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miércoles, 29 de marzo de 2017

LUCIA (capítulo I)



LUCÍA 

Pedro Fuentes


Capítulo  I

Hoy comienzo otro relato. se llama Lucía, a todos los que me seguís os sonará el nombre, si, Lucía es "La muchacha de una sola pierna", este relato comienza antes, cuando Lucía era una jovencita de 19 años y sigue..... pero no digo nada más para no quitarle el misterio a los lectores. A los que les gustó en su día el relato de "La muchacha..........." les gustará éste y a los que no les gustó, quizás le enganche este otro.


Y ahora.........................


LUCIA
Pedro Fuentes
Capítulo I


Cuando tenía 19 años, la vida de Lucía en el pueblo era normal y corriente, Su madre, viuda, trabajaba haciendo limpieza en la casa de unos señores de allí, luego cuando llegaba a casa hacía todo lo que podía, cuidaba de un pequeño huerto, unas gallinas y conejos que tenían; con su trabajo y la venta de huevos y conejos, salían a delante, quería que su hija estudiase algo, no era buena estudiante, en realidad, era bastante lamentable, era una soñadora enamoradiza, así que optó por lo más socorrido entonces, en el pueblo de al lado, a 10 kilómetros mayor que el de ellas; capital de la comarca y con una cierta entidad, había más oportunidades, así que Lucía iba cada tarde en el autobús a una academia donde estudiaba para secretaría, en aquellos tiempos, 1966, aquello era algo de cultura, taquigrafía, mecanografía, redacción, dictado, algo de contabilidad y alguna materia más, era fácil entonces encontrar un trabajo en una oficina para hacer un poco de todo. Había estudiado a duras penas el bachiller elemental y aquello parecía que no le costaría mucho más esfuerzo.
Por las mañanas, cuando se levantaba, si madre se había ido a hacer la limpieza a la casa de unos señores importantes, pero antes de salir, avisaba a su hija cada día.
Lucía, levántate ya, que es hora, barre la casa y tendrías que fregar por lo menos la cocina y el comedor, luego échale pienso a las gallinas y a los conejos, mira que no queden huevos en el gallinero, la “Rojilla” ha cogido la manía de picar los huevos, debe tener necesidad de cal.
Hazlo rápido y luego te pones a estudiar y a hacer los ejercicios. He dejado preparado todo en la cocina para hacer el primer plato, judías y patatas, a la una las pones a la lumbre para que cuando yo vuelva, podamos comer y te marches a Villaluenga más descansada.
Lucía aprovechaba para quedarse en la cama un rato, haciendo volar la imaginación. Su imaginación se llamaba Fernando, era un chico del pueblo y coincidían normalmente en el autobús cada tarde al ir a Villaluenga, habían tardado en hablarse más de dos semanas, tuvo que coincidir que el autobús pinchase para que al bajar mientras esperaban que arreglasen la rueda, chocasen el uno contra el otro al llegar a la puerta. Desde entonces, viajaban juntos y charlaban de sus cosas, él estaba preparando oposiciones para Correos muy cerca de donde ella iba a clase.
Al fin se levantó e hizo los encargos de su madre y luego se puso a practicar la mecanografía con una vieja máquina Olivetti que había conseguido de segunda mano, cuando se cansó, estuvo preparando las lecciones que tocaban de Contabilidad y luego los ejercicios de taquigrafía, su gran fracaso.
Cuando llegó su madre, comieron y Lucía se preparó para irse a Villaluenga, cuando llegó a la parada, estaba ya Fernando esperando, llegó el autobús y subieron ambos, se sentaron de la mitad para atrás y empezaron a charlar, luego Fernando alegando que llevaba retraso en Geografía, se puso a leer el libro correspondiente.
