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martes, 11 de agosto de 2015

LA CABRA Y LA HIGUERA (Yo confieso)

Con motivo de un viaje, adelanto el relato de esta semana.






YO CONFIESO


La cabra y la higuera

Esta historia yo siempre he creído que era una leyenda urbana, solo que cuando me la contaron era un burro y no una cabra, además la figura del gitano no existió. El narrador de este relato, fue el mismo que el del “Tiovivo” y fue contado el mismo día y se refería al mismo pueblo de la provincia de Gerona.



RELATO



LA CABRA Y LA HIGUERA

Pedro Fuentes

En un pequeño pueblo, dedicado casi por completo a la agricultura, donde viven tranquilos y felices unos setecientos habitantes, lejos de carreteras importantes y sin ferrocarril.

 D. Florián, el cura,  descubrió, en la torre del campanario, en un sitio inaccesible, equidistante de la ventana de la campana y el suelo, una higuera de esas que germinan en campanarios y tejados de las  iglesias.

En la mata, unos pájaros están haciendo un nido. 

En el bar, según jugaban al dominó, se lo comentó a Manolo, el alcalde, Anselmo, el boticario, Francisco, el médico y a algún parroquiano más que había por allí.

 Manolo comentó que el ayuntamiento tenía una escalera bastante larga pero que no llegaba ni a la cuarta parte de la altura. ¿No se podría llegar desde el campanario?

No, dijo D. Florián, hay tanto como desde el suelo.

Anselmo dijo:ç:

Yo he oído que las cabras se lo comen todo, y más si se le ha hecho pasar algo de hambre.
Sí, hombre, dijo Francisco, vamos a buscar al gitano ese del pueblo de al lado, el que viene con la cabra, la escalera y la trompeta y como esa ya pasa bastante hambre, la ponemos allí, con la escalera al lado del campanario, le tocan la trompeta y ella solita sube y se come la higuera, se le dan veinte duros al gitano y todo arreglado.

Anselmo miró al médico como si lo quisiese fundir y dijo:

Lo que hay que hacer, es poner una cuerda desde el campanario al suelo, se ata a la cabra y se sube poco a poco hasta que llegue a la higuera y seguro que se la come.

Manolo, vio, la jugada y comentó:

Bien, eso podría funcionar, luego se dio cuenta de que los demás no habían asentido y si no salía el invento, se llevaría él todas las culpas, así que preguntó:

¿Qué les parece a ustedes, señores? Todos asintieron menos el cura, que respondió:

 No sé, no sé, yo pienso que el animal, al verse suspendido allí, por una cuerda, se asustará y no se comerá la mata.

Anselmo, que se veía dueño de la idea, intentó solucionarlo de otra forma y comento:

Si la cuerda se tira desde el campanario y llega hasta el suelo, quizás sea muy larga, si subimos a la cabra al campanario y la vamos bajando poco a poco, al ver que va hacia el suelo, irá más tranquila.

Todos asintieron  y Manolo comentó: Mandaré al alguacil a buscar al gitano y yo le  explicaré lo que tiene que hacer y que se ganará cuarenta duros.

Cuando Evaristo, el gitano de la cabra fue al ayuntamiento a tratar con el alcalde, no las llevaba todas consigo, eso de tener que ir al ayuntamiento, aunque fuese al pueblo del al lado, porque le van a ofrecer un “negocio” no le suena muy bien, en tratos con payos, puede salir muy perjudicado, pero si además de payos, son políticos….. 

Su padre se lo ha dicho siempre, si tienes que tratar con payos o políticos, guarda bien la cartera y no te fíes que son muy mala gente.

Manolo le explicó el caso a Evaristo y a éste en principio no le pareció mal pero por menos de sesenta duros, su cabra y él no trabajaban, porque yo tengo que estar debajo tocando la trompeta para que Rosita esté tranquila, dijo:

Quedaron para el viernes siguiente y por la tarde para que el lado aquel del campanario tuviese sombra, porque Evaristo había dicho que la higuera tendría que estar fría para que no le hiciese mal a Rosita que las higueras y los higos calientes son muy malos.

Se corrió la voz y el viernes, a las seis y media de la tarde la plaza del pueblo parecía de fiesta  mayor.

Eligieron a seis mozos, los más fuertes, la cabra llevaba desde las doce sin probar bocado, la habían ordeñado a las cinco y el bicho no andaba de muy  buen humor, lo de subirse a la escalera en fiestas, también con hambre y rodeada de chiquillos no le parecía mal, pero ahora presentía algo, era cabra pero no tonta.

