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lunes, 8 de mayo de 2017

ALGO HUELE A PODRIDO

HOY, 8 de Mayo de 2017, sin que sirva de precedente, publico de nuevo un relato que se editó por primera ves en este blogg el 23 de Septiembre de 2014. Tal como indica el relato, todo lo contado es pura invención del autor, yo mismo.

Como parece sacado de las notas de prensa del día de hoy, ayer o mañana lo edito nuevamente sin tocar o añadir nada.

ALGO HUELE A PODRIDO 
Pedro Fuentes
Capítulo  I

Justo a las diez de la mañana, del día primero de Abril, Albert cogió el teléfono móvil y marcó el número que tenía en un  papel, para ello, antes, en otro papel había calculado que al número escrito, había que deducirle diez de las dos primeras cifras, cero cuatro de las dos siguientes y sumado dos mil catorce a las cuatro siguientes, una vez calculados los dígitos resultantes, los marcó en su móvil, dejó que sonara la señal de llamada cuatro veces y colgó.
Justo diez minutos más tarde, un teléfono móvil que tenía en el bolsillo sonó, se apresuró a cogerlo y dijo:
Estoy al habla y preparado.
Bien, coja el encargo y deposítelo dentro del buzón indicado de la consigna de la estación elegida envuelto en papel de regalo. Le indicó una voz en el móvil.
Acto seguido metió los papeles con los números en la destructora de papeles, sacó las tarjetas de memoria de los teléfonos y en un cenicero que tenía en la mesa, después de rociarlas con unas gotas de gasolina de una lata de recarga de un mechero “Zippo” y les prendió fuego. Cogió de la caja fuerte de su despacho un cartón de tabaco “Ducados”, lo envolvió en papel de regalos y le puso un adhesivo que decía “Felicitats”, lo metió en una bolsa de papel de un estanco y salió de la oficina, a su secretaria le comunicó que no volvería hasta la tarde y marchó. Cogió su coche y se fue dirección a la estación de Sants, una vez allí aparcó el coche y en la consigna depositó el “regalo”  en la taquilla que le habían indicado.
No habían pasado ni treinta minutos cuando una mujer, rubia, de unos treinta y cinco años. Bien vestida y con unos zapatos de tacón a juego, una pamela y gafas de sol, llegó a la estación, abrió la consigna, cogió el paquete y marchó. En la puerta de la estación subió a un “porsche” que le estaba esperando, al volante un hombre de unos cuarenta años y gafas de sol, puso el motor en marcha y ambos marcharon.
No se percató Albert de que en su camino y estancia a la estación fue seguido por un taxi y un hombre de aspecto normal, moreno, de estatura media, gafas de montura de concha y bigote.
Al día siguiente, en otro despacho, en otro rincón de la ciudad, ocurría un hecho similar, esta vez el destino fue el aeropuerto del Prat.
Durante varios días en diferentes empresas sucedieron hechos similares, variaban los sitios de destino de los paquetes y las personas que recogían los “regalos”, a veces era la mujer de buena presencia pero con diferentes modelitos, algunos de ellos no tan llamativos, otros era un hombre, el que había conducido el porsche la primera vez, vestido de traje chaqueta azul, camisa a juego, gafas de sol “Ray Band” y sombrero.
Nadie se fijó en el taxi o el Ibiza blanco que los siguió en todo momento y tampoco se dieron cuenta de aquel hombre de mediana estatura y gafas de concha que a una prudente distancia observaba todas las operaciones en las diferentes consignas de estaciones y aeropuertos ni aquel viajero que con su maleta pasaba por allí en cualquier momento.
El porsche negro también paso desapercibido, era un modelo nuevo, el Boxster,  pero la gente ya se había acostumbrado a ver coches deportivos.
Las recogidas siempre eran paquetes de tiendas de postín y la carga de su interior era prendas y objetos de regalo que pasaban inadvertidos en poder de aquellas personas arregladas y con un poco de distinción.
Bueno, dijo el conductor del porsche, la pesca ya está completa, cuando llegue al garaje de casa, con todos los “regalos” podremos cargar el doble fondo del maletero delantero.
¿Cuánto llevaremos? Dijo la rubia sin mostrar ningún interés.
Lo suficiente, mientras menos sepas, mejor para ti.
Por lo que hemos recogido estos días, llevamos más que la vez anterior.
Si, dos veces más, pero de aquí hay que repartir entre mis padres y el Gran Jefe.
¿El también?
Toma, claro, el negocio es de todos y no sabemos lo que puede durar.
¿Cuándo marcharemos?
Ya te avisaré, mejor que no sepas nada, mientras menos sepas menos riesgo corres. Ni siquiera sabemos mis hermanos o yo parte de las cosas, ni mi padre lo sabe todo, simplemente hace lo que coordina mi madre.
Je, je, je, quien iba a sospechar de tu madre.

CAPITULO  II

A la mañana siguiente, a las nueve, Pau llegó a la puerta de la casa de apartamentos de la parte alta de la ciudad, en la puerta le estaba esperando la mujer de la pamela, esta vez vestida con tejanos y una blusa estampada, atado a la cintura llevaba un jersey rojo. Paró el porsche negro de su amigo y subió, le rozó levemente los labios con los suyos, el coche roncó y salieron en dirección a la salida de Barcelona, rumbo a Puigcerdá. Una vez allí, llegaron hasta Bolvir, a las afueras, se acercaron a una gran mansión cuya verja se abrió automáticamente. No tardaron en salir sino tres minutos, tomaron la carretera de pas de la Casa y se dirigieron a Andorra.
A la media hora, de la misma mansión salió otro porsche negro, el mismo modelo del anterior y la misma matrícula, todo fue visto desde un bosque cercano por un hombre de mediana edad con gafas de concha y bigote que portaba unos gemelos de gran alcance, luego se metió en un Ibiza blanco y marcho detrás del Porsche negro a una distancia prudencial rumbo a LLivia.
A mitad de camino, ya en la frontera con Francia, pararon y le cambiaron las placas de la matrícula por unas francesas. Todo fue observado por el hombre del Ibiza blanco.
En la parte española de la frontera con Andorra, el primer Porsche fue detenido e invitados sus ocupantes a salir del coche, fue revisado pero no se encontró nada sospechoso, por lo que se les dejó marchar.
En esos mismos momentos, el Porsche con matrícula francesa entró en Francia y se dirigió a La Tor de Querol, allí se perdió dentro de una gran mansión. El hombre de las gafas de concha y bigote hizo una serie de fotografías.
Tres días después, alguien recibió una llamada en un pueblecito del pre pirineo  de Gerona.
¿Señor?
Si, dime.
La entrega ya está en Méjico.
Bien, ejem, ¿Ya están hechas las partes?
Sí, todas, más el 3,5 por ciento.

FIN

NOTA DEL AUTOR
Esta historia no, repito, NO  está basada en la realidad, cualquier parecido con personajes, hechos reales o situaciones reales, es PURA COINCIDENCIA.









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