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jueves, 31 de diciembre de 2020

LA MISTERIOSA DAMA DE NEGRO (Capítulo IV)


 EL VIAJE

La misteriosa dama de negro


Pedro Fuentes


CAPITULO IV



Despuntaba el sol cuando llegó al puerto: la luna llena no se distinguía en medio del cielo  nublado, el viaje a Túnez sería con luna llena, no había previstas nubes, con lo cual la travesía sería más agradable.

Al subir a bordo, vio a Cerbero echado y con cara de estar aburrido, lo llamó y salió corriendo detrás de él, dieron una vuelta por el muelle y el animal pareció revivir.

Cuando subió de nuevo al barco, se fue a su camarote, no se oía nada, la noche anterior habría llegado el novio y ahora estarían descansando. 

Se duchó, preparó el desayuno, luego cogió las cartas correspondientes y marcó el rumbo en ellas, pasarían por el sur de Menorca, por el canal que le separa de Mallorca y luego ya sería rumbo directo, si el tiempo acompañaba, llegarían a Túnez a media mañana del día veintiséis. Gravó los datos en el GPS, recogió todo lo que podía molestar durante la navegación, revisó las velas, comprobó la carga de la baterías, vio que las placas solares que llevaba estaban cargando y luego, desde la puerta que bajaba a los camarotes de popa dio una voz a la pareja para que despertasen y desayunasen mientras él iba a las oficinas, luego zarparían.

En la oficina, que había abierto hacía un momento, la gente, dos administrativas y un marinero, comentaban que en una cala, cerca de Ciudadela, había aparecido esta mañana, el cuerpo destrozado de unas personas, no se sabía ni si eran hombres o mujeres, los cuerpos estaban desperdigados por el suelo y la piel y la carne arrancada a trozos, según comentarios de las personas que llegaron a verlo, incluido el juez y el forense, había sido atacado por una jauría de perros salvajes, pensaban que eran dos por los dos cráneos pelados que aparecieron.

Ricardo, que era por lo natural, persona sensible, se le puso muy mal cuerpo pensando en aquello. 

Llegó al barco y los chicos no se habían despertado, los llamó de nuevo y como viese que no se levantaban, bajó al camarote y llamó al marco de la puerta, ya que ésta estaba abierta, al no sentir respuesta, entró, la cama sin deshacer, todo estaba en orden, en realidad el único vestigio de la pareja era el baúl y un pequeño maletín de piel encima, que pensó que sería del novio. Lo cogió entre sus manos y comprobó que no estaba cerrado con llave, lo puso encima de la mesa y lo abrió, solamente había una muda de ropa interior, un par de camisas y un pequeño neceser con efectos personales, debajo de todo esto, había un Corán.

Eran las diez y media, cogió su móvil y vio el teléfono de Lara, llamó al número y le dio un mensaje de apagado o falto de cobertura.

A las once y medía bajó al camarote grande otra vez por si descubría algo, vio que los candados del baúl se encontraban abierto y miró dentro, estaba lleno de ropa,  parecía no haberse estrenado, toda ella era árabe, chilabas de hombre y de mujer, algún caftán de gran calidad y vivos colores, babuchas, hiyab de diferentes colores para la cabeza y luego ropa interior de hombre y mujer. Siguió rebuscando y encontró dos pasaportes en una cartera de piel, los abrió y vio que eran nuevos, uno con la foto de Lara y el otro a nombre de un chico árabe, eran pasaportes marroquíes, pero le extrañó una cosa, las únicas anotación que tenían eran un sello de  salida de España el 23 de junio y el sello de entrada en Túnez con fecha 26 de junio, es decir, para pasado mañana. Siguió buscando y encontró tres sobres abiertos y con la solapa para dentro, entre los tres calculó que habrían unos quinientos mil € en billetes la mayoría de 500 y luego una parte de 200. Guardó todo como estaba y cuando fue a cerrar descubrió en una bolsa que había con una cremallera en la tapa un teléfono móvil apagado y otro Corán, pero éste traducido al español. 

Ricardo ya no sabía qué pensar, se dirigió a la oficina, por ver si sabían algo, pero con la excusa de ver las previsiones del tiempo, además comentó que el nuevo destino, sería Cartagena. 

Poca cosa se sabía más, que la chica vestía un traje negro, largo y que él era parecía ser tan joven como ella y r vestido con vaqueros y un suéter. Cogió una copia de las previsiones y salió de la oficina hacia el barco, tendría vientos del sur, así que sobre la marcha cambiaría el rumbo, se dirigiría a Córcega.

Llegó al barco, soltó amarras y cuando estaba en la bocana del puerto, tomo rumbo Sur como si efectivamente fuese a Cartagena, navegaría unas cuantas millas hasta salir de la vista de Menorca, luego iría hacia el E y luego remontaría hacia el NE. Al salir de  la bocana del puerto, se dio cuenta de que Cervero estaba a su lado. Era un animal muy bonito y cariñoso, pero seguramente habría un problema, en muchas regiones de España, los perros tienen que llevar un chip identificativo, lo solían poner en una oreja y si no en un lateral del cuello, es del tamaño de un grano de arroz y como está en la epidermis, con tacto se puede localizar. 

Llamó al perro, que vino solícito, lo cogió en brazos y no localizó en las orejas, palpó por el cuello y después de varios intentos, lo encontró en el lado izquierdo. Cogió de un cofre al lado del timón un cúter que llevaba y con la punta de éste y con gran destreza, con una pequeñísima incisión le extrajo el chip, el animalito dio un pequeño gruñido, Ricardo puso un algodón con alcohol y le limpió la herida que no llegó ni a sangrar. Tiró el chip por la borda y se rió pensando si se lo tragaba un pez.

La navegación era tranquila, cuando a eso de las siete de la tarde ya había cogido rumbo NE  hacia Córcega, bajó al camarote grande, abrió el baúl, sacó el dinero y lo distribuyó envueltos en  tres bolsas de plástico, las selló con cinta aislante y las escondió pegándolas en el suelo, por debajo, en las sentinas de los tres camarotes de popa, cada una en uno, cogió el maletín pequeño y lo metió en el baúl, éste con gran esfuerzo, lo subió a cubierta, hizo un repaso por todo el camarote de cualquier resto del paso de la pareja e incluso limpió con un paño cualquier huella que hubiesen podido dejar. Una vez en cubierta, con un taladro de batería, buscó en el arcón de las herramientas una broca tipo corona, de unos 3 centímetros hizo varios agujeros por todos los lados del baúl, luego cortó unos treinta metros del cadenote del ancla de popa, es decir, unos cincuenta kilos de peso, y lo metió dentro. Luego lo tiró al agua en un sitio que las cartas marcan unos mil doscientos metros de profundidad, le pasó un cabo por las asas, por poderlo recuperar si no se hundía, entró el agua por los agujeros y con el peso de la ropa mojada y el cadenote, se sumergió por completo, soltó uno de los extremos del cabo y estiró del otro hasta recuperarlo.

El resto del día Ricardo lo pasó oyendo la radio por si decían algo de la pareja que él estaba seguro que eran Lara y su novio, lo que más le extrañaba, era las fechas de los pasaportes, parecía como si quisieran entrar en Túnez sin que nadie lo supiese, ¿Y por qué llevaban tanto dinero? ¿Serían delincuentes o traficantes? A Ricardo se le pusieron los bellos de punta, tembló pensando que si el dinero era de la droga, esa gente no se andaba con chiquitas y lo localizarían en el fin del mundo.

Ya había entrado la noche, conectó el radar al piloto automático y la alarma por si daba alguna cabezada, aunque cuando viajaba en solitario dormía en cubierta, al costado del timón. 

Dio de comer a Cervero y éste no quiso, incluso le gruñó, se acordaba quizás del corte para quitarle el chip. 

A la media hora el perro empezó a gruñir a comportarse de una manera extraña, se fue al salón y se quedó allí, no había probado bocado ni bebido agua, seguía gruñendo, cada vez más fuerte.

Al fin salió por el horizonte la luna llena y Ricardo entró al salón a buscar tabaco y a prepararse un whisky, no tuvo ni tiempo de entrar, lo que vio le hizo orinarse en los pantalones, una figura monstruosa saltó sobre él, tenía forma de perro, pero de más de un metro de alto, con tres cabezas con unos dientes de más de cuatro centímetros en unas encías rojas como la sangre, una espuma espesa le salía de entre los dientes, en el color del pelo y la pechera eran como Cervero, las orejas iguales pero más grandes Ricardo saltó hacia atrás y esquivó el primer ataque, luego corrió hacia las escaletas laterales que subían al palo mayor, cuando ya subía, notó como una de las bocas había lanzado un mordisco sobre su pierna izquierda a la altura del gemelo, el traje de agua que se había puesto sobre los vaqueros para evitar la humedad de la noche le salvó de una dentellada y solamente le había clavado un colmillo, esto le hizo correr más y trepar varios metros, al fin se vio a salvo, la fiera gruñía por sus tres bocas, incluso hubo un momento que una cabeza atacó a la del otro costado. 

Ricardo temblaba y sudaba a la vez, no había visto monstruo más raro en su vida, luego empezaron a pasar imágenes por su mente, de repente le vino una y ya no se borró, estampas de la mitología, un nombre se asoció a la imagen que vio de niño en un grabado y  que le había hecho tener pesadillas muchas noches, Cancerbero, el guardián de la puerta de los infiernos.

Rezó y rezó para que no pudiese llegar hasta él, estaba ya más arriba de la mitad de mástil, buscó y encontró el cinturón del pantalón que llevaba debajo, con él se sujetó al mástil, los pies le reposaban sobre una cruceta de éste, esperaba que no soplase más viento que la pequeña brisa que había porque le podría poner en peligro. 

Suerte que era la noche más corta del año y pronto amanecería. 

Hombre, pensó, había oído hablar varias veces de la rueda de santa Catalina, un fenómeno que se veía al amanecer del día 24 de Junio. Si era verdad hoy tendría ocasión de verla y muy clarita, desde la primera fila.

Cuando iba llegando el amanecer, la bestia parecía calmarse, cuando salió el sol, en un amanecer que le pareció a Ricardo el más radiante, comprobó que la bestia iba disminuyendo de tamaño, al igual que sus tres cabezas. 

Cuando el sol calentó la banda de babor del barco, el perro había recobrado su tamaño y estado natural y estaba llorando a los pies del mástil. 

Ricardo había sacado sus conclusiones, la noche anterior, Lara y su novio habrían sacado a Cervero a pasear, se encontraron en la cala al lado de Ciudadela con que salía la luna llena y la fiera se abalanzó sobre ellos y organizó la matanza de los dos chicos, luego se retiraría a cualquier rincón y por la mañana volvió al barco.

Ricardo pensó, había visto la luna llena esta noche por segunda vez, todavía quedaban noches con luna llena, bajó con sumo cuidado y vio que el animalito se le acercaba, lo cogió en brazos, no sabía si tenía culpa de nada, pero se fue a sotavento y sin que se diera cuenta lo tiró al agua lo más fuerte que pudo. 

