Siempre hay en estos sitios alguien que ejerce de psicólogo, Lucía sabe como entrar en el corazon de los clientes y aconsejarlos, no ha hecho falta mucho tiempo para ayudar a sus clientes.
Y ahora..................
LUCÍA
Pedro
Fuentes
Capítulo
VI
Cuando
Lucía cobró su primer sueldo, en la primera tarde libre, le dijo a
su madre:
Ponte
guapa que vamos de compras, que quiero regalarte algo.
Lucía
ya había visto lo que quería comprarle, pagó el primer plazo de un
televisor, el resto des sueldo se lo entregó a su madre.
Esta
quedó en asignarle una cantidad para sus gastos, con la pequeña
pensión de la viudedad y el sueldo de Lucía, tenían para salir
adelante sin tocar en dinero de la venta de las tierras.
Con
el televisor en casa, Engracia, parecía de mejor humor, ya no pasaba
tantas horas al día sin pensar o mejor dicho, ya no pasaba tantas
horas al día pensando.
Lucía
en cambio, no pensaba gran cosa en el pueblo, de acuerdo que al fin y
al cabo, no era más que una camarera de una “barra americana”
dedicada al “alterne”, como decía Sole, no eran prostitutas, no
comerciaban con su cuerpo, algunos de sus clientes si lo pensaban,
pero a esos era a los que había que pararle los pies, si alguna de
ellas, sí lo hacían, ese era su problema.
A
Lucía le quedaba en su interior que a ella la quisieron obligar y
encima se habían comportado como unos cerdos, tanto Antonio como su
padre, que encima a su madre como a ella las habían echado del
pueblo y las gentes les habían creído todas las mentiras que
hubiesen querido decir.
Era
lunes, a las siete y media, estaba el bar casi vacío, Lola ya se
había casado y estaban esperando para ver cómo iba todo antes de
contratar a otra camarera, a diario estaban justas, pero los sábados
y vísperas de fiesta la clientela era muchísima, lo que pasaba era
que no eran clientes que se apalancaran a la barra, normalmente
hacían un par de consumiciones y se marchaban, pero a diario
consumían bebidas de más precio e invitaban a las chicas más.
Entró
el “muchacho de la mirada triste”, se dirigió hacia el fondo,
donde estaba la máquina y vio que estaba ocupada, así que fue a la
de discos y puso tres que era el máximo que se podían poner, la
primera que sonó fue la de “ Por el amor de una mujer” de Dani
Daniel. Luego se acercó a la barra y se sentó en un taburete, cosa
que no hacía nunca y le dijo a Lucía que era la que más cerca
estaba:
Lucía,
me pones un cubata de ron y te pones tú lo que quieras.
Te
pongo el cubata, pero yo me estoy tomando un cortado, porque he
comido tarde.
Le
sirvió la bebida y marchaba para atrás cuando el muchacho sacó un
paquete de LM y le ofreció.
Si,
gracias, eso si, me fumaré el cigarro contigo.
¿Sabes
que me gusta charlar contigo? Pero no sé, me da un poco de corte,
porque se te ve como por encima de todos nosotros, no parece que seas
de este ambiente, no sé, quizás de estudiante, sentada en una mesa,
con otras amigas en alguna cafetería de Moncloa o de la calle
Princesa.
No,
la vida es como es y no todos somos como los demás querrían. Tú
como te llamas, lo digo por llamarte de alguna forma y no decirte
¡Hey tú!.
Me
llamo Gregorio.
Bueno,
yo Lucía, como ya sabes, no soy estudiante quizás pude haber sido
estudiante, pero la vida no me ha dado tiempo para serlo, Un día
tuve que venirme a Madrid con mi madre viuda y como no sabía hacer
nada, porque en el pueblo nada había si no era tragar lo que dijera
el cacique del pueblo, mi madre y yo emigramos del pueblo, un
pariente de mi padre me consiguió esto y la verdad es que aquí
además de estar bien, nadie me puede obligar a nada que yo no
quiera, y ahora dime, Gregorio, tú tampoco pareces de aquí, cada
día vienes como si hicieses tiempo para no llegar temprano a casa,
como si no te gustase lo que allí encuentras y la música que pones
en la máquina es como si hubieses perdido lo que más querías.
Si,
existe una mujer, pero un día a su padre lo destinaron a Cádiz y
ella se tuvo que ir con toda la familia, estuvimos un tiempo que nos
escribíamos cada día, pero eso no hay quien lo aguante, lo dejamos
correr todo, pero cuando llego a casa, se me cae encima, he intentado
y buscado otras relaciones pero es imposible seguir.
¿Y
por qué no te vas a Cádiz? ¿Ella sigue sola? ¿Sabes de ella?
¿Hace mucho tiempo que se fue?
Hace
más de un año, no quise seguir atándola a mi, si, quizás pudiese
llamarla, tengo un teléfono de una amiga suya que me podría dar
razón de ella.
Trabajo
en una gestaría de administrativo, creo que no sería difícil
encontrar empleo, tengo algún dinero ahorrado.
Mira,
Gregorio, aquí enfrente hay una cabina de teléfonos, si quieres te
doy monedas para que no se te corte, ahora es buena hora para pillar
a la gente en casa, puedes pedir unos días y marchar a Cádiz y una
vez allí, si todo va bien, puedes pedir la baja en el trabajo,
diciendo que es un asunto urgente, o mejor que tienes que marchar por
un asunto familiar, coge el dinero y corre, ¡Ve tras ella! ¿No Es
lo que más quieres en esta vida? ¡Ve!, ¡Corre! Es el tren de tu
vida, no lo pierdas, porque habrás perdido la razón de tu vida.
Toma,
100 pesetas, dame monedas para el teléfono dijo Gregorio, cóbrame
la consumición también.
No,
te la dejo aquí hasta que vuelvas.
Gregorio
salió deprisa, Sole y Rita miraron a Lucía sorprendidas.
Tranquilas,
ahora vuelve.
Pasaron
15 minutos, Lucía no paraba de mirar la puerta mientras atendía a
los clientes.
Al
fin entró Gregorio, no hizo falta decir nada, por la cara, Lucía
sabía que lo había conseguido.
Desde
mitad de la barra dijo:
Lucía
pon tres cubatas para las tres.
Bravo,
Gregorio, hemos perdido un cliente pero ganamos un amigo feliz.
Pepe
la miró inquiriendo con la mirada, Lucía cerró la mano derecha
levantando el pulgar, luego cuando Gregorio llegó a su altura, ella
sacó medio cuerpo por encima de la barra y le dio dos besos a
Gregorio.
Todavía
vieron al muchacho al día siguiente cuando fue a despedirse, luego,
al cabo de tres semanas recibieron una postal que está en el espejo
que hay detrás de las bebidas.
Simplemente
decía:
Gracias
por todo.
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