Ya os explicaré con más detalle a que se debe el retraso.
YO CONFIESO
¡Qué horror! Si cuento que la
historia está basada en la realidad básicamente, no sé si me creerán, pero yo
lo haré, el gato era de mi amiga Nuria, una compañera de trabajo, tenía un
gato, siempre ha tenido gatos, y una planta de mariguana en el balcón, sabéis
que los gatos se purgan comiendo hierbas para vomitar las bolas del pelo que se
tragan cuando se limpian a lengüetazos, pues bien, “Gato” que así se llamaba,
murió de una sobredosis de mariguana. Lo cual demuestra que la droga es mala
hasta para los gatos.
Mr. Hyde y el Dr. Jekill
Pedro Fuentes
El gato de Luisa, Mini, era un gato tranquilo, como todos
los gatos, le gustaba jugar con cualquier cosa o más bien practicaba en un piso
su instinto de caza, una pelota era el más divertido de los ratones, solamente
había que tocarla un poquito para que echase a correr y saltar sobre ella y
cazarla, un moscardón volando era ejercicio para toda una mañana, cuando estaba
solo, porque su ama estaba trabajando y él era el dueño de toda la casa, cuando
se cansaba iba a la cocina, bebía un poco de agua, comía algo de pienso si
tenía hambre y luego era la hora de que diera el sol en el sofá, allí se echaba
a dormitar hasta que se aburría o un moscardón le pasaba cerca con su zumbido.
Un día, ya avanzada la primavera, se dio cuenta de que en la
cocina, la puerta del pequeño balcón que
había estaba abierta, salió fuera y vio que desde allí con un pequeño salto,
podía pasar, a través de una pequeña cornisa a una terraza llena de plantas y
pajarillos que se acercaban, un paraíso,
allí era totalmente feliz, además, con
tantas macetas, el sitio ideal para hacer sus necesidades, sin tener que
recurrir a aquel cajón lleno de arena y mal oliente que tenía en su casa.
Cada mañana, cuando su ama se iba y no oía ningún ruido en
los pisos de al lado, cuando el sol empezaba a dar, hacía la excursión diaria
hasta la terraza nueva, allí estaba hasta que presentía, con ese sexto sentido
que tienen los gatos, que su ama estaba al llegar, cruzaba la cornisa y entraba
a la casa justo para salir de la cocina y saludar a su dueña.
Luisa que no sabía de las escapadas de Mini, se fue dando
cuenta de que el animalito cada día estaba más contento, además, le seguía a
todos lados, cuando se ponía en la mesa a comer, Mini no paraba de arrastrarse
y refregarse por entre su piernas maullando y runruneando.
Los días siguientes saltaba hasta el sofá, de allí pasaba
hasta un sillón, corría como un loco hacia su pelota y la perseguía.
Un día persiguiendo una mosca, se subió encima de la mesa,
cosa que jamás había hecho y no se le metió en el plato de Luisa de milagro,
luego saltó detrás de la mosca y no se estrelló contra el cristal de la puerta
del balcón de casualidad.
Al cabo de unos días Luisa empezó a preocuparse, se dio
cuenta de que Mini comía poco de su pienso y estaba algo más delgado, pensó que
sería debido al ejercicio que hacía.
Además, alguna vez vio
que Mini no coordinaba sus movimientos, iba andando y saltaba sobre sus cuatro patas a la vez como si tuviese
hipo.
Se dedicó a estudiarlo, intentaba fijarse en lo que hacía,
alguna vez lo encontró en el pasillo apoyado a la pared, llegó a pensar que
estaba borracho.
Se recorrió toda la casa buscando cualquier bebida, o algo
que comiese, incluido detergente, nada, no dejó nada a su alcance, luego por la
noche dormía como un vendito, tenía la costumbre de echarse a los pies de la
cama e incluso si hacía frío se metía debajo del edredón. Estas costumbres no
las cambió, pero de vez en cuando le notaba un sueño agitado, como si tuviese
pesadillas.
Cuando llegó el primer fin de semana y no tuvo que ir a
trabajar, el animal hizo una vida totalmente normal, jugaba lo normal, se
tumbaba en el sofá a dormitar, si Luisa se sentaba a ver la televisión se
acurrucaba en su regazo, era el gato equilibrado de siempre, era un gato feliz.
Pero llegó el lunes y a las tres y cuarto de la tarde,
cuando Luisa llegó de trabajar, Mini había vuelto a las andadas parecía Mr.
Hyde y el Dr. Jekyll.
No se lo pensó más, preparó el transportín, metió a Mini
dentro, con muchísimo trabajo, cosa extraña porque era un animal muy dócil y
esa vez terminó con las manos y muñecas llenas de arañazos, cogió el coche y se
fue al veterinario.
Después de un rato de espera en una salita, Mini pareció
irse calmando, luego pasó a la consulta
con el veterinario.
Luisa le contó el extraño comportamiento del gato y mientras
tanto colocó la jaula encima de la mesa, el veterinario abrió la puerta y sacó
al minino, cuando el animal se vio en sus manos, se dio cuenta de quién mandaba
allí y le runruneó.