Cuando le ataron las patas, le vendaron los ojos y entre los seis mozos turnándose de dos en dos empezaron a subir las escaleras del campanario, empezó a dar patadas.

Una vez arriba, cuando aquella gente a los que no conocía le pusieron,  una especie del cinturón que en principio le apretaba pero a base de saltar se lo soltaron un poco. Al arnés le ataron una cuerda gruesa, luego, al collar del cencerro ataron otra más fina, para poderla poner de cara a la higuera, a la voz de ya, Evaristo empezó a tocar “España Cañí” y los mozos empezaron a bajar la cabra, que dentro de lo que cabe, se había tranquilizado.

Cuando llegó a la altura de la higuera la cosa empezó a ponerse mal, no podían dirigirla bien y la planta quedaba en el culo de la bestia, cuando la intentaron girar sobre sí misma, le restregaron las ubres por las ramas, y eso no le gustó, empezó a patear para todos los lados.

 Los mozos que sujetaban la cuerda fina trataron de enderezarla, Rosita saltó, se desequilibró y no se sabe cómo, se deshizo del arnés y se quedó colgando por el collar, la pobre cabra pateaba, intentaba balar  y solamente le salía una especie de chillido,  Evaristo dejó de tocar y gritaba ¡Subirla, subirla rápido! ¡Qué me vais a matar a Rosita!

Fue una premonición, cuando Rosita llegó arriba ya era cadáver.

Cuando la bajaron, los mozos iban serios portando al pobre animal, toda la familia de  Evaristo,  que habían ido a ver la actuación de éste y Rosita, corrieron hacia ella, que yacía en el suelo, todos empezaron a llorar a la vez, si lo hubiesen ensayado no habría salido tan acorde.

¡Rosita!, ¡Rosita!, ¡Era de la familia! Ella nos daba leche y ganaba dinero para nosotros, ahora terminaremos en la ruina y sin Rosita, la mejor cabra en el mundo, y todo por culpa de estos payos que encima se ríen de las desgracias ajenas.

Después de muchos tiras y aflojas, al final Manolo, en colaboración con el cura y la colecta que se hizo en el pueblo, indemnizaron, a Evaristo, que salió llorando del ayuntamiento pero con el dinero necesario para comprarse diez cabras.

Los pajarillos se asustaron y se fueron a hacer el nido en el tejado del campanario, la higuera se secó con los calores del verano, que fue más seco de lo habitual.

Evaristo, que vio la oportunidad de su vida ahora se dedica a hacer quesos de cabra de artesanía e incluso se ha comprado a plazos un motocarro de segunda mano para ir por los pueblos cercanos vendiendo los quesos.

FIN


sábado, 8 de agosto de 2015

EL HIPOCONDRIACO (YO CONFIESO)

Antes de nada, quiero pedir disculpas por el largo periodo sin publicar relatos, pero una tormenta eléctrica me ha dejado sin CPU, Modem y antena, hasta que no han llegado los repuestos, me he visto sin Internet, pero eso me ha hecho empezar nuevos relatos y terminar algunos que estaban en el cajón del olvido.

Un nuevo relato tomado de la realidad, a veces doy las gracias a la vida porque la verdad es que me ha dado unas vivencias que considero fabulosas y a la vez una memoria que ahora, a mis años puedo recordar, aunque también hay algunas que vagamente las recuerdo, incluso nombres y caras de personas, aunque creo que como la naturaleza es sabia, a veces te ayuda a olvidar lo que no es agradable.

Y ahora………………

Yo confieso

Real como la vida misma, me la contó Inés una vez en el restaurante que ella y Anselmo tenían y al que íbamos a cenar cada viernes, era un sitio muy exclusivo, solamente podías ir si ellos daban el “plácet”.

Los viernes nos reuníamos allí varios matrimonios y amigos y después de cenar se hacía tertulia hasta las tantas.

Manolo murió tal como se relata en la historia y fue él el protagonista del susto.

RELATO

EL HIPOCONDRIACO

Pedro Fuentes

Esta historia está basada en hechos reales, por lo cual los nombres de sus personajes han sido modificados para conservar la privacidad de los mismos.

Anselmo estaba jubilado cuando Ricardo lo conoció, por la gran afición de los dos por la náutica y la pintura, pronto congeniaros, además tenían el barco en el mismo puerto y muy cerca el uno del otro.

Anselmo era el mayor hipocondriaco del mundo, su médico de cabecera ya no sabía qué recetarle, ya le había dado todos los placebos existentes.