Vio como no hacía por nadar, se quedó estático a flor de agua y con la mirada de fuego que tenían las tres cabezas de la noche anterior, no hizo ningún movimiento, se diría que sabía que todo movimiento que hiciese terminaría agotándolo. En cinco minutos ya no se veía. 

Ricardo cambió de rumbo, ya no hacía falta esconderse tanto, sabía cómo había sido la desaparición y nadie podía relacionar a los chicos con él, viró al W, iría a la Costa Brava, allí decidiría el nuevo destino. 

Cogió el botiquín y se desinfectó la pierna y la curó, luego le puso un vendaje y se dispuso a prepararse una abundante comida.





jueves, 17 de diciembre de 2020

LA MUJER DE NEGRO (Capítulo III)

 EL VIAJE



La misteriosa dama de negro



Pedro Fuentes



CAPITULO III








El día 21, sobre las 12, llamaron  al canal del Náutico de Ciudadela, encontraron amarre de casualidad, en las fiestas de S. Juan en Ciudadela, no cabe ni un alfiler, tuvieron suerte porque llegaron dos días antes, aún así, les asignaron amarre en el dique sur, con lo cual hay que dar toda la vuelta para llegar a los lavabos, pero bueno, por lo menos hay más tranquilidad. 

Lara esperaba a su novio para el día 22 a la hora de comer, dijo que estaba muy cansada del viaje y que no se movería del barco, solamente quería dormir. Ricardo se encontró libre para ir a visitar a la familia de su querida  Gracia.

Volvería a la hora de cenar. 

Para dejar a Lara libre de molestias le dijo que si quería se llevaría a Cerbero, cosa a la que accedió y se encontró libre de compromisos. En animalito pareció enterarse de todo y se puso a saltar de alegría. Ricardo, al que gustaban los animales, se dio cuenta de que el perro era un capricho de la niña.


Por la noche, a eso de las nueve, llegó Ricardo con Cervero al barco, Lara estaba recostada en el sofá, comiéndose un bocadillo con una cerveza y viendo la televisión. No había salido del barco para nada. Ricardo le preguntó si quería cenar. 

No, con este bocadillo tengo bastante, no soy de mucho comer. Dijo Lara y añadió luego, mañana, sobre el medio día vendrá mi novio, no queremos que se nos vea mucho, él es un poco conocido y pasaremos la mayor parte del día en el barco, tú puedes hacer lo que quieras, pero el día 23, si el tiempo lo permite, querríamos salir, como quedan siete días de alquiler, iremos a Túnez, allí desembarcaremos y tú quedarás libre, te pagaremos un suplemento por las molestias y el trayecto más largo. 

Bueno, no era lo previsto pero tú pagas y tú eliges, yo ahora me voy a dormir, mañana, cuando venga la persona que esperas, si no hay ninguna novedad, yo estaré en casa de mis amigos y de fiesta, seguramente pasaré la noche en con ellos, si hubiese alguna novedad, ya tienes mi teléfono móvil. 

Vendré por la mañana y zarparemos al medio día, las previsiones son buenas y el veintiséis podemos estar en vuestro destino. Lo que no puedo es llevarme a Cervero conmigo este día y medio, os tendréis que hacer cargo de él, le respondió Ricardo.

Dicho esto, se preparó un bocadillo y una cerveza y se fue al exterior a cenar y fumar. Le desagradaba el perfume o colonia de la niñata, como él ya se había habituado a denominarla, era un olor dulzón, en exceso, a jazmín.

A media mañana del día siguiente, se marchó de nuevo con sus amigos, Ciudadela ya hervía con los viajeros que habían llegado para las fiestas, antes de nada, pasó por las oficinas del club y les dijo que le preparasen la cuenta para el día siguiente, que se tenían que ir. Lamentaba no quedarse a la fiesta pero no era la primera vez que estaba, de hecho, normalmente Ciudadela para S. Juan y Mahón para la Virgen de Gracia en Septiembre, eran charter casi seguro. Además, para él Menorca le traía recuerdos muy especiales.


jueves, 10 de diciembre de 2020

LA MUJER DE NEGRO (Capítulo II)

 

EL VIAJE

La misteriosa dama de negro



Pedro Fuentes



CAPITULO II


Cerbero, que así se llamaba el perrillo, no se separó de Ricardo en ningún momento. 

Cuando terminó de cenar, después de recogido todo, salió a la bañera, en popa a fumar un cigarrillo y tomar un culín de whisky como tenía por costumbre cuando las cosas iban bien. 

El animal salió con él y Lara se fue a dormir. Le había asignado el camarote posterior, éste se encontraba en popa. Para acceder a él, hay que bajar dos escalones, desde el salón comedor cocina, a donde se llega desde la bañera bajando un escalón y desde la bañera por popa. En la banda de estribor, está la cocina, nevera, horno, y microondas. La mesa está al otro lado y alrededor de ella, por la banda de babor y proa hay un sofá rinconera. La mesa se baja y se convierte en otra cama de matrimonio. En el salón hay dos escaleras, una por popa, por donde se llega a un pasillo en el que  a ambos lados, hay dos puertas más que conducen a sendos camarotes, cada uno con dos literas, un armario y una pequeña mesa practicable que al abrirla deja el espacio justo para pasar una persona, en el mamparo de popa de estos camarotes hay una estantería que sirve de mesilla de noche y debajo se guardan dos sillas de madera plegables, a unos 30 centímetros sobre la litera superior hay un ojo de buey rectangular.  La cama superior es practicable y al abatirla, la inferior se convierte en un sofá. 

Siguiendo por el pasillo, a la  derecha según se baja, babor, se encuentra un armario, a la izquierda está la puerta de un baño completo, lavabo, debajo del cual hay otro armario, wáter y ducha. 

Al final del pasillo, hay otra puerta que conduce al camarote grande, entrando en él, en el lado de estribo*r, pegada por un costado y la cabecera, está la cama doble, al otro costado, hay una mesita, también adosada al panel de popa, es este lugar, debajo de la mesa Ricardo colocó el baúl. A una altura de un metro sesenta centímetros y en ambos costado, hay dos ventanillas alargadas que se pueden abrir, como los ojos de buey abatibles hacia arriba, por el interior de estas, hay unas cortinillas muy tupidas para evitar la claridad del amanecer.

A proa* del salón, está la otra puerta, en el centro del mamparo, a la derecha, estribor, está el puesto de gobierno, a la izquierda de la puerta, y de espaldas al sofá, la mesa de cartas, donde se guardan las cartas de navegación y los útiles necesarios. Esta puerta lleva, bajando otros dos escalones, a un armario a estribor, un lavabo completo a babor y dos literas en forma de uve y unidas por los pies, al frente, aquí, es donde se aloja Ricardo cuando lleva pasajeros.

Viendo que Cerbero no se separaba de él, decidió darle un pequeño paseo por el muelle, así lo cansaría un poco y estuviese más tranquilo durante las veinticuatro horas que tendrían de viaje al día siguiente. 

Media hora después regresaron al barco, el animal se quedó en el salón, y Ricardo se fue a su camarote donde durmió de un tirón hasta las siete que le sonó el despertador. 

Ricardo se levantó, preparó café para el desayuno y avisó a Lara con una voz, al rato apareció vestida más normal, llevaba un chándal azul marino y unas bambas, el pelo lo llevaba recogido y una gorra encima, Ricardo le había advertido contra las insolaciones, ya que ella no parecía tomar el sol con asiduidad y su piel era blanca en exceso.

A las ocho y media, soltaron amarras y salieron del puerto a motor, Lara no tenía ni idea de navegación, así que como Ricardo era experto y además lo llevaba todo bastante automático, ya fuera del puerto, puso rumbo al viento, una ligera brisa que soplaba, desenrolló la mayor, sacó el génova y con el piloto automático fijó el rumbo, el viento era poco pero favorable, si seguí así, en unas seis horas pasarían al norte de las  Islas Columbretes, pasadas éstas pondrían ya rumbo directo a Ciudadela, una vez fijado el rumbo, desenrolló también la mesana y el barco se estabilizó, la mar estaba casi plana y les cogía por el NW, casi por popa, con lo cual cabeceaba muy poco, lo malo era el calor que iban a pasar. Eran unas 156 millas marinas, con lo cual, tardarán una 26 horas si todo va bien.


jueves, 3 de diciembre de 2020

LA MUJER DE NEGRO (Capítulo I)

EL VIAJE

La misteriosa dama de negro


Pedro Fuentes


CAPITULO I


Cuando Ricardo se decidió a vivir en la mar y con la mar, se pasó mucho tiempo buscando lo que sería su hogar, al fin, después de varios años encontró el barco que le pareció ideal, un ketch* de 14 metros de eslora, dos palos, mayor* y mesana*. Un salón bastante espacioso, en el que hay una cocina, un comedor y un puesto de gobierno, además del existente en popa en la bañera. Equipado con velas mayor, mesana, génova y foque, bastante cómodo para navegar incluso en solitario.

La idea de Ricardo es vivir en el barco y ganarse la vida realizando algún que otro charter por el Mediterráneo, su puerto base está en la provincia de Castellón, un pequeño puerto, seguro y muy marinero.

El año no estaba siendo muy bueno, había hecho el mantenimiento y pintura de su barco “El Solitario” en Mayo y ahora, a primeros de Junio, no tenía ninguna reserva hasta el día 20 que iría a Menorca.  

Suponía que a Ciudadela a las fiestas de S. Juan y luego la vuelta a la isla. Sabía que traían un perro, un pinscher enano de unos 4 quilos. Al principio dijo que el perro no, que la travesía duraba más de 20 horas y el perro tendría que hacer sus necesidades. La persona que le llamó para alquilar el barco le dijo que no era problema, que el animalito estaba acostumbrado a una caja de gatos y que hacía sus cosas allí.

Hasta la fecha solamente salían alguna excursión de fin de semana, pero este año, que el tiempo tampoco era muy estable, no  tenía nada, por lo que había aceptado aquel viaje, de una mujer sola y su perro, claro que estaba bien pagado y por adelantado. 

Mientras llegaba la fecha, dedicaba su tiempo en pequeñas mejoras, leer y pasear por los alrededores del puerto. 

El día 19, por la tarde, a última hora, llegó al puerto en un taxi una chica muy joven, era Lara, llevaba el pelo, teñido de negro y suelto sobre los hombros y hasta media espalda, muy liso le, tapaba las orejas, además, el flequillo, muy largo le cubría las cejas y parte de los párpados, lucía un vestido negro, con falda tres cuartos y un cinturón, también negro y con una gran hebilla plateada. 