Lucía no era una belleza, tampoco era fea, tenía un encanto especial, era lo que se dice resultona, no era simpática, tenia unas facciones agradables pero un poco seca, los chico no se acercaban mucho a ella, temían que les fuera a dar algún corte, luego, cuando se le conocía era incluso simpática dicharachera, pero la primera impresión era fría y distante.
Fernando, un muchacho tímido y apocado, no tenía ninguna seguridad de que si le preguntaba o decía algo, le fuese a responder con algún corte o desprecio, por lo que medía muy bien las palabras que le dirigía.
Si no te importa, ¿te dejo el libro y me preguntas las poblaciones de la Provincia? Dijo Fernando poniéndose colorado.
Si, dámelo, ¿Cómo me las dirás? ¿Por orden alfabético?
No, como están en el libro, por importancia. Contestó Fernando.
Al darle el libro, sin ninguna intención la mano de Lucía se posó encima de la de Fernando, Los dos se miraron durante un breve espacio de tiempo y él después se puso rojo como un tomate, Lucía sintió el calor de Fernando y un destello iluminó sus ojos, entonces supo que Fernando estaba a su merced.
¡Huy!, perdona, dijo Lucia cogiendo el libro por la página señalada por él.
Fernando carraspeó y fue diciendo las poblaciones con seguridad.
Lucía sonrió y pensó, es la lección que mejor sabe, me ha querido impresionar y a continuación dijo: ¿Te tienes que saber las del resto e las provincias de Castilla la Nueva? Si quieres te las pregunto también.
No, esas todavía no, pero con el tiempo sí, por lo menos las más importantes, por ahora solamente la provincia.
¿A qué hora sales hoy?
A las nueve, contestó ella.
Yo salgo a las ocho, si no te importa te esperaré, además es muy justo para coger el autobús anterior.
De acuerdo, dijo Lucía cuando empezaban a levantarse para bajar en Villaluenga.
Salió Fernando que iba sentado por el lado del pasillo y después, detrás salió Lucía, ésta se hizo la encontradiza y chocó con la espalda de Fernando, el cual sintió las manos en su cintura y un breve roce con sus pechos.
Cuando llegaron a la calle, el muchacho iba rojo como un tomate, Lucía lo miró a los ojos y empeoró la situación, sonrió y le dijo:
Te veo a las 9 aquí, hasta luego.
Fernando balbuceo algo que quizás pudo parecer un: De acuerdo, o un hasta luego o un quizás, o una negación, pero en su cara se adivinó un si como una casa.
En clase le preguntaron las poblaciones a Fernando y no supo decir sino tres de un tirón, pasó una tarde lamentable, no logró reponerse, aquellos roces le habían marcado para toda la vida, en aquellos años, sin ninguna experiencia y con la timidez del muchacho, las cuatro horas que tuvo que esperar a Lucía fueron un martirio chino.
Saliendo de la academia, a veces se iba a un bar al lado de la academia a tomarse una caña o un vino con un compañero, aquella tarde se fue directamente a la parada del autobús y allí se fumó siete “Antillanas sin filtro”, luego, a las nueve menos diez, cuando ya estaba a punto de llegar la joven se puso en la boca un caramelo de menta, entonces vio como se acercaba ella, con una compañera, las dos iban fumando sendos “Bisontes”.
Llegó el autobús y subieron los dos, se sentaron a la mitad del vehículo, donde estaban las primeras plazas vacías.
Lucía, dijo Fernando, yo quería decirte algo, pero no sé si tú…..bueno, es que…….el domingo, por la tarde…. En el Casino hacen baile, yo no sé bailar……, pero si quieres, si te apetece…..¿Querrías ir conmigo? Vamos, si no tienes otros compromisos y te dejan ir al baile…..
Ya te lo diré el viernes, cuando nos veamos aquí, en el autobús, se lo tengo que preguntar a mi madre. Contestó Lucía, sabiendo perfectamente que si le dejaría su madre, aunque tendría que ir acompañada con su prima Rosario, como otras veces.
