...Y NO ESTABA MUERTA
Pedro Fuentes
CAPITULO VII
Eran
las diez de la mañana cuando a 500 kilómetros sonó el teléfono
móvil de un viejo conocido.
¿Si,
dígame?
¡Ricardo!
¡Hola!, ¿Me conoces?
Si,
claro, ahora si, José Miguel, ¿Has vuelto a la costa?
No,
no, estoy en Madrid, te llamo por dos razones, la primera es saber
cómo estáis tú y Pedro, y la segunda es porque quería consultarte
algo.
Si,
estamos bien, con Pedro de vez en cuando vamos a pescar y está bien
¿Y tú qué tal andas?
Bien,
con mucho trabajo pero bien, de eso quería hablarte, tengo un asunto
sobre la mesa del despacho que no tiene mucha importancia, se trata
de un posible accidente, pero es tan claro, tan perfecto, tan limpio
que antes de darle carpetazo y cerrarlo quería comentártelo.
José
Miguel le explicó a su amigo el caso de Gertrudis y luego le dijo:
¿Por
qué no te vienes a Madrid y vamos a hacer una última inspección
del caso?
Bueno,
en realidad ahora no hago nada y no me vendría mal un paseo por la
capital.
Coméntaselo
a Pedro y os venís los dos y así de camino nos vemos y pasamos unos
días juntos.
Bueno,
te diré algo sobre Pedro y si dice que sí marchamos mañana mismo.
Ahora con el AVE es un paseo.
Ricardo
habló con Pedro y asintió rápidamente, aquella misma tarde,
después de avisar al comisario se fueron a Valencia y desde allí
cogieron el tren hasta Madrid.
Llegaron
y José Miguel les estaba esperando para irse a cenar.
Bueno,
José Miguel, dijo Ricardo, dices que en la casa la mujer oyó una
llamada de teléfonos y al correr tropezó y cayó por las escaleras,
¿Desde dónde llamaron?
Desde
un móvil de prepago, ya sabéis, estos teléfonos en principio
tienen que estar identificados, pero hay varias trampas para ponerlos
a nombre falso y éste es uno de ellos.
Esa
es una de las causas que hay para sospechar, ¿Se habían recibido
más llamadas de este número? Preguntó Ricardo
Si,
algunas pero siempre sin ser contestadas, pudiese ser de esos
teléfonos que últimamente todo el mundo recibe llamadas, no hay
denuncias, pero a veces pasa.
Después
de cenar los tres amigos aprovecharon para irse al teatro y luego
Ricardo y Pedro se fueron al hotel y quedaron en que a las 10 los
recogería José Miguel con el coche e irían a visitar la casa del
accidente.
A
las diez en punto de la mañana siguiente José Miguel entró en el
hotel a recoger a sus amigos cuando estos estaban dejando las llaves
en recepción.
Buenos
días, dijo el comisario, el coche nos espera.
Subieron
al coche y marcharon hacia Chamartin, al barrio de Ciudad
Jardín-Prosperidad, localizaron el chalet, una casa ya antigua pero
bien cuidada con un jardín muy arreglado. En el porche una mujer, en
una silla de ruedas eléctrica tomaba el sol.
Llamaron
al timbre y del interior, cuya puerta estaba abierta salió una mujer
de unos treinta y pocos años, alta y esbelta.
¿Qué
desean? Dijo la mujer a dos metros de la puerta de hierro forjado
donde estaban parados los tres amigos.
José
Miguel sacó su placa y se la enseñó mientras decía:
Soy
el comisario José Miguel Martínez y venimos a terminar un
formulismo sobre el accidente que sufrió la señora Gertrudis.
Fina
miró a Gertrudis y ésta asintió con la mirada para que abriese la
puerta.
Una
vez en el jardín se dirigió a Gertrudis y le preguntó si era ella,
Fina intervino y le dijo:
No
habla, solamente le puede responder por señas, moviendo los
párpados, una vez para decir si, dos para no, varias veces para
decirle que no sabe o no comprende. Si conoce el alfabeto para sordos
con las manos también le puede decir alguna cosa corta.
Bien,
gracias, intentaremos entendernos, suponemos que usted es la señorita
de compañía, ¿Vivía en la casa cuando ocurrió el accidente?
No,
yo fui contratada después, cuando salió del hospital.