El conductor del taxi bajó del maletero un gran baúl de cuero negro y cerrado con dos grandes bandas de cuero, también del mismo color y cerrados con un par de candados de unos ocho centímetros. En los brazos llevaba un pequeño perro, un pinscher enano negro, con la pechera roja color fuego. Ricardo, al que siempre le habían gustado los perros y durante su vida había tenido varios, lo encontró precioso, le acercó la mano y el animal, después de olerla, sacó la lengua y se le lamió, luego se dejó acariciar, levantando la cabeza, ofreciéndole el cuello para que le rascara, así sellaron una amistad duradera.

Ricardo se presentó y le dijo a Lara que el baúl era un inconveniente en las estrechuras de un barco, pero ésta le contestó que habían cambiado de planes y después de llegar a Menorca, no querían volver, sino trasladarse a Alicante, dentro del plazo de la reserva, y que le pagaría un suplemento por las molestias.

Con gran trabajo lograron embarcar el equipaje. Ricardo le ofreció cenar algo, para luego ir a dormir. 

Las previsiones del tiempo eran buenas y tendrían que salir a primera hora de la mañana para llegar a Ciudadela al amanecer del siguiente día. 

jueves, 26 de noviembre de 2020

PREPARADO PARA MORIR Capítulo IV



PREPARADO  PARA  MORIR


Pedro  Fuentes


Capítulo IV


El miércoles a las dos de la tarde, de un día soleado de primavera, en la puerta del tanatorio se empezó a reunir la gente.

Jack organizaba todo, vestía de negro absoluto, con un bombín negro, gafas de sol, guantes blancos y una banda de tela negra con ribetes plateados y letras también color plata en la que se podía leer la ya famosa frase: “I was his friend best friend”. Al lado suyo a la derecha de la puerta, estaba el director de la Vieja Banda contratada para la ocasión, todos vestidos de negro, bombín, gafas de sol y guantes blancos. Llevaba el director una pequeña sombrilla negra y el borde exterior blanco. Detrás dos tubas, dos trombones de varas, cuatro trompetas, cuatro saxos y cuatro clarinetes. La percusión era portada por dos cajas, un tambor y un bombo en cuya piel se leía “Good save  Federico”.

Al otro lado de la puerta estaban los amigos de Federico vestidos de pantalón negro, camisa blanca, gorra de plato y guantes blancos con sus instrumentos de música. También estaban su ex viuda, sus seis sobrinos y primos lejanos, solamente faltaba Alfonso.

Llegó a la puerta del tanatorio un coche fúnebre descubierto, con cuatro penachos negros en los vértices del techo que en el centro lucía una peana con una bola negra encima. Dos caballos negros, con herrajes negros y con un penacho negro encima de cada testa. Dos cocheros negros, vestidos de negro y con sombrero de copa guiaban el carruaje.

La banda empezó a tocar un blues triste y melancólico, justo en ese momento aparecieron en la puerta del tanatorio ocho negros de gran altura, vestidos de negro y con camisa blanca portando el féretro, de color plata con ribetes dorados. A mitad de camino del coche,  Jack sacó de dentro de su chaqueta un silbato que llevaba colgando de un cordón plateado y pitó dos veces, el director cerró y abrió la sombrilla dos veces, uno de los trompetas dio un toque de atención y empezó a sonar una marcha alegre y llena de ritmo. Los ocho portantes del féretro levantaron la caja con una mano todos lo que pudieron, luego fueron haciendo saltar el ataúd al ritmo de la banda. 

Así llegaron hasta el coche, depositaron al difunto en él y se pusieron cuatro a cada del carro.

Jack, con el director al lado empezaron a andar delante, la banda les siguió y los caballos fueron a continuación.

Después entraron en la formación dos rollizas negras, vestidas de negro, pero bastante escotadas y con faldas ligeramente cortas y marcadas, llevaba unos pañuelos blanquísimos en donde no paraban de echar sus lágrimas y suspiros. Cada una de ellas llevaba a su lado un fornido negro vestido a juego y con una sombrilla cada uno, iguales que la de Jack, con ellas daba sombra a las muchachas.

Justo detrás de las plañideras, marchaba la ex mujer de Federico de luto riguroso y unas gafas con las que intentaba taparse la cara.  Llevaba una pancarta en la que se veía una foto de medio cuerpo de Federico y debajo decía en letras doradas “I love Federico”

A continuación marchaban los familiares de luto riguroso, detrás los amigos que iban tocando piezas algo más alegres que las de la banda principal, luego iban amigos y conocidos, todos ellos bailando al son de la música cuando era animada y compungidos cuando la marcha era triste.

Detrás de los amigos se arremolinaba una inmensa cantidad de gente que se habían unido al grupo y bailaban sin saber, que iban en un entierro.

De todos lados, en las aceras salían personas con cámaras y teléfonos móviles para grabar el acontecimiento, aquello fue seguido por la televisión local e incluso apareció por allí un equipo de televisión nacional.

A medida que avanzaban, Jack abría paso andando y bailando a la vez, ahora avanzaba con el pie derecho hacia fuera, desplazando todo el cuerpo, al siguiente el izquierdo, de vez en cuando daba palmas y cuando quería cambiar el ritmo, tocaba el silbato tres veces para ir a lento y dos para rápido, entonces el director cerraba y abría la sombrilla dos o tres veces según fuese necesario, el trompeta primero hacía un toque de atención y uno de los tambores daba un redoble, el bombo golpeaba también dos o tres veces y cambiaba el ritmo, las plañideras con el ritmo lento lloraban y suspiraban a moco tendido, si cambiaba la música con más swing, cogían las sombrillas de sus acompañantes y bailaban con ellos. La ex daba varias vueltas en redondo como las muchachas que en los combates de boxeo anuncian el round.

En fin, tardaron en llegar a la iglesia una hora cuando se tardan diez minutos andando. 

Llegaron a la iglesia y todo el mundo, en señal de respeto calló, salió el sacerdote con su roquete blanco y su estola negra, le acompañaba Alfonso con el isopo y el agua bendita. El sacerdote hizo una corta plegaria, bendijo el ataúd, Alfonso se santiguó cristianamente mientras un par de lágrimas rodaron por sus mejillas y entraron a la iglesia, se cerraron las puertas y entonces Jack, poniéndose al frente de la banda, sacó el silbato y pitó tres veces. Entonces todos los músicos empezaron “When the saint go marching in”, ya seguiría esta pieza hasta llegar al crematorio, mientras todo el mundo bailaba y algunos músicos hacían algún solo con alguna variación de la más pura jazz sección.

A la llegada al crematorio, los ocho acompañantes del coche de caballos vuelven a coger el féretro y lo llevan dentro bailando y haciendo bailar el ataúd, lo depositan en una mesa que hay dispuesta al fondo y la gente ahora entra en silencio y se sienta en los bancos ordenadamente, de la cortina de detrás de la caja salen un grupo de hombres y mujeres ataviados con túnicas lilas y se ponen a los lados, el director da la señal y comienzan a cantar “Swing low sweet chariot”.

Cuando terminan de cantar, la mesa va entrando lentamente por entre las cortinas mientras un bajo interpreta “Deep River”. Cuando termina, de entre las cortinas sale Jack. Se pone en el sitio donde antes había estado la mesa con el ataúd y dice:

Hermanos, nos hemos reunido hoy aquí para rendir homenaje y despedir a nuestro gran amigo Federico, muchos son los que han venido porque lo querían, otros por el interés, alguno por curiosidad y uno, no ha venido porque no quería ver a su tío envuelto en semejante jolgorio el día de su funeral. Me dirán que faltaba otra persona, para ver lo que él había creado. Cuando organizó todo este sarao me dijo: 

Lástima, yo no lo podré ver. Y yo le contesté:

Yo soy tu mejor amigo, te doy mis ojos para que lo veas y mis oídos para que lo oigas, y mi nariz para que huelas y todos mis sentidos para que tengas i vivas un entierro como los de New Orleans.

La idea fue de él, pero yo la hice posible, todo por mi mejor amigo, y diciendo esto, puso las dos manos sobre sus orejas y estiró.

En la sala se oyó un grito aterrador, alguno se desmayó, Jack se sacó una careta y allí estaba Federico.

No os asustéis, no he muerto, solamente quería ver mi funeral. Gracias a todos por venir, y ahora os espero en mi casa para comer frijoles rojos y arroz al más puro estilo de New Orleans y cerveza de barril Abita recién traída de Louisiana.


FIN 

jueves, 12 de noviembre de 2020

PREPARADO PARA MORIR (Capítulo II)

 



PREPARADO  PARA  MORIR


Pedro  Fuentes


Capítulo II


A los cuatro meses recibieron, todos sus amigos y parientes, una carta fechada en New Orleans con un membrete que decía en letras negras “JACK” y debajo “I am his best friend”.

La carta, en una mala traducción del inglés venía a decir:

Hola: Soy Jack. El mejor amigo de Federico en New Orleans, próximamente me trasladaré a España durante una larga temporada.

Federico me ha pedido que sea su albacea y lleve a cabo las instrucciones que ha dictado como últimas voluntades en caso de que fallezca, cosa que deseo que sea muy tarde y que todos estemos presente.

Como todos ustedes sabrán, Federico quiere un entierro muy especial y al estilo de aquí, así que cuando llegue iré citando a todos sus amigos y conocidos para explicarles el papel de cada uno.

Atentamente,

Al cabo de 15 días apareció en la pequeña localidad de provincias, Jack. 

Jack era un negro más bien grueso, de pelo blanco y rizado, muy corto, lucía una barba, continuación de su cuero cabelludo y con un bigote fino como un reguero de hormigas, todo ello también blancos y con unos labios carnosos como si se hubiese pasado la vida tocando la trompeta y cantando “only you”, tenía una voz ronca y hablaba bastante aceptable el español, con un ligero acento cubano, donde había residido algún tiempo.

Llevaba Jack una carta escrita de puño y letra por Federico, éste había marchado a París por unos días para visitar a una íntima que allí tenía. Mientras tanto la dependienta de en la tienda se encargaba de todo.

En la carta pedía a todo el mundo la colaboración con Jack en lo que les iba a proponer.

Los primeros en recibir al amigo de Federico fueron los amigos del club, estos, aunque un poco bohemios y amigos de la juerga, pensaron que toda la población se iban a estar riendo de ellos por los siglos de los siglos, desde luego pensaban que Federico se iba a poner el mundo por montera, sería lo más sonado en aquella ciudad desde que una avioneta en un aterrizaje forzoso había aterrizado en la plaza Mayor y se había estrellado contra el Ayuntamiento. Lo único que les iba a salvar era que Federico viviese más que todos ellos.

Posteriormente fue recibido Jack por los familiares lejanos y su ex mujer. Jack les hizo comprender que lo que quedará del testamento sería heredado por sus familiares y ex esposa, ésta, ambiciosa por naturaleza,   pensó que sería como un trabajo de una mañana, pagado con dinero a espuertas pese a lo que se gastase en el entierro.