El viernes, cuando se vieron en el autobús, lo primero que hizo Fernando fue decirle a Lucía:
¿Qué?
¿Que de qué? Contestó ella sabiendo perfectamente lo que decía él.
Que si vendrás al baile.
Si, me ha dicho mi madre que si, pero vendrá conmigo mi prima Rosario, la de casa “el botijero”. Y que a las nueve y media tengo que estar en casa.
Hoy no vuelvo en el autobús, dijo él, salimos más tarde y un compañero al que viene su padre a buscar, me llevará.
Yo salgo a las ocho y tendré que esperar, pero los días que salgo antes, voy con la amiga que me acompañó en otro día a tomar un refresco.
Bueno, si mañana no nos vemos, te espero el domingo a las seis en la puerta del casino.
Vale, hasta el domingo, contestó Lucía.
Cuando salió de clase aquel día, a las siete, se fue con su amiga Rosa hasta el bar de enfrente de la parada del autobús, se tomaron dos coca cola y charlaron un rato.
¿Has quedado con Fernando para el domingo? Dijo Rosa
Si, pero he quedado con mi prima Rosario para que nos acompañe, así si la cosa no me atrae, tendré una excusa para marchar, es tan parado el pobre, figúrate que se pone colorado cuando me va a hablar y si le toco la mano, le entra un temblequeo que ya.
Entonces ¿Por qué has quedado?
Me daba pena, pero tampoco yo se por qué he quedado con él.
Si, pero si le das carrete, lo mismo no te lo quitas de encima, estos chicos le dices algo y tienes un moscardón para toda la vida.
Por eso me llevo a mi prima, lo mismo me lo quita de encima, como ya sabes, está loca por pillar unos pantalones, lo mismo me lo quita y lo devora.
A las dos muchachas se les escapó una carcajada que hizo que todo el bar las mirase.
Cuando eran las ocho menos cuarto, decidieron dejar la conversación y marchar cada una por su lado, Lucía a la parada del autobús y Rosa para su casa.
Hasta el lunes, Lucía, ya me contarás.
Hasta el lunes, Rosa.
En la parada del autobús no había nadie todavía, así que Lucía se apoyó en la barra de la parada y se dedicó a ver los pocos coches que pasaban.
Un Seat 600 color azul oscuro, paró en la parada, el conductor bajó la ventanilla y sacó la cabeza por ella.
¡Lucía!, ¡Lucía!
La muchacha, cuando lo vio dijo ¡Ah! Es usted.
No me llames de usted, si acaso Antonio. ¿Vas para el pueblo?
Si, estoy esperando el autobús, dijo a Antonio, el hijo de la casa donde su madre iba a limpiar.
¡Sube! Yo también voy para allí. Dijo mientras le señalaba la puerta del lado del conductor.
Lucía subió al coche.
Antes de poner el coche en marcha, Antonio sacó un paquete de Marlboro y le ofreció uno a Lucía, ésta lo cogió y esperó a que Antonio le diese fuego, una vez encendidos los cigarrillos Antonio inició la marcha, cuando ya salían del pueblo, él le dijo a Lucía:
¿Irás el domingo al baile?
No lo sé, todavía no he decidido nada, es posible que sí.
¿Quieres que vayamos juntos?
No, ya sabes como son en el pueblo, si te ven entrar juntos ya empieza la gente a pensar lo que no es.
Yo por eso no suelo ir, prefiero coger el coche e irme a otros pueblos de los alrededores, pero el domingo he quedado con unos amigos en el casino, eso no quiere decir que no nos marchemos luego a otro sitio. ¿Vienes todos los días a Villaluenga?
Si, por lo general vengo todas las tardes de lunes a viernes, estoy estudiando secretariado y voy a una academia que hay cerca de la parada del autobús donde me has recogido.
Entre silencios y charlas banales llegaron al pueblo, unas cuatro casas antes de la suya, Lucía dijo:
¡Para! Me bajaré aquí.
¿No vas hasta tu casa?
Si, pero prefiero bajar aquí. Que ya sabes lo que le gusta a las gentes hablar.
Antonio detuvo el 600 y dijo:

Bueno, hasta el domingo si vas al baile.


miércoles, 22 de marzo de 2017

ASÍ DEJÉ DE FUMAR (2ª Parte Cp. 3)





Y Así tremina este relato de "ASÍ DEJÉ DE FUMAR" .Espero que a alguien le ayude para no volver a fumar o por lo menos, entre risa y risa no fume, pero si lo hace, que piense en aquel que fue al médico y éste le dijo:

 Con el tabaco se está usted matando lentamente, 

Y el paciente le contestó: 

Es igual, no tengo prisa.

Y ahora.......................


ASÍ DEJÉ DE FUMAR


Pedro Fuentes


SEGUNDA PARTE



CAPITULO III


Llegó un momento en esta vida que me fumaba 25 brevas canarias, un paquete de tabaco canario “HU”diario, algún cigarrillo liado con picadura de pipa y una o dos pipas diarias de tabaco holandés.

Así seguí hasta una cierta edad en la que mi mujer, que también fumaba, no tanto como yo, solamente me igualaba en el paquete diario de tabaco negro, por aquel tiempo Ducados, enfermó, tuvo una neumonía que la mantuvo en el hospital por tres veces, cuando salió, se planteó, lo peligroso que era el tabaco para ella.

Un día que llegué a casa con un cartón de Ducados bajo el brazo, me dijo:

He pedido hora al médico para que me ponga a régimen porque he dejado de fumar y no quiero engordarme.

Yo, que siempre le había dicho que el día que ella dejase, dejaría yo, le dije:

Me lo podías haber dicho antes, acabo de comprar tabaco, pero como lo dije lo cumplo, me fumo este cartón y lo dejo.

No me fumé sino medio cartón, el resto lo guardé por si me entraba el “mono” y una noche dije:

Como mañana es 14 de Febrero, San Valentín, así me acordaré de la fecha, éste es mi último cigarrillo.

Apagué el cigarrillo, guardé los sobrantes de aquel paquete y cinco sin empezar, varios puros, tabaco de pipa y mi colección de mecheros, entre ellos siete u ocho Zippo y alguno mucho más valioso y hoy, 15 de Febrero de 2017,
hace 17 años y un día que no fumo.

Nuestra perrita Linda, cuando íbamos a comprar tabaco, se sentaba y decía:
¡Guauuu! ¡Guauuuu! Que siempre tenía golosinas para perro le daba un trozo, cuando la puerta estaba abierta y no entrábamos, se sentaba en la puerta y hacía lo mismo. Al cabo de los años, una vez entramos en el estanco a comprar sellos y Linda hizo la misma operación. No sé por qué pregunté el precio de el cartón de tabaco negro, me lo dijo la estanquera, hice un calculo mental y le dije a la mujer:

Mira, desde que dejamos de fumar nos hemos ahorrado “X”.

Esa fue la primera vez que a Linda no le dieron su golosina, tardó mucho tiempo en comprender que ella también había dejado de fumar.

Muchas noches me despierto y todavía estoy soñando que tengo un cigarrillo entre los dedos.

Los cigarrillos que tenía en casa, los regalé a los 5 años.
Aunque intenté hacer régimen, me engordé, pero ahora me canso menos, saboreo mejor las comidas, los olores los percibo mejor, aunque hay algunos que me dan ganas de fumar.

A mi médico le dije:

Cuando cumpla los 70 volveré a fumar, porque ya no me podrá matar,moriré de otra causa.

Siembre digo que dejé de fumar por bocazas ¿Por qué le diría a mi mujer:

Si tú dejas, yo también dejo de fumar.

Dejar de fumar es fácil, solamente hay que querer y ser un bocazas.


FIN




miércoles, 15 de marzo de 2017

ASI DEJÉ DE FUMAR (Segunda parte capítulo II)


Un capítulo más de este relato. especial para aquellos fumadores que no quieren dejar de fumar y desean saber qué excusas no dar.

ASI DEJE DE FUMAR

Pedro Fuentes

SEGUNDA PARTE


CAPITULO II


La amistad con Vicente y toda su pandilla, Paco, Joaquín, Juan Carlos, Pedro, otro Juan Carlos, Rafael, Benjamín y alguno más que ahora mismo no caigo, éramos un grupo compacto que nos lo pasábamos estupendamente y sin hacer daño a nadie.

