba taparse la cara.  
Llevaba una pancarta en la que se veía una foto de medio cuerpo de Federico y debajo decía en letras doradas “I love Federico”
A continuación marchaban los familiares de luto riguroso, detrás los amigos que iban tocando piezas algo más alegres que las de la banda principal, luego iban amigos y conocidos, todos ellos bailando al son de la música cuando era animada y compungidos cuando la marcha era triste.
Detrás de los amigos se arremolinaba una inmensa cantidad de gente que se habían unido al grupo y bailaban sin saber, que iban en un entierro.
De todos lados, en las aceras salían personas con cámaras y teléfonos móviles para grabar el acontecimiento, aquello fue seguido por la televisión local e incluso apareció por allí un equipo de televisión nacional.
A medida que avanzaban, Jack abría paso andando y bailando a la vez, ahora avanzaba con el pie derecho hacia fuera, desplazando todo el cuerpo, al siguiente el izquierdo, de vez en cuando daba palmas y cuando quería cambiar el ritmo, tocaba el silbato tres veces para ir a lento y dos para rápido, entonces el director cerraba y abría la sombrilla dos o tres veces según fuese necesario, el trompeta primero hacía un toque de atención y uno de los tambores daba un redoble, el bombo golpeaba también dos o tres veces y cambiaba el ritmo, las plañideras con el ritmo lento lloraban y suspiraban a moco tendido, si cambiaba la música con más swing, cogían las sombrillas de sus acompañantes y bailaban con ellos.
 La ex daba varias vueltas en redondo como las muchachas que en los combates de boxeo anuncian el round.
En fin, tardaron en llegar a la iglesia una hora cuando se tardan diez minutos andando.
Llegaron a la iglesia y todo el mundo, en señal de respeto calló, salió el sacerdote con su roquete blanco y su estola negra, le acompañaba Alfonso con el isopo y el agua bendita.
El sacerdote hizo una corta plegaria, bendijo el ataúd, Alfonso se santiguó cristianamente mientras un par de lágrimas rodaron por sus mejillas y entraron a la iglesia, se cerraron las puertas y entonces Jack, poniéndose al frente de la banda, sacó el silbato y pitó tres veces.
 Entonces todos los músicos empezaron “When the saint go marching in”, ya seguiría esta pieza hasta llegar al crematorio, mientras todo el mundo bailaba y algunos músicos hacían algún solo con alguna variación de la más pura jazz sección.
A la llegada al crematorio, los ocho acompañantes del coche de caballos vuelven a coger el féretro y lo llevan dentro bailando y haciendo bailar el ataúd, lo depositan en una mesa que hay dispuesta al fondo y la gente ahora entra en silencio y se sienta en los bancos ordenadamente, de la cortina de detrás de la caja salen un grupo de hombres y mujeres ataviados con túnicas lilas y se ponen a los lados, el director da la señal y comienzan a cantar “Swing low sweet chariot”.
Cuando terminan de cantar, la mesa va entrando lentamente por entre las cortinas mientras un bajo interpreta “Deep River”. Cuando termina, de entre las cortinas sale Jack. Se pone en el sitio donde antes había estado la mesa con el ataúd y dice:
Hermanos, nos hemos reunido hoy aquí para rendir homenaje y despedir a nuestro gran amigo Federico, muchos son los que han venido porque lo querían, otros por el interés, alguno por curiosidad y uno, no ha venido porque no quería ver a su tío envuelto en semejante jolgorio el día de su funeral.
Me dirán que faltaba otra persona, para ver lo que él había creado.
Cuando organizó todo este sarao me dijo:
Lástima, yo no lo podré ver. Y yo le contesté:
Yo soy tu mejor amigo, te doy mis ojos para que lo veas y mis oídos para que lo oigas, y mi nariz para que huelas y todos mis sentidos para que tengas i vivas un entierro como los de New Orleans.
La idea fue de él, pero yo la hice posible, todo por mi mejor amigo, y diciendo esto, puso las dos manos sobre sus orejas y estiró.
En la sala se oyó un grito aterrador, alguno se desmayó, Jack se sacó una careta y allí estaba Federico.
No os asustéis, no he muerto, solamente quería ver mi funeral. Gracias a todos por venir, y ahora os espero en mi casa para comer frijoles rojos y arroz al más puro estilo de New Orleans y cerveza de barril Abita recién traída de Louisiana.

FIN