 Los papeles de la familia eran de aquí te espero, como ya hemos dicho, su ex fue la primera en aceptar, ya que Federico tenía entre otras cosas varias fincas heredadas de sus padres, ricos terratenientes, los sobrinos lejanos dijeron también que si, solamente Alfonso, un primo hermano, el familiar más cercano dijo que no, que no estaba dispuesto a semejante mamarrachada organizada con una cosa tan seria como la muerte de un familiar, renunció inmediatamente a la parte que le hubiese correspondido a favor de los otros. Quería para su primo un funeral católico como Dios manda.

Los amigos de Federico tuvieron que poner en contacto a Jack con un montón de personas incluidas en el entierro y de otras poblaciones, ya hemos dicho que la localidad era una pequeña ciudad de provincias donde no abundaba de casi nada de lo que pedía “El mejor amigo de Federico”.

Mañana vuelve Federico de París dijo Jack, le explicaré cómo está todo, luego iremos a Madrid a localizar unas cosas y desde allí me marcharé a Louisiana, luego volveré, me encanta esta ciudad y España, dijo Jack y se marchó. 

Federico volvió al negocio, a sus compromisos y a sus actuaciones sobre todo con el saxo.

La gente se fue olvidando de sus ideas sobre el funeral, había pasado un año y medio cuando se marchó a Francia, se fue a París, Jack le había escrito diciendo que iba con una dixieland band jazz y Federico no se quiso perder la ocasión, tanto de ver a su amigo como seguir a la dixieland band, una prestigiosa banda de New Orleans.


jueves, 5 de noviembre de 2020

PREPARADO PARA MORIR (Capítulo I)

 

PREPARADO PARA MORIR

Pedro Fuentes

Capítulo I

Federico era una persona previsora y quería tener siempre todas las situaciones controladas. A sus 55 años, separado de su primera y única mujer, vivía una existencia tranquila y feliz, tenía una tienda de música en la que vendía de todo, instrumentos, discos de baquelita, CD, partituras, equipos de música para profesionales. En fin, vivía de la música y para la música, tocaba el piano, la guitarra, el saxo y el clarinete. No como profesional, pero si para reunirse un día por semana hacer jazz, en un viejo local que a duras penas ganaba para subsistir, esa era su pasión junto con los espirituales, el blues, el big bang, había viajado varias veces a New Orleans a ver y participar en los carnavales, conocía los famosos entierros a base de espirituales y blues y había entrado en todos los antros de jazz a los que un blanco pudiese entrar.

Una vez, en una de su jazz sección, con sus amigos, en una pausa, mientras se refrescaban y curaban los labios con whisky, se puso muy serio y dijo:

¡Escuchad! Como sabéis acabo de volver de New Orleans y he decidido que el día que me muera, quiero que me incineren, pero que me lleven a la iglesia con una banda de jazz, tocando y cantando espirituales, en una carroza con penachos negros, tirada por dos caballos negros y detrás unas plañideras negras, de redondas curvas, totalmente enlutadas, luego la banda, de riguroso negro y con bombín y detrás los familiares, amigos y curiosos que no tengan vergüenza de asistir, de la iglesia al crematorio lo mismo y luego mis cenizas las lleven a New Orleans.

¿Sabes cuánto te va a costar eso? Dijo el dueño del local que tocaba el bangio.

Ni me importa, tengo lo suficiente, no tengo hijos ni familiares directos y encima mi ex mujer va a cobrar una pensión vitalicia por haber estado casada conmigo, hay cuatro sobrinos lejanos. Si queda algo, que si quedará, se reunirán como cuervos a ver lo que pillan.

Todo lo que nos digas no vale de nada si no haces oficial la petición.

En eso estoy, ya tengo medio redactadas las últimas voluntades e irá a la vez que el testamento, una ligada con el otro, si no se cumplen las voluntades, el testamento será otro, lo que si os voy a pedir es que si me sobrevivís, acatéis lo que espero de vosotros, que os lo hará saber mi amigo Jack, el de New Orleans.

Bueno, ahora ya se ha terminado el descanso, ¿Seguimos tocando media hora más?

Todos asintieron, cogieron sus instrumentos y siguieron ensayando. No se volvió a hablar del funeral, se fue olvidando porque Federico no lo volvió a nombrar.

Siguieron con sus ensayos y sus vidas, de vez en cuando los llamaban para actuar en algún sitio no profesional y se divertían haciéndolo.



martes, 3 de noviembre de 2020

PREPARADO PARA MORIR (Capítulo III)

 





PREPARADO  PARA  MORIR 

Pedro  Fuentes



Capítulo III


A los cinco días Ernesto, el dueño del local donde actuaba Federico con sus amigos recibió un telegrama urgente, decía: Federico muerto terribles accidente Stop Vuelvo a casa con cadáver embalsamado Stop Preparen funeral Stop I was his best friend JACK.

Al día siguiente llegó Jack con el ataúd, fue depositado en el Tanatorio. Lo primero que hizo fue pedir todos los permisos incluido el de esperar a enterrarlo seis días después, como venía embalsamado desde Francia no había problema, fue más complicado el Ayuntamiento, el entierro tenía que salir del Tanatorio, bajar una avenida hasta la iglesia a la que pertenecía Federico. El cura puso todas las pegas del mundo y decidieron que llegaría la comitiva a la plaza de delante del templo, allí el párroco saldría, diría un responso y seguiría el cortejo hasta el crematorio, que estaba en la carretera de salida de la población pero por el otro lado, por lo que había que pasar por la primera avenida, arteria principal de tráfico, suerte que había un paseo central, luego, por la calle Mayor hasta la iglesia, pasarían por la tienda de Federico y luego una calle de muchísimo tráfico hasta salir a la carretera y ya el cementerio y crematorio.


jueves, 29 de octubre de 2020

BALADA TRISTE (Capitulo IV)


BALADA  TRISTE


Pedro  Fuetes


Capítulo  IV



Salieron para Peñíscola el miércoles por la tarde. Cuando llegaron ya era noche cerrada, encontraron el apartamento que estaba en la calle José Antonio, en la zona nueva, fuera del recinto del catillo y en la playa norte.

Casi debajo mismo había una tasca en la que estaban ocho parroquianos jugando a las cartas en dos mesas, en la barra un camarero les preguntó qué querían, les hizo unos bocadillos fríos que era lo único que podía hacer.

Pese al frío, cuando dieron cuenta de los bocadillos, media botella de vino y un par de cafés, se fueron a la playa y pasearon por ella mientras Lucía contaba lo que sentía que era el mar que no conocía.

A la mañana siguiente se levantaron temprano, bajaron a desayunar a un bar, ya que no tenían de nada en el apartamento, luego paseaban por la arena de la playa norte mientras Lucía le iba diciendo los pies para que Angel se aprendiera el libreto.

Así pasaron los cuatro días, subieron al castillo, recorrieron todos los rincones, paseaban por la playa e incluso se descalzaron y dejaron que el mar, helado, mojara sus pies.

Cuando regresaron a Madrid, Angel se sabía el papel.

En el primer ensayo Felipe le dijo:

Ya sé que hacer para que aprendas un papel, pero no te voy a regalar ni un apartamento ni una Musa.

Entre los ensayos y los exámenes casi no se vio con Lucía. Antes del estreno le dio una entrada para ese día y a partir de entonces pasó los peores nervios de su vida.

La noche del estreno, antes de empezar la obra vio a Lucía por el ojo del telón.

Luego, cuando empezó la obra, con los nervios y los focos no pudo verla, ya más tranquilo, en el segundo acto la vio y su cara era alegre y feliz.

Cuando terminó la obra, que gustó bastante, vio que Lucía no estaba donde habían quedado.

Al día siguiente la buscó, pero no tenía ni su teléfono, fue a la Escuela de Magisterio, nadie le supo dar razón, por la cafetería no apareció.

Pasó el tiempo, hizo el “Estudio 1”, a partir de entonces su carrera fue meteórica, cuando tenía un día libre, la buscaba, no sabía dónde, luego empezó a ir a Peñíscola, paseaba por la playa descalzo, subía al castillo, nada, no supo de ella. Cuando estrenaba alguna obra, en el último acto la veía entre el público, cuando terminaba la obra la veía aplaudir, pero luego se levantaba y desparecía.

Han pasado cuarenta años, Angel se ha convertido en un monstruo de la escena, solamente hace teatro, su única ilusión es verla al final del último acto, no ha cambiado, sigue aparentando 20 años.



FIN






jueves, 22 de octubre de 2020

BALADA TRISTE Capítulo III)

 




BALADA  TRISTE



Pedro  Fuetes



Capítulo  III



Dos semanas después seguían viéndose casi cada día, los domingos salían al cine o al teatro y una vez fueron a bailar.

Angel había hablado con Susana, en principio ella soltó alguna lagrimita, pero luego comprendió lo que decía Angel y le dio la razón, en el fondo ella veía lo mismo, decidieron que hasta que alguno de los dos encontrase algo, compartirían el apartamento donde vivían.

Mercedes, la amiga de Susana vivía con otra amiga compartiendo piso pero se tenía que ir, así que decidieron que cuando se marchase, Susana iría con ella.

Las cosas parecían ir mejor, pero Angel no sabía qué pensar, Lucía era una chica alegre y cariñosa, pero no sabía nada de ella, no dejaba que la acompañase hasta su casa, no tenía ni la certeza de que viviese donde decía ni que fuese quien decía.

Aquella mañana Felipe, el director le dijo:

La semana que viene empezamos a ensayar, te he dado bastante tiempo, ¿Cómo lo llevas?

Bastante bien, pero no todo lo bien que quisiese, el personaje lo tengo, pero el texto me falla.

Mira, no me vengas con esas.

Te voy a hacer un regalo que no sé si te lo mereces, el jueves es fiesta, te voy a dejar el apartamento que tengo en Peñíscola y las llaves del “600”, en este tiempo aquello está muerto pero no hace el frío que hace en Madrid, ves allí y apréndete el libro, el lunes vienes al ensayo con el papel sabido o te olvidas de la obra y lo que pueda venir detrás.

Cuando al día siguiente se encontró con Lucía, le dijo lo que le había dicho Felipe y Lucía contenta y le dijo:

Bien. Me encanta Peñíscola desde que la vi en las películas “Calabuch” y “El Cid” que las rodaron allí, además no conozco el mar sino en las películas. ¿Me dejas que te acompañe y te ayude a estudiar?

Encantado, pero ¿Qué van a decir tus padres a los que no conozco?

Ya les contaré un rollo. Tú dime que sí y yo arreglo todo.