¿Está
el marido de la señora?
No,
está trabajando, no vendrá hasta la tarde.
Bueno,
puede retirarse, luego querremos hacerle unas preguntas a usted, ¿La
señora nos entiende bien?
Si,
contestó Fina a la vez que Gertrudis parpadeó una vez.
Fina
se alejó hacia el interior y los tres amigos se sentaron en unas
sillas que movieron hasta ponerlas enfrente de la silla de ruedas.
¿Se
llama usted Gertrudis?
Esta
asintió
Según
el informe, usted se encontraba en el piso superior de la casa cuando
sonó un teléfono en el recibidor, llamó a su marido que estaba
aquí en el porche y no le oyó, quiso bajar por las escaleras y
tropezó con algo y cayó por las escaleras.
Gertrudis
iba afirmando mientras José Miguel leía el informe.
¿Sonaba
el teléfono más veces así?
Si.
¿Cuándo
contestaban decían algo?
No.
¿Respondía
también el teléfono su marido? Preguntó Ricardo.
Si.
¿A
él le decían algo?
La
mujer parpadeó una vez, hizo una pausa y parpadeó dos veces
mientras que abriendo la mano derecha movió los dedos pulgar y
meñique arriba y abajo.
¿Quiere
decir que a veces si y a veces no?
Si.
¿Cuándo
cogía el teléfono su marido se equivocaban?
Parpadeó
una sola vez mientras volvía a mover la mano.
¿Tiene
usted teléfono móvil? Preguntó Pedro mientras iba anotando cosas
en una libreta
No.
¿Y
su marido?
Si.
¿Habla
mucho por él?
Si.
¿Más
que por el fijo?
Si.
¿Perdió
el conocimiento cuando cayó?
La
mujer expresó duda.
¿Oía
algo?
Si.
¿Vio
algo?
Si.
Empleando
el abecedario para sordos dijo:
L
U Z - T U N E L.
¿Quiere
decir que vio un túnel en el que al fondo se veía una luz blanca y
cegadora? Preguntó Pedro.
Si,
si, si.
¿Cuándo
dejó de verla?
La
mujer dudó, luego otra vez con las manos dijo:
A
M B U L A N C I A.
¿Le
importaría que viésemos la escalera? Dijo José Miguel.
La
mujer, con un movimiento de las manos hizo girar la silla sobre sí
misma y recorrió el espacio hacia la puerta.
Los
tres amigos la siguieron. Una vez en el recibidor vieron el teléfono,
la puerta como quedaba abierta, subieron por la escalera, en el
descansillo de arriba, cubierto por moqueta, Ricardo recorrió el
espacio entre la habitación de matrimonio y la escalera, comprobó
que la moqueta estaba bien sujeta, pegada al suelo, luego recorrió
todos los bordes de ésta.
Ricardo
le dijo algo a Pedro y éste bajó hasta el porche, sonó el teléfono
fijo y Fina salió de la cocina a descolgarlo.
¡Diga!
¡Dígame! ¿Quién es? Nada, no responde nadie. Dijo Fina y colgó
de nuevo.
Pedro
entró en la casa y cerrando la mano derecha, dejó el dedo pulgar
hacia arriba, José Miguel sonrió y empezó a bajar por las
escaleras seguido de Ricardo.
Abajo
les esperaba Gertrudis.
Por
la puerta de la calle apareció un hombre de estatura media, delgado,
con gafas y una barba espesa pero arreglada.
¿Se
puede pasar? Preguntó.
Ricardo
le preguntó:
¿Es
usted el esposo de la señora Gertrudis?
No,
no, soy el psicólogo y vengo una o dos veces por semana, hoy no
tocaba venir, pero he ido a un recado aquí cerca y me he acercado
pero solamente de visita.
Soy
el comisario y hemos venido a hacer una visita rutinaria para poder
cerrar el caso, pero ya que está usted aquí, me interesaría
consultarle unas cosillas, ¿Le importa que salgamos al jardín y
hablemos un momento?
En
absoluto, estoy a su disposición.
Y
salieron los dos. Ricardo le preguntó a Fina:
¿A
qué hora suele venir el esposo?
Depende,
normalmente sobre las cuatro o cinco de la tarde, pero a veces viene
más tarde pero suele avisar, cuando ha sonado el teléfono pensé
que sería él.