Era tan hipocondríaco que creía tener todas las enfermedades menos las que en realidad tenía, su mujer era una enciclopedia de medicina, conocía más enfermedades y medicinas que un vademécum, su marido lo tenía todo y más fuerte que nadie, si le dolía la cabeza, o era un derrame cerebral o una embolia, si le dolía el pecho, bueno, eso era gravísimo, un cáncer, una tuberculosis, un ataque cardíaco, en el estómago podría ser cualquier cosa menos que se había pasado comiendo, porque eso sí, era un comedor compulsivo, todos sus males no se curaban, pero, se aliviaban bastante.

Cuando le dolían las articulaciones, era reuma o artrosis seguro, según él, la espalda, la tenía totalmente rota, además, se auto medicaba, Ricardo no le podía hablar de nada que fuese relacionado con la salud o la enfermedad, tampoco del hijo de Anselmo, que por cierto era médico forense.

Cómo sería Anselmo que una vez le contaba a Ricardo que había llegado a su casa de noche con su mujer, tenía muchísimas ganas  de orinar, según él por culpa de los problemas de próstata que llevaba desde hacía años y no se explicaba como el PSA no detectaba nada anormal, el caso es que con las prisas llegó al baño sin encender la luz, medio desabrochado el cinturón.

Con una mano se bajó la cremallera del pantalón y con la otra buscó entre la ropa, con las prisas cogió la punta del cinturón, la enfocó hacia donde creía adivinar el wáter y se puso a hacer pis, de pronto notó varias sensaciones, una que se estaba orinando encima y otra sensación fue que aquello que tenía entre la mano, era totalmente plano e inerte, se llevó tal susto que pensándose lo peor del mundo y tan mal se sintió que se escaparon dos lágrimas y gritó a su esposa:

 ¡¡Inés!! Mira lo que me ha pasado.

Inés corrió al cuarto de baño, encendió la luz y viendo el espectáculo  soltó una carcajada.
Anselmo al fin, armado de valor se miró entre las manos y un suspiro de alivio le recorrió, ya no le importaba ni haberse orinado encima ni las lágrimas escapadas.

Anselmo tuvo un final feliz para su hipocondría, una tarde de principio de verano, cuando todavía no apretaba  el calor, fue a hacer un recado con el coche, era de esas personas que exasperan por llevar una velocidad por lo menos treinta quilómetros por debajo de la permitida, frenaba en casi cada curva, el caso es que en un tramo de recta y en el que no había ni cuneta, tuvo un desmayo, se salió de la vía y se fue parando poco a poco, ya que no ejerció ninguna presión sobre los pedales, al fin, se acabó el recorrido contra un pequeño árbol que ni siquiera se partió.

Detrás de él iba coche cuyos ocupantes vieron lo ocurrido, pararon y corrieron a socorrerlo, cuando llegaron se percataron de que estaba muerto sobre el volante.

Después de los trámites oportunos, le hicieron la autopsia, su hijo, que era forense y quiso saber lo que le ocurrió y estuvo presente, el informe fue tajante, parada cardiaca sin motivo aparente, tenía un cáncer que se le había ramificado por todo el cuerpo, no había sufrido hasta ahora las consecuencias ni los dolores, no le quedaban ni seis meses de vida y una muerte muy dolorosa, un final espantoso, él que creyó tenerlo todo, murió sin tener nunca la certeza de que no era hipocondriaco sino un enfermo real.


FIN




jueves, 30 de julio de 2015

¡¡PELIGRO!! ¡¡Ciclistas sueltos!!

Hoy, rompiendo la norma de publicar un relato cada semana, voy a publicar un escrito que me ha llegado y que suscribo totalmente e incluso añadiría algo más, estoy totalmente de acuerdo con el mal uso del que se hace de la bicicleta y lo peor es que muchas veces se hace por ignorancia de las más elementales normas de la circulación y otras porque hay quien se cree con derecho a todo, eso ni es libertad, es LIBERTINAJE,




¿DE QUIEN ES ESTA LA BICICLETA?

Este alegato no va ni en contra de la bicicleta ni de las personas que deciden ir a pasear con bicicleta para hacer deporte y divertirse un rato. Va contra aquellos ¿progres? Que deciden ir en bicicleta porque ellos son así de modernos y no contaminantes o porque se ha puesto de moda o porque sí, aunque creo que el día que van en coche, se pasan las normas por el forro, porque ellos están por encima del bien y del mal.

 1º.- La educación vial, como la otra, la principal, la “sin adjetivos” no se aprende en los colegios, se “mama” en casa.          Pueden aprender de memoria todos los códigos, pero si no le enseñan en casa a usarlos, es como el que tiene tos y se       rasca la barriga.