De acuerdo, pero tengo que venir con el papel aprendido.


miércoles, 14 de octubre de 2020

BALADA TRISTE (Capítulo II)





BALADA  TRISTE



Pedro  Fuentes



Capítulo  II


A las siete menos diez estaba Angel sentado en la misma mesa de la mañana y seguía peleándose con el guión, era lo peor de su vida, captaba el personaje, era frío y sabía como hacer creer al público que su personaje era real, tenía la teoría de que no había que meterse a sufrir dentro del personaje, lo suyo, como actor era engañar al público y hacerles ver lo que él quería que viesen, pero memorizar un guión era lo peor que le podía pasar, había tenido verdaderas broncas con los directores, tenía un conocido, actor también, que era casi analfabeto, un amigo suyo le leía la obra un par o tres de veces y el primer día de ensayo se la sabía de “P a PA” incluso lo había visto hasta con obras en verso.

A las siete y diez llegó Lucía, traía una cara sonriente se le notaba ligeramente maquillada, su media melena rubia la llevaba recogida en una cola de caballo.

¡Hola! Dijo Angel mientras se levantaba y le estrechaba la mano, ¿Qué tal el examen?

Bien, estaba inspirada y me salió bien, además, aunque no se note soy una empollona.

¡Qué suerte! Yo dejaría el teatro por no aprenderme los papeles.

A ver, déjame que lea algo, te la leeré en voz alta y me dirás si se te queda mejor.

Angel le alargó los folios, Lucía los miró y leyó el título “Balada triste” ¿De qué va? ¿De ovejas o de música?

De música, pero está escrita como para dormir a las ovejas.

¿Qué papel haces tú?

Gustavo, el trompetista.

A caray, el papel principal. Vamos que eres todo un actor y no uno de reparto, dijo Lucía mientras se le escapó una risita complacida.

A las nueve y media se dieron cuenta de la hora que era y Lucía dijo: ¡Dios! Se me ha hecho tardísimo y se levantó se puso el abrigo y dijo:

No me acompañes, si te va bien mañana a las siete aquí mismo; y trae el guión.



 

jueves, 8 de octubre de 2020

BALADA TRISTE (Capítulo I)

 




BALADA  TRISTE


Pedro  Fuentes 


Capítulo  I


Era un otoño con todo su esplendor en parque del Retiro de Madrid, la mañana no era fría, pero sí algo húmeda y había una insinuante neblina, Rodrigo y Carmela estaban sentados en un banco, por entre los árboles de detrás de ellos, ya sin hojas se filtraban unos tímidos rayos de sol que realzaban las pequeñas gotas de agua que contenía el ambiente.

Rodrigo pasó de estar sentado a poner una rodilla en tierra delante de Carmela y cogiéndole la mano derecha le dijo:

Te quiero, Carmela, te he querido desde el primer día que te vi aquella mañana cuando nos cruzamos en la calle Eduardo Dato, desde entonces no he podido dormir sin pensar en ti, Carmela. ¿Quieres casarte conmigo? Y llevándose su mano a los labios, deposito un tierno beso en ella.

Carmela, mientras se levantaba le dijo:

Si, Rodrigo, yo también te he querido siempre, por ti cambié mi vida y por ti viviré el resto.

Se fundieron en un abrazo y sus labios sellaron aquel momento mientras la cámara retrocedía lentamente y el director gritó: ¡Corten! ¡Fin del rodaje! Mañana a las ocho, en el estudio repetiremos una escena que no me gusta como quedó.

Mientras se dirigían a la roulotte para desmaquillarse y cambiarse Angel (Rodrigo) le dijo a Susana (Carmela):

No me esperes a comer, he quedado con Felipe para leer aquella obra de teatro que me dijo que a lo mejor montábamos.

Bueno, vale, así aprovecharé para ir a ver a Mercedes que creo que va a hacer algo y necesita gente.

Angel y Susana llevaban tres años compartiendo sus vidas y su profesión de actores, las cosas hasta ahora no habían sido nada fáciles, mucho sacrificio, algo de teatro en papeles secundarios, publicidad algún papel de figurante en películas.

Esta película que terminando de rodar, “El amor siempre llega” era el primer papel serio de Angel, un actor que ya había cumplido los treinta y dos. Susana había trabajado más, tenía una bonita voz y bailaba muy bien, por lo que había participado en varios musicales. Angel era más bien de teatro, pero salvo las obras que interpretaba en provincias con compañías semi amateurs poca cosa más hacia. Ahora parecía que la cosa iría mejor.

Cuando ya marchaba, Mateo el director le salió al paso y le dijo:

Angel, quisiera comentarte una cosa que me he dado cuenta, y como te conozco desde hace algún tiempo y te considero amigo, me veo autorizado para decírtelo.

Dispara, comentó Angel.

La última escena ha quedado muy bien, ha convencido y luego, con el decorado, que nos ha favorecido, el travelling final ha sido perfecto, pero, ¿Por qué simulaste el beso en la mano y el final con tu mujer?

Chapó, por eso eres director. Pues mira, la cosa no va muy bien.

Pero ¿Ha pasado algo?

No, en realidad nada, a veces sin querer y sin ningún problema la cosa se enfría y es lo peor que puede pasar, porque si hay una causa siempre se puede arreglar, pero cuando el amor se muere es peor.

Angel se dirigió a Argüelles, a la calle Galileo, a una cafetería en la esquina con Joaquín Mª López, un poco más abajo del cine Galileo, entonces de “Arte y Ensayo”.

Cuando llegó, como era cliente habitual, el camarero le dijo:

Ha estado su amigo Felipe y me ha dado este paquete y dice que no podía quedarse, que le llamará.

Abrió el sobre que le dio Román, el camarero y sacó el guión que había en su interior, era un dramón de dos actos, el autor era un antiguo actor que se había dedicado a escribir alguna cosa entre actuaciones en el teatro, ahora se había metido con esa obra y Felipe la iba a dirigir en un café-teatro, el último invento para intentar resucitar ese teatro que todo el mundo dice que está muerto desde que se comercializó la televisión, era un drama llevado en forma de comedia, un trompetista de prestigio tiene un accidente y se destroza el labio y tiene que intentar rehabilitarse para intentar seguir con su profesión.

Angel tenía sus dudas en hacerla, pero, claro, si salía bien, le habían prometido un “Estudio 1” y ese podría ser su lanzamiento definitivo, ya que la audiencia y popularidad que da ese medio era a corto plazo y por ahí podrían venir cosas mejores.

Cuando empezó a leer los folios mecanografiados se encontró con una de esas comedias agridulce de las que Jack Lemmon había hecho en el cine.

Llevaba ya como cosa de una hora leyendo cuando alzó su mirada, para descansar la vista y la mente, en la mesa de enfrente había una jovencita de unos veinte años, que leía un grueso volumen mientras fumaba y tomaba café, en aquel momento también levantó la mirada y coincidió con la de Angel, ambos sonrieron y volvieron a sus quehaceres.

A los pocos minutos, al querer fumar, Angel sacó el mechero y no le encendió, se había quedado sin gasolina.

Se levantó y se acercó a Lucía para pedirle fuego, ésta se lo dio pero a la vez se sonrojó, su tez pálida se puso rojo carmín, cogió una caja de cerillas que reposaba encima de un paquete de cigarrillos y se la acercó a Angel, que después de encender el cigarrillo le preguntó:

¿Estudiando?

Si, la Filosofía, esta tarde tengo examen y es un tocho.

¿Estudias por aquí?

Si, en la Normal de Magisterio, en Ríos Rosas.

¿Y tú?

No, yo estaba leyendo un guión que me tendré que aprender, pero solamente lo estaba ojeando, además, no me gusta mucho y lo hago con desgana.

Por cierto, me llamo Angel y se supone que soy actor, ¿Me puedo sentar mientras me fumo el cigarrillo para que luego puedas seguir estudiando?

Yo Lucía y estoy estudiando Magisterio, si todo va bien, este curso habré acabado y luego haré la oposición. Pero, parece que no estés muy de acuerdo con lo de ser actor.

No lo tengo nada claro.

No he hecho otra cosa en mi vida, hoy he terminado de rodar el mejor papel de mi vida, me han dado un guión para una obra de teatro y un posible Estudio 1 de televisión y no sé lo que voy a hacer de mi vida, no me gusta lo que tengo que hacer, este guión es una mierda, encima hoy, cuando terminaba el rodaje me he dado cuenta de que la mujer con la que llevo conviviendo los últimos tres años, no es nada para mí, no he sido capaz ni de rodar con ella la escena de un beso.

Nos hemos habituado tanto el uno al otro que ya no somos nada como pareja.

¿Se lo has dicho?

No, todavía no y no sé cómo hacerlo, pero lo haré, no quiero que pierda el tiempo conmigo.

¿También trabaja en el cine?

Si, ella más que yo, canta muy bien y ha hecho varias comedias musicales.

Pero no quiero molestarte más, tienes que estudiar, aunque sea un tocho.

Sí, pero me gustaría seguir hablando contigo.

De acuerdo, pero no hoy, tienes un examen.

Sí, pero salgo a las seis. Si quieres nos vemos aquí a las siete.

De acuerdo, ahora cojo mi maldito guión y me marcho.

Diciendo esto, Angel apagó el cigarrillo, recogió sus cosas, pagó las consumiciones y se marchó.

¡Hasta las siete!

¡Adiós!



 

jueves, 1 de octubre de 2020

ASALTO AL CAMION (Capítulo II)

 



ASALTO AL CAMION



Pedro  Fuentes




Capítulo  II


El día 27, al medio día, Eulogio llamó por teléfono a sus compinches “A” y “B”, quedaron para el día siguiente a las cuatro de la madrugada en dos puntos donde los recogería. 

Pasó con un pequeño utilitario blanco que había alquilado una semana antes con nombre falso por quince días.

Una vez recogidos a los colaboradores, le dio un mono azul a cada uno, igual al que él llevaba, también unas caretas iguales, las cuales llevaban una A y una B en la frente.

Recorridos unos 2 kilómetros, paró el coche e hizo bajar a “A”, le dio un sobre y unas llaves de una tractora que había aparcada en un parquin de camiones, solamente le dijo:

“A”, coge este camión y trasládalo al sitio de reunión que te indicará el GPS que llevas en el sobre, cuando llegues, verás un pajar abandonado, déjalo detrás. 

Espéranos allí unas dos horas, si pasase algo, o te llamaré al móvil que va en el sobre o si es imposible, a las tres horas y media desapareces después de incendiar el camión y todo lo del sobre, careta y mono con la garrafa que llevas en la caja de herramientas de la tractora, coges una bicicleta que hay en el pajar y te vas tranquilamente hasta el pueblo más cercano, allí coges el tren y no te dejas ver en quince días.

Una vez hecho esto, cogió el coche y junto con “B” marcharos, por el retrovisor vio como salía el camión del aparcamiento.

Se dirigieron al primer pueblo donde llegaría el camión de reparto, aparcaron lejos de donde aparcaría el camión, en una calle que se podía aparcar sin levantar sospechas y marcharon a pie.

Se pararon en la acera como quien está esperando que vengan a recogerlos  para marchar a trabajar, cosa que parecía que hiciesen cada día por las manchas de los monos.