Fueron unos tiempos en los que nos reafirmamos en las enseñanzas de la niñez y la rebelión propia de la juventud contra todas las normas establecidas, asimismo, como una de las prohibiciones eran, además de no meternos en política y “si hay jaleo aquí, id por otro lado” estaba el no fumar, aunque luego, a los más pequeños, en fiestas, bautizos y comuniones, se les daba un cigarrillo porque hacían gracia y si eran niñas las que cogían el cigarrillo, podían recibir una bofetada porque esa era la primera puerta a traspasar por una niña para convertirse en una “cualquiera”.

Igual pasaba con las bebidas alcohólicas, si el niño se tomaba un vasito de vino o una caña, se estaba haciendo un “hombrecito”, si era una niña, era muy posible que te amenazaban con meterla en un convento.

Bueno, pues nos reafirmábamos con el tabaco que nos hacía “mayores” y en la bebida que creaba hombres de provecho

Luego estaba la cuestión moral, la condenación estaba en el sexo, si era un adolescente el que le robaba un beso a una niña, se estaba convirtiendo en un hombre de provecho, si era una niña, a esa la veremos en casa La Petra,en la calle Auguto Figueroa. Supongo que este comentario sería porque alguno de ellos, en alguna visita furtiva a dichas señas, se habían encontrado con alguna familia femenina.

En fin, los jóvenes de entonces hacíamos lo que podíamos y a lo mejor teníamos unas normas de conducta muchísimo mejor que las de la generación anterior, pero claro ¿Qué generación no ha tenido un enfrentamiento total con la anterior?.

Bueno, pues para no enrollarme más, mi vida fue un eterno “fumeteo”, siempre que digo que me lo fumé todo, mi mujer me dice que no, pensando que “hierba” o “chocolate”, o como lo quieras llamar, no, pues si, a mi lado, incluso en el trabajo, la han fumado, yo me he negado, solamente una vez accedí, estaba haciendo la mili, era conductor de un capitán general, pues bien, lo llevé en el coche oficial al ministerio de gobernación, entonces en la Puerta del Sol, donde ahora está la comunidad autónoma, entonces, el ministro de gobernación era Arias Navarro, muy amigo del capitán general, el cual subía al despacho, para al cabo de unas dos horas que yo tenía que esperar, bajaban, los dos montaban en el coche y yo los llevaba a un club muy exclusivo de mandos del ejército que estaba por la carretera de Extremadura.

En el rato de espera, paseando por el parquin, habían llegado tres furgonetas cargadas de una plantación de “María” que habían cogido. Al que parecía dirigir la operación le pregunté que qué era aquello, me dijo lo que era y le pregunté cogiendo una rama si aquello se fumaba así mismo, me contestó que no, que cuando florece, se deja secar la flor, o algo así, el caso es que me dijo que aquello no hacía nada, yo lo puse en duda y me invitó a su despacho para que le dijese si era verdad o no. Acepté la invitación, terminé con dolor de cabeza y pensando que eran más fuerte los Celtas cortos, después de lo cual, como ya era la hora cogí el coche, con un capitán general y un ministro y los llevé no sé si poniendo en juego parte de la dictadura.

No volví a fumar un “petardo” nunca más, la ramita que corté de lo que llegó en las furgonetas fue conmigo durante años hasta que la perdí en un traslado.



miércoles, 8 de marzo de 2017

ASI DEJE DE FUMAR (2ª parte)

ASI DEJE DE FUMAR 2ª PARTE Comienzo hoy la segunda parte de ......, He llegado a Madrid y  coienza la segunda parte de este relato/memoria, que creo os gustará.



Y ahora..............................