 2º.- Los pasos de cebra son para dar preferencia de paso a los peatones, no para los ciclistas que pasan montados en bici estos NO tienen preferencia. Si quieren pasar por ellos, tienen que apearse de la bici y poner los dos pies en el suelo.(Ver código de la circulación).´

 3º.- Cuando hay un carril bici es para que vayan los ciclistas.

 4º.- Los paseos son para las personas, los ciclistas, si hay peatones tienen que bajarse de la bicicleta o ir a una velocidad tan moderada que no molesten ni pongan en peligro a ningún peatón, incluidos niños que están dando sus primeros pasos y ancianos. Por supuesto, si al lado del paseo hay carril bici, que lo hay en muchos, tienen que ir por ese carril si van montados en la bici.

 5º.- Los vehículos tienen que pasar a más de metro y medio de separación con las bicis, y viceversa, ya empieza a verse coches con cámaras para filmar a los ciclista que además de adelantar a los coches por la derecha, no respetan el metro y medio.

 6º.- Los niños, menores de 16 años, si van en bicicleta, tienen que llevar en todo momento casco. Los mayores de esa edad también en vías interurbanas.

 7º.- Los ciclistas también tienen la obligación de conocer y respetar las más elementales reglas del Código de la Circulación, como respetar los semáforos, los stop, los ceda el paso, las direcciones obligatorias, los pasos cebra cuando cruzan los peatones, las preferencias de paso, etc.

 8º.- Los ciclistas tienen la obligación de llevar luces y ropa reflectante cuando circulan después de la puesta de sol o días sin visibilidad.

 9º.- Cuando van por caminos y senderos, los ciclistas tampoco tienen preferencia si hay caminantes.

10º.- No estaría de más que obligasen a los ciclistas a llevar espejo retrovisor para que vean cuando otro vehículo quiere adelantarlos y faciliten la maniobra, es por la seguridad del ciclista y no del vehículo, a veces, yendo por vías estrechas, además, algunos, el lugar de ir por su derecha van por el centro.

11º.- En los casos de circulación muy densa, si hay coches parados, no dudan en adelantarlos por derecha e izquierda invadiendo el carril contrario.


12º.- Lo mismo pasa en pasos a nivel cerrados, e incluso pasan las vías del tren con el consiguiente peligro.

jueves, 23 de julio de 2015

1.500 METROS LISOS (YO CONFIESO)

Un relato más, publicado en su día, pero ahora, dentro de la sección "yo confieso" Relato completo pero a su vez con una breve explicación del "cómo" y "por qué" de los relatos, seguré hacíendolo con todo lo publicado y será en parte una pequeña biografía del autor.

Y ahora.................

YO CONFIESO

Esta historia no me la contó nadie, ocurrió en las antiguas pistas de atletismo de las Ciudad Universitaria de Madrid, más conocidas entonces por las pistas del “SEU” eran series de clasificación para “no me acuerdo de los campeonatos” y en esa misma serie corrí yo y juro que nadie del pelotón nos enteramos de lo que ocurrió hasta que un trabajador de allí descubrió a “El Boina” pidiendo auxilio.

RELATO

1.500 METROS LISOS
Pedro Fuentes


Advertencia: Esta pequeña historia es verídica, los nombres y algunos datos significativos han sido modificados para conservar la privacidad de las personas, el autor declina toda responsabilidad si alguien se pudiese dar por aludido.

Corría el año sesenta y seis del siglo pasado cuando a la gente joven, sobre todo estudiantes, les entró la fiebre del atletismo, los que tenían la suerte de ser de buena familia y estudiaban carrera universitaria si además estaban afiliados al SEU podían entrenar en las pistas de la Ciudad Universitaria de Madrid, allí comienza y termina nuestra historia, en la que casi todos sus protagonistas se conocían.

Alfredo era un corredor de medio fondo que no destacaba gran cosa aunque luego, años más tarde algunos se encargaron de decir que era un corredor  de gran porvenir.

Era un chico joven, bastante amigo de las bromas, tenía una alopecia fulminante, pese a su corta edad, acababa de entrar en la universidad,  con dieciocho años, bastante acomplejado de su calvicie, pese a su carácter bromista, lucía una boina que creo no se quitaba ni para ducharse, por lo cual fue rebautizado como “El Boina”. La verdad es que en la pista de atletismo, corriendo y desde la grada no se apreciaba bien si era boina o una medio melena morena.

