BALADA TRISTE
Pedro Fuentes
CAPITULO II
A las siete menos diez estaba Angel sentado en
la misma mesa de la mañana y seguía peleándose con el guión, era lo peor de su
vida, captaba el personaje, era frío y sabía como hacer creer al público que su
personaje era real, tenía la teoría de que no había que meterse a sufrir dentro
del personaje, lo suyo, como actor era engañar al público y hacerles ver lo que
él quería que viesen, pero memorizar un guión era lo peor que le podía pasar,
había tenido verdaderas broncas con los directores, tenía un conocido, actor
también, que era casi analfabeto, un amigo suyo le leía la obra un par o tres
de veces y el primer día de ensayo se la sabía de “P a PA” incluso lo había
visto hasta con obras en verso.
A las siete y diez llegó Lucía, traía una cara
sonriente se le notaba ligeramente maquillada, su media melena rubia la llevaba
recogida en una cola de caballo.
¡Hola! Dijo Angel mientras se levantaba y le
estrechaba la mano, ¿Qué tal el examen?
Bien, estaba inspirada y me salió bien,
además, aunque no se note soy una empollona.
¡Qué suerte! Yo dejaría el teatro por no
aprenderme los papeles.
A ver, déjame que lea algo, te la leeré en voz
alta y me dirás si se te queda mejor.
Angel le alargó los folios, Lucía los miró y
leyó el título “Balada triste” ¿De qué va? ¿De ovejas o de música?
De música, pero está escrita como para dormir
a las ovejas.
¿Qué papel haces tú?
Gustavo, el trompetista.
A caray, el papel principal. Vamos que eres
todo un actor y no uno de reparto, dijo Lucía mientras se le escapó una risita
complacida.
A las nueve y media se dieron cuenta de la
hora que era y Lucía dijo: ¡Dios! Se me ha hecho tardísimo y se levantó se puso
el abrigo y dijo:
No me acompañes, si te va bien mañana a las
siete aquí mismo; y trae el guión.
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