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miércoles, 26 de abril de 2017

LUCÍA (Capítulo V)

Un nuevon capítulo de LUCÍA, nuestra muchacha está a punto de comenzar una nueva vida que no sabe lo que le deparará.


Y ahora.....................



LUCÍA


Pedro Fuentes


Capítulo   V


El lunes, cuando llegó de la academia, su madre estaba con los ojos rojos de haber llorado, Lucía le dijo:
Madre, has llorado, no quiero que lo hagas, las cosas parecen ir mejor, si, no hemos ido del pueblo, pero aquí no tenemos que aguantar a gentuza que si no les caes bien o no eres lo que quieren ellos, te destrozan, ¡Qué consideración te tenían? No te regalaron nada, te pagaban por tu trabajo y te escatimaban todo lo que podían, ¿y el sinvergüenza de su hijo que? Se creía que porque tenían dinero podían destrozar a quien quisiesen sin importarle nada y si no lo conseguían hubiesen dicho lo que quisieran y todo el pueblo te señalaría con el dedo y encima te morirías de hambre porque nadie te daría trabajo ni te comprarían nada de la huerta.
¡Madre! ¡Despierta de una vez! Cualquiera de los clientes del bar es más honrado y decente que los del pueblo con sus riquezas.
Si, hija, ya lo sé, pero mírate, pudiendo estudiar tienes que ir a un bar de camarera a un bar de chicas.
Si, madre, pero las personas son libres para hacer lo que desean y no lo que ellos quieran, ya, verás como todo irá bien y Genaro nos protegerá.
Bueno, vamos a comer que se va a enfriar la comida.
Después de comer, Lucía buscó entre su ropa lo que encontró más moderno y llamativo y unos zapatos cómodos.
A las cinco de fue hacia el bar “Ven a verme”. Quería llegar antes de abrir para que Pepe le explicase un poco de lo que tenía que hacer.
Adiós, madre, no me esperes a cenar.
Cuando llegó a la puerta del bar, estaba la reja abierta y la puerta de cristal cerrada, pero vio la luz encendida, tocó con los nudillos y apareció Pepe para abrirle la puerta.
Niña, ¿como vienes tan temprano?
Bueno, como el otro día no quedamos en qué tenía que hacer no dónde estaban las bebidas.
En veinte minutos Pepe le explicó lo más elemental y le dijo:
Verás, las niñas te explicarán todo y lo más complicado, los precios y cobrar, los primeros días los haré yo o alguna de ellas.
Llamaron a la puerta y Pepe le indicó que abriese, eran Sole y Lola.
Ellas mismas se presentaron, venían vestidas de “calle” y charlando alegremente.
Pepe, dijo Lola, ¿podemos tomar un café antes de empezar a trabajar?
Si, Claro, Lucía, ven que vas a prepararlos tú y vas aprendiendo. ¿Qué queréis?
Yo uno solo con unas gotas de coñac, ¿Y vosotras?
Yo un cortado dijo Sole, yo un café solo, dijo Lola.
Pepe con todo el cariño de mundo le explicó cómo hacerlos incluido el café con leche de Lucía.
Luego, Pepi querrá un cortado como siempre.
¿Fumas? Dijo Sole y sacó un paquete de LM. Todas cogieron tabaco menos Pepe que quería ducados.
Aquí fumamos mucho porque nos ofrecen a cada momento, procura no tragarte el humo porque es mucho tabaco y no bebas bebidas alcohólicas porque pillarás una tajada como un piano.
A las seis y cuarto, llegaron cuatro chavales de unos dieciocho años. Son de una imprenta que aquí al lado, vienen cada día después del trabajo, tomarán máximo un par de cervezas y jugarán un rato a la máquina, en veinte minutos se habrán ido, le dijo Pepe.
A partir de las siete, empezaron a entrar chicos de unos treinta, bebedores de cuba libre, por lo general llegaban solos y salvo los que jugaban en la máquina, los demás se apalancaban en la barra, las tres chicas jugaban a los dados y las invitaban, a Lucía le dijeron que por ahora no aceptase jugar a los dados, ayudaba a las veteranas cuando le pedían alguna bebida.
Todos los cliente fijos cuando entraban, le decían a Pepe: Chica nueva, ¡eh! Pepe.
Si, Ya sabéis que Lola se nos casa.
Lucía cuando lo oyó la primera ves miró a Pepe y éste le dijo, si, se casa, luego a la hora de cierre conocerás a su novio que vendrá a buscarla.
El muchacho que el sábado estaba apoyado a la máquina de discos seguía poniendo canciones románticas, fue el primer cliente de Lucía, le pidió una cerveza y se la pagó en cuanto Lucía se la puso en la barra. El, antes de cogerla, le ofreció un Ducados,
No , gracias, no fumo negro, me marearía.
A las nueve, el muchacho, de unos veinte años, después de oír la última canción “Un beso y un adiós” de Nino Bravo, pasó por el lado de Lucía y le dijo: Adiós, hasta mañana.
Sole que en esos momentos no atendía a nadie le dijo a Lucía:
Viene cada tarde y siempre hace lo mismo, hoy se ha lanzado y te ha ofrecido tabaco. Los sábados está hasta más tarde, pero a diario de va siempre a la misma hora.
Lucía se encontraba a gusto allí, ya empezaba a tener confianza, hablaba con todo el mundo y sobre todo, sabía escuchar mientras bebía te frio con hielo escanciado de una botella de whisky, su tío Geny, con todos lo llamaban incluida ella, venía a menudo y lo primero que hacía era enseñarle a jugar a los dados, no era solo la suerte, era la estrategia. El chico de la música romántica y los ojos tristes hablaba con ella, solamente con ella, empezó comprando tabaco rubio que solamente usaba para invitar a Lucía, ésta viendo que no andaba muy bien de dinero, a veces rehusaba diciéndole que acababa de fumar.
Así fueron pasando los días hasta que llegó el primer sábado, aquello era una locura, hasta las siete no pasaba nada, pero luego se iba llenando, luego, a las nueve y medía se vaciaba, pero luego, antes de las diez empezaba a entrar otra gente distinta que no consumía sino combinados y jugaba continuamente a los dados, era entonces un sitio para quedar, tomar un par de copas y luego marchaban a otros sitios, otros nuevos entraban y era la misma operación, entonces poco se podía hablar y menos entre ellas, Pepe iba solícito a todos lados y sobre además llevaba el control de las consumiciones y cobraba.
El sábado no era salir un poco más tarde, hasta las tres, por lo general no lograbas bajar la persiana, aunque esto se solía empezar a las dos, se bajaba la persiana un poco menos que la mitad y ya no dejaban entrar a nadie, salvo los clientes muy especiales y al que terminaba una consumición ya no se le despachaba más.
Pese a todo el ajetreo, Lucía disfrutaba trabajando allí.
Cuando ya al fin cerraron, recogieron lo imprescindible y se marcharon cada uno a su casa, Pepe y Lucía, salieron acompañándose mutuamente y Pepe le dijo:
Bueno, no te he preguntado por tu semana de prueba, por nosotros no hay ningún problema, si tú quieres formalizamos el contrato.
Si, me quedo, pero no hemos tratado de sueldo ni nada.
Bueno, el sueldo no es gran cosa, pero lleváis comisión por las bebidas despachadas y luego las propinas que son buenas, en cuanto a las comisiones de las bebidas en lugar de hacer el reparto individualmente, nosotros las repartimos todas a partes iguales. ¿Estás de acuerdo?.
Lucía que a la una había llamado a su madre para decirle que estuviese tranquila, ya que sabía que la estaría esperando iba tan tranquila charlando con Pepe.





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