Dijo no se quien que era muy facil dejar de fumar, que él lo había hecho unas 2.500 veces.
Y ahora..................
ASÍ
DEJÉ DE FUMAR
Pedro
Fuentes
CAPITULO
II
Estuve
algún tiempo sin pensar ni en fumar, ni mirar de frente a todo el
tabaco que mi padre siempre tenía.
Mi
padre fumaba cigarrillos de tabaco negro canario, de vez en cuando lo
mezclaba con rubio como el Graven A, pero después de las comidas se
fumaba un puro canario de los denominados brevas y siempre llevaba en
el bolsillo de la chaqueta algún puro de grandes dimensiones.
Aquel
verano hice la Primera Comunión, con siete años, antes esa era la
edad, La recibí en la Basílica de las Nieves de manos de D.
Antonio, el mismo que me había bautizado.
No
se me ocurrió volver a fumar, no quería tener que confesarme y más
cuando se pasaba tan mal fumando, pero mi hermano, cuatro años mayor
que yo, un día me dijo:
Vamos,
Pedrito que te voy a enseñar una cosa.
Llegamos
a un huerto donde había habido calabazas plantadas, ya secas las
ramas nadie las cortó,
Mi
hermano buscó entra las ramas y cuando encontró unas del grosor y
tamaño de un cigarrillo, cortó dos ramas, se puso una en la boca y
la prendió con una cerilla e hizo que fumaba, luego, después me la
pasó y me dijo:
Fuma.
Me
la puse en la boca y aspiré muy lentamente, un humo ardiente me
llegó a la garganta, saqué aquello de mi boca y escupí, mi hermano
se rió y entre risa y risa siguió fumando aquella porquería.
¿No
has fumado nunca un cigarrillo de verdad? Yo sí, y sabe mejor que
esa porquería.
¿Tu
lo has fumado? Me dijo.
Pues
claro, le he cogido a papá un graven A y eso si que sabe bien.
¿Y
no se enteró?
Pues
no, pero cógelo cuando tenga muchos.
¿Por
qué no coges uno para mi?
Si
es para ti cógelo tú.
Si
no me lo coges le diré que tú le has cogido.
Bueno,
no te creerá y además le diré que me querías obligar porque a mi
no se me ocurriría fumar.
Ya
te pillaré, así que anda con ojo.
Bueno,
pero mientras tanto fumarás esa porquería.
Por
descontado que yo no quería volver a fumar porque no quería pasarlo
tan mal como la primera vez, pero con mi hermano estaba compitiendo
siempre, la verdad es que aún después de sesenta años, no sé si
no tenía picardía para entrar a competir conmigo o que al ser yo el
menor de los chicos, era el ojito derecho de mi padre.
Pasaron
más de dos años antes de que volviese a coger un cigarrillo y eso
que cuando mi padre se sentaba después de comer, a la fresca en la
terraza grande de delante de la casa, si no se había acordado de
coger, me decía:
Pedrito,
¿Me traes un puro de la caja de los puros?
Siempre
era yo porque decía que yo sabía elegirlos.
No
se como lo hacía, los olía el olor a puro, sin encender, siempre me
ha gustado, miraba que tuviese unas manchas un poco más claras y al
apretarlos ligeramente, cedían y no se agrietaba la hoja.
Los
que iban quedando, cuando se secaban más, mi padre los cortaba
finito con una navaja y ponía la picadura en una caja de madera
especial para tabaco. Le ponía un poco de vainilla en polvo y los
rociaba con unas gotitas de coñac.
La
última vez que vi aquella caja fue después de la muerte de mi
padre, creo que se la quedó mi hermano.
Mi
padre no era bebedor de coñac, creo que lo usaba para los puros y
para enjuagarse la boca si le dolía alguna muela. Era más bebedor
de whisky que de otra cosa, le gustaba con agua natural, mitad y
mitad, solía tomarlo los días de fiesta antes de comer con
almendritas saladas y si venía alguien a comer, cosa muy natural
porque hacía unas paellas inmensas, de grandes y buenas, después de
comer, en la sobremesa se ponía algo de whisky pero ahora solo.
Cuando
mi padre se ponía a hacer la paella yo era su pinche.
Alguna
vez, lo mismo que me pedía llevarle el puro, me decía:
Pedrito,
ponme un pizquito de whisky (Medida típica canaria que quería decir
dos deditos de los de él y no de los míos) Pasé casi un verano
hasta que un día me mojé los labios con la bebida, la encontré
fuerte pero no me disgusto, fui aumentando la cantidad que
previamente había escanciado de más.
Ni
que decir tiene que tenía que vigilaba a mi hermano para que no me
pillase, pero un día que no estaba yo presente, le pidió el encargo
a mi hermano y esa vez si lo pillé yo. Por el gesto que puso no le
gustó, pero fue mi carta blanca para evitar sus chantajes.
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