ASÍ DEJÉ DE FUMAR


SEGUNDA PARTE



CAPITULO I


Cuando llegué a Madrid, me costó muchísimo adaptarme, en Madrid no podía estar en la calle, es más, no podía salir solo. No había campo a mi alrededor, encima me matricularon en un colegio que solamente tenía que cruzar la calle y aún así. No podía ir solo, además tenía un acento que en aquellos tiempos, en Madrid no se oía, muchas palabras no se entendían entre el seseo y que no todas las cosas se llamaban igual, en fin, creo que tardé un par de años en empezar a aclimatarme, además las temperaturas de Madrid eran mucho más bajas, yo no sabía lo que era un abrigo hasta que llegué aquí, ademas, ¿Cómo se podía vivir sin mar y sin barcos?

Por aquellos tiempos, empecé a escribir alguna cosilla, me encantaba cuando pedían alguna redacción en el colegio y después la gimnasia, yo era un crío muy fuerte y con la gimnasia me desfogaba.

Enfrente del colegio, se ponía una mujer mayor con una cesta y vendía pipas de girasol, regaliz de palo, anisetes y pequeños caramelos y también cigarrillos sueltos, De vez en cuando le compraba unos Celtas cortos, aquello sabía peor que los palitos de calabaza que mi hermano me había dado a probar.

Me dediqué, cuando veía que mi padre tenía llena la caja de picadura a liarme cigarrillos, me había agenciado una carterita de papel de fumar y guardaba todo como oro en paño,

A los catorce años, siempre que reunía dinero, me compraba Antillana sin filtro, no era gran cosa pero si mejor que los Celtas y eran económicos, si mi presupuesto no llegaba, estaban los Ideales, eran cigarrillos liados pero el papel sin pegar, había que apretarlos y con la lengua humedecías el borde del papel y pegarlo, a aquello lo llamaban, no sé por qué “caldo de gallina”, También había unos paquetes de picadura que llamaban cuarterones que eran malísimos y que había que vigilar porque a veces tenían verdaderas estacas.

De todas formas, yo tenía mucha suerte porque mi padre fumaba mucho y yo era el único hermano que fumaba en serio.

A partir de entonces ya era un fumador empedernido, además, con catorce años, ya andaba un poco más suelto, con el pretexto de que me iba al colegio antes, para estar en el patio jugando al futbol o charlando con los compañeros antes de entrar en clase, l medio día comía de prisa y en lugar de irme al colegio, bajaba por la calle Donoso cortés en lugar de subir y me metía en unos billares que había allí, nadie nos decía nada por fumar, es más todos nos escondíamos allí a fumar y a jugar al futbolín, el viejo que estaba allí para vigilar y dar cambio, estaba siempre con la mosca detrás de la oreja, había unas arandelas que en la ferretería que había más abajo, por dos pesetas te daban un montón y éstas, en los futbolines hacían el efecto de una peseta, teníamos mucho cuidado de no echar muchas arandelas porque el viejo se podía dar cuenta, así que de vez en cuando metíamos una arandela y cambiábamos de futbolín como quien cambiaba de equipo.

En mi casa muchas veces, cuando faltaba alguna cosa como la sal, o el azúcar o cualquier otro producto, yo estaba dispuesto a ir a buscarlo, así, entre las propinas que me daban por ir y lo que lograba sisar, siempre tenía algo de dinero que mantenía en el mayor de los secretos, porque mi hermano siempre me estaba pidiendo.

Total, que aprendí a espabilarme, pero mis compañías no eran de lo mejor.