Cuando llegó el camión, el chofer y el operario bajaron y abrieron el portón trasero, en ese momento “B” y “C” se pusieron las caretas y “C” con la pistola de fogueo encañonó a los hombres y los hicieron subir a la caja.

“C” sacó un estuche del bolsillo y mientras “B” les ponía unas esposas y  cinta americana en la boca.

Del estuche sacó dos jeringuillas y pausadamente les dijo, os voy a poner una inyección para que durmáis unas horas, así no os pasará nada y podréis conservar la vida.

Mientras “C” hacía esto, “B” entró en la cabina, enchufó un GPS que llevaba en otro sobre como el de “A”, luego conectó un des inhibidor para el GPS localizador que llevaba el camión y se puso en marcha. 

No habían pasado ni dos minutos.

Tres cuartos de hora después, el camión llegó al pajar abandonado, en cuestión de minutos cambiaron la tractora, mientras “A” y “C” hacían el cambio, “B” cambió las matrículas y puso a la caja las mismas falsas que a la tractora que les esperaba.

Los tres en colaboración, cogieron el royo de plástico adhesivo que llevaban en el que había un anuncio de transportista y los pegaron en la caja, en los laterales. 

Trasladaron a los dos hombres dormidos a la tractora de reparto y metieron ésta en el pajar. “C” les volvió a pinchar para que durmiesen cinco o seis horas más y en menos de 15 minutos desaparecieron en el camión después retirar y destruirlos GPS, móviles, caretas, monos e instrucciones con el ácido que llevaba “C” en la caja de herramientas del camión.

Salieron a la carretera y marcharon rumbo al puerto que distaba a unos 40 kilómetros viendo de no pasar nunca de las velocidades marcadas y cumpliendo escrupulosamente el código de la circulación. 

Al entrar en la gran ciudad, dio órdenes de que “A” bajase en un semáforo, tres paradas después dio la orden a “B”.

 “C” siguió veinte minutos más, en un polígono anexo al puerto, alguien le abrió el portón de un local y entró con el  camión, bajó de la cabina y casi sin decir ni adiós marchó rumbo a la estación.

Volvió a la población donde había dejado el coche de alquiler, lo cogió y marchó hasta el aeropuerto donde lo devolvió alegando que tenía que volar al extranjero.

Por las noticias de la noche, supo que los repartidores habían despertado bien, al cabo de seis horas, salvo tremendos dolores de cabeza.

 Se deshicieron de la cinta americana de la boca, ya que una vez dormidos les habían sacado las esposas. 

No pudieron usar los teléfonos móviles porque le habían quitado las baterías, encontraron las llaves de la tractora y la pusieron en marcha y salieron hacia el primer pueblo donde dieron la voz de alarma, llegó la policía, no encontró huellas por ningún lado, el camión junto con el cargamento de tabaco había desaparecido.

A los diez días una llamada le comunicó que tenía el dinero en la consigna de la estación de ferrocarril de una gran ciudad, la llave se la habían dejado en un sobre en el buzón de su casa.

Al día siguiente, en su coche marchó hasta la capital donde recogió el dinero, en una caja de seguridad que había alquilado hacía varios meses, depositó todo el dinero salvo los dos paquetes de 400.000 € para sus colaboradores.

Marchó al aeropuerto más cercano y depositó las cantidades es sendas cajas de consigna, de la misma forma que a él le hicieron llamó a “A” y “B” y les dio instrucciones para que recogieran los paquetes en diferentes días y les volvió a hacer la recomendación de dejar pasar mínimo seis meses y no sacar el dinero de golpe.

A los cinco días, a Eulogio se le terminaron las vacaciones, volvió al trabajo a la mañana siguiente. Cuando entró en el trabajo, en la puerta le saludaron.

Buenos días, señor comisario,  ¿Otra vez al trabajo?


FIN


jueves, 24 de septiembre de 2020

ASALTO AL CAMION (Capítulo I)




 ASALTO AL CAMION


Pedro Fuentes


CAPITULO  I



Eulogio  caminaba por una calle de una pequeña capital de provincias cuando se paró en un semáforo en rojo. 

Al otro lado de la calle aparcado había un camión de gran tamaño con cabeza tractora. 

Paró un momento con el pretexto de encender un cigarrillo y mientras tanto observaba como dos personas, el conductor y otro hombre descargaban cajas  y las ponían en sendos carros de mano, luego, entornando la portezuela del camión, con las carretillas se dirigieron a la acera de enfrente donde le estaba esperando un hombre, dueño de un estanco, descargaron y volvieron para hacer dos viajes más, Eulogio se dio cuenta de que el camión iba hasta los topes.

Como vivía cerca de allí, se dedicó a vigilar, una vez por semana, siempre los lunes, aparecía el vehículo, cuando ya controló eso, un lunes se preparó y siguiendo al camión hizo toda la ruta y terminaron en el local de destino, cuando tuvo todo, calculó la hora de salida y se dedicó a esperar al camión a las horas de salida del local de distribución de la empresa tabacalera.

Vio que allí llegaban martes y jueves grandes camiones cargados de cajas, luego, de lunes a viernes salía el otro camión y hacía cada día una ruta diferente. Los lunes pasaba por su población y repartía en todos los estancos, luego iba a otras diez poblaciones más y hacía la misma operación, pero invariablemente empezaba enfrente de su casa.

Eulogio midió el camión, midió las cajas, sabía lo que medían los cartones y los paquetes, un camión de aquellos podía rendir neto, a mitad de precio, 1,8 millones de €. 

Una vez planeado todo hasta el último detalle, se decidió a llamar a los que serían sus colaboradores, dos, Fermín y Gaspar, que no se conocían entre sí,  dos individuos que andaban siempre a salto de mata, vividores a base de chanchullos y pequeños hurtos y fraudes, pero poco conocidos y no fichados, obedientes y buenos “trabajadores” pero que necesitaban alguien que les mandasen.

Bueno, les dijo cuando los reunió en otra provincia, el un hostal de carretera a donde fueron llegando los tres por separados y se inscribieron con nombres  falsos.

A partir de ahora somos “A”, tu,  “B”, tu, y yo “C”. Os voy a explicar la operación, pero paso por paso, hasta no haber realizado una parte no sabréis la segunda y así hasta terminar. 

Vais a recibir 800.000 € para los dos, yo me encargaré de los gastos y la distribución del producto, de hecho ya está apalabrado. Cobrareis dos semanas después de la operación, no hay armas, solamente tres pistolas, una de fogueo y dos de imitación, no tiene que haber violencia de ningún tipo.

El golpe se realizará el lunes 28, para lo cual, el domingo por la tarde estaréis concentrados en vuestras casas, a las doce de la noche os llamaré por teléfono y os diré: 

Dentro de media hora en tal sitio, tendréis tiempo de llegar, iremos “B” y “C” en un coche, tú, “A” tendrás que llevar una tractora,  donde te diga y esperarás allí a nuestra llegada en un camión, desengancharemos la caja y nos iremos con la tractora y el botín, en el camión llevaremos a dos rehenes a los que dormiremos y dejaremos en su tractora durante tres o cuatro horas drogados, cuando despierten habremos desaparecido del todo. 

Los detalles los iréis conociendo en su momento. 

Cualquier cosa que digamos será escueta y sin identificarnos, en el momento oportuno os daré una careta a cada uno. 

Ahora marcharemos cada uno por su lado hasta la llamada el domingo 27. Mientras tanto, nada de meteros en jaleos ni comentar nada con nadie, ni con vuestras parejas, procurad que no se os vea.

Y recordad que por nuestra seguridad, lo mejor que puede pasar es que no nos conozcamos entre nosotros y que nadie nos relacione juntos, las caretas llevarán en la frente una gran letra que nos indicarán quienes somos.

Ahora marchemos cada uno a su lado y no nos veremos hasta el momento que os avise, ya sabéis que no me conocéis sino de vista, pero si queremos que salga perfecto todo, tenemos que confiar en nosotros mismos, de la misma forma, cuando repartamos los beneficios, os aconsejo que no hagáis ningún gasto hasta pasado por lo menos seis meses y luego ir sacando el dinero poco a poco. Por ahí es por donde suelen caer todos, así que si queremos dar el golpe de nuestras vidas, tenemos que ser prudentes.


jueves, 17 de septiembre de 2020

EL ENTIERRO (Capítulo I)




EL ENTIERRO



Pedro Fuentes



CAPITULO I



Hace ya bastantes años, en el pueblo donde vivía, para ir al cementerio, había que pasar por delante de mi casa.

Entonces  un entierro era un acontecimiento social.

A veces, por los acompañantes, sabías quién se había muerto, otras veías con quién se hablaba o no el muerto, alguna vez vi a la viuda enlutada y llorosa siguiendo al coche fúnebre y al final, medio a escondidas veías a “otra viuda” que confirmaba el “vox pópuli”.

Otras te dabas cuenta de que a partir de la tercera o cuarta fila, se contaban chistes, si había sobrinos lejanos, llorando había herencia por medio, en fin, el balcón de mi casa era toda una cátedra de observación y psicología del género humano
.
La calle empezaba una pequeña cuesta a partir de mi casa, con lo que teniendo en cuenta que hasta el Camposanto había todavía unos 2.500 metros, era parada obligada para coger aire y poder llegar arriba sin asfixiarse.

En aquellos tiempos, había muy pocos coches, además era costumbre  llevar el féretro en un coche fúnebre más o menos elegante según el poderío económico y aparente de la familia.

Delante iba un sacerdote, todos lo llevaban, hasta los ateos más recalcitrantes, acompañado por un par de monaguillos, a veces más y si era un entierro de postín llevaba tres curas, varios sacristanes y media docena de monaguillos.

Inmediatamente detrás iba el coche, a continuación la viuda o el viudo, de estos hay menos normalmente, y luego los familiares, por orden de mayor a menor grado, luego los amigos o amigas y detrás los conocidos, empleados, sirvientes y ya los curiosos y los “amigos de los entierros” u otros “familiares no reconocidos”

Yo era entonces un crío, uno de esos críos callados, de mirada lánguida que parecía no fijarse en nada, pero que oía y procesaba todo lo que entraba en su cerebro.

Muchas veces, ahora, con mi madre, y mis hermanos mayores, soy yo el que se acuerda de esos pequeños detalle e incluso, a mis años, he reconocido trastadas que quedaron impunes por falta de culpable.

 Con esto quiero decir lo que ya he dicho, un entierro era un acontecimiento social digno de estudio.pero nada tan importante como el entierro que os voy a contar.

 Viví de pequeño la primera parte, la más importante, pero años más tarde, por mi manía de coleccionar historias, para estar más documentado y ceñirme a los hechos, contacté uno de los protagonistas principales y me contó su historia.

Cuando el sacerdote y los dos monaguillos, pararon delante del balcón en el que yo estaba, todo hacía presagiar un entierro normal, el sacerdote, como tenía por costumbre, hacía la paradita para respirar y coger fuerzas para la cuesta, pero aprovechaba el momento para pedirle a los monaguillos el acetre y el hisopo.