Se celebraban por aquellas fechas los preparatorios y clasificatorios de aquel año para el campeonato de España y Alfredo, como tantos otros se entrenaba para 1500 y 3000 metros.
En aquellos tiempos el equipamiento deportivo no era nada del otro mundo, Alfredo corría con una camiseta imperio blanca y un pantalón de baño negro, quiero recordar que con una fina tirilla blanca en los laterales. Sus zapatillas Puma de clavos, todo un lujo en aquellos tiempos y su ya conocida boina, chico de poco peso y poca estructura como cualquier corredor de fondo, con el pelo, poco, por detrás algo más largo de lo habitual para aquellos tiempos y la boina más parecía un famélico músico moderno con más cabeza que cuerpo.

Cuando fueron avisados los participantes para una serie de 1.500 metros, entre ellos Alfredo, se dirigieron a la salida, eran cinco vueltas ya que las pistas del SEU tenían 300 metros de cuerda. El juez de salida mandó a los corredores a sus marcas, entre ellos “El Boina”.
Cada uno ocupó su lugar, se dio el disparo de salida y todos los corredores se apelotonaron, “El Boina” se situó en la segunda calle y de la mitad para  atrás.
La carrera iba bastante igualada y la vuelta primera y la segunda fueron muy similares, salvo dos corredores un poco adelantados, Alfredo seguía por la calle exterior ligeramente rezagado de su predecesor y emparejado a otro corredor. A la cuarta vuelta alguien comentó: ”El Boina” se ha retirado, en el pelotón no está. Otro respondió y en la cabeza menos.
Nadie vio a Alfredo retirarse, no acabó la carrera, “El Boina”  había desaparecido, nadie supo de él hasta que un empleado que recorría las pistas viendo si los clavos de las zapatillas habían causado desperfectos, se encontró con un agujero de unos setenta centímetros de diámetro y más de dos metros de profundidad, de las que salía un lamento que decía “socorro, socorro, por Dios, sacadme de aquí” era Alfredo alias “El Boina”. Se lo había tragado la tierra, se había abierto un socavón y “El Boina” había caído en él sin que nadie se enterase. Ni que decir tiene que no se clasificó.

Según algunos comentarios, dejó el deporte, a otros he oído decir que se dedicó a los cien metros lisos, que como era más corta la carrera, si le pasaba algo se sabría antes.
Al cabo del tiempo me lo encontré un día. Se había dedicado a la política.

F I N



viernes, 17 de julio de 2015

LAS CUCARACHAS (Yo confieso)

Espero que os guste este relato del que os doy un “YO CONFIESO” del por qué lo escribí.

Pero antes, quiero publicar una foto. Ayer fue el día de La Virgen del Carmen, Patrona de los marineros, la foto es del 2014 porque ayer fui invitado en otro barco, el “VICMARE” un velero de un amigo.



El Little Home volviendo a puerto



YO CONFIESO

Las cucarachas


Este relato también es real como la vida misma salvo el final, que a veces pienso: “Lástima que un final tan bueno, no sea real”, La protagonista fue mi suegra de la que digo “La quiero tanto como ella a mí” ¿Se entiende? Todo ocurrió en un piso de mi mujer y tuvimos que llamar a una empresa que fumigó tres veces y cambiamos toda la cocina con todos sus armarios y electrodomésticos.


RELATO

LAS CUCARACHAS
Pedro Fuentes

Capítulo   I

La primavera de aquel año había venido adelantada y calurosa, con lo cual todos los insectos eclosionaron antes, así que cuando, la hija de Begoña, Leticia, nieta de la Sra. Pepita, su marido y sus tres hijos, pequeños, la última de meses, fueron a pasar la Semana Santa con la Sra. Pepita, que vivía sola, en un piso de Begoña, no pudieron imaginar con lo que se iban a encontrar.  Llegaron a la casa, un piso grande, bastante moderno y acogedor, de una pequeña ciudad de provincias.
 A aquel piso,  Begoña, no iba normalmente, puesto que tenía un apartamento más céntrico y ella y su marido preferían estar allí.
Su otro hijo el hermano de Begoña  y los nietos por parte de éste si iban, tenían aquel piso como si fueran a heredarlo, incluso lo llamaban la “casa familiar”.
Cuando aparecían por allí con uno o dos matrimonios  “invitados” dispuestos a pasar las fiestas patronales, alguna vez habían mandado a la abuela a dormir en el apartamento para ellos estar mejor.
Begoña, amante de la familia y dispuesta a pasar por todo, por el sentir familiar y su ánimo de ayuda, callaba y no protestaba.
Eran las diez de la noche cuando Leticia, su marido y sus tres pequeños, llegaron a la casa donde vivía la abuela, dejaron el equipaje en las habitaciones. Los niños dormirían en la habitación de Leticia cuando ere soltera y allí dejaron las cosas de los críos. Esta habitación, amplia, con una cama grande y espacio para la cunita de viaje de la pequeña, daba a una terraza cerrada por la que se podía acceder a la cocina, esta terraza normalmente cerrada hacia la habitación, tiene una persiana que generalmente está abierta. Cuando la niña pequeña cenó, la llevaron a la habitación para que durmiese y luego cenar todos los demás.
Leticia cambió a la niña, desplegó la camita de viaje y la acostó, luego fue a la puerta de la terraza, la cerró y bajó la persiana.
Un grito de horror heló la respiración de los demás habitantes, todos corrieron hacia allí, la niña grande empezó a llorar, la pequeña le siguió porque no comprendía qué pasaba, el niño, de cinco años dijo:
Papá, ¿Qué son?
La persiana era negra, por ella corrían miles de cucarachas, Leticia dijo:
Abuela, ¿No habías visto eso?
 “No, alguna de vez en cuando en la cocina”.
Leticia corrió hacia la cocina, cerró la persiana que daba desde allí a la terraza y se encontró con el mismo panorama, fue hacia su marido y le dijo:
Espérame en el coche con los niños que yo voy a matar todo lo que pueda y nos iremos al apartamento.
La abuela protestó diciendo que no era para tanto y que ella se quedaba.