Entró
José Miguel por la puerta de la calle y dirigiéndose a Gertrudis le
dijo:
Bueno,
señora, por ahora hemos terminado, pero tenemos que hablar con su
marido, así que esta tarde volveremos sobre las cinco y media,
díganle que nos espere, que solamente nos falta hablar con él para
cerrar el caso.
Puso su mano sobre la mano derecha de Gertrudis y se despidió de
ella:
Encantado
de conocerla, lamento que sea en estas circunstancias, pero veo que
usted es muy fuerte y sabrá salir adelante.
Los
tres amigos se marcharon.
Vamos
a la comisaría, tenemos que hacer un poco de trabajo y luego nos
vamos a comer ¿De acuerdo?
Ricardo
y Pedro asintieron.
Pasaron
el resto de la mañana haciendo averiguaciones y comentado varias
cosas, Pedro cogió todo el expediente y lo leyó de arriba abajo,
algunas veces preguntaba algo a José Miguel y otras recalcaba otras
en las que no parecía haber caído Ricardo.
Ricardo
y Pedro, como ya sabemos todos por otros casos, habían sido
nombrados colaboradores de la policía, bueno, Pedro siempre decía
que Ricardo era el colaborador, que él era solamente su biógrafo.
Cuando
terminaron las averiguaciones que estaban haciendo, se marcharon a
comer cerca de la comisaría, luego volvieron, dieron un nuevo repaso
a los papeles y marcharon al chalet de Ramón y Gertrudis.
Llegaron
a las cinco y veinte, llamaron a la puerta y Fina les abrió,
entraron en el salón y allí estaban Ramón y Gertrudis, Fina se
marchaba cuando José Miguel le dijo que se quedase.
Bueno,
estamos aquí porque tenemos que charlar con ustedes para poder
cerrar este caso, dijo José Miguel, a continuación mi compañero
dará lectura al expediente, e hizo una seña a Pedro que comenzó la
lectura. Cuando llegó a la llamada de teléfono paró.
Ricardo
le dijo a Ramón:
Usted
dice que no escuchó el timbre, sin embargo cuando declaró por
primera vez dijo que estaba en el porche y con la puerta abierta, ¿Se
ratifica en lo dicho entonces?
Si,
no oí nada, quizás estaba muy concentrado en lo que hacía o en la
calle pasó alguna moto y no escuché nada.
Sin
embargo nosotros hemos hecho la prueba esta mañana y el timbre se
oía perfectamente desde el porche, más que desde la habitación de
matrimonio donde estaba su esposa, tampoco oyó la voz de su mujer
llamándole desde arriba, pero bueno, quizás usted sea más duro de
oído que todos nosotros, pero la verdad es que el teléfono suena
una barbaridad. Usted, señorita Fina ¿Tiene aquí un móvil para
llamar al teléfono fijo y probarlo?
Fina
sacó un móvil del bolsillo del vestido y marcó. El teléfono sonó
fuerte. Vale, puede colgar, dijo José Miguel y preguntó a Ramón
¿Lo ha oído bien?
Si,
señor comisario, fuerte y claro.
Y
usted, Srta. Fina, ¿Tiene otro móvil?
No,
ninguno más.
Pedro
sacó un teléfono y marcó un número.
Dentro
de un bolso en la mesita de al lado del sofá cama sonó débilmente
un teléfono.
Nadie
se movió, Fina miró extrañada, José Miguel preguntó ¿De quién
es ese teléfono?
Fina
respondió, es de una amiga mía que me dijo que se lo guardase.
Es
curioso, dijo Ricardo, ese teléfono de tarjeta prepago está a
nombre de un hombre que murió hace tres años y es desde ese mismo
teléfono desde donde se realizó la llamada del día del accidente.
Eso
no prueba nada, dijo Ramón.
Ya,
ya lo sabemos, pero desde ese teléfono se llamaba muy a menudo a su
casa y a su teléfono y al teléfono de su despacho.
Sigue
sin probar nada.
Si,
ya lo sabemos, pero si ese teléfono está en poder de la Srta. Fina
y además recibe llamadas de su móvil algo pasa, si además el
curriculum de la citada señorita Fina es totalmente falso, tampoco
es auxiliar de geriatría, es más, trabajó de camarera hasta hace
dos años que conoció a Ramón y desde entonces mantiene una
relación con él. Esto tampoco prueba nada, pero las evidencias se
van multiplicando.