 Con ellos se puso al lado derecho del coche fúnebre, una plataforma con cuatro columnas que sujetaban el techo, que terminaba a cuatro vientos y en el vértice central una especie de jarrón con un penacho negro.

Mojó el hisopo en el acetre del agua bendita y mientras recitaba un responso bendecía el ataúd negro azabache.

Desde la posición que yo estaba pensé que el coche se había calado, porque todo él tembló en el momento que el cura lanzaba agua con el hisopo en todas las direcciones.

Para mi gran fantasía, luego, cuando vi el humo en el tubo de escape, pensé: “La caja se ha movido”.

El sacerdote se colocó delante del coche y siguió la marcha, detrás, la viuda, de unos cuarenta y tantos años y de buen ver, acompañada de unas amigas, no tenía más familia, suspiró y sollozó detrás de unas gafas negras y emprendieron la marcha.

Cuando la cuesta empezó a ser más fuerte, lo vi claro, la caja se volvió a mover. Cuando lo dije en voz alta, alguien por detrás me dio un capón de campeonato y me dijo:

 ¡Calla, coño! que no dices sino tonterías.

jueves, 10 de septiembre de 2020

¿DONDE ESTAS, AMOR? Capítulo IV)



¿DONDE ESTAS, AMOR?


Pedro  Fuentes


Capítulo IV


El martes, que por casualidad era además trece, a las cuatro y media de la tarde se reunieron las cuatro amigas en casa de Carmiña, primero tomaron café y luego pasaron a una habitación pequeña, oscura, iluminada por una docena de velas, en medio una mesa redonda, tipo camilla y encima el tablero de la “ouija”, al lado un vaso pequeño, de los usados para ron en los bares.

En el techo, encima de la mesa un espejo circular reflejaba las luces de las velas. En una especie de trinchante que había en la pared del fondo se encontraba extendida la camiseta de Canillo, el delantero centro del Mensajero, alrededor varias imágenes y un cuadro con una foto del difunto Federico flanqueada por dos velas rojas.

Entraron las cuatro amigas y se sentaron alrededor de la mesa en cuatro sillas que a tal fin se encontraban allí.

Mientras os acostumbráis a la penumbra, os vuelvo a repetir que todas las preguntas las haré yo, ya las tengo preparadas para que sean breves y concisas.

No os asustéis, no pasa nada, no habléis ni gritéis porque podemos enfadar a los espíritus y entonces la podrían tomar con nosotras y castigarnos.

Tú, Aurora te sentarás a mi derecha, pondremos el dedo índice de la mano derecha encima del vaso invertido, tocando cada una con la punta el culo del vaso.

Con la mano izquierda, abierta tocareis con los dedos índice y corazón el tablero hacia el centro de la mesa procurando que no se mueva
.
 Este tablero lo conseguí en Galicia, perteneció a una buena mujer que murió quemada en la hoguera porque la acusaron de bruja. Dijo Carmiña y continuó:

Si no hay ninguna duda poned vuestras manos como os he dicho y empezaremos.

¿Estamos todas tranquilas?

Las cuatro asintieron con la cabeza.

¿Estamos relajadas?

Nuevamente asintieron.

Sabéis que estamos aquí para invocar el espíritu de Federico o de algún amigo que nos pueda informar.
¡Yo te invoco Federico para que te acerques!

¡Federico! ¿Estás aquí?

Nada pasó, Aurora repitió por tres veces la pregunta y no pasó nada.

¡Yo te invoco a ti, espíritu desconocido para que me informes de Federico!

La llama de varias velas se movieron impulsadas por una corriente de aire frío que giró en redondo sobre las cabezas de las cuatro mujeres.

¿Hay alguien aquí? Preguntó Carmiña.

El vaso movido como por un resorte se desplazó hacia el ángulo superior derecho donde podía leerse
“SI”

¿Eres amigo?

El vaso giró sobre sí mismo sin moverse del “SI”

¿Eres Federico?

Ahora el vaso se desplazó al extremo inferior izquierdo donde ponía “NO”
¿Conoces a Federico?

El vaso volvió al “SI”

¿Lo has visto recientemente?

“SI”

¿Está cerca?

“SI”

¿Podrá venir?

“NO”

¿Podremos verlo pronto?

“SI”

¿Dónde?

El vaso pareció volverse loco yendo de letra en letra:  C I R C O  D E  M A R T E  R I Ñ A  D E   G A  L  L O S

¿Cuando?

Nuevamente el vaso empezó el baile:  D O M I N G O  1 8  T A R D E

¿Cómo lo veremos?

E L  O S  V E R A. Comunicó el vaso y siguió: L L E V A  C A M I S E T A  C A N I L L O.

Carmiña le preguntó nuevamente. ¿Está bien?

El vaso ya no se movió.

¿Te has marchado?

Nada, ningún movimiento del vaso.

¡Chicas! Esto se ha terminado.

Se levantaron de la mesa y salieron de la habitación, Aurora lloraba sobre la camiseta de Canillo.
Carmiña sirvió agua fría para todas y se pusieron a organizar el domingo y a pensar qué le dirían al marido las dos casadas.

Las cuatro mujeres llegaron al Circo de Marte el domingo a las cuatro de la tarde, todas llevaban gafas de sol y procuraban pasar desapercibidas y que nadie las conociese. Pidieron un palco y allí medio se escondieron, pusieron a Aurora delante con su camiseta de Canillo y esperaron.

Empezaron las peleas, nadie parecía mirar a los palcos, en esto la puerta se abrió y asomó un hombre que se le notaba algo bebido.

Perdón, me he equivocado, buscaba el lavabo.

En ese momento ya empezaba la quinta riña, pesaron a los gallos, les echaron unas gotas de limón en los laterales de los picos, los azuzaron el uno contra el otro y a la señal del árbitro los soltaron, el uno blanco y de nombre Tenisqueño, el otro colorado y por nombre Brutus
.
Al primer picotazo de Brutus, Tenisqueño debió pensar que más valía vivir sin honra que morir desangrado y pegó un salto y un revoloteo y fue a caer en la falda de Aurora.

Aurora gritó: ¡Federico, amor mío, has vuelto!

FIN

jueves, 3 de septiembre de 2020

¿DONDE ESTAS., AMOR? (Capítulo III)




¿DONDE ESTAS, AMOR?



Pedro  Fuentes



Capítulo III



Al año siguiente, cuando amanecía la primavera, Aurora comenzó a ponerse ropa de alivio, los amigos se habían portado muy bien con ella, vinieron sus hijos y ella se fue luego a Madrid donde pasó un mes, luego tuvo que hacerse cargo de la agencia y del resto de las cosas, había trabajado en una oficina cuando era soltera, pero ahora todo era distinto, Rogelio le ayudó muchísimo, le buscó una persona de confianza para que la pusiese al día mientras le llevaba la agencia.

 Carmiña estuvo siempre a su lado.

Sus hijos le llamaban y viajaban a La Palma siempre que podían, la Navidad de aquel año la pasó en Madrid en casa de su hijo y en compañía de la hija que también llegó.

Aquella Navidad fue muy triste salvo dos noticias, su nuera estaba embarazada del que sería su primer nieto y su hija les había anunciado que para el verano siguiente en septiembre, se casaría con Otto, un novio alemán que tenía; y se casarían en La Palma, en la Basílica de la Virgen de Las Nieves.

Con lo de la boda de María Fernanda se abrió un mundo nuevo para Aurora, ella era la encargada de prepararlo todo, luego, para septiembre llegarían la niña y su novio, para terminar de montarlo todo, en los últimos quince días, una semana antes empezaban a llegar los familiares del novio y varios amigos, de estos las invitaciones las mandarían desde Alemania, el resto le dejaron la lista de invitados a Aurora, más los que ella añadiera.

Además, para finales de junio nacería el niño de Eloy y Enriqueta, Aurora quería estar en Madrid por esas fechas
.
Los acontecimientos más importantes de su vida actual y Federico no estaba para disfrutarlos junto a ella.

Cuando llegaba la noche, cuando dejaba la rutina y el trabajo cotidiano empezaba a sentir la soledad y a llorar a su amado esposo, era como era, pero ella lo quería.

Una tarde que había invitado a Carmiña a su casa para merendar, llegó ésta más sonriente  que nunca.

Nada más entrar le dijo:

Aurora, ¿Sabes que Amanda ha encontrado los sellos?

¿Si? ¿Dónde estaban?

Hicimos una “ouija” y logramos que apareciera el espíritu de su marido, le preguntamos varias cosas, no tenía ninguna amiga, los sellos estaban en un cajón secreto que tenía la mesa de su despacho.

Menos mal, quería tirarla porque era muy vieja y tenía carcoma.

Creo que es el momento de hacer la “ouija” para ver si tu marido aparece.

 ¿No querías saber si se ha reencarnado?

No sé, me da miedo jugar con esas cosas, total, ya descansa en paz y hay que dejar que los muertos reposen.

No pasa nada, lo hemos hecho muchas veces, incluso a Rosario ahora le encanta y si vieras las preguntas que hace, se dedica a cotillear haciendo preguntas indiscretas.

La haremos en casa, que tengo una salita ya preparada donde no cuesta nada relajarse y concentrarse, pero tenemos que esperar que mi marido tenga que ir a Tenerife, porque no le gusta que haga eso.

Pasaron tres semanas en las que las dos amigas se dedicaron a elegir ropas y complementos para la boda de María Fernanda, incluso prepararon un viaje relámpago a Tenerife para ver cosas, luego las invitaciones, lo tenían todo controlado.

Rogelio volvió un día del banco y le dijo a Carmiña: El martes tengo que irme a una reunión a Tenerife, bueno, más que una reunión, estaré tres días fuera.

Carmiña llamó a Aurora y le dijo:

Aurora, prepárate, el martes a las cinco de la tarde haremos la reunión seremos Amanda, Rosario, tú y yo, Amanda y Rosario ya han hecho varias y saben estar y concentrase.

Yo te iré explicando lo que haremos durante estos días y así el martes iremos al grano.

Solamente trataremos de lo tuyo, sería conveniente que trajeses alguna cosa que fuese de él exclusivamente, algo a lo que tuviese un cariño especial ¿Hay algo?

Si, ya sé, la camiseta de Canillo, que marcó el gol de ascenso a tercera división, firmada por todo el equipo del Mensajero.

miércoles, 26 de agosto de 2020

¿DONDE ESTAS, AMOR? (capitulo II)




¿DONDE ESTAS. AMOR?


Pedro  Fuentes


Capítulo II



Entraba y la primavera en La Palma, se mostraba exultante, por todos lados aparecían flores, la humedad que venía del Atlántico chocaba contra las montañas e inundaba de pequeñas gotas de humedad los bosques de pino canario, tilos y laurasilvas, bajo los cuales crecían los helechos.