                                                        Capítulo   II

Begoña y su marido, Alfredo, aparecieron a los cuatro días de la noche de las cucarachas, llegaron dispuestos a acabar con todas, así que compraron ocho o diez espráis mata cucarachas, venenos de todas las clases y  aquí se acabó el problema, pensaron.
Begoña y Alfredo, o Alfredo y Begoña, tanto monta, monta tanto, era una pareja que  en los años sesenta ya se enfrentaron a todo para salir adelante, se llevaron casi todos los palos de la vida, pero ahora, los dos jubilados y acostumbrados a tirar delante del carro, dijeron: Esta plaga no es una plaga.
Cuando aparecieron en el piso, después de desmontar unos cuantos muebles y ver lo que había, decidieron, decidió Begoña y dijo sentenciando:
Aquí hay que sacar todos los muebles y electrodomésticos y llamar a una empresa de fumigación.
Media hora más tarde ya sabía qué muebles y qué electrodomésticos poner y quien y cuando iban a fumigar.
La madre de Begoña, la Sra. Pepita no paraba de llorar, ¿cómo le iban a tirar los muebles de su vida? ¿Y sus recuerdos?, Una colección de recetas de cocina en fascículos de la revista Ama que tenía en un armario.
Pero eso no fue lo más duro ni ingrato.  Cuando su queridísimo yerno le dijo que después que en tres días no podía entrar en el piso, uno por el peligro de la cantidad de veneno que se había echado, y dos porque no era conveniente que entrara aire fresco que le diera tregua a las cucarachas, la batalla de San Quintín, fue un juego de niños con la que armó.
Llamó a su hijo para decirle que no le dejaban entrar en casa, pero no le dijo de la plaga ni la próxima fumigación.
Leticia, a instancias de su madre, llamó a Antonio, su primo, para explicarle la situación, a lo que contestó el primo que no era posible, puesto que él había estado en la casa hacía una semana y su “abuelita” no le había dicho nada. Es más, había estado con su mujer en el piso y no se creyó lo que decía su prima, porque “la abuelita” no le dijo nada, y no habían visto nada.