Con el tiempo, me iba alejando cada vez más de mi casa, hice amistad con algunos compañeros de clase que vivían cerca y me aficioné al cine, en realidad era lo único que podías hacer los días que no tenías colegio o cuando llegaban las vacaciones, de cines andábamos bien sobrados en el barrio, casi todos eran de sección continua, estaba el Pelayo en Fernández de los Río, el California en la calle Andrés Mellado, un poco más arriba el Emperador, también en Fernández de los Ríos, en Guzmán el Bueno, uno el Guzmán el Bueno, más hacia Cea Bermúdez y el otro el cine Iris tocando casi a Alberto Aguilera, éste era un poco chungo, en frente tenía un bar Antonio Molina, el cantante de copla y canción española ahora cuando veo a alguna de sus hijas recuerdo que allí, había entrado alguna vez con mi amigo Javier, recuerdo a dos niñas bastante mal vestidas y a la más pequeña con los mocos colgando y muchas veces descalza. Más arriba, también en Donoso Cortés estaba el cine Apolo y a la misma altura, pero en Joaquín María López estaba el Vallehermoso, un poco antes, en la calle Galileo estaba el cine del mismo nombre que luego hicieron de arte y ensayo, estaba también más abajo, a la altura de Fernando el Católico el Magallanes, un poco más arriba, ya en Quevedo, el cine del mismo nombre, al lado de una sala de fiestas, Las Palmeras, capítulo a parte de este mismo autor.

Estos eran los cines que había más cerca y de sesión continua, había otros, bastante cerca que eran de estreno y por lo tanto más caros, de una sola película y a los que por lo general no íbamos mi amigo Javier y yo, forofos del cine, mi amigo fan de las películas policíacas, de terror y del oeste, a mi me gustaban más las comedias, policíacas y de ciencia ficción.

Unos años más tarde, en verano, me encontré en el cine California con mi compañero de pupitre del colegio, Vicente, en el colegio teníamos una amistad de patio de colegio y horario escolar, pero aquella tarde, cuando salí a fumar en el descanso, él también salió, empezamos a hablar y entre nosotros nació una gran amistad que perdura. Él tenía una pandilla muy maja y muy compenetrados, del colegio de los Escolapios solamente éramos Vicente y yo, que entonces me había convertido en un lobo solitario.

Mi madre siempre tuvo la ilusión de que yo me haría sacerdote y un poco antes de aquellos tiempos, quizás un año, estuve estudiando en el seminario que los Escolapios tenían en Getafe.

No estaba mal, me adapté muy bien a aquella vida y creo que fue una gran base para mi vida posterior, tenía un director espiritual, el padre Román, un gran sacerdote que supo encaminar la vida del grupo que estábamos a su cargo, él fue el primero que supo que en el cine Guzmán el Bueno, en unas vacaciones, conocí a una chica de más o menos mi edad y que ahora no recuerdo cómo se llamaba, y comprendí que me tiraba más una cara bonita que el celibato.

Seguí mi amistad con el padre Román, tuve la mala suerte de que al poco de que a él lo destinaron a Ecuador, yo, por culpa de un fracaso amoroso entré en la primera mayor crisis religiosa de mi vida.






miércoles, 1 de marzo de 2017

ASI DEJE DE FUMAR (Capítulo III)

Tercer capítulo de ASI DEJE DE FUMAR y fin de la primera parte de este relato. Espero que os guste.

Y Ahora..................................





ASÍ DEJÉ DE FUMAR


Pedro Fuentes


CAPITULO III




Así transcurría mi vida en “Las Nieves” Era un crío bastante solitario, estaba todo el día por el campo, pese a la vigilancia estricta de mi madre que estaba sufriendo siempre por la salud física, mental y religiosa, pero yo me “evaporaba” al menor descuido, siempre con mi perro Chiquito, una especie de Terranova pero un poco más pequeño y un ratonero que no sé de donde salió, creo que lo trajo el encargado de las labores del campo y las cuatro vacas que había allí. El mismo se encargó de cortarle el rabo cuando cachorrito, no sé cómo lo hizo pero me contaba supongo que de cachondeo, de un mordisco, No tenía nombre, todos lo conocíamos por “perro”. El hombre se llamaba Gabino, yo me ría mucho cuando mi padre le decía;

Gabino, ven.

A continuación yo decía en voz baja:

Venga vino.

