Nuevo capítulo de este relato de la historia de Lucía, conocida por "La muchacha de una sola pierna"
LUCÍA
Pedro Fuentes
Capítulo IX
Aquella tarde iba a ser otra más, era
viernes, pero últimamente los viernes, se animaba más, estando a veces abierto
hasta la una o las dos, el “Ven a verme” habían puesto un rótulo nuevo,
máquinas del “millón” nuevas y el tocadiscos era un modelo lleno de luces de
colores, era la imitación de un aparato de radio tipo película americana, la
música, la de siempre, algo de los cincuenta, todo lo lento de los sesenta y también
de actualidad, principio de los setenta, italiana, francesa y bailables suaves.
Eran sobre las doce y media cuando se abrió
la puerta, entre el humo del interior y la luz del cartel con tonos rojos y
lilas, entró un joven con ojos románticos como dijo Lucía.
Sobre las doce y media, Ricardo,
cuando iba andando, camino de su casa, se dio cuenta de que no llevaba tabaco,
al llegar al cruce de Donoso Cortés con Magallanes, vio las luces de neón de un
club, como era lo único que había abierto, se dirigió a él, empujó la puerta y
entró, era un lugar semi oscuro, el humo del tabaco lo invadía todo, una barra
a la izquierda, estaba ocupada por una docena de hombres jóvenes, la media de
edad no llegaba a los treinta años, a la derecha había tres maquinas, una la
primera de discos, en la que sonaba una canción de Martinha, con aquella voz
triste que la caracterizaba, “hoy daría yo la vida por no verte más…” las otras
tres máquinas eran de “bolas” y varios muchachos, de unos veinte y pocos años
jugaban en ellas, en la barra, en el interior se encontraban cuatro chicas,
tres jovencitas muy escotadas que
jugaban a los dados o charlaban con clientes, un hombre delgado, moreno con el
pelo rizado y la palidez característica de las personas que no ven el sol y se
mueven en lugares oscuros y una chica, de edad indefinida, entre unos veinte y veinticinco años, no era guapa, pero si
resultona, iba vestida con una falda de cuero negro y una blusa negra con hilos
plateados, con escote de pico por donde más que verse se adivinaban unos pechos
de mediano tamaño pero bien puestos.
Se acercó a la barra y Lucía le
dijo:
¿Qué quieres tomar?
Primero una cosa, dijo Ricardo:
¿Tienes tabaco negro?
Si, Ducados
Dame dos paquetes y ponme un
Whisky Dic sin hielo, en vaso largo.
Lucía se dio la vuelta, cogió
el tabaco, un vaso largo y una botella. Puso todo en la barra menos la botella,
la cual destapó y sirvió el líquido, luego trajo una cubitera y con unas pinzas
hielo le dijo:
¿Quieres hielo?
Si, tres cubitos.
¿Siempre pides el whisky así?
Si, es la forma de que el agua no
ahogue la bebida.
¿Siempre hace tanto humo aquí?
No, a veces no. Pepe ¿Por qué
no das al aire para que ventile?
Pepe no dijo nada, acudió
solícito a la máquina del aire y la puso en marcha
.
Ricardo sacó un paquete de
Ducados empezado y le ofreció a Lucía.
No gracias, no fumo negro y
rubio muy poco. Pero me extraña que teniendo un paquete casi recién empezado
entraras a comprar tabaco.
Primero una pregunta que ya
tenía que haber hecho antes ¿Quieres tomar algo?
No, gracias, pero es que si
tomo algo, al cabo de tantas horas terminas llena de líquido.
Bueno, pero aquí estáis para
hacer consumir y si no lo hacéis, el jefe te mira de mala manera.
No es mi caso, pero explícame
lo del tabaco.
Vivo aquí cerca, pero no tenía
sino el paquete empezado, no suelo levantarme a fumar, pero soy un fumador
impulsivo y solo en pensar que me puedo quedar sin tabaco me pone nervioso, así
que antes de llegar a casa necesitaba comprar, no sabía que estabais aquí y no hay nada abierto. ¿Lleváis poco tiempo?
No, que va, que yo sepa, lleva
cuatro años, pero hace poco que se cambió el luminoso y se pintó. Será que no
trasnochas mucho.
No lo que pasa es que yo vivo
en Galileo y suelo aparcar por allí y hoy no traía coche y he venido en el
61 y me he bajado en Quevedo por lo del
tabaco, pensaba entrar en “Las Palmeras”
pero estaba cerrado y además me parece que hace tiempo de eso. Luego he
visto el cartel luminoso vuestro y he entrado, No conocía este sitio, pero me
gusta y además me agrada charlar contigo aunque sea una conversación banal, me fastidia que se acerquen a mi por
sacarme una consumición o tener que hablar de mis miserias o que me cuenten la
vida de alguien, no estoy solo ni me siento solo, tengo mis problemas como cada
hijo de vecino o más, pero no voy por ahí vendiendo la historia de mi vida.
Tienes razón, no hay nada que
me fastidie más que esos clientes que quieren que los compadezcas aunque sea
mentira.
Yo trabajo aquí porque conocía
a los dueños y no tenía trabajo, pero estoy muy bien aquí y muy bien considerada,
soy una especie de encargada y además, los clientes fijos creen que me conocen
y piensan que no se me pueden acercar, por lo que me dejan tranquila y saben
que conmigo no tienen nada que hacer. Además, creo conocer a las personas y los
calo enseguida.
Cuando te vi entrar supe que no
eras cliente de estos sitios y además pensé: Tiene ojos de enamorado. No quiere
decir que estés enamorado sino que eres un romántico y de una sola mujer.
Si entro en sitios así y de
cualquier otro tipo, no creo que haya sitios ni buenos ni malos, somos nosotros
los que los hacemos buenos o malos, me gusta la soledad y a veces más vale
estar solo que mal acompañado, ves, hoy no echo de menos la soledad porque
considero que estoy muy bien en tu compañía.
Muchas veces, porque he salido
con amigos, hemos terminado en sitios de compañías y mientras ellos han ido con
alguna, yo me he quedado en la barra, porque no necesito esas compañías, alguno
de esos amigos por llamarlos de alguna forma, han pensado y murmurado que no
soy un hombre normal, pero yo pienso que los no normales son ellos, pero por
eso no voy pregonándolo por ahí.
Anda, ponme otro medio y te
vuelvo a repetir si quieres algo.
Si, te voy a aceptar una
limonada y le voy a pedir un Marlboro a Pepe.
Preparó el whisky en la barra y
llevó de nuevo la cubitera a parte, junto con la bebida de ella, luego fue
hasta Pepe y le pidió un cigarrillo que ella esperó a que se lo encendiese
Ricardo.
Pepe y ella hablaron un
momento, le dijo algo y ella se volvió a la barra con una sonrisa.
Le he preguntado a Pepe por
“Las Palmeras”, parece ser que hubo una pelea con muerte y la Dirección General
de Seguridad, hizo cerrar el local.
Había pasado ya una hora y el
bar se empezaba a vaciar, Ricardo pago las consumiciones y el tabaco y dijo:
Me llamo Ricardo y nos volveremos
a ver, me gusta charlar contigo si no te importa.
Yo me llamo Lucía y me ha
encantado conocerte, nos veremos. Buenas noches.
Ricardo se dio la vuelta para
ir a la salida y notó que diez ojos le seguían, Pepe y Lucía se miraron y él le
hizo con la mano derecha la señal de OK Lucía le guiñó el ojo izquierdo.
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