Capítulo  III

Una vez tomadas las riendas de la situación, Begoña y Alfredo se decidieron a atacar, lo primero la comunidad y Sanidad, luego una empresa de fumigación y otra de muebles y electrodomésticos, no había duda, había que tirarlo todo, muebles nuevos, electrodomésticos nuevos y antes una, dos, tres, las que hagan falta, fumigar, había que terminar con la plaga, llegaron a encontrar una cucaracha andando por el congelador tan tranquila.  
Llegó el equipo de fumigación, hizo un estudio de los animales, quedó en fumigar tres veces, la primera ya, la segunda una vez quitados todos los muebles y electrodomésticos y la tercera antes de poner los nuevos, todo esto no garantizaba la total desaparición.
Después de la primera vez, cuando Begoña empezó a tirar cosas, comidas, bolsas de legumbres etcétera, la Sra. Pepita lloraba y lloraba, se tiró hasta los congelados, mientras tanto, el fumigador dijo que allí no se podía entrar en cinco días, y la abuela decía:
Pues yo vendré esta tarde.
Begoña decidió quitarle las llaves, no se le podía hacer entender que con los venenos le podría dar algún desmayo y caerse, además, si los insectos tenían aire nuevo, el veneno no les haría tanto efecto.
Total, lloros a su hijo porque Begoña no le dejaba entrar en el piso.
No sabemos cómo entró, pero lo hizo.
Después de las tres fumigaciones, el encargado de ellas dijo:
No hemos encontrado a las hembras, son más grandes y cuando se sienten amenazadas sueltan montones de huevos, hay alguna posibilidad de que estén muertas en algún sitio inaccesibles o que haya quedado alguna viva, lo cual quiere decir que habrá que volver a fumigar.
Una vez pasada la última fumigación y pasados los días de rigor, la señora Pepita volvió a su casa, su hija y su marido se fueron de vacaciones y todo volvió a la normalidad.
Después de volver de un crucero, cuando Begoña llamó a su madre, ésta no contestó, un presentimiento le embargó, cogieron el coche y corrieron a la casa en la que vivía se madre.
Alfredo y su mujer abrieron la puerta de piso, era de noche y al encender la luz vieron como media docena de cucarachas gigantescas y miles de cucarachas pequeñas corrían por todos los sitios, entraron en la casa y buscaron a su madre, allí no había nadie, el único rastro fue el bolso de su madre, abierto encima de la cómoda de su habitación.
Salieron corriendo de la casa, preguntaron a los vecinos, nadie la había visto después de los tres  días que volvió a la casa.
Llamaron a toda la familia, nadie sabía nada, denunciaron su desaparición a la policía, nada, parecía que se la hubiese tragado la tierra.
Llamaron a los fumigadores, entraron en el piso, ni rastro, esta vez sí pudieron acabar con las grandes hembras, de un tamaño descomunal, pero de la Sra. Pepita no había ni rastro, salvo por el bolso, se diría que no había entrado en la casa.

EPILOGO
Habían pasado tres meses y todo seguía igual, de la Sra. Pepita nunca más se supo, su libreta bancaria y su tarjeta no habían tenido movimiento, nadie supo dar razón de ella.
Alfredo estaba sentado en su sillón preferido en  casa, leyendo, cerró el libro y lo puso encima de la mesita era La Metamorfosis de Kafka, sonrió, dio una bocanada al puro que fumaba, miró al cielo y dijo dejando que el humo saliese de su boca voluptuosamente:
Los caminos del Señor son inescrutables.
               

F I N

jueves, 9 de julio de 2015

EL CHOCOLATE (yO CONFIESO)

Otra historia real como la vida misma, “YO CONFIESO” os trae otro relato, ya publicado pero con una pequeña nota del cómo y el por qué me hizo escribirlo.

El Chocolate

También esta historia es real, le ocurrió a mi compañero de trabajo Luis F.
El del “chocolate” era su hijo pequeño, 14 años,  y los otros eran Ion y Miguel, el narrador era yo y si no fuese por la gravedad del asunto, todavía me estaría riendo.


RELATO

EL CHOCOLATE

Pedro Fuentes

Corrían los años 90, casi ya en el dos mil, cuando un día por la mañana llegó Luis a la oficina y le dijo a Ricardo:
Vamos a tomar café.
Ricardo se levantó y se fueron a la planta donde estaba instalada una cafetera de monedas, cuando se tomaban el café, Luis sacó una pastilla marrón de unos 8 centímetros por 6 y le dijo a Ricardo:
¿Sabes qué es esto?
Sí, una pastilla de chocolate.
¡No!, no es porque la he probado y no sabe a chocolate.
“No, hombre no, del que se fuma, resina de hachís, pregúntale a Ion, él entiende algo de esto, trabaja con chavales y supongo que algo sabe.
Ion, que en sus ratos libres se dedica a montar conciertos para jóvenes, ha comentado que alguna vez ha visto al hijo pequeño de Luis en alguno de estos. 
Está en su despacho, Luis y Ricardo entran en él, Luis saca la pastilla  y le pregunta:
¿Sabes qué es esto?
 Sí, contestó, es resina de hachís, pero está lavada, eso le ha quitado algo de calidad. ¿Dónde la encontraste?
En el bolsillo de una camisa de mi hijo pequeño, la mujer la vio cuando la sacó de la lavadora, pero no puede ser, solamente tiene 14 años.
Si no te lo crees, pregúntale Miguel, ese es un experto, le contestó Ion.
El tal Miguel, joven, de veinte  y tantos años, en sus ratos libres toca la batería en un grupo heavy metal y trabaja de mecánico en la misma empresa.
Fueron hacia él, lo encontraron en el taller, los tres se acercaron y Luis le espetó:
Miguel, ¿Tú sabes qué es esto?
Miguel cogió la pastilla con aire de curiosidad,  la olió, cortó un pequeño trozo, se lo puso en la boca, se lo pasó de un lado al otro como si fuese un enólogo y sentenció:
Es resina de hachís, está lavado con agua fría, es de Marruecos, buena calidad, de la zona de Rissani, 4.000 pesetas la pastilla.
FIN


jueves, 2 de julio de 2015

EL MENTALISTA "Yo confieso"

Hoy sigo con el segundo capítulo de YO CONFIESO" como ya conté la semana anterior, es un repaso a cada uno de mis relatos, explicando qu´me impulsó a escribirlo.