Después de un breve
análisis visual dijo:
Este gato ha comido algo extraño, tiene las pupilas
dilatadísimas y los latidos de su corazón son muy rápidos pese a su aparente
estado de tranquilidad, ¿Puede ser que haya algo a su alcance que coma sin que
usted se de cuenta?
Eso pensé al principio, recogí y guardé todo aquello que no
fuese su agua y su comida, no hay nada comestible ni parecido a su alcance,
todo está guardado en sitios que él no puede abrir.
¿Y dice que solamente le pasa de lunes a viernes cuando está
solo?
Si, cuando llego a casa está como una moto, luego se va
tranquilizando y se queda tranquilo, salvo de noche que parece que sueñe y
dormido y todo pega unos votes tremendos, como si se asustase.
Los fines de semana ¿Está tranquilo?
Si, lo normal, juega con su pelota, me sigue por la casa,
intenta jugar con el mocho si friego, luego se tumba en el sofá y allí pasa el
día tan tranquilo, como siempre ha hecho desde que dejó de ser cachorro.
Pues yo no le veo nada anormal salvo lo que le he dicho, le
voy a dar un jarabe que es más bien un tranquilizante y purgante, sería
conveniente que si vomita recogiese los desechos y me los traiga para
analizarlos. De todas formas, intente controlar lo que hace.
Luisa a la vuelta hacia casa iba pensando en lo que le había
dicho el veterinario, no podía imaginar
qué le pasaba a Mini, pero de pronto le vino una idea a la cabeza, su amigo
Damián llevaba por lo menos un mes dándole la paliza con lo que estaba
vendiendo.
Damián era un comercial con agencia propia, representaba
varios productos, de hecho cuando una fábrica quería introducir un producto en
el mercado, recurría a agencias de distribución como la suya y últimamente
tenía la exclusiva de un vigilante electrónico para las casas, como alarma o control de interiores de casa.
Cuando llegó a casa llamó a su amigo Damián y le contó lo
que le estaba pasando con el gato pero tampoco quería gastarse ningún dinero
más solamente por controlar al gato.
Damián se comportó como un buen amigo y le dijo que aquel
fin de semana le instalaría un equipo como si fuese de prueba.
Aquella semana Mini siguió con sus costumbres, vomitó un par
de veces pero la primera era la clásica bola de pelo y la siguiente jugos
gástricos, Luisa los recogió y se los llevó al veterinario que le dijo que
tendría que esperar semana y media.
El sábado a media mañana llegó Damián con una serie de mini
cámaras y un receptor tipo vídeo, se pasó el resto de la mañana instalándolas,
una en el salón, otra en el pasillo, otra en la habitación grande, otra en la
pequeña, una en la cocina y otra en el cuarto de baño, cuando terminó las
sintonizo en el receptor y las probaron con el televisor.
Era justo la hora de comer y a Luisa le tocó invitar a
Damián a comer.
Salieron dejando todo montado y fueron a un restaurante del
barrio. Luego volvieron a la casa y comprobaron los movimientos del gato, no
pasó nada raro, las cámaras funcionaron correctamente cuando el gato se ponía
en la zona de grabación, pero Mini no hizo ningún movimiento extraño ni comió
nada que no fuese su comida.
El lunes Luisa conectó las cámaras y se fue al trabajo. Durante
todo el fin de semana el gato había pasado como un gato modelo.
Cuando el lunes a las tres y media llegó Luisa el minino le
salió a recibir con aquella cara alegre y feliz de los días de entre semana.
Su dueña lo saludó y se fue a conectar la televisión para
ver la filmación.
Allí se enteró de parte de la doble vida de Mini, le perdió
de vista a la media hora de salir ella, vio como se iba a la terraza de la
cocina y desaparecía por el lado derecho y volvía a entrar un cuarto de hora
antes de llegar ella y totalmente convertido en Mr Hyde.
Así fue durante toda la semana, el sábado volvió a la serena
vida del hogar.
Luisa por más que miraba, no sabía qué hacía el gato, porque
el punto de la terraza donde saltaba era un ángulo muerto, tendría que llamar a
Damián para cambiar alguna cámara.
Estaba en esto cuando
sonó el timbre del piso, salió a abrir y se encontró con un chico joven, su
vecino.
Luisa, ¿Sabes que he encontrado las macetas de mi terraza
llenas de caca de gato y un olor apestoso a meados de tu animalito?
No puede ser, si Mini no sale de casa sino para ir al
veterinario.
Pues de alguna forma lo hace, ¿Quieres pasar a verlo?
Entraron los dos en el piso de enfrente y ya en el balcón
vio Luisa lo que le decía el vecino y desde allí se veía mejor la cornisa.
Pero había algo más, en un rincón del balcón Luisa vio unas
plantas medio comidas y le dijo:
¿Esto también ha sido
él?
¡La madre que lo parió! Dijo el vecino, ¡Se me ha comido la
mariguana!
FIN
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