Aurora y Federico tienen una pequeña finca en Breña Alta y allí pasan los fines de semana, bueno, mejor dicho, Aurora, porque Federico tiene que ir a la oficina el sábado y el domingo, después de comer se marcha al fútbol, aunque alguna vez que otra marchan a Tazacorte a comer.

Aquel domingo por la mañana el matrimonio pasea por entre los frutales y aguacates que tienen, luego pasan por el pequeño huerto de tierra negra volcánica, Aurora anda colgada del brazo izquierdo de su marido y no para de hablar.

¡Federico! ¿Sabes que Carmiña cree en la reencarnación?

Si, hombre, dice que cuando morimos nuestro espíritu vuelve a la vida en otro ser vivo y depende de lo bueno o malo que hayas sido vuelves a la vida en un ser más perfecto, desde un animal a una persona mejor.

¿En qué te gustaría reencarnarte? Preguntó Aurora

Yo en político, para vivir sin dar golpe y forrarme y ¿tú?

Yo en adivina, para saber si estás pensando en mí cuando no estás conmigo.

Pero de qué me sirve que te reencarnes si no sabré de ti.

Si, mujer, sabrás de mí, si muero antes que tú iré a donde estés y te mostraré mi presencia con algo que sepas que soy yo, por ejemplo con un balón de futbol, o una camiseta del Mensajero, tú tienes que estar atenta, además, puedo volver en cualquier momento, así que cuidado con lo que haces.

Según dice Carmiña, porque me leyó el tarot, yo viviré muchos años, más que tú. El próximo día que nos veamos le diré que te eche las cartas.

De eso nada, a mi no me interesan esas cosas, además, son una idiotez, no creo semejantes tonterías, no sé yo lo que voy a hacer esta tarde y ella va a saber mi futuro.

Lo que tienes que hacer es dejar esas tonterías.

El otro día en su casa queríamos hacer una “ouija” pero al final Rosario, la del farmacéutico se puso nerviosa y acabó histérica porque Amanda quería ponerse en contacto con su difunto marido ¿Sabes qué quería saber? Dónde guardó aquello sellos que valían tanto y que todavía no han encontrado, y eso que ya va para tres años que murió el marido. Amanda dice que espera que no se los haya dado a esa amiga que murmuran que tenía, dice que si fuese así lo sacaría del panteón familiar.

¿Y tú qué querías preguntar?

Si guardas sellos u otra cosa de valor y dónde los tienes, pero como todavía no estás muerto no se puede.

Recogieron unos tomates, una lechuga, unos rábanos y un par de pepinos y se fueron para la casa.
Aurora se metió en la cocina y Federico se sentó en la terraza a leer el periódico, una vez allí dijo: ¡Cariño! ¿Me pones un whisky con mucho hielo y unas almendritas saladas?

Si, amor, ahora te lo pongo, ¿Quieres también unas patatitas fritas?

No, cariño, que se me quitará el hambre.

Dos semanas después, viniendo desde El Paso, donde había ido a alquilar un apartamento y de camino a tomar unas copas con unos amigos, antes de llegar a Fuencaliente por lo visto se despistó, se salió de la carretera y se estrelló contra un eucalipto del margen, cuando lo recogieron todavía respiraba, llegó cadáver al hospital.



viernes, 14 de agosto de 2020

¿DONDE ESTAS, AMOR? (CAPÍTULO l)





¿DONDE ESTAS, AMOR?

Pedro Fuentes


Capítulo I


Aurora, próxima a cumplir los cincuenta y cinco, está casada con Federico y viven en La Palma, Islas Canarias.

Tienen dos hijos, el mayor, Eloy, de treinta años, vive en Madrid con su mujer, Enriqueta.

Marchó a estudiar allí, la conoció a ella y acabados los estudios encontró trabajo y se casaron
.
María Fernanda, la pequeña, de veinticinco años, terminó los estudios de veterinaria, le dieron una beca y anda por Alemania, le quedan dos años para volver, pero dice que si encuentra un trabajo, se queda allí, pese al frío que pasa.

Federico tiene una agencia inmobiliaria de alquiler y venta de apartamentos en Puerto Naos, cerca de Los Llanos de Aridane, ellos residen en Santa Cruz y él va y viene cada día, por lo que pasa mucho tiempo fuera de casa.

Aurora, que ha permanecido toda la vida en casa, al cuidado de sus hijos y su marido, ahora comienza a sentir el síndrome del nido vacío, aunque ha intentado llenar su tiempo con gimnasio y actividades diversas junto con su grupo de amigas.

Federico, hombre trabajador, pero algo mujeriego, siente que su vida ya comienza a declinar y se agarra a ella con todas sus fuerzas, así que con la excusa del trabajo y del futbol, gran seguidor y de la Junta directiva del Club Deportivo Mensajero, club de tercera división y eterno rival y enemigo del Sociedad Deportiva Tenisca, sobre todo después del año 1.983, aunque los años que han coincidido en la misma categoría tampoco han sido poca cosa, pero de esto ya hablaremos en otro relato.

Físicamente Aurora no representa la edad que tiene, debido al culto al cuerpo y la gimnasia, e institutos de belleza, casi se podría decir que aparenta unos cuarenta y siete u ocho, siendo la envidia de muchas de sus amigas.

Estas envidias habían lanzado comentarios de muy mala idea, haciendo creer a quien las escuchaba que Aurora se cuidaba tanto porque algo tenía que ocultar.

Todo era fruto de las envidias y mal hacer de gentes que en muchos casos no tenían nada que hacer o que así ocultaban sus propios pecados.

No había nadie en La Palma que pudiese decir nada malo sobre Aurora, al contrario, era tan inocente que no sospechaba ni de su marido, al que seguía queriendo.

Federico aprovecha cualquier situación para montarse alguna juerguecita que otra, pero si hay mujeres por medio, es bastante prudente y discreto y no se le conocen escándalos.

Diferente es cuando las juergas se refieren al futbol o a alguna que otra botella de whisky de más.
Por aquellos tiempos, llegó a La Palma un director de banco ya establecido en Santa Cruz.

Federico, cliente de este banco y por el que pasan muchas de sus operaciones, no tardó en conocerlo e invitarlo a él y a su esposa a su casa a cenar.

Fue una velada agradable y las dos mujeres congeniaron desde el primer momento, la esposa del director, Carmiña, gallega, y Aurora, de aproximadamente la misma edad, encontraron un montón de temas en común, las dos además estaban en la misma situación con los hijos, los de Carmiña, dos varones, se quedaron en Galicia porque están a punto de terminar sus respectivas carreras y pensaron que sería mejor seguir hasta el final en Santiago de Compostela.

Aurora pronto ha empezado a presentar a Carmiña en su círculo social.

En La Palma, cuando alguien llega, y si es de la península mejor, se le abren todas las puertas, hasta que por lo menos se sabe vida y milagros del forastero, luego, si es soltero o soltera, hay que intentar casarlo lo antes posible, un dicho de La Palma es que no tiraban paracaidistas porque no volvía ninguno.

De igual forma, Federico empezó a llevar a su nuevo amigo, Rogelio primero al local social del Mensajero, luego al Casino y luego a la puerta del local del Tenisca para decirle donde no podía ir nunca.

Rogelio no era muy futbolero, pero además por su cargo tampoco le interesaba tomar bando por una parte de la ciudadanía, así que se alejó un poco de la afición al futbol de su nuevo amigo.

A Carmiña le gusta jugar con las cartas del tarot y aprovecha muchas ocasiones para “leer la mano” de sus nuevas amigas, e incluso les insinuó que más adelante harían una “ouija”.

Esa novedad les encantó a sus nuevas amigas.

jueves, 13 de agosto de 2020

EL NAUFRAGO DE SAN BORONDON (Capítulo IV)


EL NAUFRAGO DE SAN BORONDON




Pedro  Fuentes



Capítulo IV


 El doctor D. Benigno, le dijo al náufrago que le llamaría Diego a partir de entonces, se lo llevó a su casa y lo puso a su servicio, según lo hablado con Diego, D. Benigno llegó a la conclusión de que tendría unos setenta y dos años, una vez cortado el pelo y las barbas, y curadas las llagas del sol, parecía otra persona, además, estaba delgado y musculoso, por lo que parecía más joven.

Cada tarde, cuando el doctor dejaba de trabajar se reunía con Diego y éste le explicaba cómo era su vida en San Borondón.

El doctor, que siempre dijo que San Borondón era un espejismo, empezó a creer en el mito, incluso empezó a tomar notas y publicó algunos relatos basados en las vivencias de Diego.

Una tarde, D. Benigno le preguntó: ¿Cómo hiciste la canoa en la que viniste y que tenemos guardada  en el cobertizo?

No la hice, la encontré en una cueva, al lado de la que caí, era más grande y accesible, estaba tapada con hojas de unos helechos gigantes que había en la isla, el cuero de que está hecha, no es de cabra, es de vaca y por allí no hay, además, está forrada con brea, que tampoco hay por allí.

Al lado de donde estaba había como un altar con una cruz en medio, parecía un altar y había unas  inscripciones en un idioma que yo no conocía. Las maderas parecían tener cientos de años, pero allí, en esa cueva parecía que todo se conservaba bien, incluso encontré unos frutos que me hicieron sospechar que había alguien más en la isla y que me hizo estar un tiempo escondido vigilando la cueva
.
Don Benigno se fue a la biblioteca y rebuscó por todos lados hasta encontrar un libro con grabados de la leyenda de San Brandán, luego encontró unas escrituras y signos celtas, se lo enseñó todo a Diego y éste reconoció parte como los grabados del altar, eran celtas y latín.

El doctor ya no tuvo dudas, alguien había estado en la isla mucho antes y todo hacía parecer que la leyenda de San Brandán que daba nombre a la isla, por lo menos era auténtica.

Otro día, le preguntó si había explorado más cuevas y Diego le contó:

Al costado de donde estaba el altar, había una cueva cuya entrada era muy estrecha, yo, notando que por allí entraba mucho aire y que se veía luz, ayudado por palos y piedras, ensanché la entrada, una vez pasada ésta, se fue agrandando y llegó a una gran nave, en el fondo había un pequeño lago, era agua salada, Me tiré a nadar en él y vi unas piedra blancas, no pudo coger ninguna porque parecían sujetas al fondo, por la marca en las orillas del lago, me di cuenta de que allí dentro también había fuertes mareas, por lo cual sospeché que estaba comunicado con el mar abierto.

No tuve más que esperar a que bajase la marea, cuando ocurrió vi las piedra al completo, eran blancas y brillantes, muy pulidas, la mayoría eran columnas, había a cientos, eran como una iglesia pero rodeadas de gradas, también de aquel material blanco brillante.

Don Benigno buscó otros libros y le enseñó a Diego un grabado de la Grecia clásica.

Si, así era todo, dijo Diego.

El doctor dio un  respingo de alegría, había descubierto la existencia de la Atlántida.

FIN