El Mentalista

Esta Historia también es real, la población es de la provincia de Gerona, pero al sur, tocando con la provincia de Barcelona y me sucedió a mí, iban conmigo varios amigos, Paco, Tomás, Ramón y algún otro que no recuerdo, íbamos con nuestros hijos, tocaban en una banda de música y cuando llegábamos al sitio donde tocaban, una vez que el director cogía el mando,
Los padres, para no estorbar, nos marchábamos a almorzar o a tomar algo, mientras empezábamos.
Los compañeros se quedaron un poco alejados mientras yo le indicaba al “mentalista”, entonces todavía no era conocido. Cuando lo vi en televisión y lo reconocí, dije: ¡Es el de Massanas!
Es muy conocido, no diré nombre, pero hizo el “paripé” de acertar el número de la lotería.

EL MENTALISTA
Pedro Fuentes

Hace unos cuantos años, unos 25 ó 28 años, mi hijo tocaba en una banda de música infantil y acudíamos a poblaciones cercanas para amenizar y hacer el pasacalles en fiestas populares, una mañana, nos tocó ir a una población cercana, donde se celebraba una fiesta como homenaje a las personas mayores de la localidad, era un pequeño pueblo lleno de encanto entre las provincias de Barcelona y Gerona pero de tierra a dentro, a unos 20 kilómetros de la costa.
Normalmente estos desplazamientos se realizaban en autobús, para evitar que hubiese algún problema con el traslado de unos cuarenta  músicos menores de 16 años, con ellos íbamos varios padres responsables de ellos.
Aquella mañana, cuando llegamos, nos presentamos ante la organización de la fiesta y dejamos a los chicos con ellos, allí, reunidos, antes  de empezar el pasacalle, los llevaron a tomar algo de desayuno, ya que luego había que acompañar a los ancianos homenajeados a misa y luego, después del pasacalles, normalmente había alguna actuación y después de un par de piezas de música, finalizaba la fiesta  para nuestros críos, los padres volvíamos a hacernos cargo de ellos, cogíamos el autobús y nos marchábamos.
Cuando los padres quedamos libres mientras empezaba la fiesta, nos fuimos andando a un bar que habíamos visto a la entrada del pueblo, que era muy pequeño, a desayunar.
Justo cuando habíamos salido de la plaza Mayor, a unos cien metros de ella, un Citroen  gris paró a mi lado, iban dos personas, un hombre conduciendo y una mujer que consultaba un plano. En el asiento de detrás, pude ver varios planos desplegados más.
La Sra. que iba de copiloto me preguntó:
Oiga, por favor, ¿Este es el pueblo que celebran una fiesta para los ancianos? Y que se llama “no sé qué”.
Si, le contesté.
¿Y dónde es la fiesta?
Mire, siga por esa calle estrecha unos  cien metros, entrará en una plaza y verá al fondo un escenario, allí es  le volví a decir.
Menos mal, ya era hora. Me contestó quitándose un gran peso de encima.
Se hizo el pasacalle, fueron a misa con los ancianos, salieron de la iglesia y acompañaron a la comitiva a la plaza Mayor.
Hubo el discurso de rigor y empezó el espectáculo, el plato fuerte fue un mago y mentalista, hizo una actuación muy meritoria.
 En el colofón final pidió voluntarios para subir al escenario, entre ellos varios músicos de los mayores.
 Allí primero, su ayudante les pidió el carnet de identidad y les solicitó varios datos sin que el mago se enterase, la actuación del mago consistía en adivinar todos los datos que la ayudante le pedía a los voluntarios,  incluidos nombres y datos de carnet que previamente había solicitado.
 Nada, ni un solo fallo, una actuación perfecta, a mi lado, uno de los padres que iban conmigo me dijo:
 ¿No te gusta?
Le contesté:
 ¿Te has fijado que el mentalista es el conductor del coche que se habían perdido y que ni con mapas encontraban el pueblo?
Años más tarde una noche viendo la tele lo presentaron como el mejor mentalista de todos los tiempos.


FIN