BALADA TRISTE
Pedro Fuentes
CAPITULO III
Dos semanas después seguían viéndose casi cada
día, los domingos salían al cine o al teatro y una vez fueron a bailar.
Angel había hablado con Susana, en principio
ella soltó alguna lagrimita, pero luego comprendió lo que decía Angel y le dio
la razón, en el fondo ella veía lo mismo, decidieron que hasta que alguno de
los dos encontrase algo, compartirían el apartamento donde vivían.
Mercedes, la amiga de Susana vivía con otra
amiga compartiendo piso pero se tenía que ir, así que decidieron que cuando se
marchase, Susana iría con ella.
Las cosas parecían ir mejor, pero Angel no
sabía qué pensar, Lucía era una chica alegre y cariñosa, pero no sabía nada de
ella, no dejaba que la acompañase hasta su casa, no tenía ni la certeza de que
viviese donde decía ni que fuese quien
decía.
Aquella mañana Felipe, el director le dijo:
La
semana que viene empezamos a ensayar, te he dado bastante tiempo, ¿Cómo lo
llevas?
Bastante bien, pero no todo lo bien que
quisiese, el personaje lo tengo, pero el texto me falla.
Mira, no me vengas con esas.
Te voy a hacer un regalo que no sé si te lo
mereces, el jueves es fiesta, te voy a dejar el apartamento que tengo en
Peñíscola y las llaves del “600”, en este tiempo aquello está muerto pero no
hace el frío que hace en Madrid, ves allí y apréndete el libro, el lunes vienes
al ensayo con el papel sabido o te olvidas de la obra y lo que pueda venir
detrás.
Cuando al día siguiente se encontró con Lucía,
le dijo lo que le había dicho Felipe y Lucía contenta le dijo:
Bien. Me encanta Peñíscola desde que la vi en
las películas “Calabuch” y “El Cid” que las rodaron allí, además no conozco el
mar sino en las películas. ¿Me dejas que te acompañe y te ayude a estudiar?
Encantado, pero ¿Qué van a decir tus padres a
los que no conozco?
Ya les contaré un rollo. Tú dime que sí y yo
arreglo todo.
De acuerdo, pero tengo que venir con el papel
aprendido.
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