Un día me regaló un pollito recién nacido que también se llamó Gabino, que se hizo gordo y hermosos, también me seguía. Del mismo grupo era un gato blanco de pelo largo, pero éste no venía si yo no iba de caza con una escopeta de aire comprimido
´
El día que Gabino “El pollito” llegó a la mayoría de tamaño, fue a parar a la sartén, fue un de los momentos más duro de mi infancia,

Por las tardes íbamos a la plaza, delante de la iglesia, en el centro había una fuente redonda, al otro lado de la casa había una pequeña tienda de “de todo un poco” que llevaba la mujer del sacristán, y encima una especie de hostal que era refugio de peregrinos. A la izquierda había dos o tres casas, una la de Panchito, de mote “El Gallo” Taxista en Santa Cruz de la Palma.

No puedo dejar de contar que el año 2000, cuarenta y cuatro años después, cogimos mi mujer y yo un taxi en Santa Cruz y el taxista, su hijo Panchito “El hijo del Gallo” que era de mi edad y jugaba conmigo de crío, me reconoció.

Por el ángulo superior izquierda de la plaza al lado de la tienda desembocaba la carretera que llegaba de Santa Cruz.

En la plaza, además de la fuente circular, había dos araucarias grandísimas y cuatro magnolios cuyas flores vigilaba don Antonio el párroco. Pues bien, por la tarde nos reuníamos allí todos los críos.

Habían dos hermanos que traían dos vacas que llevaban para el establo después de pasar el día pastando, una tarde que estábamos hablando mientras los animales utilizaban la fuente de abrevadero, los dueños comentaron que el domingo habían visto una película de vaqueros y uno se subía encima de una vaca y la domaba, total, que comenzó la polémica y uno de los dos hermanos, el mayor se subió al brocal de la fuente y desde allí saltó encima de uno de los dos animales, el bicho se puso a saltar al más puro estilo vaquero y lanzó al jinete por los suelos, como resultado el muchacho terminó con una brecha en la frente y la vaca se fue directamente hacia su establo seguida de su compañera y el otro hermano del vaquero detrás.

Pues bien, empujado por los demás crío, y sin que se enterase mi hermano, un hijo del sacristán afanó un paquete de cigarrillos y nos fuimos a un pinar, al otro lado de la carretera de salida de la plaza y detrás de la casa del cura.

Encendieron un par de cigarrillos y se los fueron pasando, yo no quise fumar pero tanto me insistieron que al final, cuando me llegaba el turno, aspiraba un poco, lo justo para que entrase humo en la boca y sin tragármelo lo expulsaba de nuevo.

Esta vez no fue tan nefasto el resultado, estuve bebiendo agua de la fuente durante un rato y la boca pareció recuperarse de la sequedad que me había producido.

Después de aquel día, me fui acostumbrando a coger de vez en cuando algún cigarrillo, e incluso aprendí a liar cigarrillos con la picadura que mi padre hacía con los puros secos.

Uno de los últimos recuerdos que guardo de La Palma, fue que el 9 de Octubre de 1958 don Antonio nos avisó que había muerto Pio XII y que le ayudásemos a repicar a muerto en el campanario, mi hermano y yo estuvimos allí casi todo el día.

El ´día 12 de Octubre de aquel año, embarcamos toda la familia en el barco Miguel Martínez de Pinillos rumbo a Cádiz, nos trasladamos a Madrid.

Recordando recordando, desde aquel primer cigarrillo se ha convertido en las memorias de parte de mi infancia que se puede completar con trozos de mis 6 Relatos palmeros publicados en este blog y editados en la Trilogía “Las historias del búho” publicados en Editorial BUBOK.



En los siguientes enlaces:

LA MISTERIOSA DAMA DE NEGRO  (Tomo  I)

http://www.bubok.es/libros/243574/La-misteriosa-dama-de-negro-y-13-relatos-mas


EN BUSCA DE LA PUERTA DEL INFIERNO  (Tomo  II)


http//www.bubok.es/libros/246379/En-busca-de-la-puerta-del-infierno-El-viaje-II


¿PERO QUE HE HECHO YO?  (Tomo  III)

http://www.bubok.es/libros/249832/Pero-que-he-hecho-yo-y-veintidos-relatos-mas



FIN DE LA PRIMERA PARTE