En
ese momento llamaron a la puerta y Pedro fue a abrir, era Jesús, el
psicólogo, entró, se sentó al lado de Gertrudis y le cogió la
mano, de los ojos de ella brotaron dos lágrimas.
Pedro
siguió leyendo, ahora relataba cómo Gertrudis salió al descansillo
superior y llamaba a Ramón.
Gertrudis,
en muy pocos momentos has perdido el conocimiento, por lo que hemos
hablado contigo y con tu psicólogo, ¿Recuerdas haber tropezado con
algo? Preguntó Ricardo.
Gertrudis
hizo señas a Jesús y éste dijo:
Dice
que no había nada en el suelo, sin embargo siempre tuvo la impresión
de haber tropezado.
Cuando
volví a casa del hospital, revisé todo y no había nada en el suelo
ni nada había rodado por la escalera con mi mujer.
Ricardo
le preguntó a boca de jarro: ¿Colocó bien la alfombra?
Si,
pero no tenía ninguna arruga.
Ese
si parece que le delata bastante, dijo José Miguel.
No
tienen ninguna prueba, solamente suposiciones, ningún juez me
condenaría por tener una aventura extramatrimonial.
Pedro
sacó de entre los papeles una fotografía y se la dio a Ricardo,
éste se la enseñó a Ramón ¿Qué ve aquí?
Una
alfombra, la de arriba.
¿Y
no ve nada?
No
Si
se fija, hay una marca, es la marca que dejó la pata del mueble que
hay pegado a la pared, usted levantó el mueble y atrapó la alfombra
para que formase una arruga, ésta es la marca de la pata del mueble
y esta otra raya es la que quedó en la alfombra al doblarse.
No
pueden probar nada.
¿Está
seguro? Dijo José Miguel, ¡señorita Fina!, usted puede ser acusada
de cómplice o solamente de engaño manifiesto al falsear los papeles
y poco más, si colabora con la policía.
Yo
no hice nada, es más, siempre me dijo que conseguiría traerme a
casa hasta que se solucionase lo de la petición de divorcio,
solamente me pidió que llamase por teléfono el día señalado a la
hora indicada, para eso me dio el teléfono de tarjeta, además lo
usaba para llamarme, cuando yo llamaba a la casa si cogía su mujer
el teléfono colgaba, si lo cogía él, se iba al despacho y lo
llamaba al móvil. No me dijo nunca lo que iba a hacer, solamente que
preparaba algo importante, incluso le había hecho un seguro de vida
a su mujer. El curriculum y el resto de papeles me los dio él.
¡Calla!
No digas nada, ¿No ves que no tienen pruebas?
¡Ramón!
Queda detenido por intento de asesinato de su mujer. Dijo José
Miguel e hizo una seña por la ventana y entraron dos policías
uniformados que esposaron a Ramón y a Fina y se los llevaron.
Gertrudis
lloraba a lágrima viva, hizo un esfuerzo y apretando la mano de
Jesús abrió la boca y dijo:
Algo
sospechaba. Hacía un par de años que no era el mismo.
Los
tres amigos se despidieron de Gertrudis y de Jesús y salieron de la
casa.
Epílogo
Ramón
fue juzgado por intento de asesinato en primer grado y al pago de una
fuerte indemnización a su esposa, además fue condenado a 18 años
de prisión.
Fina
consiguió un trato con la justicia por colaborar con la fiscalía,
fue condenada a 4 años pero no llegó a entrar en prisión al no
tener antecedentes.
José
Miguel, Ricardo y Pedro después de irse a cenar para celebrarlo,
quedaron en verse más a menudo pero sin investigaciones por medio,
cosa que duda el policía porque allá donde van parece que llaman al
delito y terminan envueltos en algún caso, cosa que Pedro agradece
porque así puede seguir escribiendo, que es lo que le gusta, ya lo
dice él:
Yo
solo soy el biógrafo de Ricardo, que lleva toda la vida metiéndose
en jaleos.
Jesús
se convirtió en inseparable de Gertrudis, que no volvió a andar
pero recuperó la movilidad de los miembros superiores y puede
hablar. Al cabo de un año se convirtieron en marido y mujer, cuando
le fue conseguida la anulación a Gertrudis.
FIN